La Patria de Aramburu, por Josean

 

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Reconozco que el novelón de Fernando Aramburu Patria me echaba para atrás. 640 páginas sobre esa desgracia que ha sido convivir con la banda terrorista ETA suponían dedicar mucho tiempo a recordar el sufrimiento de miles de personas en el País Vasco y fuera de su territorio. Y francamente, a veces uno prefiere pasar página o mirar para otro lado, o leer otro tipo de textos más amables.

He aprovechado estos días de descanso del verano para sumergirme en la novela de Aramburu y tengo que decir que ha sido todo un acierto, ha merecido la pena. La sensación que te queda según vas leyendo sus páginas es de una inmensa tristeza, una tristeza que empapa a todos los personajes de la trama como una lluvia fina. Una lluvia ácida y parecía que infinita regada por ETA, cuyo manto extendió durante décadas sobre la sociedad, fuera cual fuese el signo político de las personas y su implicación en el «conflicto». La tristeza envuelve a todos los personajes del libro, como a Xabier, que llega a decir que no le está permitido ser feliz.

De eso trata la novela, del llamado «conflicto vasco» por denominar de algún modo la coexistencia de la sociedad con una banda terrorista de lo más sanguinario. El autor quería hablar de las dos Euskadis, de la polarización de la sociedad entre los que creen que cualquier medio es lícito para alcanzar ese ideal de Euskal Herria que les han metido en la sesera y todos los demás. Y cualquier medio incluye por supuesto el asesinato, el secuestro, la violencia y la extorsión de la banda, pero también la presión social y el vacío de vecinos y compañeros de trabajo.

Para contar esas dos caras de la sociedad, Aramburu plantea la historia desde el punto de vista de dos mujeres entradas en años, Bittori, una de tantas viudas que dejó el «conflicto», y Miren, madre de tres hijos, uno de los cuales ingresa en la banda terrorista y pasa buena parte del libro en prisión. La trama se ambienta en una pequeña aldea de Guipúzcoa, uno de esos pueblos de la Euskadi profunda y abertzale en los que más se sentía la presión sobre los que no eran de la cuerda oficial.

Bittori y Miren, amigas íntimas, casi hermanas, se convierten en enemigas irreconciliables el día que aparece una pintada en el pueblo señalando al Txato, el marido de la primera. No desvelo nada de la trama si digo que el pobre Txato, que solo quería gestionar su pequeño negocio y montar en bici con sus amigos de la peña ciclista, es asesinado de modo cobarde, porque nos lo dice el autor ya en la primera página. El asesinato del Txato es la excusa para hablar de todo lo demás: el silencio cómplice, el miedo, la imposición del entorno o la necesidad para algunos de posicionarse, el vacío social, el papel mezquino de la Iglesia, los que emigraron y no quisieron volver,… También hay páginas para denunciar las torturas y mencionar la dispersión de los presos etarras. El autor no quiso dejar ningún palo sin tocar.

Fernando Aramburu nació en 1959, el mismo año que la banda terrorista ETA, y como leí en alguna entrevista, con su novela quería hablar de las víctimas y, sobre todo, no quería que ni una sola de ellas se pudiera ofender con el libro. Creo que lo logra, por mucho que intente acercarse al entorno abertzale y entender lo que pasó por la cabeza de personajes como Joxe Mari, el joven que lo deja todo para integrarse en ETA, o Miren, su madre.

Patria2Resulta muy difícil debatir con calma sobre el «conflicto» sin que afloren los sentimientos, pues quien más, quien menos, tenemos familiares o amigos en esas tierras, y todos tenemos nuestra visión. Julio Medem lo intentó en 2003 con su documental La pelota vasca, la piel contra la piedra y recibió palos por todos lados, muchos de ellos, estoy seguro, de gente que ni siquiera había visto su película. Creo que era muy crítica con ETA, aunque en aquel momento no se entendía que se le pudiera ceder un micrófono y espacio a gente como Otegui o familiares de presos etarras. De todos modos, si gente que me merece todos los respetos del mundo como Gotzone Mora o Antonio Elorza pidieron que se retiraran sus entrevistas del documental ante el descontento que les produjo el resultado final, es porque quizás la visión no fue tan crítica como lo recuerdo.

No me quiero desviar del tema, que es la novela de Aramburu. Se publicó a finales de 2016, fue todo un éxito de ventas y se llevó los principales premios nacionales: el de la Crítica, el Francisco Umbral, el Premio Nacional de Narrativa,… Quizás esté cerca de haber pasado el tiempo suficiente para hablar de los años de plomo con la calma suficiente. Entre otras cosas para no olvidar. Y para que algunos no traten de suavizar o justificar lo que fue.

Durante mucho tiempo se habló de la vasca como de una sociedad enferma, en la que la mayoría tenía miedo a expresar sus sentimientos o sus opiniones para evitar el encasillamiento, o que te situaran en un bando o en otro, como si no se pudiera hacer una vida «normal», sea lo que sea lo que eso significa. Cada uno tendrá su anécdota particular, como «yo pasé por allí diez minutos antes de que explotara la bomba», o «tuvimos que desalojar tal sitio por un aviso de bomba», pero yo voy a contar la mía. En 2002 un atentado de ETA en El Corte Inglés de Bilbao reventó las fachadas y cristales de varios edificios cercanos. Mi hermana trabajaba en uno de esos edificios de oficinas que se vio afectado por la explosión del artefacto, pero como era sábado, afortunadamente las oficinas estaban vacías. Cuando volvieron el lunes al trabajo, aún sin cristales y con media oficina patas arriba, nadie comentó nada. Nadie abrió la boca ni para criticar la salvajada de ETA, ni para justificarla. Simplemente se pusieron a trabajar, como si el polvo o los cristales rotos fueran una reforma que se acababa de iniciar. Era preferible mirar para otro lado, y cuando una sociedad carece de esa libertad para expresarse, efectivamente es porque está (¿estaba?) enferma.

He estado varias veces en el País Vasco, en las grandes ciudades y alojándome en casas rurales en pueblos «batasunos», y es una pena que un lugar tan maravilloso haya estado contaminado por esta gentuza y los que les apoyaron desde las instituciones. Apenas tuve problemas, como en una herriko taberna de Bermeo en la que entramos por error, porque la gente, por lo general, es enormemente amable y hospitalaria.

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Quizás uno de los mejores textos que haya leído sobre el miedo de aquellos años es este artículo de Íñigo Domínguez que acabo de recuperar, en la web Jot Down. El título es esclarecedor, Viviendo con los etarras, y explica con precisión «cómo te funciona la cabea cuando tienes miedo». Cómo cambias tus rutinas, cómo miras debajo del coche cada mañana, alteras los recorridos, modificas tus hábitos,… y además, intentando que tus vecinos no vean que tienes miedo. Recuerda una serie de atentados que yo también tengo grabados en mi memoria: Fernando Buesa, José Luis López de Lacalle, Eduardo Madina, por supuesto Miguel Ángel Blanco, y cómo no, el de José María Korta, presidente entonces de la patronal vasca y del PNV. «¡Nos están matando a nosotros!», recuerdo a su viuda desencajada. Fue terrible, porque la situación podía ser tolerable mientras mataran a «los otros», pero si tocaban a uno del PNV es que «el conflicto» se había descontrolado, se les había ido de las manos, como ocurrió.

Íñigo Domínguez concluye su artículo diciendo: «Etarras, majos, no solo es que fuerais unos paletos y niñatos asesinos, es que fuisteis un auténtico coñazo«.  Espero que no lo olvide nadie, o que no se pretenda pasar la página como si aquí no hubiera pasado nada. Luego pongo el telediario y veo cómo algunos políticos y ciudadanos catalanes reciben a Arnaldo Otegui, y compruebo que la desmemoria de la gente, o su vileza, es infinita. O leo lo ocurrido en Alsasua con la paliza a los guardias civiles y sus parejas, y veo que falta mucho para alcanzar la normalidad, o la paz social. O la reconciliación que Aramburu plantea en los personajes de Bittori y Miren.

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Hace poco en Televisión Española hablaron de los etarras como «presos políticos», ¡¿presos políticos, hijo de puta?! Y se lo digo con todas las letras al redactor del texto, porque aunque dijeran que fue un error, estoy seguro de que no lo fue. Ha comenzado hace un tiempo la campaña de blanqueamiento de ETA, y creo que el libro de Aramburu está muy bien para no olvidar lo que fue vivir esos años y en ese entorno. Nos queda mucho por ver en los próximos años y espero que todos tengan/tengamos claro qué ocurrió.

Algunos politicuchos o gente afín a la banda está hablando ya de amnistía, o de reducción de penas, basándose en el abandono de las armas por parte de ETA, pero creo que no hay encaje legal alguno ni mucho menos necesidad de hacer concesiones. Solo veo una posible: el acercamiento de los presos a las cárceles del País Vasco. Con toda la rabia que le tengo al entorno etarra y batasuno, cuyos presos se pueden y se deben pudrir durante décadas en las celdas, creo que la política de dispersión tuvo sentido en su momento para luchar contra la banda, pero ahora mismo condena más a las familias que a los propios condenados. No veo otra, si eso contribuye a mejorar el ambiente entre esas dos Euskadis de difícil reconciliación.

En los próximos años vamos a ver a etarras históricos salir de las cárceles porque ya han cumplido sus condenas, como ahora a Santi Potros, y espero que igual que los ciudadanos intentan mirar hacia adelante y hacer sus vidas, el entorno etarra/batasuno no mire al pasado en forma de homenajes a esos gudaris luchadores por la patria vasca y demás bazofia. «Menos mal que ninguna de las víctimas hizo nunca una locura en esos recibimientos a etarras en los frontones de los pueblos», como dije una vez con los amiguetes jarra en mano. De ahí surgió el relato de Lester Ese incesante zumbido.

Tengo muchas dudas acerca de lo que va a ocurrir en los próximos años, sobre todo sabiendo que son muchos los que siguen pensando con la mezquindad de Xabier Arzalluz, convencidos de que era necesario que algunos sacudieran el árbol para que ellos pudieran recoger las nueces.

Ojalá todo pudiera acabar como en Patria, pero sin embargo no olvido que no deja de ser una obra de ficción.

Cara Josean

 

 

2 comentarios en “La Patria de Aramburu, por Josean

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