BARNEY, 19/07/2020
Sí, sí, sí, la Liga ya está aquí. El pasado jueves 16 de julio el Real Madrid se alzó con su 34º título de Liga, la más extraña de la historia, la del parón por la Covid y la que se recordará entre otras muchas cosas por las imágenes de las últimas once jornadas sin público. Fue también el torneo más largo de la historia, casi once meses después de su inicio a mediados de agosto de 2019. Pero para mí es sobre todo la Liga de Zizou, la que marca el punto de inflexión tras los dos años de bajón que sucedieron al éxito de Kiev y las «espantás» de Cristiano Ronaldo y el propio Zidane.
Loa infinita al bendito calvo
Ha sido el triunfo de la constancia y de la fe del entrenador. Hace un año por estas mismas fechas el proyecto de Zidane estuvo a punto de saltar por los aires tras caer estrepitosamente por 7-3 ante un Atlético de Madrid que salió a degüello a por los nuestros (hicieron bien). Los agoreros habituales (en esta ocasión no hizo falta la prensa antimadridista) se temieron lo peor: «en noviembre ya estaremos fuera de la pelea por el título», «no tenemos gol, que traigan a Piatek o Werner y larguen a Karim», «que se largue Ramos a otro lado con su falta de tensión», «Courtois es invisible», «la defensa es un coladero», «Modric al Inter o que se jubile ya», «otra temporada perdida y encima se nos lesiona Asensio»,…
A Zidane se le ha criticado siempre por todo lo que hace o lo que deja de hacer, pero el tiempo acaba dándole la razón. Se le criticó por las salidas de Reguilón y Marcos Llorente, pero las buenas prestaciones de Mendy y Fede Valverde lograron que prácticamente nadie recordara sus ausencias a lo largo del campeonato. En el mes de octubre el Zidane entrenador decidió reconstruir el equipo desde la defensa: si tanto costaba hacer gol, al menos había que evitar recibirlos con la facilidad con la que el equipo lo hacía hasta la fecha. Los refuerzos apenas habían aportado nada en ataque (Hazard por las lesiones y Jovic o Mariano arriba), lo que unido a la lesión de Asensio y las «dimisiones» de James y Bale ponían todo aún más difícil. Pues con todo eso y con una plantilla un año más envejecida en su columna vertebral, Zidane ha reconstruido un equipo rocoso, menos brillante en ataque, pero con una solidez, solidaridad y fiabilidad que no se recordaba.
Para los que le niegan sus virtudes como entrenador basta con remitirlos a algunas estadísticas, como la del número de goles en contra (25 al final, un registro que no veía el Madrid en décadas), las porterías a cero (19, igualando el récord de la Liga) o el mayor número de goleadores en una temporada (21 en Liga, 23 entre todas las competiciones). Pero no solo el equipo ha demostrado estar muy trabajado en lo táctico, con innumerables variaciones en cada alineación, sino que además ha reforzado su papel como gestor de egos, algo que se ha visto de modo especial tras reanudarse la competición.
Courtois ha recuperado la confianza, Ramos ha rejuvenecido diez años y ha mostrado una determinación contagiosa por el título que ha arrastrado al resto de sus compañeros. El entendimiento con Varane ha sido clave para lograr una seguridad defensiva que los aficionados madridistas teníamos olvidada. En el centro del campo, Valverde ha sido el gran descubrimiento de la temporada (jugador para muchos años, MVP de la Supercopa), Casemiro es mejor jugador cada año que pasa y Toni Kroos ha sido ese metrónomo perfecto para marcar el ritmo del equipo. Lo de Luka Modric ha sido espectacular en estos partidos, «dale descanso, que lo vas a matar», gritaba yo cada vez que veía su nombre en una alineación, pero Zidane tenía razón, como siempre: Luka también había bebido la pócima de la eterna juventud que Dupont (otro denostado a principios de temporada) les había preparado. Lo de Karim en punta ha sido el remate necesario para enganchar la Liga. El francés ha mostrado el repertorio de pases, controles y juego colaborativo de siempre, y le ha añadido los goles que el equipo necesitaba. No ha sido pichichi del campeonato, pero sus goles han dado más puntos que los de Messi.
Las estadísticas a veces dicen muchas más cosas sobre el juego y los resultados que lo que nos creemos (por ejemplo, los fanáticos de la posesión). El Real Madrid ha sido el equipo que más veces ha disparado a puerta, el que menos goles ha concedido y el que más pases largos ha dado con éxito. El Barça de Setién y Valverde ha liderado la estadística de pases cortos, con más de un treinta por ciento que el segundo, el Real Madrid. Y un último ato que destaca la justicia de la victoria de los de Zidane y lo bien que ha preparado este los partidos clave del campeonato: el Madrid ha obtenido 45 de los 54 puntos en juego contra los equipos clasificados en los diez primeros puestos. No ha perdido con ninguno y en la segunda vuelta los ha derrotado a todos. 87 puntos en total, que son (dedicado a los minimizadores profesionales de los logros del Madrid) los mismos que obtuvo el Barça estratosférico de Guardiola en su primera temporada.
El VAR
Con todos los elogios dedicados a Zidane y su buen hacer con la plantilla, en un análisis del campeonato de Liga que ahora concluye no puedo dejar de mencionar la importancia del VAR. Es obvio que ha habido un VAR antes y un VAR después del parón. El anterior fue el mismo de la temporada pasada, el de los errores flagrantes ya comentados aquí, demasiado obvios, siempre tendenciosos. El VAR post-covid ha sido mucho más justo y ecuánime y ha acertado de manera sorprendente, tan sorprendente como los periodistas mosqueados por los aciertos. Se han retratado ellos solitos.
En La Galerna escribí un artículo (Era gol de Januzaj) para pitorrearme de tanta falsedad de los mismos periodistas de siempre. Con su ruido mediático lograron que no se hablara de los penaltis cometidos sobre Marcelo en Anoeta o sobre Benzema en Cornellá (errores de VAR que podían haber perjudicado al Madrid, con el inefable De Burgos Bengoetxea a los mandos), pero dejaron caer lo que tanto les gusta, el favoritismo arbitral hacia el Madrid, un favoritismo que las estadísticas y el saldo arbitral desmienten de manera categórica.
En cualquier caso, algo ha pasado en el VAR, sería de necios negarlo, y seguramente ese cambio se deba a la guerra entre Javier Tebas y Luis Rubiales por el control del fútbol español. Javier Tebas se ha posicionado en múltiples ocasiones en contra de Florentino Pérez, pese a que presuma de ser madridista. Tan madridista como el Cholo Simeone, me atrevería a decir. Las rajadas culés sobre el VAR, con Piqué, Setién y Bartomeu actuando de manera coordinada, no han recibido ningún reproche del presidente de la Liga, que sin embargo recuerda periódicamente que «con el VAR hubo un antes y un después de la llamada de Florentino a Rubiales», algo tan falso como su supuesto madridismo. Aquella llamada se produjo tras el penaltazo de Rulli sobre Vinicius (PreVARicación) y durante meses nada cambió. Se sucedieron los errores en ese limbo del VOR en el que se decidían cosas asombrosas como los «sigan, sigan» tras los penaltis sobre Varane en el Camp Nou. Las palabras de Tebas se explican de manera sencilla pues no deja de ser un esbirro de Roures y Mediapro, que es quien pone la pasta, y él mismo ha firmado acuerdos de patrocinio con la empresa de Piqué que organiza la Copa Davis. Que Florentino Pérez sea uno de los cuatro presidentes de Primera que votó en contra de la subida de sueldo de Tebas es el remate final.
Lo preocupante es pensar que la guerra Tebas-Rubiales pueda cambiar la manera de arbitrar de una manera tan sencilla, como con un chasquido de dedos: ¡chas, dejad de joder al Madrid! Incluso hemos vivido algo insólito como ver a HH señalar un penalti inexistente a favor del Madrid (contra el Villarreal). Algo pasa, es evidente.
Javier Tebas ha contraatacado para perjudicar al Madrid de la única manera que podía, con los horarios, reduciendo los descansos de los madridistas al mismo tiempo que ampliaba los de los rivales. Hasta 100 horas de diferencia con el Barça, más de cuatro días en un calendario apretado, una p… vergüenza. La jugarreta final de tener que jugar tres partidos en siete días no le ha servido de nada.
Una victoria higiénica
Higiénica, ese el adjetivo empleado por mi amigo Athos Dumas en un artículo muy recomendable publicado el sábado en La Galerna. La victoria del Real Madrid en el campeonato de la regularidad luchando contra tantos elementos en contra y contra los desVARíos pre-Covid devuelve la higiene al título. Se ganó además en el campo, no en los despachos, como se pidió de manera bochornosa desde Barcelona.
Y se ganó pese al esperpento del Clásico aplazado en octubre por los santos cojones de Tebas y Roures para ponerlo en la fecha que peor le venía al Madrid (el premio para la kulé borroka).
El futuro inmediato
Han disminuido los errores groseros y ha aumentado el ruido mediático (Cuando el Reglamento estorba), lo que me hace pensar de nuevo que el engranaje culemediático funcionaba a la perfección y empieza a estar nervioso. Ya no está Villar al frente de la Federación, Sánchez Arminio ya no dirige el Comité Técnico de Árbitros y Roures ha perdido el control del VAR. En estos últimos años se han retirado los árbitros más antimadridistas del pasado reciente: Clos Gómez (director del VAR), Iturralde González (blanqueador del Tinglao en el As), Undiano Mallenco y ahora González González. El «dedo corrector» de Sánchez Arminio ya no existe y el futuro pinta más equilibrado que el despropósito arbitral que han sido los últimos quince años.
El Real Madrid tiene que preparar la sucesión de Ramos, Marcelo, Modric y Karim Benzema, buena parte de la columna vertebral del equipo, pero a Kroos, Casemiro, Courtois, Varane y Carvajal les queda cuerda para rato. Y aún tienen que explotar Hazard y Asensio. Lo ilusionante es pensar que sin hacer grandes fichajes el equipo tiene ya atados a Lunin, Kubo, Odegaard, Valverde, Mendy, Jovic, Brahim, Vinicius y Rodrygo, jugadores menores de 24 años y mucho fútbol que ofrecer.
Nuestro máximo rival, el Barça, tiene al grueso de su plantilla por encima de los 30 años: Messi, Piqué, Jordi Alba, Arturo Vidal, Sergio Busquets, Luis Suárez… Y poca pasta en la caja, tan poca que han tenido que hacer un cambalache contable para traer a Pjanic (30 años, buen jugador) a cambio de Arthur (24 años). Messi demanda calidad al club, pero con su sueldo será difícil atraer a los cracks que necesitan. Harán bien en confiar en los jóvenes como Frenkie De Jong, Riqui Puig y Ansu Fati. Y ojalá sigan contando muchos años más con Bartomeu como presidente, porque puede dejar Can Barça como un solar. ¿Explicará algún día sus extrañas operaciones en Brasil?
El futuro es ilusionante, soñaremos con los buenos tiempos que están por llegar, ¿quizás empiecen en Manchester?