Una gran muralla a China (II), por Josean

Chino sinograma crisis

Concluí la primera parte con esa reflexión «trumpiana» acerca de poner una Gran Muralla arancelaria a China y frenar su invasión, algo que parece preocupar al presidente norteamericano tanto como la entrada por tierra de sus vecinos del sur. Intento racionalizar mis temores ante esta invasión y me pregunto qué es lo que no me gusta de este new order. El libro La imparable conquista china (Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo, Crítica, Editorial Planeta) me ha dejado con mal cuerpo tras cada uno de sus capítulos, pero, ¿por qué?

Chino de china 2El primer capítulo nos cuenta la guerra por los recursos naturales tomando Groenlandia como escenario de batalla. El gobierno chino lleva años tratando de hacerse con el control de la producción y distribución mundial de las llamadas tierras raras, que en realidad son un grupo de metales básicos para la industria tecnológica (pantallas LED, baterías de coches eléctricos, teléfonos móviles, fibra óptica,…). «China, de hecho, monopoliza el 97% de la producción mundial y el 100% de las más pesadas. Ello es consecuencia tanto del uso intensivo de mano de obra barata que requiere su producción como del elevado impacto medioambiental de sus procesos». Estados Unidos, Europa y Japón abandonaron su producción, lo que «se confirmó como un error estratégico a partir de 2009».

La respuesta del gobierno chino a los aranceles norteamericanos ha sido amenazar con reducir o cortar directamente el suministro de tierras raras a Estados Unidos, que importa de China alrededor del ochenta por ciento de estos materiales imprescindibles para el desarrollo de su industria tecnológica y de energías renovables.

La expansión china en África se debe al mismo interés: invertir en desarrollo e infraestructuras en el país a cambio de que los gobiernos africanos le cedan el control de las reservas naturales. El interés chino en Groenlandia se centra no solo en la explotación minera, que traería graves daños medioambientales, sino también en aprovechar el deshielo del Ártico para abrir nuevas rutas marítimas «…que supondrían una alternativa más atractiva en términos de ahorro de tiempo y costes a los canales de Panamá y Suez».

China exportaciones 2

El segundo capítulo nos cuenta las estrategias de los millonarios chinos para sacar sus fortunas del país, primero con esos paraísos del blanqueo que son Macao y Hong Kong, y después «colonizando» países a base de pasta, países como Canadá y Australia que invitaban a conseguir la nacionalidad a aquellos inversores que adquirieran propiedades o demostraran tener un patrimonio determinado. Con motivo de la crisis fueron muchos los países que vieron en el poderío económico chino una posibilidad de atraer capital a sus maltrechas economías y hasta una treintena de ellos, muchos de ellos europeos, crearon programas similares para obtener la ciudadanía o la residencia fiscal a cambio de inversiones de tamaño medio-alto.

Malta puso encima de la mesa su particular propuesta: «650.000 euros a cambio de ciudadanía de la Unión Europea a todos los efectos». El Parlamento Europeo se opuso a esta medida con el 89 por ciento de los votos. Por su parte, Canadá tuvo que cortar su programa en 2014 ante «la avalancha de emigrantes financieros». En Australia se calcula que unos 200.000 chinos están entrando en el país cada año a través de diversos programas, lo cual supondrá una transformación total en unos pocos años dado que la población apenas supera los 25 millones de habitantes.

El libro fue publicado en 2015 y su lectura me ha parecido más actual e interesante de lo que quizás habría sido en el momento de su publicación. El tercer capítulo, titulado Diplomacia, comienza hablando de la Revolución en Hong Kong, los primeros movimientos de lo que ha terminado desencadenando en las protestas actuales. Los estudiantes empezaron a organizar sus movilizaciones en 2014 por «su percepción de que el proceso de integración de Hong Kong en China está poco a poco socavando sus libertades y modo de vida». El detonante para la movilización ciudadana fue la presentación por parte del Gobierno de Pekín del Libro Blanco sobre Hong Kong, que dejaba claro quién mandaba y el grado de autonomía de la isla. Con su interpretación restrictiva del artículo 45 de la Ley Básica, algo así como un remedo de Constitución para Hong Kong, se derogaba básicamente el sufragio universal, que estaba previsto inicialmente para 2017.

Los dos millones de ciudadanos manifestándose en las calles la semana pasada ante la ley de extradición a China no son fruto de un movimiento casual u ocasional. Y si los hongkoneses esperaban una reacción por parte de Occidente, ya han comprobado que no van a poder contar con ese apoyo. El silencio de Londres ante la situación de la que fue durante siglo y medio colonia británica demostró el temor a las represalias del gobierno chino.

En el Reino Unido saben cómo las gastan cuando se «ofende» a las máximas autoridades del gobierno chino, como ocurrió en 2012 cuando el Primer Ministro David Cameron y su segundo, Nick Clegg, «osaron» recibir al Dalai Lama en Londres. Pese a que se le intentó dar una apariencia de visita no oficial y apenas se hizo pública, pese a que se celebró en la cripta de la catedral de Saint Paul y duró únicamente 36 minutos, para el gobierno chino resultó ser una afrenta. Y la afrenta tuvo un castigo en modo de reducción de inversiones en la City que duró año y medio.

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Francia sufrió represalias similares cuando Nicolás Sarkozy mencionó la represión en el Tibet, o Noruega, tras la concesión del Nobel de la Paz al disidente chino Liu Xiaobo, condenado a once años de prisión por un delito de opinión. El asunto de los derechos humanos me lleva al capítulo sexto, dedicado a las represalias que sufren los contrarios o los críticos al régimen. La activista pekinesa Cao Shunli tenía previsto participar en un seminario sobre derechos humanos en Ginebra en septiembre de 2013, para a continuación, un mes después, asistir a la revisión del estado de los derechos humanos en China, revisión que se realizaría en la ONU en octubre. Cao Shunli nunca cogió el vuelo a Ginebra y murió bajo custodia policial china en marzo de 2014, con evidencias de tortura y tras serle denegado el tratamiento médico. Las UPR (Revisiones Periódicas Universales) realizadas a China en febrero de 2009 y octubre de 2013 no pasan de ser unas recomendaciones para una mejoría que se produce con pasmosa lentitud, pese a que algunos de los estados afines al régimen chino destaquen los «espectaculares avances» del país en esta materia.

El séptimo capítulo está dedicado al espionaje a gran escala, al cabreo de los americanos ante el espectacular e inconcebible avance de la tecnología china, el cual no parece posible sin el saqueo directo de los servidores de las principales compañías norteamericanas. La detención de la directora financiera de Huawei es parte de esa guerra que ya ha tenido episodios como el ataque chino a los servidores de Google. El exconsejero de la NSA, Joel Brenner, va más allá al afirmar que fue «un ataque coordinado contra la propiedad intelectual de varios cientos de compañías en Estados Unidos y Europa» y que los piratas informáticos obedecen órdenes del Gobierno chino o «trabajan directamente con el Ejército de Liberación Popular con el objetivo de robar propiedad intelectual a Occidente».

El octavo y último capítulo está dedicado al aprovechamiento que han realizado los chinos de la crisis en Europa, a su modo de captar los principales activos de estados quebrados como el griego o llevarse a golpe de talonario empresas españolas, francesas o incluso norteamericanas. A la inversa no sería posible por las leyes proteccionistas chinas, pero el (deseable) liberalismo occidental les ha permitido controlar la mayor parte de activos estratégicos y de la deuda de las principales economías.

Parece que detrás de todo lo expuesto hay un plan de conquista similar al de los peores malvados de Spectra en cualquier peli de James Bond, pero si miramos un poco nuestro ombligo lo cierto es que el patrón chino ha replicado modelos ya conocidos en la historia. Si hablamos de colonización o expolio de los recursos naturales, los países europeos y Estados Unidos no están como para dar lecciones acerca de su presencia durante décadas en África, Oriente Medio o Sudamérica. Si había que cambiar a un dictador para mantener el control del petróleo se hacía, fuera cual fuese el precio en vidas humanas.

En cuanto al respeto por el medio ambiente, China ha copiado el modelo occidental de crecimiento y ahora es cuando se le ha exigido la responsabilidad que los gobiernos occidentales no tuvieron durante años. No se permitió la entrada de vehículos chinos en Europa entre otras cosas por las emisiones de gases, pero luego detectamos que Volkswagen llevaba años falseando los test de contaminación de sus motores.

Millonarios evadiendo sus fortunas a paraísos fiscales los ha habido siempre, y desgraciadamente seguirán existiendo. En cuanto a las peticiones de democracia en Hong Kong resultan graciosas si tenemos en cuenta que durante ciento cincuenta años los británicos no tuvieron ningún interés en desarrollarla.

Si hablamos de derechos humanos, parece evidente que los del bando de «los buenos» estamos varios cuerpos por delante de China, pero los Guantánamos o Abu Ghraibs, o las denuncias de tortura no investigadas en diversos países, o la censura en sus diversas formas, no permiten que Occidente lance la primera piedra con total libertad.

El capítulo referido al espionaje menciona la paradoja de que justo cuando Obama se reunía con el presidente chino Xi Jinping en junio de 2013 para hablar del saqueo salvaje sufrido por empresas norteamericanas saltó el caso Snowden, el inmenso espionaje masivo a sus ciudadanos y empresas realizado por la NSA, la Agencia de Seguridad Nacional norteamericana.

En cuanto a aprovechar las crisis para comprar barato y beneficiarse de las desgracias ajenas es algo tan viejo como el propio mundo y está en la esencia misma del capitalismo.

¿Entonces, por qué sigue incomodándome esta invasión china? Pues no lo sé, pero lo logra. Quizás se debe a que preferíamos estar en el lado de los poderosos y llevamos mal que ahora sean otros los que llevan la voz cantante e imponen sus criterios. O quizás sea algo tan tonto como que en el fondo anhelamos/anhelo el american way of life, tener una pequeña casa con jardín, una familia perfecta, deportista y consumista que ve pelis y series americanas, viste con prendas de marca y estudia en las mejores y más caras universidades mientras uno compite por el mejor trabajo posible en el que dejar horas y horas para llevar un sueldo decente a casa. Puede que ese modelo nos guste, mientras que por el contrario nos repele el tópico del chino encerrado en su tienda dieciocho horas diarias, con toda la familia volcada en el trabajo, y malviviendo en una ciudad contaminada bajo un régimen opresor que coarta sus libertades.

O a lo mejor es eso, solo eso y sobre todo «eso»: un problema de libertad o de su ausencia.

 

Un comentario en “Una gran muralla a China (II), por Josean

  1. La solución está clarísima desde siempre: que los chinos descubran y practiquen el american way of life, o el spanish, que tampoco está mal, sobre todo si incluye ir de vez en cuando a correr maratones por el mundo, que yo sé lo que me digo.

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