Tras comparar la cucaracha de Kafka con la figura del auditor en la primera parte, algo tenía que hacer para reconciliarme con los de su especie, así que me pareció buena idea recurrir a la figura de la sagaz Alice de la novela de Luca de Tena, una brillante investigadora en pos de la verdad, para bautizar a la auditora Big Four que nos dejará su visión desde el otro lado de los libros de cuentas anuales de una compañía en esta segunda parte.
Gracias por tu tiempo, Alice. Me vas a permitir que hoy sea yo el que se hinche a preguntar.
¿Qué tipo de limitaciones encuentras o has encontrado en tu trabajo? ¿Te atreves con algún ejemplo?
He encontrado de todo, el caso que más me impactó fue un Director Financiero que nos dijo que si podíamos falsificar los resultados de un procedimiento de auditoría que usamos para seleccionar las facturas de más riesgo, para pedir otras en su lugar. Obviamente me negué a hacerlo y amenazó con denunciarnos a la cabecera del grupo en cuestión.
¿Y casos de ocultación de información, o no darte determinados documentos que hayas tenido que pedir reiteradamente? Temas que luego detectas al año siguiente y piensas: “¡qué hijo de su madre!, me pasé meses pidiéndoselo”.
Normalmente, si te la han ocultado en una auditoría ya se encargan de que a la siguiente no te salga, o te dicen la típica frase: “se está auditando este año, no el pasado” y con eso se ha zanjado el tema. Puede ocurrir, pero la propia auditora se cubre con párrafos como:
«Nuestros objetivos son obtener una seguridad razonable de que los estados financieros resumidos consolidados en su conjunto están libres de incorrección material, debida a fraude o error, y emitir un informe de auditoría que contiene nuestra opinión». Y otros como que «mantenemos una actitud de escepticismo profesional durante toda la auditoría», a sabiendas de que: «El riesgo de no detectar una incorrección material debida a fraude es más elevado que en el caso de una incorrección material debida a error, ya que el fraude puede implicar colusión, falsificación, omisiones deliberadas, manifestaciones intencionadamente erróneas, o la elusión del control interno». Vamos, que el auditor hace lo que puede, pero finalmente la responsabilidad de la elaboración de las cuentas es de los administradores de la Sociedad.
En ocasiones el auditor detecta problemas en la compañía y expone determinadas cuestiones que luego el socio rebaja. ¿Has sentido limitaciones internas en tu trabajo, si crees que el socio va a «negociar» después con el CEO o el CFO de la compañía?
Jajajaja, eso siempre ha pasado, sobre todo cuando el socio lleva años auditando. Al final, es imposible evitar que se creen relaciones de “amistad” o llamémoslo “relación de mutualismo”, donde el auditor gana dinero y el auditado se lleva un informe, casi con toda seguridad limpio o en el peor de los casos, con un párrafo de énfasis. Las opiniones iniciales se suavizan mucho en esas negociaciones.
Habrás sentido en ocasiones la desesperación de ver cómo algo que has detectado y te has currado, o que crees que es relevante, queda de refilón en una opinión de auditoría, o luego se tapa descaradamente. ¿Qué haces en esos casos?
Por desgracia eso ha pasado, pasa y pasará siempre. Al final asumes que haces bien tu trabajo, pero que hay gente por encima de ti que toma esas decisiones. Y que además tienen responsabilidad penal.
¿Es realmente independiente el auditor, cuando sus honorarios provienen del auditado?
Obviamente no. Ya hay un motivo (en este caso el dinero) por el que la dependencia se ve afectada. Si el auditado sospecha que el informe no va a salir limpio, puede no pagar los honorarios.
Con el nuevo informe de auditoría que se ha comenzado a implementar, se pretende justificar una mayor independencia del auditor, pero veo pocos cambios más allá de incluir una declaración expresa de independencia: «blablablá, hemos cumplido los requerimientos de ética aplicables, incluidos los de independencia, y nos hemos comunicado con la comisión de auditoría de la Sociedad para informar de aquellas cuestiones que razonablemente puedan suponer una amenaza para nuestra independencia y, en su caso, de las correspondientes salvaguardas». ¿Y ya está, eso es todo?
Para preservar la independencia del auditor se ha comentado en ocasiones la posibilidad de que las firmas auditoras roten entre las grandes empresas o que sea un órgano independiente el que asigne a cada empresa su auditor. ¿Qué te parecería este sistema, ves ventajas o inconvenientes?
Se rota de dos maneras. La primera, de forma interna que depende de cada empresa auditora, cuando llevas X años siendo socio en una empresa debes rotar para que tu independencia no se vea afectada, y por otro lado, la independencia externa, que es la que te impone la Ley de Auditoría de Cuentas, por la que “la Compañía Auditora deberá rotar a los 7 años o, en su defecto, en los años siguientes, la entidad auditada tenga la condición de entidad de interés público o su importe neto de la cifra de negocios fuese superior a 50.000.000 de euros con independencia de que, durante el transcurso del referido plazo…”.
¿Y qué ventaja tiene esa rotación de socio o rotación de empresa auditora? Porque estamos de acuerdo en que la independencia se ve afectada en el momento que hay un pago de honorarios.
En realidad esa rotación de socio no tiene ninguna ventaja, se hace por dar, de cara al exterior, una imagen de seriedad en el trabajo y responsabilidad frente a la independencia.
Por otro lado, una vez que se rota, la relación cliente (Director General y/o Financiero y Socio) hay que volver a construirla de cero.
¿Cuándo crees que hay un conflicto de intereses? ¿Cómo solucionarlo?
Para mí, desde el momento en que se contrata a una auditora y es el propio auditado el que paga esos honorarios ya existe un conflicto de intereses, obviamente contrapuestos para ambas partes. La única solución sería que un Organismo público (Banco de España, CNMV, etc) pagara directamente esos honorarios y fueran ellos los receptores del informe, así como demás partes interesadas como inversores, accionistas, proveedores o empleados.
¿Cómo crees que debe ser la relación personal auditor-responsables de cuentas? ¿Ayuda o beneficia? ¿Tiene ventajas que exista ese conocimiento mutuo o por el contrario, encuentras que a la larga puede ser un problema?
Dependiendo de ambas partes, puede beneficiar o no. Si hay “buen rollo” quizás en una comida se puedan comentar determinadas cosas que puedan ser de interés para la auditoría (hechos posteriores, etc.), pero esa misma confianza, puede ser que haga el efecto contrario. El auditado poco gana sabiendo determinadas cosas de la empresa auditora, al final el que se encuentra en la posición “débil” por decirlo de alguna manera es el auditado.
¿Es posible estar al día de todas las nuevas normativas que van surgiendo? Contables, fiscales, valoración de productos financieros,…
Es imposible estar a todo. Normalmente un auditor externo debe de preocuparse de estar actualizado en las normas contables. Por suerte, en estas grandes compañías auditoras, existen departamentos especializados en valoración de productos financieros, venta de empresas o líneas de negocio. Incluso existe un departamento que se encarga de la actualización de normas contables o de escribir al ICAC con consultas y hacer su seguimiento, para luego transmitir a los auditores externos las conclusiones o interpretaciones.
¿No te parece en ocasiones un sistema montado para crear una dependencia cada vez mayor de las propias firmas de auditoría, en su rama de consultoría?
En este aspecto está muy limitado porque si haces servicios de auditoría, por lo general los servicios de consultoría están prohibidos, ya que podría influir en la independencia de los servicios prestados. Muchas veces, por temas económicos, merece la pena elegir servicios de consultoría (por los que se factura muchísimo dinero) antes que realizar una auditoría.
Sí, pero a eso es precisamente a lo que voy: al final todo resulta cada vez más complicado para el financiero de la empresa y tienes que acudir al asesoramiento externo, que en el fondo vuelve a ser otra Big Four casi siempre. El auditor ofrece servicios de consultoría a la competencia, y el auditor de la competencia realiza servicios de consultoría para uno. Pero el pastel sigue en manos de los mismos, solo que incrementado en varios múltiplos.
Esto siempre tiene que ver con la imagen. No es lo mismo decir que has contratado a Pepito Perez, S.L. que a Deloitte o EY para una consultoría. La marca siempre lleva sobrecoste, pasa en todos los aspectos de la vida, ropa, comida, teléfonos, etc.
¿Qué te parecen algunas de las nuevas normas contables, como las NIIF 9, 15 y 16? ¿No se está desvirtuando por completo la contabilidad con estos criterios tan volubles e incomprensibles? Incluyo aquí referencias a dos noticias sobre la modificación de los resultados de Telefónica (link) y ACS (link), no porque sus números vayan mal, sino porque han cambiado los criterios contables.
Cuando modificas las normas de contabilidad, haces que parezca que la contabilidad no es real, es humo, algo que puedes modificar alegremente y no pasa nada, y no es así. En mi caso sólo he podido ver los cambios que podría implicar la NIIF 15. En este caso, creo que es un criterio más conservador que anteriormente y que las empresas no podrán darse ingresos así como así, excepto que realmente estén justificados. De la misma manera, que el activo y pasivo no se aumentarán, por ejemplo con las clásicas cuentas de OCPE y OEPC, que muchas veces el auditor no tiene evidencia suficiente para dar por válidos esos datos. Esto es como todo, o ser un conservador o ser un kamikaze contable, parece que no hay término medio.
La persona de a pie, quizás cuando lea la noticia de Telefónica de que las modificaciones en la NIIF 15 “tendrían un impacto significativo en los estados financieros en la aplicación inicial”, esa persona de calle pensará «a mí me cobran lo mismo (incluso me suben 5€ la cuota), por lo que los ingresos serán mayores…». Explícale a esa persona o al pequeño inversor que tiene acciones de Telefónica desde que cobró su primer sueldo, que ahora los contratos se deben de contabilizar en función de si es móvil, fijo o adsl y con independencia de si es un paquete o no, y que eso afecta de modo considerable a los resultados de la compañía. No lo entiendo ni yo.
Aunque parezca una barbaridad, me gustaba más y me parecía más real el sistema de caja que el de las valoraciones subjetivas.
Por último, algún asunto que quieras comentar, que te parezca relevante en tu trabajo.
Muchas veces es difícil entender a un auditor. Me explico, suelen ser personas que acarrean más trabajo del que tienes a diario, es molesto, le ves tomando café, te manda un mail pidiendo un millón de cosas (de las cuales luego ni la mitad tienen sentido), te hacen irte más tarde a tu casa. Y los auditores, en su mayoría son gente que acaba de salir de la universidad, es su primer empleo y no son del todo conscientes del mundo tan hostil que les espera.
Quizás el trabajo más difícil de un auditor no sea el financiero, sino el hecho de saber tratar al cliente y tener una buena relación con él. Y muchas veces no es fácil, recuerdo un cliente (muy pequeñito), a las afueras de Madrid, una señora ya entrada en años que llevaba fatal pasar las auditorías y en pleno mes de enero, a una temperatura de menos 5 grados, me abrió la ventana y me dijo:
“Te la abro para que te vayas”.
Yo tenía un catarro horrible y le respondí:
“Tu hija algún día trabajará, como lo estoy haciendo yo, y estoy segura de que no querrías que nadie la tratara así”.
Cerró la ventana y desde ese día, nos llevamos muy bien. Al final es más difícil saber cómo tratar a cada uno de los auditados que encontrar un ajuste en los estados financieros.
También hay anécdotas divertidas como: ¿quién no ha terminado un mail diciendo “un salido”? Porque claro, el corrector es muy puñetero, o a quién no le ha pasado que en el mail haces referencia a un archivo adjunto… que se te olvida adjuntar y te obliga a mandar un segundo mail diciendo: “ahora sí, con el archivo adjunto”, muerta de la vergüenza en la sala….
Je, je, je, en el fondo es un viejo truco, “te lo he enviado, pero ha habido un fallo en el servidor y ahora ya me pillas fuera de la oficina”.
Muchas gracias por tu colaboración, Alice, y por entender la metáfora de la cucaracha, habría que ver con qué personaje de la literatura nos asociabais vosotros. Y por cierto, ¿a cuánto sale el minuto de honorarios de esta colaboración? Un par de cañas, mínimo.
Esta colaboración es un placer, mi amigo Josean. Siempre es un placer que alguien se sienta interesado por tu profesión y que te permita dejar unas líneas de reflexión.
Efectivamente, como tú dices muy bien «…la única solución sería que un organismo público (Banco de España, CNMV, etc) pagara directamente esos honorarios y fueran ellos los receptores del informe». Mientras tanto, esto de las auditorías seguirá siendo un cachondeo acordado y consentido: yo te pago para que me califiques, juo, juo. ¿A qué genio se le ocurrió?
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Supongo que a los mismos que montaron el sistema de las agencias de rating. ¿Cabe mayor estafa? Agencias que te mantienen la triple A aunque estés quebrado, porque si no lo hacen, te vas a otra a que califique tus productos o tu solvencia. Y difícilmente puedes acudir al mercado financiero sin pasar por su clasificación, pagada y por tanto comprada.
Parece que este tipo de sistemas en los que el supervisor depende del supervisado nos gustan, o al menos resultan aceptables. No para mí al menos. Los miembros del Tribunal de Cuentas son designados por los mismos tipos a los que tienen que sacar los colores. El órgano de supervisión de la Transparencia de las Administraciones Públicas españolas depende en último término del Ministerio de Administraciones Públicas. Y seguro que ocurre en muchos más ámbitos. Una pena, así estamos.
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