«Hallan en una vivienda de Cádiz el cadáver de una mujer fallecida en 2010».
Una vez pasado el asombro inicial tras leer el titular, lo siguiente que sentí fue lástima. Lástima por una persona que fallece en soledad, y más lástima aún al comprobar que nadie, NADIE, ni amigos, ni familiares, ni siquiera vecinos o compañeros de trabajo, la habían echado en falta en cinco largos años.
Aunque he leído la noticia completa, me voy a quedar con unos pocos detalles (el final, la ciudad de Cádiz, los 49 años de edad, Pilar por nombre, un lustro sin que nadie la eche en falta) y voy a dejar aquí tres microrrelatos con el mismo trágico final, si bien con causas y tonos completamente distintos, a veces aséptico, a veces más dramático, inevitable caer en la guasa gaditana.
Inesperado descubrimiento en una vivienda de Cádiz
Diario de Cádiz.- 2 de diciembre de 2015
Un grupo de trabajadores del servicio de rehabilitación de edificios se encontró una inesperada sorpresa en la mañana de ayer, concretamente en el número 42 de la calle Utrera. Desde el andamio instalado en el edificio colindante, los trabajadores observaron por una ventana lo que parecía el cuerpo sin vida de una mujer en avanzado estado de descomposición. Tras avisar a la Policía Nacional, dos funcionarios del cuerpo lograron acceder al interior de la vivienda con la ayuda de los bomberos locales. Allí pudieron comprobar que el cuerpo sin vida pertenecía a una mujer de mediana edad, que yacía postrada en el suelo con las piernas encogidas, y sin aparentes signos de violencia.
Según ha podido saber este medio, se procedió al levantamiento del cadáver, y al inicio de las investigaciones. Todo hace indicar que la mujer fallecida era María del Pilar E. P., propietaria del edificio al completo, que se encontraba en la lista de edificios sujetos a inspección, debido a su pésimo estado de conservación. Según las averiguaciones de este periódico, la propietaria llevaba años tratando de desalojar a los inquilinos, en su mayoría ancianos con una renta antigua y considerablemente modesta, y hacía menos de una semana que había logrado deshacerse del último de ellos, precisamente en la vivienda en la que apareció su cuerpo sin vida.
Este medio ha podido ponerse en contacto con familiares de los últimos inquilinos del edificio, y nos han indicado que María del Pilar E.P. no era una persona agradable, «llevaba años haciéndonos la vida imposible», «quería desalojar el edificio, derruirlo y vender los terrenos a una gran promotora, los cuales, debido a su buena ubicación y a su calificación de urbanizables, le podían reportar grandes beneficios».
Este periodista ha tratado de averiguar cómo es posible que en cinco años nadie echara de menos a esta mujer, cuya desaparición no había sido denunciada por nadie, y sólo ha podido contrastar que era soltera, hija única, que no tenía amigos ni conocidos en el barrio, y que vivía en una zona residencial de San Fernando.
La causa más probable del fallecimiento es un infarto de miocardio.
Hasta pronto, amor mío
A quien lea esta carta:
Si usted está leyendo esta carta es porque previamente habrá encontrado mi cadáver. Quieta, tranquila, como si estuviera en un profundo sueño. Le pido disculpas de antemano por meterle en este lío, supongo que no será agradable.
¿Cómo he llegado a esto? Mi vida no acaba hoy, no acabará hoy al final del día, cuando el efecto de las pastillas que estoy a punto de ingerir me lleve a una muerte segura. Mi vida acabó hace un año, cuando Anselmo me dejó, cuando el terrible cáncer se lo llevó. Nunca supe vivir sin él. Desde los dieciocho años sólo le conocí a él, sólo viví para él, no supe ni quise otro tipo de vida que estar junto a él. No pude darle los hijos que hubiera querido, pero le hice feliz. Y él me devolvió esa felicidad multiplicada por mil. Incluso en los meses que le cuidé con la esperanza de que pudiera sanar de la enfermedad, incluso en lo peor del tratamiento, fui feliz a su lado.
Anselmo me decía que tenía que ser fuerte, que tendría que rehacer mi vida, que tenía que ser feliz, que viviera. Pero no sé hacerlo. No soy fuerte, sé que no podré rehacer mi vida, que la felicidad no existe. No quiero vivir esta vida que no me pertenece, que no me satisface. Hoy hace un año de su muerte y no me siento con fuerzas para vivir otro igual. Me iré sin ruido, igual que viví.
En el cajón de la mesilla dejo un testamento claro y sencillo donando todos mis bienes a la Asociación Española Contra el Cáncer, de la que éramos colaboradores. Solo espero no haberle ocasionado demasiadas molestias.
A ti, Anselmo, si puedes oírme, hasta pronto, amor mío.
Tié guasa la cosa
Esto es Cádiz. O para que me entendáis, «esto es Cái, pisha». Yo te voy a contar lo que le pasó a la chiquilla esta, pobrecita, qué pena más grande. Resulta que la Pili, la hija de la Juani, la que vivía allí, dos calles más abajo, ¿te acuerdas, no?, pues la Pili quería dar una sorpresa a su marido por las bodas de plata. ¡25 años aguantando al Sebas, que no se la merece, qué paciencia! Y no se le ocurre otra cosa que prepararle una sorpresa en la misma casa en la que por primera vez… ya sabes, lo hicieron, hace ya una pila de años, casi treinta. En la vieja casa de su madre, de la Juani, que estaba medio abandoná, medio derruida, y ella, desde un mes antes preparando la casa para que estuviera acogedora, limpiando, pintando, colocando muebles, dejando el dormitorio como ella lo recordaba aquella primera vez. Y la Pili que se pone sus mejores galas y le empieza a mandar mensajes al Sebas, pistas para que se presente a media tarde en el piso, y poder… ya sabes, culminar otra gran noche. En eso que la Pili enciende la caldera para calentar un poco la casa, aunque confía en que el calor humano del Sebas será suficiente, y se mete en la cama a esperarle, y… la caldera que tenía una «pechá» de años que falla, tiene un escape de gas y la Pili, pobre desgraciada, muere por inhalación de dióxido de carbono. La que llaman muerte dulce, qué malaje.
El Sebas no se enteró de nada. Era gaditano de los pies a la cabeza, buena persona, pero un tanto sinvergüenza. Trabajaba unos meses, se cogía una baja, cobraba luego el paro y sobrevivía de «chapú» en «chapú». Era bastante golfete y siempre andaba metido en líos, con mujeres y con trapicheos. Y aquel día en que la Pili le esperaba en la cama con sus mejores galas, al Sebas le robaron el teléfono. Durante cinco largos años pensó que la Pili se había enterado de su rollo con la Susi, de sus visitas al club «La Rajita de Plata» y de sus anteriores líos. La Pili llevaba semanas ausente, ocupada con sus cosas, pero nunca le contaba nada. El Sebas comprobó que le faltaba dinero del cajón en el que guardaba todo lo que ganaba en negro con las «chapús» y pensó que la Pili se había largado, que no le aguantaba más. Tampoco le dio mayor importancia, ni intentó buscarla. Supuso que se habría ido a Nantes, donde vivía su hermana. El Sebas nunca quiso tener hijos, sino solo una mujer que le esperara en casa todas las noches. Al mes de la desaparición, la Susi ocupó ese lugar.
La pobre Pili le esperó en vano durante cinco largos años. Con sus mejores galas, tié guasa la cosa.
A raiz de esta noticia se me ocurren 2 recomendaciones culturales. La primera es la película «Office Space» donde el sumiso empleado Milton Waddams, pese a haber sido despedido hace años, sigue trabajando y cobrando debido a un error informático sin que nadie se percate de su presencia. La segunda es el libro «Homer & Langley» de Doctorow acerca de la sorprendente historia de los hermanos Collyer.
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Me apunto tus recomendaciones, Álvar, Office Space es la que se tituló aquí Trabajo basura, y la tengo pendiente desde hace tiempo. Acabo de buscar sobre la historia de los hermanos Collyer y es como la defines, sorprendente. Millonarios, acumulando objetos a lo loco y sin criterio, en cierto modo como Charles Foster Kane, un Diógenes con pasta. Un abrazo!
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Qué triste noticia y qué buenos relatos, sí señor.
Se me ocurren algunas otras elucubraciones cachondas o parecidas a las tuyas sobre la noticia original, pero es que es tan triste la noticia que me parece hasta una irreverencia hacer más bromas… así que simplemente recordaré el nudo inicial de la trama en La Comunidad, de Álex de la Iglesia, que algo se parece… aunque de ese señor sí que se acordaban bien unos cuantos vecinos.
Muy chula esta entrada, me ha gustado.
PD.- sorprendente la historia de los hermanos Collyer, no la conocía.
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