

21/05/2023
La Inteligencia Artificial (IA) es un campo en constante crecimiento que simula el pensamiento humano y realiza tareas de forma autónoma. Sus aplicaciones abarcan áreas como el procesamiento del lenguaje natural, la visión por computadora y el aprendizaje automático. Los beneficios de la IA son evidentes: automatización de tareas tediosas, diagnóstico médico preciso y mejora de la eficiencia en diversos sectores. Sin embargo, también existen desafíos, como la comprensión contextual limitada y la ética en la toma de decisiones automatizada. Mirando hacia el futuro, la IA promete avances en el aprendizaje profundo, su integración en dispositivos cotidianos, pero también plantea preocupaciones como:
Riesgo de sesgos y discriminación: La IA puede reflejar sesgos y discriminación presentes en los datos de entrenamiento, lo que puede llevar a decisiones injustas o discriminatorias en áreas como contratación, préstamos o justicia. Esto resalta la importancia de garantizar la equidad y la transparencia en los algoritmos de IA.
Amenazas a la privacidad y la seguridad: El uso generalizado de la IA implica una mayor recopilación y análisis de datos personales. Si no se implementan medidas adecuadas de seguridad y privacidad, existe el riesgo de exposición de información sensible, ataques cibernéticos y manipulación de datos para fines maliciosos.
Pérdida de empleos y desigualdad económica: A medida que la IA automatiza tareas y procesos, existe la preocupación de que esto resulte en la pérdida de empleos en ciertas industrias. Esto podría agravar la desigualdad económica si no se abordan adecuadamente los efectos de la automatización en la fuerza laboral y se implementan políticas de reentrenamiento y reconversión profesional.
Estos primeros párrafos, escritos en letra azul, han sido realizados directamente por ChatGPT, el modelo de lenguaje creado por OpenAI, basado en el uso de la Inteligencia Artificial y en el aprendizaje continuado (machine learning) que se ha hecho tan popular en los últimos tiempos. Esta mejora del sistema se logra a base de interactuar con millones de usuarios, de analizar textos y conversaciones, aprende de sus errores y, lo que puede ser más delicado, se le pueden añadir sesgos, opiniones, hacerlo tendencioso. El estilo literario es correcto desde el punto de vista gramatical, pero algo plano y desde luego no funciona como fuente de información fiable, por mucho que ofrezca datos precisos de cualquier materia. Para este texto solo le pedí que me escribiera cien palabras sobre el desarrollo de la Inteligencia Artificial y otras cien con los tres principales peligros que tenía esta herramienta. Si alguno quiere saber de qué es capaz esta herramienta si se le añaden datos para que GPT «opine» o cree metáforas, puede leer el artículo que publiqué esta misma semana en La Galerna (El Madrid tendrá que derrotar también a ChatGPT). Como me dijeron algunos lectores, es hilarante, sorprendente, pero también, me quedo con este adjetivo: «perturbador».
Las imágenes con las que arranca este post también han sido creadas por otra aplicación, DreamStudio, una herramienta de diseño para la realización de fotomontajes de gran realismo, imágenes que crea de la nada a partir de unas sencillas instrucciones. En mi caso, le pedí a la aplicación que me creara la imagen de un tipo de más de cincuenta años enfrente de un ordenador al que la cabeza se le va transformando en cifras, letras o nuevas imágenes. Bueno, yo tenía otra idea en mente (y además, tengo más de 50 palos y no me veo con el aspecto que me ofrece la fucking machine), pero veo que ofrece varias posibilidades, estilos (cómic, origami, anime, modelos de 3D, arte digital…) y luego puedes crear variaciones sobre las mismas.
ChatGPT, DreamStudio, Midjourney, Google Bard, Playground AI,… cada semana surgen nuevas aplicaciones y cada día, cada hora, mejoran los resultados de estas tecnologías. La potencia tradicional de los ordenadores para analizar y procesar información ha ido más allá y ahora se trata de que «piensen», que razonen por sí mismos. No es un tema nuevo en absoluto, llevamos décadas escuchando hablar del mismo, pero se ha multiplicado de modo exponencial los últimos cinco años y seguirá incrementando su importancia en los próximos, pues se calcula que hay unos 30.000 millones de aparatos conectados en el mundo, transmitiendo datos todos los días.
Hace más de un cuarto de siglo, en 1997, Deep Blue consiguió derrotar al campeón del mundo de ajedrez Garri Kasparov en un duelo muy mediático tras el cual, el ajedrecista de Bakú afirmó que su rival había tenido ayuda humana externa, porque le parecía imposible que hubiera sido capaz de llegar a determinados razonamientos. Le costó convencerse, pero al final entendió que un sistema capaz de analizar millones de movimientos por segundo podía tomar sus propias decisiones, incluso aunque algunas de ellas llevaran un componente de engaño, de trucos, que fue como Kasparov venció a Deep Blue en su primer enfrentamiento un año antes. Como dijeron algunos artículos, «la inteligencia artificial pone en duda la supremacía del hombre».
La Inteligencia Artificial ha encontrado tradicionalmente en los juegos un campo de desarrollo y enorme mejora. El juego de estrategia Go, de más de 2500 años de antigüedad, con millones de variaciones más que el ajedrez, fue utilizado por Google para desarrollar herramientas basadas en la IA (AlphaGo). En 2016 realizó ese sorpasso al ser humano y derrotó al campeón del mundo, el surcoreano Lee Sedol, en una serie de partidas televisadas. Hay un movimiento famoso, el número 37, que algunos denominaron «la mano de Dios» por esa especia de intervención divina que dejó completamente descolocado al campeón del mundo y a los asistentes al evento. La máquina estaba «creando» ventajas, razonando mucho más allá de lo humanamente entendible.
Lee Sedol estuvo tres años tratando de buscar nuevas estrategias para derrotar a la máquina, hasta que finalmente se convenció de que no podría hacerlo y se retiró, igual que Kasparov. Una vez que las máquinas aprenden y procesan las millones de posibilidades, mejoran con cada partida, con cada movimiento. Un caso sorprendente que me hace pensar que esto va «más allá» de lo comprensible fue el de Libratus y el póker. Libratus es un algoritmo de Inteligencia Artificial que logró derrotar en 2017 a cuatro de los mejores jugadores del mundo de póker tras tres semanas de manos jugadas. En el póker, al contrario que con el Go o el ajedrez, cada jugador desconoce las cartas de sus rivales y las bazas con las que cuenta, y además está el factor «faroles», jugar al engaño, a lanzar un anzuelo que una inteligencia artificial podría tratar de pescar con sus cálculos. Pues ni por esas. En lugar de utilizar redes neuronales para la toma de decisiones, como en otras máquinas, sus creadores explicaron que enseñaron a jugar a la máquina e hicieron que analizara millones de partidas de humanos, hasta que fue capaz de predecir incluso el comportamiento de los jugadores cuando se lanzaban un farol. En lugar de machine learning, hablaban de reinforcement learning. Como decía uno de sus creadores, Tuomas Sandaholm: “La mayor habilidad de la IA para hacer un razonamiento estratégico con información imperfecta ha superado a la de los mejores humanos”.
Es indudable que todas estas tecnologías traerán innumerables avances para la ciencia, la medicina y para prácticamente todos los campos (también el arte), pero también es indudable que vendrán acompañadas de nuevos problemas. Y no solo aquellos que el texto inicial de ChatGPT detectaba: sesgos y discriminación, pérdida de privacidad y seguridad, y pérdida de puestos de empleo. Libratus fue vendido al gobierno norteamericano para su uso en estrategia militar, y como dijo Elon Musk al hablar de una posible tercera guerra mundial: «puede que no la inicien los líderes nacionales, sino una de las inteligencias artificiales, si deciden que un ataque preventivo es el camino más probable a la victoria», (El futuro ya está aquí).
Todo esto nos retrotrae a algunos de los clásicos de Hollywood que ya en su día nos hablaron de sistemas informáticos que tomaban sus propias decisiones para ganar una guerra. Por supuesto, Juegos de guerra (1983) de John Badham. Y cómo no, la saga Terminator, que situaba en agosto de 1997 la fecha en que Skynet, la Inteligencia Artificial de uso militar, tomaba conciencia de su propia existencia y se revelaba contra el creador que podía frenarla.
El creador de Open AI, empresa creadora de ChatGPT, Sam Altman, ha acudido esta semana al Congreso de Estados Unidos para pedir que se regule y controle la Inteligencia Artificial por sus posibles usos descontrolados y efectos inesperados. La carta del presidente ejecutivo de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, IA: es el momento de pararse a pensar, va en la misma línea y se ha hecho viral por incidir en las enormes ventajas de esta tecnología, pero también en los enormes riesgos de una AGI (Inteligencia Artificial Generativa) descontrolada: «Es el momento sobre todo de las Ciencias Sociales. La tecnología ya está aquí pero no debemos dejarla sola. Es el momento de la sociología, la filosofía, la antropología, el derecho… De decidir cómo queremos que esto pase y sea bueno para todos, y no solo para unos pocos».
Continuará: Inteligencia Artificial (II): el contrato social.
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