El futbolista coge la pluma (y III)

BARNEY, 08/11/2021

Por sorprendente que pueda parecer, sigue habiendo episodios de racismo en los terrenos de juego. En un fútbol cada año más multicultural, en el que resulta habitual que un mismo equipo reúna más de una docena de nacionalidades diferentes, etnias de todo tipo, sorprende seguir encontrando situaciones en las que energúmenos en las gradas profieran insultos o gritos simiescos hacia los jugadores rivales.

El francés Lilian Thuram, ex futbolista de la Juventus de Turín y F.C. Barcelona entre otros equipos, ha presentado recientemente un libro titulado El pensamiento blanco, en el que destaca que «la blanquitud no es un color de piel, sino una forma de pensar». Para Thuram, la solución para acabar con el racismo en el fútbol «depende de los jugadores blancos. Corresponde a los jugadores blancos, que son mayoría, negarse a seguir jugando. Entonces, el poder se verá obligado a tomar medidas, porque si no, su negocio se resentirá».

Thuram es una figura controvertida en Francia por sus opiniones, discutido por la crítica continuada a eso que llama «pensamiento blanco», como si existiera un único pensamiento blanco, del mismo modo que una única y exclusiva cultura negra. En 2008 creó la Fundación Lilian Thuram para la lucha contra el racismo y es una de las voces que nunca faltan en los debates acerca del racismo en el mundo del fútbol. Nicolás Sarkozy le ofreció el puesto de ministro de Diversidad, pero el futbolista lo rechazó por sus diferencias ideológicas con el marido de la Bruni. «No se nace blanco, uno se hace blanco», continúa Thuram. «El pensamiento blanco no es el pensamiento de todas las personas blancas, sino un pensamiento del mundo. Es decir, cuando hay dominación, recibes una educación a través de la mirada de quien domina, terminas por asimilar su discurso. Es por eso que digo que el pensamiento blanco es poderoso, educa a las personas no blancas a pensarse inferiores, menos aptas».

Creo que lleva razón en varias de las cosas que dice, como la necesidad de que los jugadores que no han sufrido los insultos racistas paren los partidos y apoyen públicamente a sus compañeros y rivales (cosa que ya se hace mayoritariamente), pero, sinceramente, me parece que no lleva razón en varias de sus afirmaciones, o que se centra demasiado en establecer la línea divisoria entre blancos y negros. Durante el seminario Prevenir el racismo en el deporte / Promover la inclusión desde el deporte, organizado por el ayuntamiento de Bilbao en abril de este mismo año, volvió a insistir en marcar las diferencias entre razas y sorprendió cuando criticó que «en España, llamar a un negro ‘negro’ no es racismo, es algo cultural». Y digo que me sorprende porque su primer libro se tituló Mis estrellas negras, remarcando una vez más la diferencia de color entre las personas. Pero luego no te permitas utilizar la palabra «negro» ni aunque el movimiento se llame Black Lives Matter.

En España, como en el resto del mundo, hay mucha más sensibilidad con este tema y afortunadamente hemos mejorado mucho como sociedad y el público como público. Recuerdo haber estado hace décadas en el Bernabéu y escuchar, en referencia a Wilfred, el portero nigeriano del Rayo Vallecano: «negro, cabrón, recoge el algodón». Del mismo modo que a Míchel y Guti se les dedicaban lindezas de todo tipo sobre su supuesta condición sexual y nadie se planteaba parar un partido. Los clubes miraban para otro lado y el número de espectadores que se unía a estos cánticos aumentaba, alentados, como primates que somos, por el sentimiento de pertenencia al colectivo.

Pero una cosa son los espectadores, entre cuyas decenas de miles siempre hay energúmenos que no deberían salir de sus casas ni para comprar el pan, y otra muy distinta es la responsabilidad de jugadores, entrenadores y directivos. En el año 1997, durante una visita del Real Madrid al Camp Nou se podía leer perfectamente una pancarta dirigida a Roberto Carlos en la que ponía: «Macaco, Copito de Nieve no tiene novia». Durante todo el partido, cada vez que el lateral brasileño cogía el balón, una parte importante del público hacía el sonido del mono y se escuchó perfectamente «puto chimpancé» a varios espectadores grabados por las cámaras. La respuesta de Joan Gaspart y el entonces jugador Pep Guardiola fue igualmente impresentable, negando los hechos y evitando condenar los mismos.

Por suerte, como decía, las cosas han cambiado mucho en estas últimas décadas y los episodios sufridos por Samuel Eto’o, Dani Alves o Iñaki Williams, entre tantos otros, fueron rápidamente condenados por los propios jugadores e investigados por las autoridades. Hasta Guardiola dice que sus hijos van al colegio con «indios y negros, gente normal» (te tienes que reír). Las autoridades tienen que intervenir de manera radical con estas actitudes y la solución no pasa por cerrar un estadio y castigar a decenas de miles de espectadores por una veintena de energúmenos. Cuando ocurrió el caso del plátano lanzado al jugador del Barça Dani Alves en El Madrigal, el Villarreal ayudó a identificar al imbécil, que fue rápidamente detenido y tiene prohibido el acceso a un estadio de fútbol de por vida. Se lanzó una campaña, no sé si afortunada, con el eslógan «Somos todos macacos».

En el caso de los insultos a Iñaki Williams en el estadio de Cornellá, LaLiga interpuso una denuncia ante la Fiscalía de Barcelona y los aficionados fueron localizados (dos adultos y un menor) y juzgados por un delito contra la dignidad de las personas, que se castiga con penas de seis meses a dos años de prisión, más una multa económica. En el Reino Unido, un aficionado acaba de ser condenado a catorce semanas de prisión tras los insultos racistas que publicó en redes sociales en los que atacaba a los jugadores que fallaron los penaltis durante la final de la Eurocopa, casualmente, los tres de raza negra, Marcus Rashford, Jadon Sancho y Bukayo Saka. Este último, que, por cierto, apenas tiene 19 años, cogió la pluma y escribió una carta plena de sentimiento que fue muy difundida:

Se puede encontrar el texto completo en varios enlaces, dejo aquí un extracto: «Para aquellos que han hecho campaña en mi nombre y me han enviado cartas sinceras, me desearon lo mejor a mí y a mi familia, estoy muy agradecido. De eso se trata el fútbol. Pasión, gente de todas las razas, géneros, religiones y orígenes que se unen en una alegría compartida de la montaña rusa del fútbol.

Para las plataformas de redes sociales Instagram, Twitter y Facebook, no quiero que ningún niño o adulto tenga que recibir los mensajes hirientes y llenos de odio que Marcus, Jadon y yo hemos recibido esta semana. Supe instantáneamente el tipo de odio que estaba a punto de recibir y es una triste realidad que sus poderosas plataformas no están haciendo lo suficiente para detener estos mensajes.

No hay lugar para el racismo u odio de ningún tipo en el fútbol o en ningún ámbito de la sociedad y para que la mayoría de las personas se unan para llamar a quienes envían estos mensajes, actúen y denuncien estos comentarios a la policía y expulsen el odio siendo amables unos con otros, ganaremos».

Lo que llevo mal en estos asuntos es la hipocresía, el hacer gestos de cara a la galería y mantener luego actitudes bien diferentes. Los jugadores se dicen de todo en un campo de fútbol, más cuanto más desciendes en las categorías: «negro» al negro, «maricón» porque sí, «zanahorio» al pelirrojo, «hijo de tal», «paquete», «chino»,… Pero creo que los profesionales tienen la madurez suficiente para evadirse de estas cosas y seguir haciendo su trabajo. Cuando se montó el caso Diakhaby y los jugadores del Valencia abandonaron el terreno de juego por el supuesto insulto racista del jugador del Cádiz Juan Cala, todos los medios de comunicación orquestaron una campaña sin precedentes en apoyo del jugador y de la decisión tomada por el Valencia Club de Fútbol. Pese a la abundancia de cámaras y micrófonos en los estadios, la investigación posterior no pudo concluir que tales insultos existieran, como sí logró la Premier británica en su día con Luis Suárez, duramente sancionado, luego debe primar la presunción de inocencia del jugador gaditano.

Sin embargo, hace un par de semanas, durante el Clásico entre el Barcelona y el Real Madrid celebrado en el Camp Nou, el brasileño Vinícius Jr. fue insultado por un espectador y su hijo, que bajaron varias filas de las gradas corriendo como posesos y la mirada fuera de sí, para espetarle un sonoro «¡macaco!», que repitieron varias veces. No creo que el Barcelona sea un club que haya mirado hacia otro lado en asuntos relacionados con el racismo, como se vio con el caso de Dani Alves o de Bukayo Saka, pero lo cierto es que aún no ha hecho nada en este tiempo para denunciar al espectador y colaborar con su identificación. Ha tenido que ser la propia Liga de Fútbol Profesional la que iniciara la investigación.

Lo que sí creo (y le pasa lo mismo a Guardiola) es que el odio culé a lo blanco es irracional hasta el punto de querer minimizar, ocultar episodios racistas y, si hace falta, manipular para que no parezca que ocurrió lo que realmente ocurrió. Durante el verano pasado, se rumoreó que el jugador de familia guineana Illaix Moriba podía acabar en el Real Madrid y la actitud del club hacia el mismo (18 años de edad, conviene recordarlo) por su postura contraria a la renovación fue calificada por algunos periodistas de mobbing laboral. A las declaraciones de los dirigentes del club siguieron decenas de insultos, muchos de ellos de tinte racista, como leyó el propio jugador ante las cámaras (bien la actitud del club al denunciar estos mensajes).

Ahora bien, resulta sorprendente que ni uno solo de los principales medios deportivos que llevaron a sus portadas el caso de Diakhaby sin pruebas, se haya hecho eco de los insultos probados en el Camp Nou. Creo que no es casual, porque desde hace años nada puede manchar la imagen del Barça en los principales medios, por muchas tropelías que hayan cometido. Como no fue casual la manipulación de imágenes que hizo Movistar en su canal para editar la parte de los insultos del vídeo y reprochar en el programa El Día Después ¡la actitud de Vini, no la del espectador! Es el mundo al revés, los periodistas diciéndole al brasileño que no debería señalar al público y obviando recriminar la actitud del espectador y su hijo. Y no vale la excusa de que no contaban con las imágenes, porque las emitieron en la misma cadena sin manipular unas horas antes.

Tampoco es casual que los sicarios culés para América Latina, la ESPN, falsearan los hechos y dijeran que los insultos habían ocurrido en el campo del Elche. O que cuando corrigieran el error lo hicieran mencionando dos veces al Real Madrid y ni una sola al Barça.

¿Hay miedo a criticar algo mal hecho por el Barça? ¿O en una balanza racismo-antimadridismo pesa más lo segundo? Porque la exigencia de rectificación del Elche también fue de coña marinera. No sucedió en Elche lo que dice que no existió, joder, ¿tanto miedo hay a decir que sí existió, que lo hizo un solo energúmeno con su hijo, pero que ocurrió en el Camp Nou?:

En fin, concluyo este post recomendando la lectura de la carta del jugador del Chelsea Antonio Rüdiger en The Players Tribune: Este artículo no resolverá el racismo en el fútbol. En él habla de los episodios de racismo que sufrió en Italia cuando jugaba para la Roma y cómo los clubes y dirigentes publicaron varios tuits, posts en redes sociales, quejas muy escandalizados, etc., pero no hicieron nada. Ni se investigó nada porque en el fondo todo es postureo, como la exigencia de la UEFA (apoyada por Thuram, por cierto) de arrodillarse antes de los partidos. Sin embargo, Rüdiger agradeció la actitud humana, personal y alejada de las cámaras de su compañero Daniele De Rossi. Nada de venderse hacia fuera, sino preocuparse de manera sincera por el futbolista y lo que podía necesitar en ese momento.

El artículo habla de los episodios de racismo que sufrió en Alemania desde los ocho años, o posteriormente en Italia, y concluye con un argumento de pura lógica: menos postureo en redes sociales y más educación. Todo lo contrario de lo que se hace en este mundo tan superficial e hipócrita que es el fútbol moderno.

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