El club de los currelas muertos (XXI)

Planes propuestos por el club de lectura, cine y documentales El club de los currelas muertos para no hablar del mundial de la infamia de Catar.

El Museo Picasso de Málaga se inauguró en 2003, el mismo año que (por desgracia) dejé de vivir en la zona. Se encuentra ubicado en el centro de Málaga, cerca de la Catedral (la Manquita), en el palacio de los Condes de Buenavista, un magnífico edificio declarado Monumento Nacional en 1939.

Es una visita obligada a Málaga, una ciudad que sigue cambiando y mejorando su aspecto cada vez que la visito. Por mucho que pueda no gustarte el estilo de Picasso, porque, a decir verdad, para los que no somos expertos en esto del Arte (salvo si lo miro con perspectiva cinéfila), Picasso nos resulta demasiado… cubista. No sé si alguna vez alguna de sus múltiples mujeres y amantes le dijo: “Pablo, por favor, sigue pintando bestias y toros, pero no me hagas más retratos”. Y los hay expresivos, coloridos, atractivos para la vista, pero otros, en fin… si trataban de reflejar la vida interior de las retratadas, se ve que para el artista eran demasiado retorcidas. O quizás fuera el malagueño el retorcido, me inclino a pensar más bien esto último.

¿Recordáis cuando en el colegio intercambiábamos cromos y según nos pasaban el mazo decíamos “sí le, sí le, no le”? Pues algo así me pasa con los cuadros y esculturas de Picasso. Unos “sí le” o “sí me gustan” y otros “no le”. Una de las salas contiene un tapiz de Las señoritas de Aviñón, de cuyo original “sabemos por Hollywood” que se hundió en el Titanic. Este “sí le”. Otra contiene cuadros que parecen del colombiano Fernando Botero, “no le”, o una escultura de un guerrero griego, “sí le”… como obra de estilo Forges.

Lo que sí alabo y reconozco de Picasso es su búsqueda incansable de lo que fuera que pasase por su cabeza: la belleza alternativa, la mirada propia, la descomposición de los objetos para recomponerlos, la experimentación, el torbellino de ideas… Debía de ser agotador, como se puede intuir por las fotos del artista en su taller.

La mejor definición seguramente la da el propio Pablo Picasso en una frase que se muestra en una de las paredes.

“El arte es la mentira que nos acerca a la realidad”.

Por cierto, Picasso es ese malagueño universal que los franceses quisieron apropiarse como suyo, no en vano su crecimiento creativo se desarrolló en París y en el sur de Francia, pero los auténticos expertos en esto de robar el Arte ajeno han sido siempre los ingleses. Razones ambas para desear que hoy se produzca ese imposible tan picassiano de que ambos pierdan su partido de cuartos en ese mundial del que sigo “sin hablar”.

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