Los derivados y el clembuterol

Derivados

JOSEAN, 19/04/2019

El clembuterol es un compuesto químico utilizado para incrementar de modo artificial la masa muscular.

Un derivado es un instrumento financiero cuyo precio o cuya rentabilidad depende o se «deriva» en función del valor o la cotización de otros activos. Este activo se denomina subyacente.

Lo más lógico del mundo, como todo el que intente asemejarlo a productos tangibles podrá comprender. El valor del tomate no es el del tomate en sí, sino que dependerá del que se establezca para los plátanos, o de las expectativas que creemos y creamos alrededor del valor futuro de los plátanos. Y aunque la cosa empiece a complicarse, eso sería hasta cierto punto comprensible para el común de los ciudadanos, así que vamos a inventar algo más complejo: las normas de valoración de los derivados. Se utilizan básicamente dos:

  • La NIC 39 (aquí dejo un enlace con sus 69 páginas, por si alguno tiene insomnio), totalmente lógica e intuitiva pues nos cuenta que «un derivado implícito es un componente de un instrumento financiero híbrido (combinado) que también incluye un contrato principal no derivado, cuyo efecto es que algunos de los flujos de efectivo del instrumento varían de forma similar al derivado, considerado de forma independiente». O con frases propias de los Hermanos Marx, como esta que extraigo directamente de la Enciclopedia de la Economía: «Un swap de tipo de interés es un acuerdo entre dos partes para comprometerse a una serie de cambios de pagos de interés sobre el mismo principal nocional denominados en la misma divisa. En la forma más sencilla, una parte contratante paga un tipo de interés fijo y la otra parte contratante paga un tipo de interés flotante. El tipo fijo se denomina cupón de swap y el tipo flotante se denomina tipo de referencia». ¿No ha quedado claro? Podemos repetir: «La parte contratante de la primera parte…»

Hermanos Marx Derivados

  • La NIIF 9, de valoración de los instrumentos financieros, con un alcance mayor que la NIC 39 (Resumen). Obliga a reconocer en balance el posible deterioro del valor del derivado, pero no en Pérdidas y Ganancias, sino en Patrimonio, lo que reduce el valor en libros de las compañías, como una especie de pérdida latente.

A buen seguro que estas normas nos aclararán mucho el problema y nos dirán que el valor de nuestro derivado se establecerá, no en función de la cobertura asegurada, sino de la comparación con otros productos del mercado, todo ello en aras a establecer el «valor razonable» del activo. Es decir, que el precio de mi Seat Arona dependerá del valor razonable de mercado de un Volkswagen Golf. O de un piso en Torrevieja.

Como no me gusta perder lectores por aburrimiento, voy a dejar aquí un breve vídeo de la película de Michael Moore Capitalism: A love story, en el que un experto en derivados de Wall Street (ingeniero, no economista) trata de explicar al cineasta lo que es un derivado:

El careto de Michael Moore es similar al mío y al de todo el que se enfrenta a los derivados por primera vez. Bueno, y por segunda, tercera y decimoquinta. Está claro que el cineasta busca la confusión y disfruta cuando el experto de Wall Street se traba en sus explicaciones, pero si los derivados fueran algo menos complejo, o si dependieran simplemente de un problema matemático o de un valor cierto que se pudiera consultar en una pantalla como el precio de unas acciones en el Dow Jones, no habrían generado los problemas que se han dado. Y han sido muchos, causados entre otras razones, por las mismas del ganado, es decir, por el engorde artificial y acelerado de su tamaño.

La ecuación de Black-Scholes, creada en 1973, fue algo así como el clembuterol. Definida por algunos como «la ecuación matemática que causó el derrumbe del sector financiero«, permitió el crecimiento descontrolado del mercado de opciones y derivados.

Ecuación Black Scholes

En este blog intento siempre ser como esas pelis blandengues de sobremesa, «apto para todos los públicos», así que lo siento por los expertos, pero creo que tengo que dar estas explicaciones previas.

  • Hay activos reales, tangibles, como las materias primas o el oro, cuyo precio se establece en los mercados en función de una serie de parámetros, no solo de la oferta y la demanda.

Valor oro

  • Luego hay otra serie de activos financieros, como las acciones, cuyo precio no depende solo de los fundamentales de una compañía, de sus resultados, su deuda o el valor de sus contratos, sino de algo tan etéreo como las expectativas futuras o las valoraciones de unos analistas que, en muchos casos, juegan con márgenes de un 30-40%: «si rompe el techo de 10, puede subir a 11 o incluso a 12, pero si pierde el soporte del 9,30 caerá hasta 8,50 al menos, y si falla este suelo, podría llegar a situarse por debajo de 8». Es evidente que hay especulación en los mercados financieros, y humo, mucho humo alimentado con fuelles interesados. Recordemos que una página web como Terra llegó a tener una valoración bursátil superior a la de todo un banco histórico como el BBVA, con todas sus oficinas y participaciones empresariales incluidas.

Pantalla IBEX

  • Los derivados pertenecen a otra categoría que no sabría si definir como el humo basado en el destino imaginado de otro humo, Existen derivados de cobertura de tipos de interés, de tipos de cambio, de futuros, swaps,… con la característica adicional de que permiten hacer inversiones de forma apalancada, es decir, invirtiendo más dinero del que uno está desembolsando en la realidad. ¿Se puede perder más de lo invertido? Pues sí, y varias veces. Es una apuesta, y como en los casinos, te dan el crédito para que te juegues lo que no tienes. Esto puede crear una situación tan absurda como la actual, en la que el importe global de los derivados supera en varias veces el PIB mundial agregado. Cuesta encontrar datos actualizados, pero este artículo de 2013 ya hablaba de los problemas de un solo banco, el Deutsche Bank, cuya exposición de riesgo en derivados ascendía a casi 20 veces el PIB de Alemania. Este otro, de 2016, cifraba el importe mundial del mercado de derivados en 600 billones de dólares (y no el billion americano), unas 126 veces el dinero en circulación.

Futures_contract_l

No todos los derivados son humo, ni una estafa, aunque no tengo ninguna duda de que en un buen porcentaje sí lo son. Tiene sentido un derivado de cobertura para una operación en divisas o para cubrir eventuales cambios de tipos de interés, si bien la valoración de acuerdo con las normas contables es tan surrealista que me he visto en reuniones donde dos expertos hacían cálculos y daban explicaciones de sus criterios, y, aun siendo comprensibles para un zote como el que esto escribe, sus valoraciones diferían en casi un millón de euros. Y por un millón de euros, y por su décima parte, yo me peleo si hace falta a puñetazos, o nos batimos en duelo al amanecer. Se trataba de una operación de un tamaño pequeño, así que no digamos el impacto en grandes operaciones como las que habitualmente aparecen en la prensa.

La crisis de 2008, que se originó con el colapso de Lehman Brothers, tuvo su acelerador particular con los derivados, los CDS (Credit Default Swaps), los CDO (Collateralized Debt Obligation) y todas esas patrañas inventadas y casi totalmente desreguladas. Fueron napalm para el incendio que se originaba. Pese a que llevo un cuarto de siglo trabajando en asuntos relacionados de un modo u otro con el proceloso mundo de las finanzas, creo firmemente en la sencillez de la economía tradicional, «la cuenta de la vieja» y por tanto, los fundamentales de las compañías, sin artificios contables ni ingeniería financiera. Cualquiera que haya seguido los capítulos anteriores de los Grandes errores de las escuelas de negocios sabrá a qué me refiero. Por eso, para este asunto de los derivados, voy a recurrir al que creo que más sabe de nuestro oficio, Warren Buffett:

«Los derivados son armas de destrucción masiva para el sistema financiero. Como las personas que los crearon y las personas que los utilizan no conocen muy bien su funcionamiento, son una amenaza. Tienen el poder de endeudar a todo el sistema financiero en su conjunto y magnificar los efectos de una crisis».

Pues ya que contribuyen a magnificar los efectos de una crisis, que tienen un alto componente especulativo y que han alcanzado un volumen absurdo, se entiende mal que los derivados estén exentos del prometido impuesto sobre las transacciones financieras, la mal llamada Tasa Tobin. No lo entiendo, salvo que se deba a la dificultad de perseguirlo, y en ese caso lo entendería todavía menos.

Exención ITF Derivados

Pero aún hay más. Para completar la tormenta perfecta, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (la CNMC que en este blog no apreciamos en exceso) ha sancionado con 91 millones de euros a Caixa Bank, BBVA, Santander y Sabadell por lo que considera «la existencia de posibles acuerdos anticompetitivos entre las entidades para la fijación de precios y el intercambio de información comercial sensible en relación con la contratación de derivados de tipos de interés utilizados como instrumentos de cobertura del riesgo de préstamos sindicados». Y recuerden que, según las normas de valoración, el valor del derivado se establecerá en función del «valor razonable» fijado en comparación con otros productos del mercado.

CNMC Derivados

El cártel de los derivados, como lo han definido en algunos medios. Los cuatro bancos anunciaron que recurrirían la sanción, pues afirmaban que su modo de actuar era el mismo que realizan las entidades financieras en cualquier país del mundo a la hora de acordar las condiciones de cobertura aplicadas a las financiaciones de proyecto o a los créditos sindicados. Para la CNMC, el mecanismo creado por los bancos era similar al utilizado en su día para la manipulación del LIBOR y el Euribor: las entidades financieras reportaban valores falsos sobre las operaciones interbancarias que se utilizaban para la elaboración de los índices, manipulando de este modo el resultado.

Se puede consultar la resolución completa en este enlace, que recoge conversaciones entre las distintas entidades, según las cuales la CNMC concluye que las entidades acordaron «incrementar los puntos básicos aplicables» y «pusieron en común sus cotizaciones, para acordar ofertar al cliente».

Cártel derivados acuerdos

Después de cierto tiempo, he entendido por qué a estos productos se les denomina «derivados»: por la deriva a la que llevan a las empresas, o más bien, por dejarlas a la deriva de sus arbitrariedades.

Los efectos secundarios del clembuterol son, entre otros:

  1. Aumento de la frecuencia cardíaca.
  2. Respiración rápida.
  3. Dolor de pecho.
  4. Temblores.
  5. Ansiedad.

Me encajan perfectamente para el texto.

Cara Josean

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