Equilibrio precario, por Lester

marcel

La semana pasada tuve que ir al centro a unas gestiones, y terminé hacia la una y media. Como había perdido casi toda la mañana, me tomé algo rápido en el Rodilla de Callao, y me encontré una libreta vieja, que como siempre, no pude evitar cotillear. Encontré este relato, fechado en 1997, que lleva por título Equilibrio precario, y que transcribo literal:

          «Mis ojos no te miran, pero yo sí. Y aunque no quiera, mis oídos te escuchan. ¿Qué hago aquí subido? Manteniendo apenas el equilibrio sobre la barandilla. Con la cara pintada de blanco. Sosteniendo un gato inmóvil entre los brazos. A veces yo también me hago la misma pregunta. Y lo triste es que cada vez con mayor frecuencia.

         Si todavía mis actos guardaran alguna lógica… Pero yo de lógica no entiendo, no como Timy. Al menos él sabe que cuanto más quieto permanezca, mayor será su ración.

         Si todavía mantuviera la ilusión… Pero hace ya tiempo que murió. La novedad, la alegría, la imaginación desbocada… La libertad. Los primeros tiempos. No los añoro, sólo la ilusión.

         Si me quedara alguna esperanza… Pero de qué, para qué. Con quién o para quién. No conozco otra vida y aunque así fuera, tampoco la querría.

         Si la memoria me ayudara… Pero apenas conocí tiempos mejores. Ella se marchó y yo fracasé. Ellos me abandonaron, si bien es cierto que yo lo hice primero. Nadie permanece en mi memoria, como yo tampoco permanezco en la de nadie.

          Algo he de hacer, ¿verdad, señora? Su hijo me está mirando, no me esquive usted. ¿Empezar desde el principio, comenzar donde mi suerte se torció? Cambiar de vida, evitar los errores, aprender de la experiencia,… Buscar un trabajo. Haciendo qué. Sólo sirvo de payaso ambulante, o de mimo callejero, y ni siquiera se me da bien. No valgo para el sacrificio ni sirvo para estar encerrado. No soy muy listo, ni tampoco fuerte. No soy nada. No tengo estudios, no tengo habilidad. No soy nadie. Señora, ¿no necesitará a alguien que le entretenga? Un paréntesis en esta vida de mierda.

         Se marcha, me ignora. Cuesta pensar con el estómago vacío. O será que simplemente me cuesta pensar. Confundo las ideas, carezco de razonamientos. Mi cerebro sólo alberga imágenes y las funde con sonidos que no le corresponden. Visiones alteradas mezcladas con ruidos ajenos.

          Sólo dispongo de tiempo. Y mi única posesión se vuelve en mi contra. Tiempo para pensar, tiempo para el tormento. Tiempo para meditar, tiempo para la desesperanza. El sentido de la vida. Desde mi atalaya lo diviso a la perfección. Oleadas de gentes presurosas, torrentes de coches y bocinas, mareas de grises individuos en atronadores autobuses,…

         Chaval, suelta algo. Por el rabillo del ojo, del tuyo, sé que has reparado en mí. No huyas, tu caña es mi cena, tu periódico, el remedio a mi sed. ¿Acaso no oyes mis ojos? Adiós. Sigue, circula, llegas tarde.

          Todas mis pertenencias se hallan en esa bolsa de basura. No las huelas, maldito perro, no las toques, maldita niña. Cierto es, carecen de valor, pero también las tuyas y no por eso permitirías que me acercara, que intentara compartirlas. Comprendo el egoísmo. Mejor incluso que la generosidad, pero no comprendo y por ello aborrezco el egoísmo irracional. ¿Que de qué hablo? Sube y echa un vistazo.

         Mis pertenencias, mi pequeño tesoro. Una foto ajada de una persona que ya nada significa, una maquinilla que no afeita y un peine que no peina, una flauta desafinada, un bote de pintura blanca que ya no necesito, un espejo roto que apenas refleja, una manta que no abriga,… Toda una vida en una bolsa. O debiera mejor decir “los restos de una vida”. En una bolsa de basura.

          El reloj marca las nueve. El termómetro, cuatro grados. La última hora, el principio del frío. La soledad es mi abrigo, la tristeza, mi cobijo. Mas la soledad es gélida y la tristeza, un nulo amparo. Qué me importa la hora, qué la temperatura. La una señala el avance inexorable de mi decadencia, la otra lo acrecienta. Y qué más me da. Al amanecer, la hora vuelve al principio y el frío desaparece. Y sale el sol y de pronto crees que existe una oportunidad. No lo quieres creer, pero lo crees. Cruel destino, mísero devenir. Para ti no la hay.

          Antes era capaz de llorar. Y capaz de hacer reír. Ya no lloro y tampoco arranco sonrisas. Lloro por dentro y quizás por dentro se rían de mis desgracias. El llanto contenido quiere salir. Dilata los poros de mi piel, quiere brotar del interior. Y lo hace en forma de sudor frío, de humedad que impregna y se distribuye por todo el cuerpo. Ni un centímetro de mi ser escapa de las lágrimas.

         Hace tiempo que supe por qué resultaba obligado pintarse, que no maquillar, la cara de blanco. Es el sustituto de una máscara. La pintura no es para mí, es para vosotros que me observáis. La fachada que oculta el ruinoso estado del edificio. Un dedo de pintura. Blanca, símbolo de pureza, qué ironía.

          Gracias, joven. A usted sí se le permite una sonrisa, no la reprima en esa mueca pudorosa. Inclino mi cuerpo para agradecértelo, no te vayas tan pronto. Me he inclinado ante tantas cosas que no me supone ningún esfuerzo. Me he arrodillado ante tanta adversidad y he cedido tantas veces que ya ni recuerdo cuándo empezaron las concesiones. Pero el mismo gesto de doblarme como un junco, de inclinar el tronco hacia adelante, conlleva un algo de nobleza. Aún me queda algún resto de dignidad, jamás lo hubiera creído.

         El entumecimiento de las extremidades me vence. Sólo retando a Timy a una prueba de resistencia logro prolongar mi agonía. Poco tiempo, claro. Siempre logra ganarme, qué otra cosa cabe esperar de un perdedor. Mens sana in corpore sano, decían los clásicos. Mente enferma en cuerpo abotargado, reza mi máxima.

         A lo lejos diviso a mi amigo el policía. ¿Me pegará hoy? ¿Me atizará jaleado por su compañero o pensando en el amante de su mujer? ¡Escoria, mierda, desecho! No te quito razón, compañero polizonte, pero no me pegues más, tampoco valgo para el dolor. Empújame al fondo de la boca del Metro, haz que me trague, haz que me devore para siempre. Si no lo haces tú, lo haré yo. Al final de la jornada, te lo prometo. A Timy quizás le queden seis vidas, yo perderé la única que tengo. Aunque, quién sabe, con mi suerte quizás sólo me rompa el cuello. Paralítico de cuerpo entero, qué ilusión, el mimo perfecto».

Cara Lester

6 comentarios en “Equilibrio precario, por Lester

  1. Duro y real . Tintinea en la conciencia un cierto pesar por las pocas sonrisas que dirigimos a nuestro alrededor. Por los pocos saludos. Por el poco interés hacia el desconocido.Tantas historias tristes que desconocemos. Tantas personas juzgadas en nuestro interior, casi sin darnos cuenta.
    Yo podría haber sido mimo y lamentar mi suerte. Y esperar una palabra de alguien que me calentara el alma.
    Hagámoslo. Pongámonos en el lugar del otro.

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  2. Creo que es triste y conmovedor pero a la vez necesario y util para hacernos parar a reflexionar sobre la realidad de los que tenemos enfrente. La empatia es una virtud a cultivar día a día y relatos como el tuyo, Lester, nos lo recuerdan y nos sacan de nosotros mismos. Desde hoyvcreo que no volveré a mirar a un mimo de la misma manera. Gracias.

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  3. Me ha gustado tu relato, Lester. Tiene fuerza y nos interpela.

    Seguro que al mimo le serviría recordar estas palabras de Mario Benedetti: ”No te rindas, por favor no cedas aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento. Aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños, porque cada día es un comienzo nuevo, porque ésta es la hora y el mejor momento».

    Y no digamos la letra de «Resistiré» del Dúo Dinámico. Segurísimo.

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  4. Buenisimo!!!!
    Lester, o la libreta que encontraste en el bar pertenecía a un escritor reconocido, o bien tienes encerrado (o a sueldo) a alguien con talento, vocabulario, capacidad de sintentesis y mucho don de observación. No creo que algo así pueda salir de un bebedor de cervezas. Bueno quizás de Hemingway sí …

    Que buen comienzo para un libro. !Animo! Esto no puede acabar cayendose o «tragandole» la boca del metro!!!

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