JOSEAN, 12/07/2025
El discurso final del replicante de Blade Runner sirve para todo tipo de proclamas, como bien conocen los lectores habituales de este blog. Es triste, suena melancólico, es un lamento en toda regla. Por recordar el pasado y por llorar un futuro que su autor no verá. También sirve para hablar de todas aquellas cosas que uno ha visto y que «vosotros no creeríais»:
«He visto zumbaos atacar a la policía adoquín en mano más allá de la Diagonal, y luego cómo se indultaba a los políticos que fomentaron aquello.
He visto brillar los ojos de Ábalos y Cerdán en la oscuridad en manifestaciones feministas cerca de la Puerta del Sol.
He visto proyectos que no se licitaban por no ser capaces de poner de acuerdo a los peores socios que uno se pueda echar a la espalda, proyectos para los cuales había fondos europeos.
Todos esos fondos se perderán… y habrá mucho más que lágrimas en la lluvia. Es hora de partir».
Me queda una duda acerca de la última frase: ¿es hora de partir, de emigrar? ¿Es hora de partir… la cara o las piernas a alguien, a los políticos que han permitido esta parálisis actual, cuando no unas leyes abominables en algunos casos o el desprestigio de las instituciones? ¿Es hora de partir y tomar las calles? Desde que se lanzara el Plan de Recuperación de la Unión Europea, ese ambicioso plan dotado con 750.000 millones de euros, ha habido tiempo suficiente para presentar proyectos, renovar infraestructuras, mejorar la financiación de varios sectores económicos o adaptarnos a los requerimientos de Europa para obtener esos cuantiosos fondos, que, en el caso de España, alcanzaban los 163.000 millones de euros entre las subvenciones directas (80.000 M.) y los préstamos (83.000 M.).
«Es hora de partir» peras con los socios de gobierno que solo se preocupan por mantener sus privilegios y hacer leyes a medida, pero sé que por desgracia no va a ocurrir. Es hora de tener cabeza, perspectiva nacional y tratar de corregir este desaguisado que nos puede hacer perder muchos fondos y una oportunidad como pocas para cambiar la estructura económica del país, como la que se tuvo a principios de los noventa, poco después de la entrada en la Unión Europea (CEE por entonces). Los avisos sobre el retraso en las medidas necesarias para obtener los fondos Next Generation vienen de lejos:
Hay varias fechas clave para el cumplimiento de los requerimientos del Plan de Recuperación y otra fecha límite, un deadline, para la recepción de los fondos: 31 de agosto de 2026. Improrrogable, según Ursula von der Leyen. Yo ya he metido cien euros en una casa de apuestas a que se prorrogarán al menos hasta final de ese año. A medida que se acerque la fecha tope, este gobierno, o el que esté, se lamentará como los malos estudiantes, echará la culpa al profe que le tiene manía (ese profe se llamará Feijóo) y tratará atropelladamente de cumplir con lo que se le indique.

Lo cierto es que los avisos vienen de lejos. De muy lejos. Mi hemeroteca particular lleva recopilando alertas de las autoridades europeas desde el arranque de este gobierno, o incluso antes, desde las elecciones de julio de 2023:
27 de julio de 2023: Peligro de retraso en el plan. Ya entonces quedaban más de 300 objetivos por presentar a la Unión Europea y España era uno de los primeros países en recibir las subvenciones a fondo perdido, pero uno de los últimos en justificar el uso de los importes recibidos.
7 de septiembre de 2023: solo el 10% de las inversiones prometidas se habían ejecutado. Por entonces hablaba en este blog de los riesgos de la hiperregulación que podían hacer que “los objetivos de inversión del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia no se cumplan plenamente en 2026”. El Informe del Banco de España ya alertaba de la incapacidad de las administraciones públicas para gestionar los fondos recibidos. Volvieron las temidas “facturas en el cajón” de las administraciones.

3 de julio de 2024: ya teníamos gobierno, tras los meses de pactos con aquellos cuyas únicas preocupaciones eran su indulto y el manejo de fondos para sus “localismos”, y se presentó el Informe de la Intervención General del Estado (IGAE) que advertía de una ejecución ridícula, de apenas el 5 por ciento de los fondos previstos. Que a nadie le extrañe cuando se acabe perdiendo esta oportunidad de modernizar sectores económicos.
13 de agosto de 2024: algunos estudios rebajan aún más el cumplimiento de los proyectos asociados a los fondos NextGen y lo sitúan en un 3,5 por ciento. No solo no se ejecutaban los proyectos para los cuales había fondos, sino que, en numerosos casos, las licitaciones quedaban desiertas.
4 de octubre de 2024: hasta 11.000 millones de euros en proyectos no adjudicados, y “otros 14.000 millones en remanentes no gastados, que deberían volver a convocarse”. Llama la atención el bajo cumplimiento en Ministerios como el de Hacienda, el de Industria, o el de Vivienda. El de Transporte no sorprende, ahora que sabemos que sus dirigentes tenían la cabeza en otros menesteres.

24 de febrero de 2025: el gobierno no es capaz de poner de acuerdo a sus socios, ni de pactar nada con el principal partido de la oposición, así que las reformas exigidas por Europa no llegan, las leyes necesarias no se aprueban y pagamos el pato entre todos. Peligran los fondos de recuperación.
Y el problema que sucede en nuestro país cuando se intenta “correr de más” o adjudicar dinero público rebajando (o relajando) algunos controles, es que aumenta el riesgo de fraude, como sucedió durante la pandemia.

3 de marzo de 2025: Hacienda se lanza a por el fraude en los fondos europeos ante el riesgo de que Bruselas retire las ayudas tras haber adjudicado 48.600 millones de euros. La orden partió del propio Ministerio de Hacienda y de su titular, María Jesús Montero, con un doble objetivo: regular el posible reintegro de los importes no gastados o gastados en otras partidas (una experta, pues estuvo en la Junta de Andalucía durante la época de los ERE) y determinar a qué administración responsabiliza del incumplimiento. Sería para matarlos (metafóricamente) a todos ellos. A los que hacen que los fondos no lleguen, a los que los gastan en otros menesteres y a los que provocan que haya que devolverlos. Aunque en esto somos tan “europeos” como el resto de los países.
12 de marzo de 2025: queda menos de un año y medio para el final del plazo y España seguía sin ejecutar el 85% de los proyectos de inversión del Plan de Recuperación. Son cifras de un estudio de Caixa Research que destacaba qué proyectos son los que faltan por ejecutarse: política industrial, energías renovables, hidrógeno verde y («manda güebos») recursos hídricos, rehabilitación y construcción de viviendas. No sé cuántos planes de construcción de vivienda pública se han anunciado en estos últimos años si que se haya puesto un solo ladrillo, y, sin embargo, tenemos fondos pendientes, previstos para construir 20.000 viviendas sociales. Igual que los planes contra la sequía o para la diversificación de la economía con el apoyo a la nueva industria. En año y medio que queda.


8 de mayo de 2025: un informe de BBVA Research advierte del riesgo de incumplimiento del plazo de ejecución de los proyectos para acceder a los fondos europeos. El ritmo debería incrementarse un 29 por ciento e, incluso con este crecimiento, que ya parece irreal pues ha habido una ralentización en numerosos proyectos, se alcanzaría «solo» el 91 por ciento de la cifra máxima en diciembre de 2026. La Unión Europea insiste en que el plazo de ejecución finaliza el 31 de agosto. Buena parte del importe permanece atascado en proyectos aún en fase administrativa o que no han llegado a salir a licitación (el informe hablaba de un 40% en algunos sectores).
Mientras esto sucede, los servicios públicos continúan su proceso de degradación: los trenes funcionan peor que en cualquier momento de estas últimas tres décadas, las carreteras necesitan mantenimiento urgente, el caos de los aeropuertos o la suciedad en los mismos deterioran la imagen de un país que vive del turismo, y apenas se ha sabido de las necesarias inversiones en residuos, economía circular, infraestructuras de agua o renovables. No es solo un problema de competencias: de la sanidad y la educación ya ni hablo. Es un problema de incompetencias. Y para solucionarlos, para que Europa libere buena parte de los fondos, hace falta aprobar una serie de reformas en un parlamento en el que no se puede sacar nada adelante por esa «aritmética parlamentaria» de la que estamos presos.
¿Estamos a tiempo de evitarlo?
Continuará: Todos esos fondos se perderán (II): ¿o no?
Relacionados:
Más licitaciones desiertas (I): el problema.
Más licitaciones desiertas (II): posibles medidas.
Hiperregulación (I): situación
Hiperregulación (III): competitividad
La subida del SMI y la revisión de precios en los contratos públicos

Rafa, el problema principal, al margen de que todo lo que dices es cierto, es que la principal organización corrupta que nos domina y sostiene es la propia UE y la OTAN. Todo un pozo de inmundicia en el que solo hay un partido único en Europa del que todos se benefician.
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