Anatomía de un Negreirato (I)

Desde el pasado 15 de febrero, coincidiendo con el primer aniversario del hallazgo, del escándalo de los pagos del Fútbol Club Barcelona al exvicepresidente de los árbitros, José María Enríquez Negreira, inicié una serie en La Galerna que, por el material disponible, podría acabar perfectamente en libro. Como tengo lectores que no siguen habitualmente esa web, pero sí mi blog, iré actualizando las entregas cada vez que alcance las 10.000 palabras, como ha sucedido esta semana. Se publicará por entregas, cada viernes una nueva, hasta el final del hipotético juicio, o… hasta que me llegue una querella por difamación. Difícil, porque los personajes usaron esas mismas palabras con las que defienden su participación. Se puede seguir a través de estos enlaces, o directamente, del tirón en el texto que dejo a continuación. Que ustedes lo disfruten, o que se indignen, como yo.

Anatomía de un Negreirato: Prólogo.

Capítulo 1: Los alegatos previos.

Capítulo 2: Medina Cantalejo.

Capítulo 3: Luis Rubiales.

Anatomía de un Negreirato. El juicio que no veremos.

Prólogo

Hoy se cumple un año de la primicia en el Què t’hi jugues de LaSer de Barcelona, gracias a la cual supimos que “la Fiscalía investiga a la sociedad de un exvicepresidente de los árbitros que recibió pagos del Barça por asesoramiento mientras ejercía su cargo”. Nos hablaron entonces de José María Enríquez Negreira, de sus empresas, de una cifra de 1,4 millones de euros durante el período 2016 a 2018, de una inspección de Hacienda… y que de asesoramiento no había nada de nada. En estos doce meses transcurridos hemos sabido que el importe, las empresas, el período y las mentiras eran mucho más enormes que las que inicialmente se publicaron. Creo que pocas veces como en este año ha tenido tanto significado la expresión “preso de sus palabras”.

La justicia española no tiene nada que ver con la estadounidense. Para bien o para mal. Para bien, porque no todo se resuelve teniendo poderío económico. Para mal por los plazos, por la exasperante lentitud. Por desgracia, los tribunales españoles resuelven con tanta demora que, cuando llegan las sentencias, ya ni es justicia, ni hay resarcimiento a las víctimas, ni tampoco condena suficiente para los delincuentes. Todavía no se ha iniciado el juicio por el caso Soule, el cual llevó dos semanas a prisión preventiva al anterior presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar. Conviene recordar que cuando aquello ocurrió en verano de 2017, ¡verano de 2017!, el Real Madrid tenía solo 12 Champions y el Barça aún pagaba las facturas de Dasnil, Nisdal, o “nisdalomismo”.

En lo que sí que no cabe ninguna duda es en el hecho ciertamente incontrovertible de que la justicia norteamericana, especialmente la que conocemos gracias a Hollywood, es infinitamente más cinematográfica que la española. Abre muchas posibilidades escénicas, se juega con el enérgico “¡protesto!”, con las reprimendas del juez en directo o con las miradas a un jurado de ciudadanos que se ven inmersos en un espectáculo para el que seguramente no estén preparados.

Todavía no ha arrancado el juicio por el Villarato, y no sabemos cuándo se producirá el del Negreirato, si es que algún día llega, así que, mientras eso ocurre, y a modo de ficción “totalmente inventada” (sí, claro…) en la que “cualquier parecido con la realidad será pura coincidencia” (por supuesto que sí…), vamos a traeros a La Galerna el especial Anatomía de un Negreirato, de varios capítulos de duración. La gravedad del caso lo merece. Llevará el subtítulo El juicio que no veremos, no solo porque versará sobre un hipotético juicio que he situado en septiembre de 2025, como podría decir en marzo de 2031 o… nunca. Porque parece que hay más interés en darle carpetazo que en sentenciar acerca de este escándalo sin precedentes. El Moggigate es un bebé en pañales al lado de este anciano culé.

El serial combinará dos mundos tan diferentes como el sarcasmo galernauta y la parafernalia judicial hollywoodiense, entre cuyos mejores ejemplos se encuentra la obra maestra de Otto Preminger Anatomía de un asesinato, estrenada en 1959. Con James Stewart y George C. Scott en los papeles de defensor y fiscal del estado, respectivamente. Como tenemos el privilegio de elegir, intercambiaremos ambos papeles y el fiscal que llevará la acusación de este juicio al Negreirato se llamará Jaime Estuardo, mientras que el defensor de los acusados responderá al improbable nombre de Jorge Carlos Scotto. El Real Madrid se personará en la causa por medio de la figura de la prestigiosa abogada Luisa Ramírez, iniciales de la espléndida Lee Remick, por seguir con la obra de Preminger.

¿Por qué el humor para contar algo tan dramático como la constatación de que todos los campeonatos españoles de fútbol de las últimas décadas han estado adulterados y contaminados por un club? Quizás porque no se nos ocurra otra. O quizás como mecanismo de autodefensa. Siendo vomitivo lo ocurrido, resultan peores las reacciones posteriores al conocimiento del hecho. Las autoridades del deporte y las de la política, los organismos federativos, la mayoría de los clubes, el CTA, el Consejo Superior de Deportes… y la prensa. Una prensa cómplice con la defensa de lo sucedido o con el silencio. Las respuestas de unos y los argumentos de otros darán mucho juego cómico en este serial, porque, aun habiendo recibido asesoramiento profesional, son de auténtica coña marinera. “Si no se pitaron penaltis en 78 jornadas, será porque no se los hicieron” es mi favorita.

Somos conscientes de que cometeremos muchos errores “procesales”, pero si aquí todo bicho viviente ha tragado con esta aberración deportiva/económica/ética, no habrá problema alguno para aceptar nuestras meteduras de pata jurídicas, por ignorancia o conscientes, todo sea por el interés del relato. Optamos por la vía del humor porque quizás la parodia haya retratado la corrupción y la podredumbre moral de los personajes mejor que otras alternativas. O porque preferimos el humor al cóctel molotov para reventar de una vez todo lo reventable en las estructuras futbolísticas de este país.

CAPÍTULO 1 – Los alegatos previos

Septiembre de 2025. El ruido era impropio de la sala de un juzgado, pero entre el número de medios acreditados, los afectados en la causa, familiares, curiosos y la mala educación de la mayoría de ellos, aquello parecía un mercadillo. El alguacil, un tipo imponente de más de dos metros con la cara de Bull Shannon, se hizo escuchar con un vozarrón acongojante:

– ¡Silencio! ¡Silencio en la sala! -y tras unos segundos-. ¡En pie! Preside el honorable juez Aguilar.

No faltaba casi nadie. Familiares de los encausados, directivos de clubes afectados, dirigentes federativos, algún político con atribuciones en el ámbito del deporte, una amplia caterva de periodistas… todos callaron mientras observaban el paseo del veterano juez hasta el sillón principal tras la mesa que presidía el juzgado número 1 de Barcelona. Los abogados de ambas partes, Jorge Carlos Scotto por la defensa y Jaime Estuardo por la acusación, en pie junto a Luisa Ramírez, la abogada del club personado en la causa como perjudicado, el Real Madrid, mantuvieron un respetuoso silencio, solo interrumpido por el continuo carraspeo de Joan Laporta.

El experimentado juez Julián Aguilar estaba visiblemente incómodo. Nunca había estado en el centro de los focos por la sencilla razón de que lo que más odiaba en su carrera era figurar, estar ahí “en boca de todo el mundo”. La suya había sido una carrera modélica en un segundo plano, atendiendo los casos que le caían y dictando sentencias con su mejor criterio sin plegarse a las presiones o al poder establecido, para lo cual, como reconocía en privado ante sus más cercanos, “es necesario que no te toque un caso de gran repercusión mediática”.

Sin embargo, a última hora del día anterior, le había tocado juzgar “esa cosa del fútbol y los árbitros”, como confesó a su mujer, debido a la renuncia a última hora de la jueza que estaba prevista para la causa. Al parecer, la jueza había decidido apartarse tras sufrir un robo en su casa y la sustracción de varios documentos de poco valor.

– Parece que quieran amedrentarla, señora -le dijo el agente de policía-. No es normal que no se llevaran las joyas. Sospechamos que se trata de la misma banda que andamos persiguiendo desde hace meses, unos tipos venidos de países del Este que han entrado de manera violenta en las casas de varios futbolistas.

El juez Aguilar nunca había sentido el más mínimo interés por el fútbol y detestaba verse ahí, fotografiado por las decenas de medios acreditados. Jamás había entendido el aliciente que tenía este deporte capaz de levantar pasiones entre gentes de todas las edades, incluso entre los de su generación, tipos brillantes, compañeros de carrera con los que había visto algún partido y que parecían al borde del infarto cuando el balón se acercaba a las inmediaciones del área de los suyos. Por lo que había leído en prensa en los últimos treinta meses, el caso que le tocaba juzgar iba a estar en los medios durante mucho tiempo, lo cual le provocaba una pereza infinita. La oficial del juzgado le pasó una nota con el expediente. El señor Aguirre se acercó al micrófono y pronunció sus primeras palabras.

– Se abre la sesión. Expediente 27531/2025, nos ocupa el caso por el que se juzga a la entidad Fútbol Club Barcelona y a los señores Enríquez Negreira, Enríquez Romero, Joan Laporta, Josep María Bartomeu, Albert Soler, Óscar Grau y Sandro Rosell por los delitos de corrupción deportiva continuada, fraude, administración desleal y falsedad en documento mercantil.

Sabía que su siguiente frase no tenía ningún recorrido, pero el cuerpo (y una cabeza que pedía ya la jubilación) le animó a intentarlo:

– ¿La Fiscalía y los acusados han llegado a algún tipo de acuerdo que nos evite pasar por este engorroso trámite?

Se oyó un murmullo en la sala. Al principio apagado, progresivamente creciente. Miradas perplejas entre los asistentes. Desde la mesa de la defensa del Barça salió una mirada suplicante hacia la acusación, cuyos miembros se miraban entre ellos atónitos, tras lo cual denegaron con la cabeza cualquier atisbo de acuerdo. El runrún quedó interrumpido cuando Joan Laporta, sentado a la izquierda de Jorge Carlos Scotto, abogado de la defensa, apartó la silla de la mesa para poder levantarse (unos dos metros), alzó el índice de la mano derecha y exclamó:

– Señoría, es imposible que haya un acuerdo, nosotros, que somos mès que un club, nos sentimos ultrajados, ofendidos, se nos ha cuestionado públicamente y me gustaría lanzar una proclama antes de que iniciemos este juicio, tras el cual, no cabe ninguna duda de que saldremos por la puerta grande y restituidos en nuestro honor.

El juez Aguilar alzó la vista sobre las gafas, que le caían de manera físicamente improbable sobre la punta de la nariz, y dirigiéndose a Laporta, le respondió:

– Señor Laporta, no le corresponde a usted emitir ningún discurso, y, además, le recuerdo que usted es uno de los acusados y tiene su propio abogado defensor, así que, salvo que la acusación no ponga impedim…

– Señoría -le interrumpió Jan, lanzado-, me acojo a mi condición de abogado con una larga carrera de éxito, así como a la cesión del uso de la palabra que he acordado con mi abogado (lo miró, mientras este enarcaba las cejas como diciendo “qué cojones voy a hacer si me pagas tú”), y lo hago además con el convencimiento de que la verdad no hace ningún mal a nadie.

El fiscal, Jaime Estuardo, se acercó al micrófono y pronunció con voz clara:

– Ningún problema por nuestra parte, señoría. Cada vez que el señor Laporta ha hablado, ha añadido un eslabón más a su cadena de mentiras. Puede proceder si quiere.

El juez Aguilar suavizó su gesto de cabreo con Laporta tras la interrupción y con un leve movimiento de la mano le animó a que procediera.

Joan Laporta: Gracias, señoría. Con la venia, quería dirigirme a todos los presentes para dejar claro que este caso solo tiene un culpable y no es el Fútbol Club Barcelona. Durante el período en el que se van a juzgar las actividades del señor Negreira, el Barça tuvo el mejor equipo de la historia del fútbol, con el mejor jugador de siempre, Leo Messi, y el mejor entrenador que haya habido jamás en cualquier estadio de cualquier deporte, Pep Guardiola. El Barça ganó, ganamos, porque éramos los mejores y esto no admite discusión alguna. El único culpable de que esta relación, digamos comercial, entre el señor Negreira y el Fútbol Club Barcelona esté bajo sospecha es del madridismo sociológico.

Entre el público congregado se escuchó un murmullo de sorpresa, mezclado con cierta desaprobación y risas.

J.L. Desde “Madrit” no se digiere bien que durante varias décadas el Barça los superó en títulos, en juego y en el aprecio popular de todo el mundo del fútbol, de todo el que verdaderamente ama este deporte. El madridismo sociológico es algo histórico, viene de la época de Franco e incluso de antes. El Real Madrid ha estado siempre pegado al poder y ha controlado el estamento arbitral desde hace décadas, ¡incluso tuvo a exfutbolistas como presidentes del Comité de Árbitros! Todo ello se tradujo en numerosos títulos obtenidos de forma injusta en torneos adulterados, y ahora quieren poner en cuestión la posición de predominio que el Fútbol Club Barcelona adquirió de manera totalmente lícita.

Para todo ello cuenta con la ayuda de una prensa acrítica que escribe al dictado de su presidente. Es así, siempre lo ha sido, no pasa nada, asumimos que partimos desde una posición de desventaja frente a un Madrid que representa el centralismo y el Estado totalitario. Por ese motivo, en su día se tomó la decisión desde nuestro club, ya desde la época de Núñez en los noventa, de acceder a un asesoramiento en materia arbitral, con el único objetivo de competir en igualdad de condiciones con el rival. ¡Nada más, señoras y señores del jurado!

Laporta se estaba viniendo arriba con su discurso populista y se paseó frente a los miembros del jurado moviendo su corpachón sin decoro alguno.

J.L. Señor juez, no queremos hacer perder el tiempo a nadie y este caso debería cerrarse en breve, solo quería añadir que no vi a Negreira apartar defensas mientras Leo Messi se colaba en las defensas rivales, como tampoco lo vi disparar las faltas al borde del área con las que Leo nos obsequiaba cada semana al transformarlas en goles antológicos. ¿Qué se nos puede reprochar, que pudo haber movimientos de fondos que se expliquen mal en todo este caso? Sin duda. Aquellos pagos fueron a cambio de informes, como acreditaremos de manera conveniente en esta causa. Pero si hubo algún directivo que pudo lucrarse con el desvío de fondos, a él y no al “clup” le corresponderá responder ante la justicia, si es que tal cosa es viable. No cuestionen nunca jamás al mejor club de la historia. Muchas gracias y ¡Visca el Barça!

Se oyeron algunos aplausos en la sala por parte del público, pero sorprendió más que varios de ellos venían de periodistas, muchos de los cuales eran de Madrid. El juez Aguilar se dirigió a la bancada de su izquierda y les inquirió:

– Una vez escuchado este disc… me atrevería a catalogarlo de proclama futbolística de carácter no jurídico por parte de la defensa, me veo en la obligación de ceder el uso de la palabra a la acusación, por si quisieran decir algo antes de comenzar.

Jaime Estuardo había sido designado por la Fiscalía para llevar el caso estrella del año. Estuardo era un abogado brillante de larga trayectoria, si bien estaba más especializado en delitos fiscales y económicos que penales. Veía este caso como una oportunidad para alcanzar notoriedad en los medios, lo cual podía venirle muy bien para el gran proyecto vital que siempre había tenido entre manos: acabar de tertuliano en alguna gran cadena, escribir una columna semanal en algún medio de tirada nacional y cobrar por actividades en las que pudiera lucirse sin necesidad de meterse en farragosos expedientes judiciales de miles de folios.

Jaime Estuardo: Gracias, señor juez. No tenía nada previsto, pero ya que se nos brinda esta oportunidad, mal haría en desaprovecharla. Sí, el Barça era un gran equipo, eso no se va a juzgar aquí en las próximas semanas. Era tan buen equipo que nadie entiende que pagaran más de 7,6 millones de euros al vicepresidente de los árbitros para influir en la competición, como indica claramente el juez instructor del caso. Y sí, claro que Messi era un jugador enorme, creo que en ningún folio de los numerosos legajos que componen este caso se pone en cuestión tal hecho. Porque no es eso lo que a ustedes (dijo dirigiéndose al jurado) les corresponde juzgar. Messi era buenísimo, pero si cada vez que era derribado por un defensa este recibía tarjeta amarilla en un porcentaje cinco veces superior al de otros de sus mismas condiciones, a lo mejor es porque los árbitros estaban condicionados por una orden superior. Y claro que metía unos goles de falta que eran una delicia para el espectador, pero si tiró ocho veces más faltas que cualquier otro jugador de las grandes ligas europeas, a lo mejor corresponde dilucidar si los árbitros tenían instrucciones para señalarlas con esa frecuencia.

– ¡Protesto! -exclamó Laporta a voz en grito, zafándose del brazo de su abogado, que lo retenía-. Está poniendo en duda…

– Siéntese, señor Laporta -le conminó el juez-, a usted no le corresponde opinar, ni protestar, ni decir nada (el abogado de la defensa tenía serios problemas para controlar a Laporta), y le llamo al orden para que en adelante este juicio no se convierta en un show. Esas cosas gustarán a la prensa, a todos estos señores que hoy han acudido aquí ávidos de espectáculo, pero yo las detesto y no pienso permitirlas. (Se giró hacia el señor Estuardo). Prosiga, por favor.

J.E.: Gracias. Aquí hemos venido a dirimir sobre un posible delito de corrupción continuada en el ámbito deportivo, pretendemos acreditar que el pago de cantidades ingentes de dinero al vicepresidente de los árbitros, al hombre que decidía con sus informes si un árbitro era promocionado a internacional o descendía a Segunda, pudo tener una influencia sobre lo acontecido en el terreno de juego. Si esos pagos al señor Negreira o si la valoración de los arbitrajes que realizaba el señor Negreira pudieron influir en el hecho de que el Barça estuviera dos años sin un solo penalti en contra pese a contar en su plantilla con jugadores como Mascherano o Piqué, o si esos pagos pesaron a la hora de señalar 19 penaltis a su favor en una sola temporada, o si fueron fundamentales para  permitir que un jugador como Luis Suárez estuviera ocho años seguidos sin ver una tarjeta roja pese a las numerosas ocasiones en que lo mereció.

Respecto a la sospecha que el señor Laporta ha sembrado acerca de la posibilidad de que se trate de un delito de blanqueo de capitales por parte de directivos del club también podremos hablar. Veremos si es normal que usted, señor Laporta, cuadruplicara esos pagos al señor Negreira por unos informes que el propio acusado afirmó en sede judicial que no existían. O podremos tratar sobre el hecho de que los pagos cesaran en el mismo momento en que el señor Negreira dejara su puesto en el Comité Técnico de Árbitros. Usted, señor Laporta (le dirigió una mirada fulminante), usted no puede hablar de competición adulterada, ¡usted es Maradona y Julio Alberto en el partido contra la droga! Por favor, guarde un poco de decencia en público, que nos ve mucha gente. Miembros del jurado, a todos nos gusta en mayor o menor medida el fútbol, pero aquí hemos venido a hablar de corrupción.

Joan Laporta quiso disimular su incomodidad bajando la vista, como si se quitara la pelusilla del ombligo que dejaba asomar entre el quinto y sexto botón de su camisa. Una imagen bastante desagradable, por cierto. El juez Aguilar acercó el micrófono a la boca y, tras un prolongado bostezo, musitó:

– Bien, veo que no hay posibilidad de acuerdo, luego proseguiremos con el juicio. ¿Cómo se declaran los acusados?

Laporta volvió a ponerse en pie y exclamó:

– ¡Víctimas!, somos víctimas de una conspiración del madridismo sociológico y solicitamos una indemnización por atentar contra nuestro honor.

El juez volvió a llamarlo al orden y respondió:

– Le recuerdo que ustedes son la parte acusada, siéntese, por favor.

El abogado defensor fue en esta ocasión más rápido e intervino:

– Inocentes, señoría. Pedimos la absolución de todos los cargos. Con resarcimiento de todos los daños morales en las portadas de todos los periódicos y medios de tirada nacional, en especial, en La Galerna.

El juez dirigió la vista a la acusación. Jaime Estuardo se puso en pie y con voz firme pidió:

– Solicitamos la pérdida de dos categorías para el club, así como la retirada de todos los títulos ganados por el Fútbol Club Barcelona durante los años en que se produjeron los pagos acreditados, que queden desiertos todos esos campeonatos, sin ganador, como huella inmoral para la posteridad. Pero como sabemos que eso es imposible, solicitamos la condena de todos los acusados y una indemnización de 200 millones de euros para la creación de un fondo que abogue por la limpieza del fútbol español, incluyendo la eliminación del Comité Técnico de Árbitros y del sistema actual de VAR, y la contratación de nuevos colegiados y representantes de ambos organismos.

Laporta, cuyo tono gutural era escuchado por buena parte de la audiencia pese a hablar en voz baja, se dirigió a su abogado:

– La multa económica no me preocupa, siempre podremos ofrecer el 49 por ciento de Barça Studios, que tiene esa valoración.

Para sorpresa de los asistentes, Luisa Ramírez, la abogada del Real Madrid, que hasta entonces había estado callada, pidió la palabra:

– Señor juez, con el debido respeto que nos da ser la principal parte perjudicada en este caso, solicitamos la pena capital.

“¿Cómo?”, “¿qué dice?”, “¡se han vuelto locos!”, se escuchó entre el público, “¡qué vergüenza, Florentino”, se escuchó en la bancada de los periodistas. Alguno comenzó a golpear el suelo causando gran estruendo. El juez llamó al orden y la abogada pudo terminar su alegato:

– Este juicio servirá para proclamar la muerte del Relato. Es básicamente lo que pedimos como parte interesada.

El juez tuvo que golpear varias veces con el mazo y llamar al silencio a los asistentes.

– ¡Orden, orden en la sala! No me hagan tener que solicitar que estas vistas se celebren a puerta cerrada. A partir de mañana comenzaremos con el juicio una vez examinada la documentación aportada en el día de hoy por ambas partes. Se cierra la sesión.

CAPÍTULO 2 – Medina Cantalejo

– ¡En pie! – el alguacil calló a los asistentes con su ya conocido torrente de voz-. Preside la sesión el honorable juez Aguilar.

El juez miró al frente. “Dios Santo, otra vez lleno completo, lo que no he tenido en mi vida, parezco una de esas niñatas de Operación Triunfo”. Frente al juez, a su derecha, se sentaban los nueve miembros del jurado popular. Enfrente tenía el pasillo que separaba las filas del público asistente, a la derecha del cual estaban los abogados de la defensa, representados por Jorge Carlos Scotto, y a la izquierda según miraba, el fiscal general, Jaime Estuardo, y Luisa Ramírez, la abogada del Real Madrid. Detrás de los equipos de abogados, unas quince filas repletas de periodistas, curiosos y familiares de los acusados. Incluso había gente de pie, porque no había espacio suficiente en el amplio salón de juicios. A la izquierda de la mesa del juez y los oficiales asistentes, junto a un ventanal por el que entraba un sol radiante, se situaba el banquillo de los acusados. Había dos sillas vacías: la de Joan Laporta, quien, como en la primera sesión, había decidido sentarse junto al abogado principal de la defensa, y la de Enríquez Negreira, del que nada se sabía. Varios periodistas coincidían en que lo habían visto llegar al juzgado, pero nadie sabía dónde se había metido tras pasar el umbral de entrada, lo que provocó un cierto murmullo entre ellos.

– Con la venia, señoría -pronunció Scotto-, la defensa llama a declarar a Don Luis Medina Cantalejo.

Se abrieron las puertas y apareció el presidente del Comité Técnico de Árbitros. Lucía una media melena plateada bien arreglada, como recién salida de la peluquería sin el “como”, y vestía un pantalón claro, americana gris de cuadros y un grueso jersey granate de cuello vuelto que le ocultaba la papada. Antes de sentarse, el oficial del juzgado le tomó juramento:

– ¿Jura decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?

– Por favor, qué pregunta. Soy hijo, nieto y padre de árbitros, es una vergüenza que lo dude, pues la verdad está en mí desde que nací -respondió antes de sentarse.

El oficial retiró la Biblia y se sentó cerca del juez, tras la mesa. El juez apenas levantaba la vista de los papeles, pero con un leve ademán de la mano, indicó al abogado defensor que podía proceder.

– No ha jurado -dijo Luisa Ramírez al fiscal por lo bajinis.

– ¿Cómo? -respondió Estuardo.

– Que no ha jurado decir la verdad, que este viene dispuesto a mentir como un bellaco.

Jaime Estuardo estaba repasando sus preguntas, por lo que no se había percatado de tal detalle, pero las palabras de su compañera de mesa le sirvieron para aguzar los sentidos, para permanecer atento a las respuestas del testigo de la defensa.

Jorge Carlos Scotto se acercó al testigo y comenzó su interrogatorio:

– Don Luis Medina Cantalejo, ¿podría explicarnos brevemente su carrera profesional en el mundo del arbitraje?

– Por supuesto, señor. Llevo cuatro décadas dedicado al arbitraje, que lo mamé desde chiquitito en casa. He sido árbitro profesional de Primera División desde 1998 hasta 2009, once temporadas en total, con 155 partidos oficiales pitados, y alcancé la internacionalidad en 2002, con solo 37 años. Llegué a pitar una veintena de partidos internacionales, e incluso fui cuarto árbitro en la final de un Mundial, en Alemania 2006.

– Un currículum admirable, sin duda, y dígame, ¿cuál es su actual cargo?

– Desde el año 2021 soy el presidente del Comité Técnico de Árbitros, es decir, la máxima autoridad del mejor equipo de árbitros del mundo.

En ese momento, el juez Aguilar interrumpió el interrogatorio:

– Discúlpeme, estamos juzgando hechos acaecidos entre 2003 y 2018, ¿no sería conveniente traer al presidente del Comité durante los años de los pagos a las empresas de su vicepresidente, el señor Negreira?

– Me temo que tal cosa no es posible, señoría, el presidente de los árbitros durante esos años, el ilustre Victoriano Sánchez Arminio, falleció en diciembre de 2023, Dios lo acoja en su seno -pronunció con solemnidad y mirando hacia lo que él quiso representar como el cielo, mas sobre su cabeza solo había un lamparón enorme de color marrón amarillento, producto de unas goteras y de la acumulación de óxido y cagadas de paloma sobre el techo del juzgado.

– Vaya, qué lástima -se lamentó Aguilar-, y qué poco conveniente para entender lo sucedido.

– Así es -respondió Scotto-, una verdadera lástima. Pero si me permite… con la presencia del testigo pretendemos explicar el funcionamiento del Comité de Árbitros, su enorme profesionalidad, así como poner de manifiesto las funciones casi nulas del señor Negreira en el mismo durante el período investigado. Don Luis -continuó, dirigiéndose a Medina Cantalejo-, ¿podría indicarnos cuáles eran las responsabilidades de José María Enríquez Negreira en el CTA?

– Por supuesto, señor. Eran prácticamente inexistentes. Enríquez Negreira estaba prácticamente en la sombra y no sabemos qué competencias tenía. Pese a que el señor Negreira perteneció a la dirección ejecutiva del comité durante más de veinte años, lo suyo era poco más que un cargo representativo. No intervenía en las decisiones relevantes, no designaba colegiados para los partidos, ni actuaba sobre los ascensos y descensos, no tenía poder ejecutivo alguno. De hecho, durante mis veinte años en el mundo del arbitraje, apenas lo vi un par de veces, cuando nos reuníamos en Santander para hablar de los cambios en el Reglamento y poco más. Era un absoluto desconocido para todos nosotros.

En ese momento se abrió una puerta a la derecha del banco donde testificaba Medina Cantalejo y muy cerca del banquillo de los acusados, por donde apareció José María Enríquez Negreira con un paso lento y despistado. Carraspeó un par de veces, como quien intenta expulsar un gargajo. Debía venir del baño porque llevaba la bragueta bajada, por donde le asomaba el faldón de la camisa. Negreira se sorprendió al toparse de frente con todas esas miradas sobre él. Se dirigía hacia su asiento en el banquillo de los acusados cuando vio a Medina Cantalejo sentado frente al micrófono.

– ¡Hombre, Luisito, ¿tú por aquí?! ¡Cuánto tiempo sin verte! Anda, ven, dame un abrazo, hombre, ¿cómo está tu hija, cómo está María?

Medina Cantalejo trató de zafarse del abrazo de Negreira con evidentes signos de incomodidad.

– Quite, señor, yo no le conozco de nada.

Se provocó un cierto revuelo en la sala, con risas y exclamaciones de sorpresa entre los asistentes que el juez trató de acallar con el mazo. Javier Enríquez Romero se acercó a su padre, le tomó por el hombro y se lo llevó a su sitio, junto a él, “ven, Papá, es por aquí”.

– Pero si no me ha querido ni saludar -se le oyó decir al anciano.

Medina Cantalejo recompuso su jersey con ademanes algo amanerados y al mesarse el cabello mostró un Rolex enorme con esfera verde.

– Prosigo -continuó Scotto una vez que los Enríquez se sentaron-. Entonces, ¿por qué cree usted que el Fútbol Club Barcelona pudo pagar aquellas facturas a las empresas del señor Negreira?

– Supongo que serían por asesoramiento en materia arbitral, una tarea que todos los clubes tienen encomendadas, algunos a empresas externas, y otras, a excolegiados. Cómo interpretar las circulares, los cambios en el Reglamento, pequeñas modificaciones que la IFAB incorpora cada año. Supongo que serían los honorarios por esa tarea, pero eso se podrá ver en los contratos o tendrá que preguntárselo a esos señores de ahí (dijo mientras señalaba con cierto desdén al banquillo con los presidentes del Barça).

– La Fiscalía afirma que no puede ser por ese tipo de asesoramiento porque los honorarios habituales por esa función son sensiblemente inferiores, ¿qué tiene que decir a eso?

– Pues lo mismo que antes. Serían pagos por asesoramiento, quizás alguien en el Barça pensó que esos pagos podían ayudarles a mejorar, o quizás… (balbuceó)… el señor Negreira quiso convencer al Barça de que podían obtener algo más con sus servicios, lo cual es absurdo porque, como he dicho y repetido varias veces, el señor Negreira no pintaba nada en el estamento arbitral. (Se le empezaba a hinchar una vena en la frente) De hecho, si estoy aquí es para salvar el buen nombre de los árbitros españoles y estoy bastante indignado con todo lo que se ha dicho de nosotros, porque… después de todo, ¿qué pinta el CTA en toda esta trama?

– Eso mismo piensa la defensa. Muchas gracias. Señoría, no haré más preguntas.

Medina Cantalejo se levantó para salir escopetado, pero, en ese preciso instante, Jaime Estuardo se levantó y soltó un sonoro:

– ¡Disculpe, no corra tanto, señor Medina! Es el turno de la acusación.

Medina Cantalejo miró suplicante al juez, el cual le conminó a que se sentara de nuevo con un gesto.

– Me resulta curioso verle escapar de ese modo, señor Medina Cantalejo -arrancó el fiscal en su interrogatorio.

– ¿Escapar? En absoluto, creí que habíamos terminado -respondió indignado-. Tengo el máximo interés en esclarecer todo lo sucedido, porque es una infamia todo lo que se ha dicho de nosotros.

– Tranquilícese, señor Cantalejo, no tengo ninguna duda de que es así. Ya vimos su enorme ayuda cuando la Guardia Civil procedió con el registro de la sede del Comité Técnico de Árbitros en la Federación, ¿podría indicarnos dónde estaba usted aquel 28 de septiembre de 2023?

– Entienda usted que no lo recuerde ahora mismo -Medina Cantalejo se llevó la mano al cuello del jersey y lo estiró ligeramente hacia su pecho-.

– Vamos, piénselo un poco, ¿dónde estaba usted mientras la Guardia Civil registraba la sede del CTA? Le refresco la memoria, aquel día usted no estaba en Sevilla, había venido de viaje a Madrid.

– Ah, creo recordar. Sí, estaba en un hotel de Madrid porque teníamos unas jornadas en la Federación.

– ¿Y no consideró conveniente acudir a la sede del Comité para colaborar con la investigación? ¿Qué podía haber más importante para su trabajo en ese momento? -le inquirió el fiscal.

– Tenía que revisar… eeeeh, unos informes con uno de mis colaboradores y… eeeh, creímos conveniente verlos en el propio hotel, porque de ese modo evitábamos el follón que había en la sede de la Federación.

– Ya. Claro, claro. ¿De verdad que esos supuestos informes, ese día concreto, eran más importantes para usted que colaborar con la justicia en las investigaciones?

– ¡Protesto, señoría! -se escuchó por parte del abogado de la defensa-. Está tratando de desacreditar al testigo con juicios de valor.

– Se admite -asintió el juez.

– Lo entiendo, la retiro -aceptó Estuardo-. Hablemos pues del arbitraje y de su colectivo tan brillante, tan honesto, como usted mismo los ha definido. Señor Cantalejo, ¿podría decirnos cuánto cobra un árbitro de Primera División?

– A veces pienso que poco para lo que tienen que aguantar. Un colegiado de Primera División viene a cobrar unos 12.500 euros mensuales, más un fijo por partido en función de si pita en el campo, unos 4.000 euros, o en la sala VOR, en cuyo caso se le paga la mitad. Es un salario que puede parecer elevado, pero que a nosotros nos parece justo y equilibrado, dada la importancia de su trabajo.

– Bien, eso significa -Estuardo tecleó en la pantalla de su móvil, como si efectuara un cálculo-… que si un árbitro pita unos veinte partidos al año, quizás alguno más, se puede levantar entre 210.000-250.000 euros. ¿Y si asciende a internacional?

– Dependerá del número de partidos que pite y de la importancia de estos, pero un partido de Champions se puede ir a unos 7.000 euros, y uno de selecciones, entre 5.000 y 10.000 por partido, dependiendo del torneo.

– Entre unas cosas y otras, pueden llegar a los 300.000 euros anuales -concluyó-. ¿Y un árbitro de Segunda División?

– Pues las cifras, obviamente, son más bajas, como también lo son los presupuestos de los equipos y los salarios de sus jug…

– ¿Pero, cuánto? -le apremió Estuardo.

– Entre salario y sueldos por partido, unos 100.000 euros anuales.

– Luego es un punto clave para la salud, digamos, económica, de los árbitros, permanecer en Primera, promocionar a internacional, o descender a Segunda. ¿Recuerda usted en esas reuniones de Santander que su predecesor en el cargo, Victoriano Sánchez Arminio, dijera que el Real Madrid no caía bien en el estamento, que instara a perjudicarlo deportivamente?

– Mmmmhhh… no recuerdo, no me consta. Pero le corrijo, él no era mi predecesor, era Velasco Carballo.

– Es cierto, lo contrastaremos también. Entonces tampoco recordará que en esas jornadas con todo el colectivo, el señor Negreira siempre permanecía junto a Sánchez Arminio, era su brazo derecho.

– Pues… no lo recuerdo. Solo lo recuerdo cuando parábamos para comer, que le encantaban las sardinas.

– En fin, una pena esas lagunas en su memoria. Por lo menos, podría indicarnos, si lo recuerda, de qué manera se decide quiénes ascienden en el arbitraje, cuáles bajan cada año, o cómo se accede a la categoría de internacional.

– Cómo no. Los árbitros son evaluados en cada partido por unos observadores y en función de las puntuaciones que reciben, se los promociona o desciende. Todo muy transparente.

– ¿Y podría suceder que el señor Negreira influyese en esos informes arbitrales o en esas puntuaciones? Por aquello de que unos caían “mal” y otros que lo retribuían todos los meses y eran mejor tratados.

Medina Cantalejo estaba visiblemente molesto con el tono del interrogatorio, pero trató de recuperar la compostura:

– Yo no lo vi nunca, me cuesta creer…

– Pero han aparecido documentos con puntuaciones -interrumpió de nuevo Estuardo, mostrando un documento al público de forma bastante teatral-, con la firma del señor Negreira.

– ¡Protesto! -intervino Scotto, que vio que Medina Cantalejo empezaba a ponerse nervioso-. El fiscal está intentando acusar a mi testigo de unos hechos en los que no intervino y que desconoce.

– Se admite -contestó el juez.

– Tienen razón -respondió Estuardo-, ya ha quedado claro que el señor Medina estuvo escondido, perdón, reunido en un hotel cuando aparecieron esos documentos. Reformularé la pregunta: ¿usted ha oído hablar alguna vez del “índice corrector”? ¿Concretamente del “dedo índice corrector” o del “índice corruptor”?

– Eso son insidias, una patraña inventada por los medios sensacionalistas que quieren cuestionar la honestidad del arbitraje de este país y no lo voy a consentir.

El exárbitro estaba visiblemente incómodo. Se le veía sofocado. Sacó un pañuelo del bolsillo de su americana, con el escudo del Sevilla, y se enjugó el sudor de la frente.

– ¿Cómo explica que el Barcelona estuviera 78 jornadas seguidas sin que se pitara un penalti en su contra?

– Si no se pitaron, es porque no los hubo.

Se oyeron varias carcajadas en la sala, sobre todo de un flanco en el que varias personas compartían imágenes en sus móviles.

– Señores del jurado, incorporamos como prueba número 123/02 este vídeo con imágenes irrefutables de los penaltis cometidos durante ese período, fundamentalmente por los señores Javier Mascherano y Gerar Piqué Bernabéu, con artículos en los medios sobre los, llamémoslos, errores de los colegiados al no señalarlos.

– ¡Protesto! -gritó Laporta visiblemente acalorado-, ¡son medios controlados por el madridismo sociológico!

– Señoría, trato de demostrar que los errores a favor del Fútbol Club Barcelona tuvieron influencia en las puntuaciones que recibían los árbitros evaluados por Negreira, y estas, en sus ascensos y promociones -contestó Estuardo.

– No se admite la protesta, continúe.

– Gracias, señoría. Miembros del jurado -dio la espalda intencionadamente a Medina y se dirigió a la parte contraria de la sala-, en este documento pueden encontrar las declaraciones de los árbitros sobre el dedo índice corrector, que todos señalan que era el de… -y se giró hacia el banquillo de los acusados-… José María Enríquez Negreira.

– ¡Protesto! -gritaron al unísono Scotto y Laporta.

– Señor juez, trato de demostrar que el testigo ha cometido perjurio en su declaración, que ha faltado a la verdad en varias de sus manifestaciones, y que los informes del señor Negreira, que no eran precisamente de asesoramiento, pudieron tener influencia en los arbitrajes.

El juez Aguilar se había quitado las gafas y, tras dejar de chupar el extremo de una de las patillas, anunció:

– No se admite. Puede continuar.

Se escuchó un “intolerapla” en la mesa de Laporta. Estuardo se acercó al testigo, redujo el espacio físico con Medina Cantalejo todo lo que la barrera le permitía y prosiguió:

– El testigo nos ha dicho que el señor Negreira no pintaba nada y que el colectivo arbitral es un grupo de gente honesta. Bien, pues aquí tengo las declaraciones de una veintena de ellos en las que afirman ¡que lo dicho por el señor Medina canta de lejos que es falso! Antonio Mateu Lahoz afirmó que “era como un general en el ejército”, Jaime Latre declaró a la Guardia Civil que el hijo de Negreira los llevaba al Camp Nou cuando arbitraban al Barcelona y les daba indicaciones sobr…

– ¡No se lo consiento! -Medina Cantalejo trató de interrumpir al fiscal-. Todo eso son mentiras de árbitros que…

– No me interrumpa, por favor -le recriminó Estuardo de manera rotunda-, González González afirmó que los pagos eran para obtener beneficio deportivo, Sergi Albert explicó a la Guardia Civil que Negreira y Sánchez Arminio decidían sobre los ascensos y descensos de los colegiados, o sobre las promociones a internacional. (Mientras pronunciaba el alegato, Medina Cantalejo juntó sus manos y miró al techo como si orara en misa de doce) Podría seguir un largo rato, pero en el sumario tienen las declaraciones de veintiuno de ellos. Allí podrán consultarlas y constatar que lo que ha dicho el testigo ¡es falso!

Hubo un murmullo en la sala, al principio leve, luego más sonoro, y el juez tuvo que golpear nuevamente el mazo.

– Pero no quiero insistir con este tema, porque las pruebas están ahí, fácilmente accesibles. Preferiría volver a otro aspecto de su carrera. Usted pitó dos veces en el Camp Nou el partido estrella de la temporada, el Barcelona-Real Madrid.

– Sí, así es -respondió Medina tras beber el vaso de agua que un ordenanza le había acercado-. El primero fue en el año 2000.

– Lo recordamos perfectamente. El del cochinillo, cuando no tuvo el coraje de suspender el partido pese al lanzamiento de objetos.

– ¡Fue una situación que se desbordó!, tuve que parar el juego en varias ocasiones y creo que habría sido peor suspenderlo.

– Ya, pero no tuvo el valor de suspenderlo ni después del lanzamiento del cochinillo o de la botella de JB. Pero yo quería preguntarle por la segunda ocasión, en 2006. En su designación para el partido intervino ese señor de quien usted afirma que no tenía atribución alguna.

Estuardo enseñó a los asistentes un recorte de prensa.

– Señorías, el testigo fue designado directamente por Enríquez Negreira y convenientemente puntuado tras pitar un penalti a favor de los locales, expulsar a Roberto Carlos a los veinte minutos y comerse otro penalti, pero esta vez en el área del Barça.

– ¡Protesto! -se escuchó desde el banco de la defensa-. Eso son valoraciones totalmente subjetivas.

– Se admite -dijo el juez.

– Tienen razón. Sobra la segunda parte de mi aseveración, mas no la primera: el señor Negreira tenía competencias importantes en el Comité Técnico de Árbitros y el testigo era conocedor de primera mano de las mismas, luego mantenemos nuestra acusación de perjurio. No haré más preguntas.

– Es usted un… -Medina se calló a tiempo.

Se levantó para marcharse, pero en ese mismo instante se levantó Luisa Ramírez, la abogada del Real Madrid, y con su voz tenue, pero enormemente clara, pidió un turno adicional:

– Señoría, me gustaría plantear dos cuestiones más al testigo.

El juez Aguilar estaba visiblemente agotado, y tras finalizar su bostezo, hizo un gesto con la mano para que la abogada pudiera proceder.

– Gracias. Seré breve. Señor Medina, ¿tiene usted constancia de que el señor Negreira fuera contratado por la Federación Catalana de Fútbol para realizar labores de seguimiento arbitral tras cesar los pagos por parte del Fútbol Club Barcelona?

– Eso tengo entendido -respondió el sevillano.

– El testigo ha sido demandado por el desvío o el uso fraudulento de cerca de dos millones de euros de la Federación Catalana, un dinero que debía ir destinado al arbitraje.

– Esa es una demanda que proviene de una rata y yo no me rebajo a hablar de ratas.

– Le llamo a usted al orden -prorrumpió el juez Aguilar con un ademán muy serio-. No puede insultar al demandante de otro caso que aún no sabemos qué relación tiene con este.

– Disculpe, señoría –respondió Medina Cantalejo-. Lleva razón, además, porque denominar rata a ese sujeto sería elevar su condición a algo que no es.

En la sala se oyeron varias exclamaciones de asombro: “hala, lo que ha dicho”, “joer, qué cabrón”, “voy a comprar palomitas”, dijo un famoso tuitero.

–  Le llamo al orden por última vez. Prosiga, por favor.

– Gracias -continuó la señorita Ramírez-. ¿Es usted conocedor de que en la dependencia de la Federación Catalana había documentación sobre los informes arbitrales realizados por el señor Negreira?

– No lo sé, no me consta -respondió un descolocado Medina mientras se tocaba la nariz.

– ¡Protesto! -reiteró Scotto-. Es una suposición, no tiene ninguna prueba.

– Señoría -se adelantó la abogada-, tiene razón, no tengo pruebas. La sede de la Federación fue asaltada recientemente por…

– Lo supongo -terminó la frase el propio juez-, por una banda de delincuentes seguramente venidos del Este.

– Así es. No haré más preguntas, señoría.

– Siendo así, se levanta la sesión.

Medina Cantalejo salió corriendo por el lado contrario al que se encontraba el banquillo de los acusados. Ni siquiera escuchó las palabras de Negreira: “¡Luisito, Luisito”, ni las que dirigió posteriormente a su hijo:

– Solo quería que nos pusiéramos al día. Como antaño.

Capítulo 3 – Luis Rubiales

– ¡En pie! Preside la sesión el honorable juez Aguilar.

El alguacil gigantón de cabeza rapada (ya apodado cariñosamente por todos los habituales como “Bull”) abrió las puertas de la sala del juzgado. Para sorpresa de todos, quien entró no fue el juez, sino el propio Joan Laporta, que venía con el rostro enrojecido, la corbata a medio anudar, y andaba con paso apurado. “Perdón, perdón, perdón”, se le escuchó entre carraspeos y jadeos. Unos pocos pasos por detrás del presidente del Barça, apareció el juez del caso Negreira, el veterano Julián Aguilar. Tomó asiento con la décima parte de estruendo del que montó Laporta al alcanzar su silla.

Revisó el expediente unos segundos y miró al frente. “Otra vez lleno. Otra vez Laporta en la mesa de la defensa, ¿por qué no lo mandé en su día al banquillo de los acusados?”. Esa misma pregunta se había hecho la noche anterior y su propia respuesta fue: “por pereza, por no escucharlo”.

– Falta uno de los principales encausados, el señor Enríquez Negreira, pero supongo que podemos proceder.

– Sí, señoría, me consta que ha entrado en el edificio y que se incorporará en breve, cuando termine… cuando despache… Pero podemos empezar -respondió Scotto-. La defensa llama como testigo a Luis Manuel Rubiales Béjar.

Se abrieron las puertas y apareció el expresidente de la Federación Española de Futbol, ataviado completamente de negro. Pantalones ajustados, una camiseta fit-fit-fit completamente negra y una americana «más oscura que el sobaco de Eto’o, jojojo», como él mismo definía ante sus amigotes. Los focos de la sala se reflejaban en su reluciente cocorota. Se dirigió con paso firme y algo chulesco al lugar destinado para su declaración.

– Le falta el revólver -dijo Estuardo por lo bajo a su compañera de mesa.

Casi al mismo tiempo, mientras le tomaban juramento, apareció Enríquez Negreira por la puerta situada junto al banquillo de los acusados. Estaba apretándose el cinturón, pues venía de “despachar” y llevaba en la mano izquierda un gurruño de papeles de baño, con los que se secó, por este orden, las manos, los mocos y la frente.

El abogado de la defensa comenzó el interrogatorio.

– Don Luis Manuel Rubiales Béjar, 48 años recién cumplidos, presidente de la Federación Española de Fútbol de 2018 a 2023, vicepresidente de la UEFA durante casi todo ese período, una larga trayectoria ligada al mundo del fútbol, ¿podría decirnos de quién depende el Comité Técnico de Árbitros?

(Advertencia al lector: léase la parte del diálogo de Rubiales con su tono de voz macarrónico habitual, pronunciando “laj-kompetencias” en lugar de “las competencias”, o “ejke” en lugar de “es que”, como si usted desayunara orujo del malo todas las mañanas).

– Cómo no. Viene bien especificado en el artículo 28 del Reglamento de la Federación Española de Fútbol: el Comité Técnico de Árbitros dirige el estamento arbitral y depende directamente del presidente de la Federación, luego en esos años, de mí.

– Conocerá entonces las tareas que realizaba el señor Negreira durante los años en que se produjeron los pagos.

– Las tareas… no le puedo decir, apenas coincidí con él unos meses, puesto que dejó su cargo poco después de que yo accediera a la presidencia en mayo de 2018. Todo esto es algo que nos hemos encontrado de la época anterior. Lo que sí puedo decirle es que, por lo que yo sé, este señor nunca participó en nada. Este señor tenía las competencias que tenía y no participaba en el nombramiento de árbitros. He escuchado cosas absurdas, como que influía en ascensos y descensos, o que nombraba árbitros internacionales. ¡Es absurdo, si la internacionalidad es responsabilidad de la UEFA, no del CTA!

– ¿Qué opinión le merecen entonces los pagos que están siendo juzgados en este caso?

– Pues verá, yo estoy plenamente convencido de la honestidad del colectivo arbitral, y que el señor Negreira no tuviera funciones no exime la responsabilidad de ese flujo de dinero de un club de fútbol a un vicepresidente de los árbitros. Creo que el mero hecho de un pago es algo nocivo, pero hay que tener paciencia antes de juzgar.

– Así que no ve usted nada punible en estos pagos, ni que tuvieran influencia en los arbitrajes. Lo ve más como una infracción administrativa.

– Mire, yo soy de Motril y he sido futbolista de Primera. Hay una confusión inducida, porque, cuando se genera controversia, eso vende mucho. El fútbol es pasión, es rabia, y los árbitros se equivocan, seguro, como nos equivocamos todos, pero de ahí a pensar que influyeran sería una sorpresa. Es una irregularidad que habrá que analizar. Cuando llegamos a la Federación, todos los departamentos firmamos una declaración de ausencia de conflicto de intereses. Con esto, los pagos a Negreira no hubieran ocurrido, ocultar a la Federación que una persona recibía dinero… pero estos señores tienen derecho a la presunción de inocencia.

– Muchas gracias, señor Rubiales -concluyó Scotto-. No haré más preguntas, señoría.

Una ordenanza acercó un vaso de agua a Rubiales, porque se le veía con la garganta notablemente seca.

– Gracias, guapa -se le escapó a Rubiales, quien, antes de que comenzara el turno de la acusación, se bebió el vaso sin apartar la vista de las posaderas de la joven muchacha.

Mientras la vista de Rubiales seguía el contoneo de caderas nada sensual de la ordenanza y el fiscal preparaba sus papeles, se organizó un pequeño revuelo en la sala, provocado por la entrada de dos personajes que captaron la atención de todos los asistentes: el tipo alto con gorra y sudadera de la Kings League era muy conocido, el mismísimo Gerard Piqué, y la mujer que lo acompañaba estaba vestida con un niqab negro-negrísimo que ocultaba todo su rostro y cuerpo. Solo se le veían unos ojos verdes preciosos, maquillados cual Sofía Vergara, y unas cuidadas manos en cuyos dedos lucían varios pedruscos de alto valor. Con los zapatos de tacón que portaba, la chica bajo el niqab superaba en altura a Piqué, quien disfrutaba con los grandes murmullos que se iniciaron entre los asistentes.

Rubiales presenció desde su sitio la llegada de su “amigo Geri” y se temió lo peor, “qué estará tramando este hijoputa, siempre tan graciosillo, tan ocurrente”. Geri chasqueó los dedos y los dos chicos que estaban sentados en el primer banco del público se levantaron y cedieron su asiento a Piqué y a su acompañante. El exjugador soltó unos billetes indisimuladamente a los dos imberbes, que hasta ese momento habían llamado la atención por su aspecto, corte de pelo degradado, chúndal, mirada perdida… unos pa-vi-sosos (Pajilleros adictos a los Videojuegos y sosos como un apio).

– Orden, orden en la sala -el juez Aguilar levantó la voz mientras golpeaba con el mazo.

Desde su banco, Geri tenía una vista frontal y directa de Rubi, por cuya cabeza circulaban mil pensamientos a toda velocidad: “joer, a qué está jugando, viene con esa tía para hacer algún tipo de referencia a Arabia Saudí, seguro, para tocarme loj-kojones o por hacer una gracieta, no, ya lo tengo, seguro que me está grabando con cámara oculta por mucho que esté prohibido y luego lo subirá a sus redes sociales, joder, Geri, no me putees ahora”. La joven del niqab tenía un bolso enorme con un botón circular de unos tres centímetros orientado hacia la cara de Rubiales, que empezó a ponerse nervioso.

– Con la venia, señoría -arrancó Estuardo-, me gustaría aclarar algunas de las inconsistencias que ha dejado el testigo durante su declaración. Señor Rubiales, ¿señor Rubiales? Mire aquí, por favor. Usted llega a la presidencia de la Federación en mayo de 2018. Sucede a Ángel María Villar, cuya época fue conocida por algunos medios como “Villarato”. El Villarato era un sistema, una manera de denominar la influencia para decidir campeonatos de su antecesor, que contaba con el control de los arbitrajes y de los comités, las designaciones, en favor de un equipo determinado. Un equipo que, casualmente, o mejor dicho, no por casualidad, sino por causalidad, estuvo pagando hasta ese mismo 2018 al vicepresidente de los árbitros y brazo derecho de Victoriano Sánchez Arminio, el señor Enríquez Negreira. ¿Cree posible esa influencia?

– Ya le he dicho que el señor Negreira no tenía competencia alguna, lo veo altamente improbable.

– Sí, le hemos escuchado, pero en su declaración se ha quedado usted en el artículo 28, ¿sabe lo que dice el 29? Habla de las competencias del Comité Técnico de Árbitros, entre ellas, literalmente, “clasificar técnicamente a los árbitros a tenor de las correspondientes evaluaciones, y proponer al Presidente de la RFEF los ascensos y descensos”. Es consciente de que, durante el registro en la sede de la Federación, ya bajo su presidencia, aparecieron actas firmadas por el señor Negreira en las que se evaluaba el papel de los árbitros en cada partido y su clasificación durante la temporada para determinar los ascensos y descensos. ¿No le extrañó?

– Supongo que sería parte de su trabajo, aunque esa labor la realizan normalmente los vicepresidentes, no solo el señor Negreira, y durante esos años eran tres.

– Ya. Bueno, no exactamente así. Uno de los tres vicepresidentes se encarga solo del área económica y el otro durante aquellos años, Franco Martínez, falleció en febrero del año pasado. No podremos contrastar cuáles eran exactamente sus funciones, si bien no hemos encontrado actas con su firma puntuando a los árbitros.

“Vaya”, pensó para sus adentros el juez Aguilar, “otra muerte inconveniente”.

– Lo que sí sabemos -continuó Estuardo- es que el señor Negreira tenía la capacidad de sancionar a los árbitros que consideraba que no habían pitado de acuerdo con sus indicaciones.

– ¡Sí, claro! -contestó Rubiales con vehemencia-, por el artículo 33.

– Exactamente, no es broma, veo que su formación de abogado le sirve para recordar estas cosas -Rubiales cambió su gesto de perplejidad a uno de asentimiento, para deshueve de Piqué-. Según el artículo 33, el Vicepresidente del Comité, Enríquez Negreira durante décadas, como encargado de la Comisión de Disciplina y Méritos puede “ejercer las facultades disciplinarias en lo que respecta a aquellas actuaciones que se consideren técnicamente deficientes”, como hicieron, por ejemplo, con Pino Zamorano, Muñiz Fernández, Daudén Ibáñez…

– ¡Protesto! -saltó Laporta-, eran árbitros del sistema, madridistas de cuna, como tod…

– ¡Señor Laporta, le llamo al orden de nuevo! -interrumpió el juez-. No se admite, le ruego que deje terminar al fiscal.

 – Gracias, señoría. Decía que se castigaba a todo aquel que no arbitrara al dictado de Negreira, el brazo derecho de Sánchez Arminio, el mismo que declaraba al resto de árbitros que el Real Madrid no caía bien en el estamento. Por cierto, ¿ha dicho usted que es la UEFA la que nombra internacionales a los árbitros?

– Así es -contestó Rubiales, que no dejaba de quitar el ojo a Piqué y, sobre todo, al bolso de su acompañante.

– Artículo 29, punto c. Es competencia del Comité de Árbitros “proponer los candidatos a árbitros internacionales” a la UEFA, que se limita a aprobar dichas propuestas. ¿Acaso nos ha querido mentir u ocultar esta parte?

– ¡Protesto! -dijo Scotto-. Está tratando de desacreditar al testigo, y nuestro testigo no ha mentido, simplemente ha resultado algo… impreciso.

– Se admite -resolvió el juez.

Gerard Piqué se descojonó con los nervios de Rubiales, que pidió otro vaso de agua con un gesto.

– De acuerdo, no mintió, solo fue poco preciso. Según el artículo 29, punto f, también es competencia del Comité la designación de los equipos arbitrales para dirigir los partidos, un punto clave del llamado Villarato. Yo no sigo mucho el fútbol, pero, por lo que sé, se premiaba a los árbitros que se confundían a favor del Barça o en contra del Real Madrid. Su testimonio puede ser de gran utilidad para aclarar al jurado el funcionamiento de este organismo y depurar responsabilidades de los acusados. ¿Qué tiene que decir al respecto, es posible que Negreira designara a árbitros afines a sus intereses para los partidos clave y que los premiara en función de sus actuaciones?

Antes de contestar, se le fue de nuevo la vista a la mujer del niqab, la cual se abrió el vestido a la altura del pecho y le mostró una lencería rosada bajo la cual se adivinaban unos senos estupendos. Luego se levantó el velo y se pasó la lengua de modo lascivo por unos labios maquillados como en un anuncio de cosmética. Rubiales se quedó en blanco, mientras Piqué trataba de aguantar la risa.

– Yoooo, ya le he contestado al señor Escroto -se puso de pie para quitarse la chaqueta, porque empezaba a sudar-. No lo creo, ¿me pueden dar un poco de agua, por favor?

La ordenanza volvió a acercarse con el vaso de agua y Rubiales, agradecido y nervioso a la vez, la tomó por los hombros como si fuera a darle lo que en su argot era “un piquito consentido”. Por suerte se dio cuenta a tiempo, pidió perdón y logró sentarse sin meter de nuevo la pata.

– Mire, yo vengo aquí como testigo, vengo a ayudar, pero de mí se han dicho tantas cosas… cualquier día me van a encontrar un saco de cocaína en el maletero.

El juez, que hasta entonces estaba aburrido viendo que el interrogatorio no iba a ningún lado, levantó inmediatamente la vista de los papeles y lo miró fijamente.

– He sido un luchador toda mi vida, me partieron las piernas de pequeño… -balbuceaba, divagaba-. Usted quiere que emita una opinión desfavorable al arbitraje y escúcheme bien, aunque se la voy a repetir: ¡No voy a emitir, no voy a emitir esa opinión! ¡No voy a emitirla!

– Bien, lo entiendo, la época juzgada es anterior a su presidencia, pero ¿sabe una cosa, sabe en qué me recuerda su etapa a la del llamado “Villarato”? En que Villar se procuró la ayuda del Barça en forma de vicepresidencia para Joan Gaspart en 2004, y se mantuvo ahí durante todo el período Negreira, pero usted hizo lo propio con Laporta según llegó a la presidencia del Barça a principios de 2021. Y al igual que Villar mantuvo a Gaspart pese a los escándalos que se sucedían alrededor del Fútbol Club Barcelona, usted mantuvo la vicepresidencia de Joan Laporta aunque el escándalo de Negreira le hubiera reventado ya en sus narices.

– Se han dicho tantas cosas de mí… que no son ciertas que… -trataba de defenderse Rubiales.

Rubiales estaba ido, más aún cuando vio que la mujer volvió a abrirse el niqab y le mostró el pecho izquierdo, para, a continuación, frotarse el pezón de manera sensual. Si se trataba de algún juego privado entre Geri y Rubi fruto de sus mil y una noches de juerga en Arabia, solo lo sabrían ellos, el caso es que la gracieta del primero descolocó totalmente al segundo. Si fuera un boxeador, estaría atrapado en la esquina, noqueado por su oponente.

– Usted ha hecho hincapié en los conflictos de intereses y en cómo, desde que llegó a la Federación, toda la junta directiva firmó una declaración en la que se comprometían a evitarlos. ¿No le parece que hay un conflicto de intereses cuando se adjudica el VAR a una empresa dirigida por un socio y avalista del Barça? ¿Qué cree que quería decir Negreira con aquello de “puedo ayudaros con el VAR”?

La suerte que tuvo Rubiales fue que el alguacil se dio cuenta de lo que estaba haciendo Piqué con la modelo contratada para el numerito, así que se fue hacia ellos y les dijo:

– ¡Abandonen la sala ahora mismo!

Bull intentó llevárselos, y la mujer, inteligentemente, se levantó presta para irse, si bien no soltó el bolso, que mantuvo orientado hacia la acción, pero Gerard Piqué se puso farruco ante el alguacil, tú no sabes con quién estás hablando, tú no eres nadie y te jode que yo gane millones de euros y sea más guapo y famoso que tú, buscas tu minuto de gloria, pero mañana voy a hablar con tu jefe y te vas a cagar… Bull, que le sacaba media cabeza y una espalda, le arrancó la gorra de un sopapo en la visera, aunque el cuerpo le pedía dárselo en la jeta, y le tiró de la oreja con fuerza:

– ¡Fuera, ahora mismo! Y no te lo diré dos veces.

Lo arrastró en esa postura hasta la puerta de la sala. La modelo bajo el niqab prefirió abandonar la sala por sus propios medios y logró grabar un vídeo que se haría viral en pocas horas en los canales de Twitch, X, TikTok, YouTube y demás redes sociales del humorista metido a empresario, lo cual le reportó varios cientos de miles de euros en publicidad.

El juez Aguilar no dejó de golpear con el mazo y pedir “orden” a los asistentes, muchos de ellos periodistas que lamentaron no haber presenciado bien el incidente. Las palabras que más se escuchaban entre ellos eran las de “niñato” y “pibón”. Una vez recuperado el orden, Jaime Estuardo trató de retomar su interrogatorio:

– No crea que me he perdido, señor Rubiales, hablábamos de conflictos de intereses y aquí tenía, delante de usted, a un exjugador que, mientras estaba en activo, negoció con la Federación, directamente con usted -lo señaló con rabia-, que se repartirían varios millones de euros, de “palos”, como los llamaban, si el Barcelona se clasificaba para la Supercopa. ¿No cree usted que ese tipo de acuerdos influyeron en los arbitrajes, como se pudo comprobar según accedió Xavi Hernández al banquillo azulgrana?

– ¡Protesto, señoría! -exclamó Scotto-. No tiene nada que ver con el hecho juzgado.

– ¡Y el dinero era también para el Madrid! ¡También el Madrid! -se desgañitó Laporta.

– Se admite -sentenció Aguilar, y dirigiéndose a Estuardo, le indicó-, cíñase a los hechos juzgados, por favor.

– De acuerdo, señoría. Solo trataba de demostrar la falta de consistencia del testigo traído por la defensa, un tipo juzgado por apropiación indebida, cobro de comisiones, agresión sexual y coacciones. Creo que la defensa debería seleccionar mejor sus testigos, porque, al igual que con Medina Cantalejo, nos estamos planteando solicitar una condena por perjurio. No haré más preguntas.

Rubiales se levantó para marcharse, pero le frenó el juez.

– La acusación particular quiere continuar con el interrogatorio, señor Rubiales.

Como no se había separado lo suficiente del micrófono mientras se ponía la chaqueta, se le oyó mascullar “suputamadre” perfectamente. La abogada del Real Madrid, Luisa Ramírez, se acercó al asiento del testigo y procedió:

– Señor Rubiales, ¿conoce usted el Código Ético de la Real Federación Española de Fútbol?

– Pues… a grandes rasgos, señorita, no en su integridad, como comprenderá.

– Bien, sabrá usted que en el actual Código Ético no hay sanciones para delitos como los investigados.

– Eso me dijeron los asesores jurídicos de la Federación, sí -respondió Rubiales.

– Una pena, porque sabe usted que esto sucede en el actual Código Ético de la Federación, que se aprobó en mayo de 2021. ¿Cuándo ha dicho que entró Laporta como vicepresidente de la Federación Española de Fútbol? -rebuscó en sus papeles-, ah, aquí lo tengo, en marzo de 2021.

– Supongo que el anterior Código no sería muy distinto, lo habitual es copiar unos de otros y mejorar lo que conviene cambiar.

– Pues resulta que sí lo era, mire, le dejo este informe del famoso despacho FG-Hechi, en el que se ven los cambios introducidos, así como la supresión del artículo 12, que indicaba que los delitos de corrupción no prescribían. Una pena, ¿no fue consciente de esta modificación?

– Yo… de eso se encargarían los expertos legales de la Federación, yo estaba en otras cosas.

– Sí, ya lo hemos visto, estaba cerrando el reparto de “palos” en Arabia Saudí. No haré más preguntas, señoría.

El juez Aguilar levantó la sesión, recogió sus papeles y, antes de abandonar la sala, miró al público congregado: todos estaban mirando en sus móviles cierto vídeo sobre un suceso ocurrido en un juzgado de Barcelona. “La madre que me parió”, pensó.

(Continuará)

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