Mentiras, cambios de opinión, inexactitudes o ignorancia

Uno es honesto y sincero, mientras que los demás mienten, o al menos ese es el mensaje principal que nos han dejado los candidatos a la presidencia del gobierno durante las semanas previas a las elecciones del 23-J. Pocas veces como esta, las mentiras del rival han copado la campaña, lo que da una muestra del nivel de nuestra clase política y de la poca ilusión que sus propuestas de futuro transmiten a los votantes. De las mentiras de “Perro Sánchez” a “Fakejóo”, de “los manipuladores de Vox” a las “inexactitudes” de Sumar. Parece mentira, si se me permite la gracieta, porque “parece mentira” que en esta sociedad de la información se nos tenga más desinformados que nunca, lo cual es cualquier cosa menos casual.

La campaña comenzó con la entrevista que el presidente del gobierno concedió a Carlos Alsina, en la que el periodista le inquirió: “¿por qué nos ha mentido tanto?”. Y Pedro Sánchez contestó, con el cuajo que tiene acostumbrado y sin perder la compostura, que él no había mentido, solo había cambiado de opinión. Que asuntos en los que tenía una opinión (indultos, pactos, el delito de sedición o malversación, política fiscal…) había tenido que modificar sus planteamientos, pero que eso no era ninguna mentira. Recuerden algunos cambios de opinión resumidos en Sí se puede. Antes no se podía, pero ahora ya sí se puede. A la mañana siguiente, el propio Carlos Alsina detalló una serie de mentiras (y no cambios de opinión) que el presidente había tenido durante los años previos.

El candidato del Partido Popular Alberto Núñez Feijóo no se libró del escrutinio del mismo Carlos Alsina. Por mucho que el gallego dijera que se sometería a cualquier prueba o máquina de la verdad porque “a mí me importa mucho que no se diga de mí que miento”, Alsina le desgranó todas las mentiras que dijo el día del debate cara a cara frente a Pedro Sánchez. A raíz del debate, el equipo de campaña del PSOE pasó a cimentar su campaña en las mentiras de Feijóo, o “Fakejóo”, como circuló en redes sociales, y los asesores del PP pasaron a hablar de “inexactitudes”, de interpretaciones de los datos. Creo que el día que Feijóo afirmó de manera vehemente en Televisión Española que el PP “nunca dejó de revalorizar las pensiones conforme al IPC” estaba diciendo lo que él creía cierto o lo que le habían asesorado, luego no era tanto un problema de mentiras como de ignorancia. La propia periodista de la cadena pública, Silvia Intxaurrondo, trató de sacarlo de su error: “No lo hicieron en 2012, ni en 2013, ni en 2017”. Datos fácilmente contrastables, como todos aquellos en los que patinó Sánchez de manera reiterada durante el cara a cara. ¿Nos mienten o son muy malos? Yo creo que ambas cosas.

¿Mentía Santiago Abascal cuando reprochó a Sánchez que había sacado adelante la reforma laboral con un pacto con Bildu? No creo que lo hiciera a conciencia, simplemente no se preparan los temas, hablan para los suyos. Cuando Yolanda Díaz se empeña en hablar de las bondades de la reforma laboral mientras oculta el dato de los fijos discontinuos sin trabajo, ¿nos miente, nos da una información sesgada por su propio interés, o es que lo ignora? Cuando la misma cabeza de lista de Sumar suelta la mentira tan demagógica de que las grandes empresas pagan el tres por ciento de impuestos, ¿lo hace sabiendo que miente o es por mero desconocimiento? Por cierto, quien inició este bulo archirrepetido elección tras elección fue el ministro del Partido Popular Cristóbal Montoro. Montoro miente, escribí en su día, y lo dije con todas las letras porque, al contrario que muchos de los candidatos actuales, el exministro de Hacienda sí sabía de lo que hablaba.

A mí, como votante cabreado que no quiere dejar de votar, me molesta mucho. La mentira y la incompetencia. La manipulación y la ignorancia de aquellos en quienes supuestamente depositamos nuestra confianza. La semana del 23-J el diario El País publicó un artículo de Carmen Domingo titulado Ganar votos con mentiras. Obviando el sesgo del artículo, recuerda que gracias al PolitiFact, una organización sin ánimo de lucro para detectar fake news, supimos que el setenta por ciento de las afirmaciones realizadas por Donald Trump durante su campaña fueron falsas, pese a lo cual ganó, y pese a todo lo cual podría volver a hacerlo.

“Por desgracia, vivimos en un mundo en el que los políticos pueden desafiar los hechos, inventárselos incluso, y no pagar ningún precio político por hacerlo, consiguiendo desacreditar a la política al tiempo que la mentira acaba no solo cobrando mucha más importancia que la verdad, sino que se rentabiliza de mejor manera”. En la misma página de El País en la que se publica el artículo, se incluye otro de Soledad Alcaide, Defensora del Lector, sobre las críticas a Feijóo atribuidas por Xavier Vidal-Folch a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

Cada uno barre para su casa, y pese a los desmentidos raudos y categóricos de la propia Comisión Europea y su gabinete, negando dichas palabras, para el periódico aquello fue «Una afirmación delicada sin contrastar». Otro modo de llamarlo. La “futbolización” de la política: los míos siempre dicen la vedad, aunque mientan, y los otros siempre mienten, aunque sus datos sean veraces. Una pena.

Como fue una pena comprobar a eso de las once de la noche que todos ellos, mentirosos, ignorantes, manipuladores y esparcidores de mierda, habían logrado polarizar la sociedad de tal modo que los “bloques” en ese momento estaban empatados a 171 escaños. En ese momento, mientras en Ferraz comenzaron a cantar el guerracivilesco “No pasarán”, las redes sociales de corte derechista hablaban de “pucherazo”, y a mí me entró un escalofrío por todo el cuerpo. Nunca pensé que llegaríamos a esto.

En estos últimos meses hemos visto cómo se han desprestigiado (con cagadas impropias de sus dirigentes y con mentiras de los opositores) instituciones básicas como la administración de Justicia, Correos, la Junta Electoral Central, Televisión Española (siempre estuvo sometida al partido en el poder), los medios de comunicación, el CIS, el Banco de España, Renfe o Adif (por la avería del domingo), incluso una entidad semiprivada como Indra, una empresa que se contrata de manera habitual en numerosos países para sus procesos electorales.

Todo vale contra el enemigo. Recordemos el “necesitamos un gobierno que no nos mienta” en plena jornada de reflexión y duelo tras el 11-M de 2004. En aquellos momentos de confusión, Ángel Acebes mantenía la autoría de ETA de los atentados pese a las primeras detenciones, y Rubalcaba y los suyos alentaron a los suyos a asediar sedes del PP de una manera nunca vista. Un periodista de prestigio (y clara afinidad ideológica) como Iñaki Gabilondo informó de aquella otra falacia de los terroristas suicidas con tres capas de calzoncillos para azuzar la batalla mediática, una mentira nunca contrastada de la que tuvieron que desdecirse tiempo después, como de tantas otras que los distintos medios dijeron esos días. Todo valía y todo vale, y además, todo parte de una consideración de la sociedad como imbéciles fácilmente manipulables. Que quizás sea cierto. Lo dije cuando gobernaba el PP y lo mantengo ahora, Nos toman por imbéciles.

Hace pocas semanas se ha inaugurado en el Espacio Fundación Telefónica una interesante exposición: Fake News, la Fábrica de mentiras. La exposición trata la creación de la mentira con sus distintos objetivos, algunas de las grandes fake news de la historia, las estrategias de desinformación, el papel de los medios de comunicación y los tan necesarios fact-checkers, los verificadores. En uno de los apartados, se habla de la Escalera de la manipulación definida en su día por Claire Wardle, experta en desinformación, quien distingue siete pasos o peldaños de menor a mayor en función del grado de deliberación del engaño:

  • Sátira o parodia.
  • Conexión falsa.
  • Omisión de contenido.
  • Contexto falso.
  • Contenido impostor.
  • Contenido manipulado.
  • Contenido fabricado.

Por desgracia, cada día tenemos menos parodia, menos humor, y más contenido fabricado o manipulado. Tomé la foto con la que empieza este post a la entrada de la exposición y cada frase (Platón, Orwell, Huxley, Goebbels) da más miedo que la anterior. La información circula a toda velocidad por el mundo y apenas hay tiempo para combatir la desinformación y la mentira. El ministro de propaganda del régimen nazi, Joseph Goebbels, acertó con sus once principios de la propaganda, y me preocupa el de la vulgarización: el mensaje debe ir dirigido al menos inteligente de los individuos que va a recibirlo. Como el principio de la simplificación. Qué drama.

Vuelvo a las mentiras y a las campañas electorales. Hay una serie de partidos que no mienten nunca, o que cumplen lo que proclaman: son los nacionalistas. Han dejado bien claro que les importa muy poco la gobernabilidad de España y la situación económica o social de fuera de sus territorios. Saben que sus votos valen más que los de otros partidos, que son fundamentales para la investidura, van a exigir contraprestaciones, algunas de ellas inasumibles, y así se lo han hecho saber a los dos principales partidos desde hace décadas. El mismo sistema suicida en el que llevamos anclados desde hace décadas.

2 comentarios en “Mentiras, cambios de opinión, inexactitudes o ignorancia

  1. Avatar de Manuel GP

    Lo cual demuestra que votamos con la tripa en vez de con la cabeza. No sólo votamos a los mentirosos, sino también a los chorizos corruptos. Pero son los nuestros.

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    • Avatar de cuatroamiguetes

      Pues sí, es un Madrid-Barça llevado a la política. Ceguera con los propios y lupa de mil aumentos para «el otro». Y polarización, mucha polarización de la sociedad, incapacidad de llegar a un entendimiento con el diferente.

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