Vacaciones en entredicho, por Josean

Con la crisis o debido a las consecuencias de la misma, los trabajadores hemos llegado a dar por buenas algunas medidas que nos hubieran parecido impensables hace apenas una década. Hemos aceptado que los sueldos no se incrementen, incluso los infrasueldos, hemos asumido que difícilmente nos va a llegar para una pensión digna el día de mañana, que no será a los 65 palos, nos han convencido (o pretendido) de que era positivo que se abaratara el despido o acabar con la negociación colectiva, y por supuesto, si alguno creyó en la implantación de la jornada de 35 horas, podemos darla por enterrada.

¿Ahora toca cuestionar las vacaciones? Pues espero que no, pero a raíz de la decisión de Cristina Cifuentes de no disfrutar de su período de descanso por segundo año consecutivo, se ha organizado un pequeño revuelo. Sobre todo, cuando la presidenta de la Comunidad de Madrid dijo que las vacaciones no eran «una obligación», sino «una opción voluntaria».

Por las mismas fechas leo un artículo de Expansión cuyo título hizo que me temblaran las canillas, aunque luego no fuera para tanto: «Trabacaciones», cómo combinar el tiempo libre con el trabajo. Luego leo este artículo sobre la necesidad que sienten tantos trabajadores de estar conectados al trabajo durante las vacaciones, y ya el colmo, que el 48% de los currantes se sienten culpables por disfrutar de esos días de asueto. ¿Pero qué está pasando aquí? 

El conocido ultraman/trader/opinador mediático Josef Ajram definió hace unos meses el modelo tradicional de 14 pagas y un mes de vacaciones como «mundos de Yupi». Lo dice un tipo que especula en los mundos de Yupi de la Bolsa, incluso con el 11-S, para forrarse y tener tiempo libre para entrenar como una mala bestia.

Empiezo a preocuparme por cómo pueda acabar el cuestionamiento de las vacaciones. Sobre todo porque tengo la sensación de que en la mayoría de los asuntos que nos afectan vamos a terminar siguiendo el modelo estadounidense. Educación, sanidad, pensiones, lobbies,… ¿También el mercado laboral y las sagradas vacaciones?

Estados Unidos es uno de los países del mundo con menor número de días de vacaciones, entre 5 y 15 según la empresa, pero este período de descanso se considera un beneficio, y no un derecho adquirido. Según un estudio del Centro para la Investigación Económica y Política de Estados Unidos realizado en 2014, cerca de un cuarto de los trabajadores del sector privado no disfrutaba de vacaciones remuneradas. La otra economía que parece que acabará dominando el mundo, la china, tampoco concede importancia a las vacaciones, unos 5 días por esclavo, digo, por trabajador. En su caso, como en el de Japón, se mezcla las razones económicas con las culturales, y una realización de la persona a través del trabajo.

En España tenemos derecho a 22 días laborables de vacaciones retribuidas, 30 si contamos con los fines de semana. Y también es parte de nuestra cultura decir que las vacaciones son sagradas. Como pocas cosas en la vida, como tu equipo de fútbol o la Virgen de la Macarena.

El artículo 38 del Estatuto de los Trabajadores dice literalmente lo siguiente:

Vacaciones anuales.

1. El período de vacaciones anuales retribuidas, no sustituible por compensación económica, será el pactado en convenio colectivo o contrato individual. En ningún caso la duración será inferior a treinta días naturales.

Las vacaciones, por tanto, son un derecho irrenunciable y deben ser obligatorias para impedir el abuso del empresario. Que haya gente que no se soporte a sí misma fuera de una oficina y prefiera no tomarlas es su problema, como esos mismos que se definen como workaholics, cuando lo que realmente ocurre es que todo su entorno y familia les detesta. Son los mismos que hacen que septiembre sea el mes con mayor número de peticiones de divorcio. Pero que no toquen los cojones diciendo que la situación es tan grave que no pueden dejar unos días sus obligaciones, y que lo hacen «por el bien de la empresa».

Recuerdo a Zapatero al acortar las vacaciones de su equipo de ministros, mientras aseguraba a los medios que «hay que trabajar» mostrando la misma sonrisa con la que decía «¿crisis?, ¿qué crisis?» ¡Si de lo que no se dan cuenta algunos jefazos es de que las empresas suelen funcionar mejor cuando están ausentes!

Hace años un trabajador de mi departamento me planteó un dilema. Se trataba de un responsable con varias personas a su cargo y me preguntó según le firmaba el parte de vacaciones:

– ¿Quién va a hacer mi trabajo las tres semanas que me voy? Porque si no me sustituye nadie, y me tengo que pegar una panzada antes de irme y otra a la vuelta, en realidad es como si no me hubiera ido de vacaciones.

No sé cómo salí del paso, pero desde luego no pusimos a nadie en su puesto. Y seguro que si lo analizo fríamente no le faltaba razón, pero no es lo mismo sustituir a un operario de una cadena de montaje (por poner un ejemplo extremo) que a un responsable de departamento.  El empleado que me planteó ese dilema tenía un convenio de 30 días laborables más 5 de asuntos propios que siempre disfrutaban, porque si no, había que pagárselos. Y era un currante de los buenos, así que tampoco me supuso mucho trabajo convencerlo. Me he encontrado cosas peores, como un convenio (provincia de Cádiz, cómo no), con 34 días de vacaciones más 10 de asuntos propios retribuidos. También he tenido jefes que me intentaban convencer al principio de mi carrera de que no teníamos derecho a vacaciones durante los 12 primeros meses, o que me las firmaban con evidente cabreo y mala cara. «¿Otra vez?», cachondos.

Hay que buscar el complicado punto de equilibrio. En un mundo perfecto la relación entre trabajador y empresa estaría basada en la confianza mutua, que creo que es cada vez más necesaria. Y uno puede solucionar pequeños marrones a distancia con muy poco tiempo y esfuerzo, pero el hecho de que la empresa te facilite un portátil y un móvil con datos y acceso al correo electrónico no significa que vayas a hacer tu trabajo desde el apartamento de la playa, o que vayas a estar disponible para apagar todos los fuegos que se enciendan durante tus días de descanso.

A cambio, como también he visto en alguna empresa americana, tampoco estaría de más que de vez en cuando te regalaran días extras de vacaciones, sobre todo después de esfuerzos puntuales de semanas o meses (lo reconozco, hubo un año que tuve 26 días laborables autorizados por mis superiores, y fue todo un detalle, teniendo en cuenta que a mediados de septiembre ya había superado las horas anuales del convenio).

En Francia han tenido que regular el derecho a desconectar del trabajo debido al abuso que algunas empresas hacían de las nuevas tecnologías con sus empleados. Me recuerda a la llave del baño privado de directivos de la genial película de Billy Wilder El apartamento. Una vez que Jack Lemmon recibe (y acepta) la llave, este se rinde, acepta, inicialmente feliz pero luego sumiso, que su vida privada queda sometida a los designios de sus superiores. Y la devolución de la llave sería equivalente hoy día a tirar el móvil con datos a la cara del que te lo ha dado. No todo vale.

Antes de escribir este post estaba convencido de que vacaciones venía de vaguear, pensando que ese era el significado de vacare, pero no es exactamente así, sino que ese verbo en latín significa estar desocupado, libre, exento de hacer algo. Que no es exactamente lo mismo. En mi caso necesito vacaciones para recuperarme del agotamiento que traigo de vacaciones. Vuelves «con las pilas cargadas» porque «las necesitaba» y todos esos topicazos. Pese a no haber desconectado del todo.

En esa línea de fomentar la confianza entre empresa y trabajador, y la necesidad de mantener la motivación del empleado, me gusta la idea de los InDays de LinkedIn, días libres en que la empresa fomenta que los empleados se dediquen a proyectos personales, a retos que les ilusionen aunque no tengan nada que ver con el día a día de quien les paga. Esta política puede ayudar a fidelizar al empleado, a motivarle o a reforzar los lazos con su empresa. Creo que funcionaría con un porcentaje muy alto de trabajadores, pero estoy seguro de que no lo haría con otro grupo bastante numeroso. Como el futbolín de Google, qué le vamos a hacer, somos así.

Hay empresas en las que el tiempo dedicado al voluntariado no computa como tiempo de vacaciones, normalmente la mitad. Y me parece una medida excelente. Los trabajadores necesitan alicientes, y estos no siempre los da el trabajo. Como a todo se le pone nombre, a los que no encuentran esa motivación se dice que padecen el síndrome burnout, por acabar quemados, fundidos. O como yo hace un par de años, que no salía de casa sin la navaja, por lo que me podía encontrar en mis días de asueto.

Las vacaciones son necesarias, obligatorias. Y deberían durar más de 5 días como los charlies, 15 como los yanquis y 22 como en España, siempre y cuando se cumplan o satisfagan las tareas que a uno le toca acometer. Y la mayoría somos mayorcitos y responsables con nuestro trabajo como para andar con desconfianzas.

Una última reflexión para los que siguen el ejemplo de Cristina Cifuentes: un país como el nuestro, tan dependiente del turismo y la hostelería, ¿se podría permitir una renuncia a las vacaciones de la mayor parte de la población activa?

31 de julio, que ustedes las disfruten. Este blog no descansa.

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Un comentario en “Vacaciones en entredicho, por Josean

  1. Por supuesto, las vacaciones son sagradas. Nunca olvidemos que trabajamos para vivir, no que vivimos para trabajar. Armonizar la vida con el trabajo es fundamental, pero quien manda es la vida….., mientras se pueda elegir.

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