Crímenes musicales contra la Humanidad (Vol. I), por Lester

enrique iglesiasLa semana pasada iba en coche con mi hija adolescente cuando por la radio me atacaron con el último e increíble (por lo inverosímil) éxito de Enrique Iglesias: «Si tú te vas, yo también me voy. Si me das, yo también te doy…«, seguro que la conocéis. Esta bazofia reggaetonera logró que mi hija se pusiera a hacer aspavientos con los brazos, una especie de penosa danza como si a la Aitana Sánchez-Gijón del Paseo por las nubes, con sus alitas de mariposa puestas, se le hubiera metido una avispa en el camisón de seda.

Aparte de preguntarme si la primera frase, «si tú te vas, yo también me voy«, hablaba del abandono del hogar o de eyaculación precoz, o si esta última frase, «si tú me das, yo también te doy», podía ser constitutiva de apología de (o incitación a) la violencia de género, la patética canción me sonó tan parecida a todo lo que ya había escuchado del hijo de nuestro héroe Julio (héroe por sus conquistas, jamás por sus discos) que pensé que era la misma canción del verano anterior, error del que me sacó la danzarina adolescente que me acompañaba de copiloto:

– No, Papá, no tiene nada que ver, la del verano pasado era (y empezó a tararearla): «Y es que yo sin ti, y tú sin mí, dime quién puede ser feliz, eso no me gustaaaaa…»

– Qué espanto, esa debe ser la que le canta Pablo Iglesias, ¡coño, debe ser primo de Enrique!, a Pedro Sánchez. Insoportable, no la aguanto más, cambio de canal.

enrique iglesias2El «¡¡¡NOOOO!!!» de mi hija no fue impedimento para que cambiara de emisora, pero fue peor el remedio que la enfermedad, pues en la nueva cadena anunciaban el último disco de Pitingo, titulado Soul, bulería y más, y se podía oír una espantosa versión de la gran canción de Marvin Gaye Ain’t No Mountain High Enough. Parece imposible destrozar una canción así, pero doy fe de que el de Ayamonte se empeñaba en el esfuerzo y lo lograba. Para colmo, el locutor pronunciaba la siguiente frase: «Si te gustó Soulería, no dejes de comprar el nuevo disco de Pitingo».

– ¡Joder, pero cómo me va a gustar Soulería, esto es una conspiración! (vociferé al tiempo que cambiaba al Vaughan Radio o a RadioMaría, si la hubiera encontrado)

Ese disco, y en especial la versión del Killing Me Softly de Roberta Flack, fue lo que me hizo pensar por primera vez en el tema de hoy: los «Crímenes musicales contra la Humanidad».

Así lo pienso sinceramente. Cada día, y más por estas fechas, se cometen auténticos disparates musicales, innecesarios y claramente nocivos para la salud de las personas. Violencia del género acústico. En un minuto había podido escuchar del tirón dos exponentes de los principales géneros responsables de estas tropelías: la canción del verano y las versiones de grandes clásicos.

La canción del verano

No estoy en contra de ellas, siempre y cuando sean canciones de cachondeo, melodías pegadizas que aunque no tengan una calidad musical excelsa, nos animen a cantar, contonearnos o simplemente mover los hombros con cierto ritmo mientras vamos al volante. Me hice fan, por ejemplo, de algunas canciones del verano en su género pueblo-de-la-España-profunda, la de los Botejara. Como Zapato veloz, que definía su estilo como agro-rock. Con un par, sin pretensiones, como debe ser:

Me miraste con ojos de gacela (qué ternura) cuando fui a visitarte en mi seiscientos

Tengo un tractor amarillo, que es lo que se lleva ahora, (como todo el mundo sabe),…

Moza fina y de buena familia, tú prefieres un chico de carrera (clásica historia de nobles y plebeyos)

que tenga un automóvil extranjero, buena paga y chalet en las afueras…

Otro del estilo fue el Koala, peazo de verano que nos regaló con el Opá, yo voy a hacer un corral, o más exactamente, como era de esa buena tierra que es Málaga:

Opá, yovíazé un corrá, páechá gallinas y páechá mininos…

pá eshá cabrillas y sacá chivillos (ecologismo puro)

Tengo las maeras y tengo los tablones, las shapa del tejao laesacao dunos bidones (grandes rimas)

…con tu permizo hago un corralillo (hala, dando ideas a los dirigentes argentinos)

Su estilo también era novedoso y daba título a su único disco conocido: Rock rústico de lomo ancho. La canción del Koala tuvo tanto éxito que la Sexta encargó una versión para acompañar a la selección española en el Mundial de 2006. Sí, si tenías alguna duda, la despejo: he encontrado el vídeo, cuidado que en las imágenes aparecen Luis Aragonés y Torres con diadema. La canción decía cosas como «Vamos a por el Mundial» y «vamos a ganar», «tenemos grandes jugadores, somos los mejores»,… Ni siquiera llegamos a cuartos:

Las selecciones de fútbol darían para un post completo y en ese top-ten, o bottom-ten, sin duda entraría de lleno «y pegando fuerte», que diría Joaquín Luqui, el bombazo que se han sacado de la manga este verano el amigo Sergio Ramos y la cargante Niña Pastori. Todavía estoy reponiéndome:

Como podría averiguar cualquier estudioso de este género, basta con saber rimar mínimamente para componer un exitazo. Un pingüino en mi ascensor:

«No sé lo que me pasa últimamente, no dejo de espiar a mi vecina de enfrente», «no merece la pena, que te monte aquí una escena, pero creo que no eres justa, nena«.

Los Hombres G:

«…devuélveme a mi chica, o te retorcerás entre polvos pica pica«.

«Vamos juntos hasta Italia, quiero comprarme un jersey a rayas,

pasaremos de la mafia, nos bañaremos en la playa»

Pura poesía, narrativa de sentimientos profundos. Por eso nunca entendí que en este país no tuviera el éxito que sin duda merecía Leonardo Dantés. No tanto por su canción más conocida, la del No cambié pésimamente interpretada por Tamara Morritos Ámbar, candidata segura al premio Trash Awards, sino por esa otra que comienza con:

Nuestro idioma es muy rico ,
muy extenso nuestro vocabulario,
el mismo objeto en muchas ocasiones
tiene nombres varios
pero sin duda alguna
el que más nombres tiene
es el falo, el pene.

El título lo dice todo: Tiene nombres mil el miembro viril. No logro entender cómo, en un país como el nuestro, no alcanzó el número 1 en los 40 Principales.

Bromas aparte, me parecen peores esos otros que van de grandes letristas y componen cosas verdaderamente deleznables. Mecano: «ay, qué pesado, qué pesado, siempre pensando en el pasado, no te lo pienses demasiado«. O el horripilante «Hawái, Bombay, son dos paraísos, que a veces yo me monto en mi piso, Hawái, Bombay son de lo que no hay«.

O el malogrado Antonio Flores, quien después de una canción notable como era Siete vidas se ve que se quedó sin inspiración y terminó con un «parachururuchuru» que por supuesto rimaba en consonante con el subsiguiente «parachururuchurururu«. Los refrescos

Pero me estoy desviando del objeto del día, que es la canción del verano, y no hay verano que no tenga playa, ni canción que la excluya. «Eva María se fue buscando el sol en la playa», «Un rayo de sol, uo-oh-oh«, «El chiringuito, el chiringuito» (reconozco que no me sé más), y por supuesto esa cosa infecta que fue «no te olvides la toalla cuando vayas a la playa, uo-uo sha-la-lá, ye-ye-ye-yé«, de un grupo de escasa vida como fue Puturrú de Fuá. Reconozco que salvo una, la de Los Refrescos, posiblemente por la identificación de todos los madrileños con esta canción:

Podéis tener Retiro, Casa Campo y Ateneo,
podéis tener mil cines, mil teatros, mil museos,
podéis tener Corrala, organillos y chulapas,
pero al llegar agosto, ¡vaya, vaya!, aquí no hay playa.
¡Vaya, vaya! No hay playa. ¡Vaya, vaya!

Georgie-Dann-La-BarbacoaY si hablamos de la canción del verano era obligado mencionar a Georgie Dann, lo siento por los lectores. Más obligado aún si el post trata sobre los crímenes musicales contra la Humanidad. «Bailamos el Koumbó, Koumbó», o como se escriba, el ya mencionado «chiringuito, el chiringuito», seguido años después por «el veranito, el veranito», y quizás la más lamentable de todas: «bailamos cachete con cachete, pechito con pechito y ombligo con ombligo«.

No sé si hoy en día que nos hemos vuelto todos un poquito agilipolladamente correctos se permitiría una canción como «Mami, qué será lo quiere el negro», y así veinte veces más, «Mami, qué será lo que quiere el negro». Hombre, si «me tapo de cabeza y el negro me destapa«, chico, no hay que ser demasiado listo para saber lo que busca. Sin duda, un negro en busca de su identidad sexual, porque otro verano nos encontramos con que «el negro no puede, el negro no puede, y aunque la negra pone todo lo que tiene, el negro no puede, no puede… dormir«. Ya. Será eso.

Termino con la única canción que salvo de Georgie Dann, sobre todo porque me sirve de lista de la compra cuando organizo una barbacoa con los colegas. Hablo, por supuesto, de La barbacoa:

Las bebidas, las gaseosas, las salchichas, las costillas, el carbón y el chuletón,…

Qué ricos los chorizos parrilleros, (y repite un coro) los chorizos parrilleros,

Qué ricas las salchichas a la brasa (y el coro), las salchichas a la brasa,

Qué buenas las chuletas de cordero, las chuletas de cordeeeero,

Qué bueno es este vino de garrafa (joer, anda que no hay para elegir), este vino de garrafa,

Crímenes musicales contra la Humanidad, sin duda. Extirpación de cuerdas vocales como condena.

En la segunda parte atacaremos las versiones de grandes clásicos (ay, pinchazo en el pecho). Hasta entonces, cuidado con lo que ponen las radios.

 Cara Lester

2 comentarios en “Crímenes musicales contra la Humanidad (Vol. I), por Lester

  1. Seguro no son grandes composiciones pero quien no ha bailado todas ellas en la orquesta de las fiestas del pueblo y se lo ha pasado…BOMMMBAAAAAA!!!!…como diría King África.

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