La dosis soportable de bochorno

Desconozco si todos tenemos un límite de bochorno (ajeno) que somos capaces de soportar, pero no me extrañaría. Algunos lo tienen muy bajo y saltan a la mínima, y otros somos más tolerantes, tratamos de entender las cosas y, antes de reaccionar de manera furibunda, cuestionamos las mismas o intentamos aportar algo positivo, aunque solo sea reducir la crispación en tu entorno. Pero cuando nuestros límites se superan, cuando el vaso se ha desbordado, se nos escapa toda la mala leche por la boca. Y es lo que me pasa con este gobierno desde antes de que se culminara su vergonzosa formación. Sé que habrá quien no le guste el adjetivo, pero la entrega de favores a cambio de un puñado de votos fue vergonzosa, una compra reconocida por el propio presidente.

En la última semana hemos podido presenciar lo siguiente:

  • Se avanza en la idea de los “verificadores” de los pactos de gobierno con Junts en Ginebra. ¿De verdad se van a hacer estas reuniones con la banda del fugado en un país considerado neutral, como si de un conflicto bélico se tratara? ¿Con una estelada a un lado de la mesa, la bandera de España en otro, y un mediador internacional? ¡Que ha sido una p… compra de votos, nada más! ¿Qué pintan unos verificadores internacionales como si de la guerrilla colombiana se tratara?
  • Las declaraciones del nuevo ministro de Transporte, Óscar Puente, en las que comparaba la amnistía con “dejar embarazada a tu novia y casarte antes o después con ella”. ¿Pero, pero… de verdad va a haber alguien que nos haga ver a Ábalos como un tío con clase? Este fin de semana ha seguido con sus chorradas al hablar del transporte de pasajeros como un movimiento feminista que debe regirse por no sé qué patrones. La verdad es que no se le entiende un carajo lo que quiere decir, promete tardes de «gloria».
  • Hemos visto al presidente de gobierno recién investido, Pedro Sánchez, darse un baño de multitudes mientras proclamaba ufano que “la amnistía hará de España un país más unido que nunca”. No hay más que verlo. Bien sabe él, igual que sus ministros, que nada más lejos de la realidad, que ni siquiera la busca. En su discurso de investidura se jactó de crear un muro de separación de «la derecha reaccionaria», ¿qué unidad puede ser esa en la que se aparta al que piensa diferente con un muro? Y sabe que no habla de una minoría, sino de la mitad de la población. Qué pena, se pasaron varios años defendiendo la inconstitucionalidad de la amnistía y ahora tratan de venderla como el mayor de los progresos. Cada día resultan más bochornosos los giros argumentales para defender que lo que antes no valía, siete votos después sí vale.
  • Sumar, el principal socio del nuevo gobierno, ha presentado una querella por prevaricación contra los jueces conservadores del CGPJ. Los intentos de manejo (por todos los partidos) del CGPJ, el Supremo y el Constitucional constituyen, sin duda, uno de los mayores problemas que afronta actualmente la democracia en España. No es menos bochornoso que en el Parlamento Europeo se haya tenido que debatir sobre la futura Ley de Amnistía porque el Partido Popular entiende que no hay garantías suficientes en España. Por si no se sabía ya, que lo sepa todo el mundo, que se «internacionalice el conflicto», como quería Puigdemont. En Europa deben estar alucinando con nosotros. Somos una rareza única en el mundo, un país capaz de poner escolta a un prófugo de la Justicia. Un país en el que la ley se redacta juntamente con los delincuentes a los que se pretende beneficiar con la amnistía, una coña inadmisible en cualquier país medianamente serio.
  • Juan Carlos Campo, anterior ministro de Justicia y actualmente magistrado del Tribunal Constitucional, solicita inhibirse en las deliberaciones sobre la constitucionalidad de la ley de amnistía. Normal, se mostró contrario en el pasado y quizás tema presiones para validar esta norma que no se sostiene, que contradice toda la teoría «oficial» del propio partido socialista en los últimos años. Quizás el 7-4 en la futura votación de la constitucionalidad de la ley, pronosticado en varios foros legales, no se dé y hasta puede que nos encontremos alguna sorpresa.
  • La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, otra de las que se opuso con vehemencia en el pasado a la amnistía, se ha pasado al bando happy flower y nos cuenta que la amnistía es tan maravillosa que “nos va a permitir mejorar el escudo social con leyes progresistas”. Pero, pero… ¿qué tendrá que ver que se perdonen todos sus delitos (incluidos los de malversación y los destrozos de propiedades) a Puigdemont y un millar de seguidores, muchos de ellos pertenecientes a la casta y la burguesía catalana, con el escudo social, con la protección de los más débiles? Es que nos toman por idiotas, bueno, a muchos no, pero sí a sus propios votantes.
  • Se ha originado una crisis diplomática internacional con Israel y hemos leído los agradecimientos de un grupo terrorista como Hamás. Ojo, que posiblemente las palabras de Sánchez no sean incorrectas (de hecho, el Congreso de los Diputados aprobó una resolución sobre el reconocimiento del estado palestino en 2014), pero el momento, el lugar y el discurso no fueron los apropiados. Mi queja no es sobre el qué, sino sobre el cómo: el presidente de gobierno no es plenipotenciario, se debe al control de las instituciones, y no puede cambiar (sin consultar) una posición como la que nuestro país lleva manteniendo décadas. Es el mismo caso del cambio de postura de la noche a la mañana con el conflicto del Sáhara occidental y Marruecos.
  • “Los cinco” de Podemos, que fueron decisivos para la investidura, como toda esa amalgama de partidos menores, ya han advertido que harán oposición al gobierno. Cada vez que haya que aprobar algo en el Congreso esto va a ser una tortura, una compra de prebendas a cambio de cargos, o lo que es peor, modificaciones legales o asignaciones presupuestarias a dedo. ¿Dónde está el límite soportable, el gobierno se plantea aguantar así cuatro años?

Y lo que todavía nos queda por ver. Supongo que se nos pasará el cabreo, como con los indultos. Supongo que habrá quien no vea un peligro en muchas de las medidas económicas que nos están colando en los distintos pactos, o quienes crean que las condonaciones de deuda, los traspasos de las competencias de la Seguridad Social o la creación de una sociedad pública para la gestión de Rodalíes (lo cual no era «legal» ni «posible», según la ministra Raquel Sánchez hace unos meses) son asuntos menores con los que podemos convivir. Pero mis tragaderas rebosan ya (están desbordadas, para ser exactos) y me extraña que no rebosen en las de tanto votante del PSOE. Porque esto no es una cuestión de derechas o de izquierdas, y no me vale lo de «al menos no gobierna la derecha», que es el mantra de muchos. Esto es otra cosa.

Todo el que siga este blog desde su inicio, allá en 2014, sabrá que el Amiguete Josean no ha sido un personaje generoso con los gobiernos de Rajoy ni con varios de sus ministros o secuaces. Tampoco se celebró el pacto de Sánchez para alcanzar el poder en 2018. Pero insisto en que esto no es una cuestión de izquierdas o de derechas, sino de dignidad. De cumplimiento de la palabra dada. Y la dignidad de España como país, como nación representada por un gobierno que, lo quiera o no, es de todos sus ciudadanos, está por los suelos. O peor, está de rodillas ante las peticiones de uno, de otro, del de la moto y del fugado. Y «no se puede humillar al país», como dijo Emiliano García Page.

Por todo ello comenzaba diciendo que cuál es la dosis admisible de bochorno. Para algunos entre los que me incluyo se superó hace mucho tiempo, hace años. Lo que se escenifica desde el 23-J es una prórroga no deseada de lo anterior. Que se haya cedido ante las reivindicaciones de un prófugo de la Justicia que lleva seis años fuera del país, que la investidura se haya negociado en Bruselas bajo una foto del delito perpetrado, que se llame “President” a quien no lo es en la web oficial del partido (la equiparación de “partido” con gobierno resulta sintomática), que hace más de un año se cambiara el delito de malversación para liberar a corruptos… Pero ahí no termina el bochorno, sino que llega la investidura y te suelta Miriam Nogueras (Junts) que, como en Pretty Woman, no nos han hecho la pelota lo suficiente, queremos más. Interpreto sus palabras:  “Que no es que nos vayan a perdonar el delito ustedes porque, primero, no tienen legitimidad para juzgar al poble català, y segundo, porque nosaltres no hemos hecho nada, sino que queremos que el Estado español represor reconozca que cometió una ilegalidad y que ahora va a pasar por el aro de todo lo que le pidamos porque nos necesita”. Literalmente le amenazó: “No pruebe a tentar la suerte”. Mucho antes de llegar ahí alguien en el gobierno tenía que haberse plantado y haberlos mandado a esparragar, pero en su lugar, el “apuntodeser-presidente” agachó la cabeza y respondió: “Cuenta usted con el compromiso del PSOE y con el mío propio para cumplir el acuerdo”. El relato del procès escrito por el independentismo.

Mi grado de indignación máximo se había superado semanas atrás con la foto del presidente de la mano de Bildu, o poco después con las reivindicaciones de su portavoz, Mertxe Aizpurua, en la tribuna del Congreso, o con el recordatorio amenazador de que Sánchez gobernará gracias a los independentistas, pero sobre todo y muy especialmente, me cabreé con la respuesta cabizbaja, conformista, de Sánchez: «escucharé atentamente sus peticiones». Me queda una esperanza, y es que ya ha mentido a todos en el pasado y muy posiblemente lo esté haciendo también ahora.

No sé cuánto va a durar esta legislatura, pero creo que no será muy larga. Va a ser insostenible. Pero hasta entonces, aún nos queda vivir momentos bochornosos, seguro. Como la vuelta de Puigdemont como si de Tarradellas se tratara. Un lendakari de Bildu. Las mesas de consulta en Cataluña. La condonación de la deuda catalana mientras suben los impuestos en otras comunidades. La evaporación de fondos europeos en proyectos chorras que justifiquen ministerios. Y una sociedad cada día más polarizada.

Un comentario en “La dosis soportable de bochorno

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