Las últimas viñetas de Ibáñez

Ha caído en mis manos el último volumen del gran Francisco Ibáñez, sobre la inminente aventura de Mortadelo y Filemón en París 2024. En mi infancia, adolescencia, juventud y madurez (que no termina de llegar), había unas ganas incontenibles cada año en que tocaban Juegos Olímpicos o Mundial de fútbol. Y había una tradición que lleva acompañándonos décadas como era la última aventura de Mortadelo y Filemón, agentes de la T.I.A., en sus denodados esfuerzos por acabar con una conspiración internacional que pretendía atacar estos eventos. Guardo en casa un volumen recopilatorio de muchas de estas aventuras que compré (dije) para mi hijo, pero que en el fondo quería disfrutarlo yo tanto como él.

El gran Ibáñez se dibujaba siempre a sí mismo encadenado a su mesa de dibujo y no me extrañaría que en alguna entrevista dijera que la muerte le pillaría trabajando, como casi ocurrió. La última aventura de Mortadelo y Filemón se ha publicado tal cual quedó, inconclusa, con las últimas viñetas esbozadas por Ibáñez la tarde anterior a su fallecimiento. El tomo comienza con un prólogo de Arturo Pérez-Reverte, quien definió al artista barcelonés como lo que debió de ser toda su vida:

Es una pena que el volumen quedara inacabado, pero, por otro lado, nos ha permitido a los lectores entender mejor el método casi artesanal de este trabajador incansable que tenía una imaginación desbordante y millones de ideas en su cabeza. En este proceso artesanal, se aprecian los bocetos antes de pasar al trazo fino y el color, con ese movimiento de los personajes y de los objetos que vuelan que se intuye en cada viñeta con precisión, los bocadillos de texto sin rellenar, y una página numerada con el texto correspondiente a cada uno en la que el propio Ibáñez transcribía a máquina (imagino una Olivetti de mil años) los diálogos que quería que aparecieran después en la versión definitiva.

Hace tiempo leí alguna pseudocrítica a sus historias: que no arriesgaba en los guiones, que había quien pensaba que las tramas eran repetitivas, con el mismo esquema argumental de 44 páginas en cada aventura, separadas en pequeños días o sketches de 4, y todos esos episodios terminaban con la escapada de los torpes detectives por su última metedura de pata. Jamás he visto a nadie que metiera más la pata que estos dos tipos y sin embargo, se les seguía contratando para las misiones más importantes. ¿Repetitivas? Pues no lo sé, pero uno estaba acostumbrado a encontrar una broma diferente en cada viñeta y eso, tras más de doce mil páginas, que son las que nos dicen que brotaron de su imaginación, me parece de un mérito incuestionable. Sí, era la misma trama de siempre en este tomo de París 2024, pero es que esa era exactamente la trama que yo quería encontrar.

Políticamente incorrecto, aunque más moderado. Todo se soluciona a guantazo limpio: del jefe Filemón a su subordinado Mortadelo, del Súper a ambos agentes, así como de los matones Bestiájez, Brútez, y el resto de nombres inventados con esa falta de sutileza. En muchas de estas historias, el paraíso soñado por alguno de los protagonistas es el tópico de la playa tropical rodeado de mujeres esculturales, ya fuera un futbolista brasileño de grandes piños o un alto cargo corrupto:

No hace tantos años que Ibáñez seguía dibujando a los africanos como caníbales y recurría a todo lo tribal para representar a los jugadores de países exóticos:

Puede que alguien en la editorial le advirtiera de que determinado humor estaba fuera de época y él mismo se corregía o se reprochaba estas bromas, como si quisiera dejar claro que esto no iba más allá de una coña lindante con el racismo:

Por suerte, Ibáñez nunca tuvo pelos en la lengua o una censura que le impidiera soltar sus barbaridades (al menos en los años que yo lo leí, que fueron tras el 75). No eludió temas como la corrupción, con el capítulo sobre Luis Roldán, otro sobre Juanito Batalla (claro alter ego de Juan Guerra) o uno más reciente sobre cierto tesorero de gran parecido a un tal Bárcenas. Eran historietas tristemente ilustrativas de una realidad nacional:

Puro cachondeo sin pretensiones. En la resolución de todas estas tramas se veía su cabreo con la situación, y era un final divertido, pero amargo a la vez. Como ese presidente sin nombre (pero perfectamente identificable), que comienza cada frase con un «Por consiguiente» y que termina «mirando para otro lado» por lo que le conviene:

Pero volvamos al fútbol o a su visión tan particular del mundo del deporte. Aparte de los especiales sobre los Mundiales y los Juegos, tenía algunos tomos monográficos acerca del fútbol, en los que demostraba un amplio conocimiento del argot…

…los jugadores…

…las socorridas bromas sobre sí mismo…

… o los peligros de ciertos aficionados del fútbol. Esta viñeta es de 2010, aproximadamente, y parece que su autor, pese a vivir en Barcelona, no simpatizaba mucho con los culés. O puede que tuviera en mente episodios como el del cochinillo, la botella de JB o el mecherazo a Roberto Carlos en la cabeza.

Tengo la ligera sospecha de que Ibáñez simpatizaba más con el Real Madrid que con otros clubes, no solo por esta broma, o por cómo dibujaba a los aficionados del Atleti…

… sino por esta otra coña sobre los escudos de algunos de los principales equipos, en el que ya escribía que el Bar-Litronas sobornaba a los árbitros antes y después de los partidos:

Sus últimas viñetas, apenas perfiladas, quedan como el testimonio de un tipo que no dejó de sonreír y de contagiar esa sonrisa a los lectores. De todos los personajes que brotaron de su mente, yo siempre me quedé con los agentes de la T.I.A. y, en menor medida, con los moradores de la 13 Rue del Percebe. En ocasiones leía a Rompetechos (mote que ha quedado incorporado a nuestro acervo cultural) y Pepe Gotera y Otilio me interesaron más bien poco, pero lo que sí es seguro es que todos ellos influyeron en multitud de series y películas, de manera reconocida o no, directa o subliminal.

Don Francisco Ibáñez falleció en julio de 2023, con 87 años de edad. En 2002 recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, y unos años después fuimos muchos los que firmamos en las campañas para que se le concediera el premio Princesa de Asturias de las Artes. En 2021 hubo una candidatura apoyada por varios eurodiputados y por artistas de otras disciplinas, como Arturo Pérez-Reverte o Álex de la Iglesia. No hubo suerte y se lo llevó la petarda sobreactuada de Marina Abramovic, ¡pero qué sabremos nosotros de estas cosas! ¡Si solo somos amantes de las descacharrantes historias de Mortadelo y Filemón en unos Juegos!

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