
TRAVIS, 11/10/2024
Hace muchos años que el dicho aquel de «segundas partes nunca fueron buenas» dejó de tener validez. El Padrino II, Aliens: el regreso, Terminator II, El imperio contraataca, El templo maldito, Regreso al futuro II… son solo unos ejemplos. Lo que no era habitual es que el número apareciera en el propio título. De hecho, se atribuye al empeño de Francis Ford Coppola el logro de incorporar el ordinal en el título que se lanzó al mercado con ocasión de la secuela de El Padrino. «Eso no lo ha hecho nadie nunca. Tendrás que pensar en otro título», le dijeron los productores. Sin embargo, el éxito de la primera parte y el convencimiento del director de que el título no podía ser otro, hicieron que al final se saliera con la suya.
En épocas anteriores, las secuelas se titulaban como una indisimulada continuación de la original:
- Frankenstein y La novia de Frankenstein.
- El padre de la novia y El padre es abuelo. Las de Spencer Tracy, Joan Bennett y Elizabeth Taylor, porque décadas después serían El padre de la novia y Vuelve el padre de la novia.
- El planeta de los simios y Regreso al planeta de los simios. Y Huida del planeta de los simios, etcétera, en las secuelas posteriores.
- Drácula, La hija de Drácula, El hijo de Drácula.
Mas, por lo visto, tampoco es del todo cierta la leyenda atribuida al genio de Coppola. La primera secuela de la historia que incorporó el II en el título fue Quatermass II, una producción de la mítica Hammer de 1957. Tan poco conocida que ni llegó a estrenarse en España.
En cualquier caso, hoy me preguntaba si, en estos tiempos actuales de secuelas que se perpetúan muy por encima de lo necesario, podría afirmarse que «terceras partes nunca fueron buenas». Y mi respuesta es que no, que por supuesto que NO coincido con esa afirmación. Claro que hay secuelas infumables que tratan de aprovechar el éxito inicial de sus predecesoras y agotan la buena idea inicial hasta convertirlas en aborrecibles, pero hay otras terceras partes que complementan y hasta pueden mejorar lo previamente visto, en especial si, como ocurre tantas veces, se «deja crecer» a los personajes, se les incorporan nuevos matices, traumas pasados o habilidades, o se juega con un humor autoparódico que remita a las anteriores. Y si repaso una larga lista de terceras entregas encuentro verdades joyas, incluso obras maestras que redondean una trilogía. Probablemente tantos como truñacos insoportables, que también los hay.
De eso va el post de hoy, para lo cual he dividido las terceras partes en tres grandes bloques por categorías:
- Buenas, muy buenas, obras maestras.
- Dignas, aceptables.
- Espantosas, innecesarias, errores desde su misma génesis.
1.- Buenas, muy buenas y obras maestras. Las que superan la brillantez de la original o mantienen el altísimo tono de la segunda parte, o bien, cierran de manera excelsa una trilogía. Por razones que a los aficionados se nos escapan, en ocasiones le da a los productores por hacer años después una cuarta parte que destroza o pone patas arriba buena parte de lo anterior. Sus urdidores deberían haber sido arrojados previamente a la fosa de Sarlacc, el río de lava de Mordor o la fosa del cañón de la Media Luna, por citar tres estupendos sitios de las obras que las precedieron. Vamos con ellas.
El retorno del Rey: mi favorita de la trilogía de El señor de los anillos de Peter Jackson. La primera tardaba en arrancar, creaba los personajes y los mundos de la Comarca, Moria o el bosque de Fangorn y la segunda se interrumpía cerca de un momento cumbre, sin culminar, con demasiados frentes abiertos. En la tercera todo cobra sentido, se unen las piezas sueltas por toda la trama y cada personaje se enfrenta a su misión. Todo ello en un entorno de batallas épicas. El asedio de Minas Tirith, la carga de los jinetes de Rohan, la batalla en los campos de Pelennor, la evolución de Gollum y Frodo, la entrada en Mordor y todo el cierre de la historia en el Monte del Destino. Once Óscar a estas tres horas de gozoso disfrute.
El retorno del Jedi: durante mucho tiempo fue mi favorita de la trilogía original de Star Wars (Ep. IV a VI), y puede que lo siga siendo. Los personajes habían crecido mucho desde La guerra de las galaxias, entendemos mejor sus comportamientos, vemos la evolución que han tenido (Luke, Han y Leia son muy diferentes a los pipiolos de la primera) y, además, se concluían las tramas abiertas en El imperio contraataca. Pero la destaco de manera especial por el enriquecimiento (y posterior redención) del mejor villano que hayamos visto en una sala de cine, Darth Vader.
Toy Story 3: pues es la mejor de la saga, sin duda. Cuando creíamos que esta «historia de juguetes» no daba más de sí (lo cual se apreció en la cuarta), llegaron los guionistas de Pixar y nos pegaron este guantazo quince años después de la primera entrega (de 1995 a 2010). El niño Andy ha crecido, sus circunstancias han cambiado tanto como las de los juguetes, pero aun con una historia aparentemente infantil, los creadores de esta historia fueron capaces de crear uno de los momentos de mayor ternura que recuerdo en mucho tiempo (comparable a muy pocas, quizás a otra joya de Pixar, el arranque de Up). Sucede justo al final, tras salvar a los personajes de otro momento angustioso que seguro que aterró a más de un niño en las salas: la escena de la incineradora de residuos, con todos los juguetes abrazados antes de enfrentarse a una muerte segura. Da igual tu edad, es una puñetera maravilla de película.
Indiana Jones y la última cruzada: la primera de la saga del famoso arqueólogo, En busca del arca perdida, impactó a toda mi generación, nos metió de lleno en un tipo de cine que parecía olvidado a principios de los ochenta, el cine de aventuras sin freno. Con nazis, acción, humor y la chica del prota. La segunda, El templo maldito, fue algo siniestra, macabra y se recreaba en la truculencia, pero resultaba igualmente brillante. La tercera añadió a todo lo anterior el mejor humor que se ha visto en la serie, no ya por boca del personaje principal, ese Indy algo canalla y sarcástico, sino por ese padre interpretado con socarronería y enorme carisma por Sean Connery. ¿La mejor de la trilogía? Pues… puede serlo perfectamente. El joven Indy, los orígenes del látigo, el sombrero, la cicatriz en la barbilla, la relación con su padre, la afición a los enigmas… Lo tiene todo y lo cuenta todo sobre el personaje, ¿de verdad era necesario hacer continuaciones 19 y 34 años más tarde?
La jungla de cristal: la venganza: la primera se tituló en España La jungla de cristal en lugar del Die hard original, porque sucedía en un edificio en el que se reventaban todos los cristales de las ventanas y sonaba a La jungla de asfalto, así que tocaba seguir con esa «jungla» que no se aprecia ni de lejos en las siguientes entregas, pero, ¿acaso importaba? La mejor sigue siendo la primera (al menos para mí), y a continuación en mis preferencias viene esta tercera. ¿La razón? Los villanos: Alan Rickman y Jeremy Irons. Están varios cuerpos por encima de los que interpretan los personajes de Franco Nero y William Sadler en la segunda. Y para que una buena trama de acción funcione, es imprescindible contar con un villano de altura. Si, además, pones a Samuel L. Jackson al lado de John McClane, el entretenimiento está asegurado.

El caballero oscuro: la leyenda renace: a mí personalmente me resulta la menos interesante de la trilogía de Christopher Nolan sobre Batman, tras El caballero oscuro y Batman begins, en mi orden de preferencias, inverso al cronológico. De hecho, casi la paso al bloque de las terceras partes «solo» dignas. Pero me parece un buen cierre a la trilogía sobre este superhéroe «intruso», como decía aquel monologuista. Intruso porque, contrariamente al resto, carece de superpoderes. Y ni que decir tiene que las obras de Nolan me parecen muy superiores a las anteriores versiones de Tim Burton y Joel Schumacher. No tiene el interés de la primera (que apenas parece una más de Batman), ni un personajazo como el Joker de la segunda (Heath Ledger), pero aporta nuevos personajes de muchos quilates, como esa Anne Catwoman Hathaway, y en especial, Bane (Tom Hardy, más hijop… que nunca) y Miranda Tate (Marion Cotillard). Es algo más larga de lo que quizás merece la historia (165 minutos), pero se aguanta bien. Impagable ese final tan parodiado para todo tipo de memes, el cruce de miradas entre Christian Bale y Michael Caine.
2.- Dignas. Son continuaciones sin el nivel de las dos primeras, pero, al menos, resultan aceptables, complementarias. O simplemente bienintencionadas, pero fallidas, en ningún caso detestables, como las que aparecerán en el tercer bloque, que pueden llevar a desear el asesinato (intelectual, se entiende) de sus autores.
El Padrino III, Regreso al futuro III, Alien 3, Matrix Revolutions… Sí, sí, lo sé, todas ellas tienen muchos detractores, pero me apetece defenderlas.
(Continuará…)





