Travis – ¿Qué pasó con C. Thomas Howell?
Hace cuarenta años, en 1983, Francis Ford Coppola estrenaba dos películas aparentemente menores para alguien como él, que había rodado en los años previos Apocalypse Now, Corazonada y las dos primeras entregas de El Padrino,. Ambas películas estaban basadas en novelas de Susan E. Hinton y tenían una temática similar sobre jóvenes inadaptados, pandillas y sus primeros delitos: The Outsiders (estrenada en España como Rebeldes) y Rumble Fish (otro de esos «títulos letales», pues se tradujo libremente como La ley de la calle).
El buen ojo de Coppola para el casting se aprecia en que prácticamente todos los actores de ambos repartos coparon muchos de los mejores papeles jóvenes de los ochenta: Matt Dillon (Drugstore cowboy, The Flamingo Kid), Tom Cruise (Top Gun, Risky Business), Ralph Macchio (Karate Kid), Patrick Swayze (Amanecer rojo, Norte y Sur, Dirty Dancing), Rob Lowe (el chico guapo sin nada decente más allá de St. Elmo’s fire o Class), Emilio Estévez (El club de los cinco, Young guns), Diane Lane (Cotton club, Calles de fuego), Mickey Rourke (Nueve semanas y media, El corazón del ángel) y Nicholas Cage (Birdy, Arizona Baby). Por eso mismo, por el éxito que sucedió a casi todas sus carreras, siempre me llamó la atención que el protagonista de Rebeldes, el actor que interpretaba al sufrido Ponyboy Curtis, desapareciera prácticamente del mapa.
Su nombre es C. Thomas Howell, el tercero por la izquierda en la foto superior, un californiano nacido en 1966 que parecía apuntar alto. Sus primeros papeles en cine fueron ni más ni menos que con Steven Spielberg (un papel menor en E.T.) y con el mencionado Coppola. Tras Rebeldes tuvo algunos papeles que le ayudaron a mantener su estatus de estrella juvenil (Admiradora secreta y Amanecer rojo, entre los pocos que recuerdo), y tras la acongojante Carretera al infierno (The hitcher) en 1986, con un cabrón psicópata terriblemente cabrón psicópata interpretado por Rutger Hauer, le perdí la pista.

Mientras sus compañeros de promoción se forraban con los mejores papeles, C. Thomas Howell debió tener uno de esos agentes nefastos que lo aconsejaron mal sobre el tipo de películas en las que debía participar. Porque el caso es que no dejó de actuar en todo este tiempo, si miro a su ficha de IMDb: 224 participaciones entre cine y televisión.

El caso es que si reviso su filmografía, compruebo que en la mayoría tomó el mismo título que aparece en la foto precedente, The wrong path, el camino equivocado. Hay papeles secundarios en The amazing Spiderman y Justice League, y algunas participaciones en episodios de Hawaii 5.0., Castle y The walking dead. Y mucho título que apesta a serie B cutre zarrapastrosa:

¿El ataque de los donuts asesinos? ¿De verdad alguien puso pasta para una producción así? Porque la «mítica» Kárate a muerte en Torremolinos se rodó con tres duros, pero cuando los americanos afrontan un proyecto, es difícil que bajen del millón de dólares de presupuesto.

La colección de títulos dudosos de sus décadas perdidas es interminable y las puntuaciones medias de los espectadores tampoco animan a darles una oportunidad:

Sea por malas decisiones, sea por situaciones personales complicadas (como expliqué en el episodio I de esta serie con Claudia Wells), el caso es que la carrera de C. Thomas Howell no se dirigió por el camino que sin duda él y su agente esperaban. De hecho, para IMDb, el actor es recordado por sus éxitos en los primeros ochenta:

Por alguno de los papeles recientes que ha protagonizado, estoy convencido de que se ha convertido en un actor de culto para algunos fans, pero si os pregunto a la mayoría de los lectores por él, por su aspecto o sus películas, me contestaréis como alguno de sus títulos: Gente sombra, Lost on Purpose o Perdido en el Amazonas.


Barney – ¿Qué pasó con Santi Pérez?
Ahora que estoy mirando de reojo la Vuelta Ciclista a España (nada que ver con la atención que le dedicaba hace años) me he acordado de un ciclista fugaz, un torbellino que despuntó en la Vuelta de 2004 y desapareció con la misma celeridad. Su nombre es Santi Pérez, natural de Grado, Asturias. Nacido en 1977, los que éramos aficionados al ciclismo por aquellos años no lo conocíamos hasta aquella Vuelta en la que puso contra las cuerdas al ídolo español del momento, Roberto Heras. Santi Pérez comenzó la Vuelta sin grandes expectativas, sin aparecer en exceso durante las primeras etapas, en las que perdió un tiempo que luego le habría hecho falta para competir por el triunfo final. Fue a partir de la decimocuarta cuando saltó a la primera línea con el triunfo en la etapa que iba de Málaga a Granada. Apenas dos días antes, Roberto Heras había arrebatado el liderato al norteamericano Floyd Landis, y la victoria de Santi Pérez no parecía más peligrosa que la del típico ganador ocasional de etapa, un tipo combativo, buen escalador, que había sabido aprovechar su momento. Pero es que al día siguiente, en la decimoquinta etapa, Santi Pérez volvió a alzarse con el triunfo en la estación de esquí de Sierra Nevada, una cronoescalada en la que le metió un minuto a Alejandro Valverde y casi dos al maillot amarillo, Roberto Heras. ¿Pero de dónde ha salido este bólido?, nos preguntamos muchos.

Aun con esa doble victoria, la general parecía asegurada para el bejarano, pues contaba con ventaja suficiente de las primeras etapas, pero incluso esa posición fue puesta en duda por el arrojo del asturiano, que nos regaló una de las etapas más emocionantes de la Vuelta en la tradicional jornada de la sierra madrileña. Atacó con fuerza y le dobló el pulso al que por entonces era considerado el mejor escalador del mundo. Sin embargo, no fue capaz de obtener los minutos suficientes de ventaja para arrebatar el maillot de líder a Heras. Santi Pérez estaba como una moto y terminó de demostrarlo al día siguiente, cuando logró una nueva victoria de etapa en la contrarreloj final, ¡en llano! ¿Cómo era posible que apareciera este ciclista casi de la nada y a los veintisiete años explotara de ese modo? Acabó segundo en la general, a solo treinta segundos de Roberto Heras, quien se alzó así con su tercera Vuelta a España, la segunda consecutiva.
El tipo en cuestión resultaba entrañable en sus declaraciones, cada vez que le ponían un micrófono tras cada exhibición. Un tipo sencillo, humilde, un jornalero de la bici que dedicaba cada triunfo a su novia, Vanesa, fallecida dos años antes en accidente de tráfico.
El mazazo llegó poco después, en octubre, apenas un mes después de su éxito en la Vuelta: la UCI le notificó su positivo en un análisis por transfusión homóloga de sangre. El mismo positivo que dio su compañero de equipo, el norteamericano Tyler Hamilton, otro al que recuerdo una de las exhibiciones más portentosas sobre una bici, cuando se marchó del pelotón en una etapa del Tour de Francia… con la clavícula rota. Santi Pérez nunca reconoció su positivo, recurrió por las diversas irregularidades que se cometieron durante el contranálisis, pero la UCI y el TAD mantuvieron su decisión: Santi Pérez fue sancionado dos años.


Un par de años después comenzó la Operación Puerto en España y Santi Pérez fue identificado por la Guardia Civil como uno de los posibles clientes del doctor Eufemiano Fuentes. Como Alejandro Valverde, Óscar Sevilla, Francisco Mancebo, Tyler Hamilton y muchos más en un caso en el que las instituciones deportivas españolas se conjugaron para dificultar la investigación judicial, que quedó en nada por desgracia. La situación de descrédito del ciclismo, que se agravaría años después con los casos de Armstrong, Ulrich, Zulle, Beloki, Alberto Contador, Virenque y prácticamente todo el pelotón internacional, hizo que muchos nos desengancháramos del ciclismo. Algo parecido a lo que nos está pasando con el podridísimo mundo del fútbol.
Santi Pérez siempre reclamó su inocencia, le dieron la razón en uno de sus dos recursos y no tuvo ninguna sanción deportiva por su supuesta implicación en la Operación Puerto. Volvió al ciclismo casi por la puerta de atrás, en un equipo con varios de los «renegados» y apartados del pelotón (Mancebo, Vicioso, Sevilla, Hruska), pero no volvió a tener resultados destacables. Cada vez que he leído una entrevista suya, y se ha prodigado poco, he sentido cierta lástima, la pena de un amante del ciclismo que se sintió maltratado por los que lo ayudaron a subir. Si alguien quiere saber mi opinión sobre el dopaje en aquellos años de principios del siglo y la pureza de algunos corredores, solo tiene que mirar la lista de los primeros clasificados en aquellos Tour de Francia: ¿a partir de qué posición debemos creer que corrían «limpios»?
Santi Pérez se retiró en 2011 y continuó ligado al ciclismo. Fundó una escuela que lleva su nombre en Asturias y fue nombrado seleccionador asturiano de ciclismo. Muy ocasionalmente lo vemos en alguna actividad de divulgación sobre el deporte de las dos ruedas. Su desaparición de la escena fue tan veloz como su irrupción en aquella memorable Vuelta de 2004.


Anteriores:


