Anatomía de un Negreirato (III)

Tres nuevos capítulos de este juicio farsa (y no Barça) que nunca se celebrará.

Capítulo 7: Javier Tebas.

Capítulo 8: Iturralde González.

Capítulo 9: Árbitros en activo (I). Hernández Hernández.

Capítulo 7 – Javier Tebas

El juez Aguilar se encontraba en su despacho de la primera planta de los juzgados de Barcelona. Acababa de dejar una carta sobre la mesa, tras volver a introducirla en el sobre, y, como hacía siempre que algo le preocupaba, se levantó para mirar por la ventana y reflexionar. Era su manera de evadirse, de mirar las cosas con claridad, de tomar cierta perspectiva.

Desde el amplio ventanal podía divisar a un grupo enorme de periodistas, muchos de ellos con el micrófono preparado, otros con las cámaras fotográficas y algunos corrillos en los que departían y, probablemente, compartían información. El juez también vio varios cámaras de televisión con el trípode instalado y un periodista situado frente a ellos con el micro en la mano, pero en situación de espera. Como sucedía desde el primer día del juicio, o aun antes, desde su designación, aquel revuelo mediático le producía una pereza infinita al juez Aguilar. “Menos de dos años”, pensó. La jubilación le rondaba la cabeza desde hacía tiempo y deseaba como pocas cosas emplearse en otros menesteres más gratificantes.

“Si por lo menos los testigos pasaran desapercibidos… ayudaría a rebajar el ruido mediático”, pensó. En ese momento llegó un coche negro, paró unos segundos en zona prohibida, se abrió la puerta trasera y bajó el que parecía ser el próximo testigo. En efecto, las hordas descontroladas de fotógrafos y periodistas cercaron al sujeto que acababa de bajar, como si el testigo hubiera escuchado los pensamientos del juez: “¿no querías ruido? Pues toma taza y media”. Por lo poco que sabía el juez del testigo de la jornada, había escuchado que era un tipo con querencia a los micrófonos, con incontinencia verbal e “indescifrable, ingobernable”, en palabras de un amigo de profesión buen aficionado al fútbol. “Es un tipo incontrolable, con una verborrea de esas que tanto aprecias”, concluyó con sorna.

El testigo se paró delante de los periodistas y estuvo hablando unos tres minutos frente a un batiburrillo de micros, móviles y grabadoras vintage. Hizo varias veces el gesto de mirar el reloj y señalar al juzgado, como si no pudiera atenderlos, aunque, por otro lado, se le veía feliz por poder hacerlo. Julián Aguilar resopló. Sabía que era la hora. Sacó la toga del armario, se la puso y salió del despacho, no sin antes recoger una carpeta y su famosa libreta de anotaciones. Llegó al inmenso corredor de la planta baja y, ya desde la puerta de la sala de vistas, divisó a una veintena de metros al compareciente, que estaba preguntando a un empleado hacia dónde debía dirigirse.

– ¡En pie! -escuchó el juez desde el interior de la sala-. Preside el honorable juez Aguilar.

Se abrieron las puertas y comenzó una nueva vista del caso ya conocido en la prensa galernauta como “El Negreirato”. El juez tomó asiento, colocó sus papeles, la libreta, sacó un boli y un par de rotuladores de colores, e hizo un gesto al abogado de la defensa.

– Con la venia, señoría –comenzó Jorge Carlos Scotto, la defensa llama a declarar a Don Javier Tebas Medrano.

 “Bull”, el ordenanza, abrió las puertas de la sala y entró el presidente de LaLiga de Fútbol Profesional, quien, con paso firme y una amplia sonrisa hacia el público, los periodistas y el jurado, se dirigió al banco para testificar. Solo cambió el gesto al cruzar su mirada con la abogada del Real Madrid y al pasar junto al banquillo de los acusados, momento en que bajó la vista y encogió la cabeza como diciendo “qué le voy a hacer”. En su mirada verdosa se apreciaba un derrame en el ojo izquierdo.

– Señor Tebas, muchas gracias por venir –comenzó Scotto-, sabemos que es un hombre muy ocupado. Antes de comenzar con su testimonio, ¿le importaría decirnos de qué equipo es?

– Sí, claro, sin prob…

– ¡Protesto! –interrumpió Estuardo-, es irrelev… bueno, déjelo, retiro la protesta.

– Señor juez, miembros del jurado –contestó Scotto-, puede que parezca irrelevante, como iba a decir mi colega, pero tratamos de hacer ver con la declaración del señor Tebas que se puede ser aficionado de un equipo y, a la vez, ser capaz de discernir acerca de unos hechos y diferenciar lo que es delictivo y lo que no.

Estuardo asintió e incluso levantó el pulgar. Scotto se volvió hacia el testigo:

– ¿Señor Tebas?

– Sí, cómo no. Como todo el mundo sabe, soy del Madrid desde los ocho años, mis cuatro hijos son del Madrid, sería un hipócrita si no lo dijera.

– Muy bien, ¿y qué sintió cuando se enteró de los pagos del Fútbol Club Barcelona al señor Enríquez Negreira a cambio de la prestación de servicios de asesoramiento?

– Lo primero que es evidente es que en 2018 y los años anteriores, las normas de compliance que controlan los conflictos de intereses tanto del CTA como del Barcelona no funcionaron, ya que, con lo que hemos visto, esos servicios no se deberían haber prestado, ni por esos importes. Estas cosas no pueden ocurrir en el fútbol español, pero también supe en ese mismo instante, y lo quiero dejar muy claro, que no puede haber ningún tipo de sanción deportiva para el club al haber prescrito este tipo de castigos.

– No son cosas incompatibles –apuntó Scotto-, el hecho de que haya podido haber unos pagos irregulares que se están aclarando en este juicio puede coexistir perfectamente con la inexistencia de sanciones.

– Así es, yo soy abogado, como sabe –Tebas reafirmó su postura mirando directamente al jurado-, y no es posible porque del año 2018, en que cesan los pagos, hasta 2023, en que se sabe de los mismos, han pasado cinco años y este tipo de sanciones prescriben a los tres años. Otra cosa distinta es en el ámbito de la jurisdicción penal, donde puede existir un delito de corrupción entre particulares en la versión de amaños de ámbito deportivo.

– ¿Por qué se ha personado el organismo que usted preside, LaLiga, en este caso?

– Desde la patronal del fútbol hemos querido aclarar este asunto y aportar la información que teníamos, porque creemos que ha habido unos pagos irregulares. En su día pedimos las pruebas que la Federación Española de Fútbol no estaba pidiendo. Por ejemplo, solicitamos que se estudie el miembro o los miembros del organismo que estaba en esas épocas para designar a los árbitros, por si pudo haber alguna interferencia, o bien, por si el señor Negreira pudo intervenir en alguna designación. Lo que sí es una conclusión es que tanto estética como éticamente estas cosas no pueden ocurrir en el fútbol español. Y mire lo que le voy a decir: somos prácticamente los únicos que estamos dando impulso al caso Negreira, los únicos que aportamos escritos para empujar –Tebas miró directamente a la abogada del Real Madrid, señaló con el dedo hacia su mesa y se le enrojeció aún más el ojo izquierdo-. El Real Madrid solo presentó un escrito para estar hoy aquí personado, pero no ha hecho nada.

– ¿Cree que el Barça para pagó para beneficiarse de los resultados?

– Como ya le he dicho, creo que hay indicios de unos pagos irregulares y se tendrá que aclarar la intención. Pero, ¿influyeron en la competición esos pagos? Pues puede que esa fuera la intención, pero tendrá que aclararse. Pagar desde un club a Negreira es una irregularidad muy grave. Es delito si es para influir. Pero es que hay muchos modos de pretender influir en la competición, por ejemplo, como hace el Real Madrid con los vídeos de su televisión. Lo que hace el Real Madrid no está dentro del fairplay deportivo. Sobre todo, los reportajes previos a los partidos, sacan imágenes en blanco y negro… Pero de ahí a adulterar la competición hay un trozo. Yo tampoco sé las intenciones del Real Madrid con esas imágenes.

El fiscal Estuardo y la abogada Luisa Ramírez comenzaron a cuchichear unas palabras por lo bajo. Se sentían interpelados por el testigo, señalados directamente, pero finalmente asintieron entre ellos y le dejaron continuar.

– Volviendo al caso Negreira –Scotto redirigió la declaración-, antes ha hablado de estética, ¿es un problema, entonces, de imagen?

– Bueno, a nosotros nos preocupa la imagen de LaLiga, la imagen que proyectamos. Hay muchos problemas en el fútbol español: Rubiales, Vinícius, Negreira. Rubiales hace daño a nuestro fútbol. Negreira suma en esa mala imagen. En este tema hay que seguir investigando para aclarar bien el nivel de influencia en los ascensos y descensos y en las designaciones. Eso es en lo que se ha trabajado este tiempo y el auto del juez ya dijo que el solo hecho de intentar influir ya es un sancionable en el ámbito penal. Pero debemos ser rigurosos y respetar lo que salga de aquí, no podemos hacer como el Real Madrid, que obtiene una sentencia que no es firme y tira por la calle de en medio.

– Como abogado y experto en derecho deportivo, ¿cree que ha podido haber un delito de cohecho?

– Tendría que ver la documentación. El cohecho se produce cuando el que comete delito es un funcionario público. Como abogado… lo tengo que estudiar. Soy abogado, sí, y no me gusta dar opiniones ni de jueces ni de compañeros, depende del tipo de delito, de la prescripción que tiene ese tipo de delito… Yo no sé si es cohecho, corrupción deportiva, otros hablan de blanqueo de capitales, no lo sé, pero yo no tengo esa sensación.

– Entonces, según su opinión, ¿pudo pagar el Barcelona para comprar árbitros?

Creo que el Barcelona no compró a los árbitros y es muy difícil demostrar que lo hizo, pero lo que buscaban era tener influencia en las citas, los ascensos y descensos de categorías, algo que para mí es suficiente para considerar que lo que ha pasado ha sido muy serio.

– No le resto gravedad a sus respuestas -afirmó Scotto-, pero por lo que le entiendo, estamos hablando de una posible influencia, de un daño de imagen, de una irregularidad, muy lejos de lo que se pretende juzgar aquí en esta sala.

– Mire -contestó Tebas con semblante muy serio-, se va aclarando lo que dije desde el principio: el Barcelona pagaba por las influencias que tenía Negreira en los ascensos y descensos de los árbitros. A lo mejor alguna influencia indirecta con Sánchez Arminio -torció el gesto, como si le restara importancia a sus propias palabras-, cuando había que designar árbitros… esa influencia. Poco más. Se habla mucho de esto por Florentino Pérez, que siempre me ha preocupado, todos conocemos su influencia y su área de poder. Y todo esto afecta a la imagen de LaLiga. El tema reputacional sigue existiendo, menor que antes, porque estamos trabajando para que se llegue a aclarar esta situación.

– Eso deseamos todos -concluyó Scotto-. Muchas gracias, señor Tebas.

Mientras se dirigía a su asiento, Laporta, Rosell y Bartomeu se sonreían ligeramente en el banquillo de los acusados. Parecían estar satisfechos tras escuchar las palabras del presidente de LaLiga. Hacia ese mismo banquillo se dirigió el fiscal Jaime Estuardo según inició su interrogatorio. Apoyó las manos en la barandilla que separaba a los acusados del resto de la sala, y miró directamente a los ojos de Joan Laporta, luego a Josep María Bartomeu, a continuación, a Sandro Rosell y, por último, a Albert Soler. Situado en esa postura, daba la espalda a Javier Tebas, y así se mantuvo cuando comenzó su interrogatorio.

– Señor Tebas, ¿podría decirme de qué equipo es el señor Laporta? Aquí presente.

A Tebas se le escapó ese característico gesto risa-ladrido-arcada con el que suele obsequiar cada una de sus comparecencias.

– Hombre, todos lo sabemos. Del Fútbol Club Barcelona.

– ¿Y el señor Sandro Rosell?

– No sé dónde quiere ir a parar.

– ¿Y a la directiva de qué club pertenecía Albert Soler? -continuó el fiscal.

– Es obvio -replicó Tebas-, creo que no merece la pena contestar.

– Hágalo, por favor, ha venido a testificar hoy aquí, le ruego que responda a mis preguntas.

– Al Fútbol Club Barcelona, como todos sabemos.

– Muy bien, gracias. ¿Y podría decirnos a todos los aquí presentes, y a todos los que están en sus casas, y a todos los que seguirán este juicio por los medios, qué club de fútbol es el que estuvo realizando pagos a las empresas del señor Negreira y su hijo durante dos décadas?

La risa de Tebas tornó más hacia la arcada con gargajo:

– El Barcelona.

– Me alegra saberlo. Escuchando su declaración, he llegado a dudar de si se juzgaba al Fútbol Club Barcelona o al Real Madrid.

Se escucharon varias risas entre el público asistente y un murmullo de desaprobación.

– ¡Protesto! -exclamó Scotto con un tono de voz elevado-. No vamos a ningún lado con estas preguntas.

– Señor juez, miembros del jurado –alegó Estuardo-, puede que parezca irrelevante, como su afición o afiliación deportiva, pero tratamos de hacer ver con la declaración del señor Tebas que se puede ser aficionado de un equipo, o abogado, o presumir de adalid de la verdad y, a la vez, ser incapaz de discernir acerca de unos hechos y otros si su obsesión por el presidente del Real Madrid es superior a todo lo demás.

– ¡Eso no es cier…! -trató de responder Tebas, pero fue interrumpido por el juez.

– No se admite la protesta. Sus preguntas no aportan gran cosa, pero no son motivo de reprobación. Señor Estuardo, díganos adónde pretende llegar, por favor.

– Cómo no, señoría -dijo Estuardo antes de retomar la palabra-. Quiero hacer ver a los miembros del jurado que el testimonio del presidente de LaLiga carece de valor alguno, puesto que su obsesión es otra, y todos sus movimientos se encaminan en una única dirección.

Caminó por la sala y volvió a la posición anterior, frente a los acusados y dando la espalda a Tebas, al cual le había crecido el derrame tras la mención del fiscal a su obsesión.

– Miren, vean otro ejemplo. Señor Tebas, ¿qué piensa de la Superliga y el papel de Joan Laporta en la misma?

– No veo ninguna posibilidad de éxito -al llegar a esta pregunta, el derrame se le pasó al otro ojo, y, con la mirada más ensangrentada que verde, respondió-, pero con Laporta no estoy peleado, ni enfrentado. Laporta y el Barça son críticos, no como Florentino Pérez, que está absolutamente equiv…

Estuardo sonreía sin dar la cara a Tebas y no dejó que concluyera la frase:

– ¿Y el VAR, a qué se deben las protestas sobre el VAR?

¡Con el VAR hubo un antes y un después de la llamada a Rubiales de Floren…!

Se giró para mirar directamente a Tebas, quien se dio cuenta al instante de que había caído en la trampa. Estuardo no quería soltar la presa, así que no perdió el tiempo:

– ¿Cuántos litigios sostiene LaLiga con el Real Madrid?

– No sé, cerca de un centenar. Florentino quiere salirse siempre con la suya y recurre por todo: el reparto de los derechos de televisión, las imágenes de la previa de los partidos, el acuerdo con CVC…

– ¿El señor Laporta votó a favor de su subida de sueldo?

¡Sí, al contrario que Florentino!

Javier Tebas se había puesto en pie visiblemente enfurecido. El fiscal se dio la vuelta, sonrió y miró hacia la audiencia. Hizo una pausa, momento que Tebas aprovechó para sentarse, respirar y ajustarse, por este orden, la corbata y el mechón de pelo que le caía sobre el frentón. Estuardo se giró hacia el jurado:

– Señores y señoras del jurado, les ruego no tomen en mucha consideración el testimonio del testigo de hoy. Como habrán podido comprobar, el señor Tebas no ha venido hoy a hablar del caso Negreira, del que ha hablado con numerosas vaguedades, de manera ambigua, “sí, es grave, pero habrá que ver si era para influir”… poco más. Ha venido para aprovechar el altavoz mediático que le presta esta causa y proseguir en su particular guerra contra el Real Madrid y su presidente.

Javier Tebas se aferraba con fuerza a los brazos de la silla. Trataba de callar, como le habían aconsejado, puesto que ya había hablado demasiado. Pero el fiscal no cejaba en su argumentación:

– El señor Tebas nos cuenta que está preocupado por la imagen del fútbol español y sus problemas. “Rubiales, Vinícius, Negreira”. In that order. ¿Por qué no decir “la Federación, Soule, el racismo, el CTA, el Barça y sus presidentes? ¿Por qué tiene que meter a un jugador del Real Madrid entre dos investigados en causas de presunta corrupción?

Tebas pasó del resoplido al bufido.

– Presume de haber aportado documentación a la causa, pero ha resultado ser una prueba falsa, algo que causó un profundo malestar en los acusados y una cierta confusión en el proceso.

– Ya explicamos en su momento el origen de la confusión –Tebas quiso salir del paso rápidamente-, tenían los mismos nombres, en una época similar.

– Ya –respondió Estuardo-. Espero que sea mejor como presidente de LaLiga que como abogado. Claro que tampoco espero gran cosa de quien empezó en el mundo del fútbol a sueldo de Dimitri Piterman.

– ¿Acaso es un delito ejercer mi profesión? Es con lo que me he ganado la vida siempre –se defendió Tebas.

– No, por supuesto que no –respondió el fiscal-. Solo trato de que el jurado llegue a la conclusión de que usted, por muy madridista que se confiese, solo ha actuado como muchos de los árbitros de la trama Negreira. Ellos sabían que su sueldo dependía de tener satisfecho a quien los designaba para los partidos grandes o los puntuaba para descender o promocionar. Usted sabe que para mantener su sueldo tiene que mantener satisfecho a quienes se lo aprueban y le mantienen en el puesto. Y entre ellos no está el Real Madrid, y sí nuestros acusados en esta causa. No haré más preguntas, señoría.

El fiscal se dirigió a su asiento y su turno fue asumido por Luisa Ramírez, la abogada del Real Madrid.

– Señor Tebas, ha dicho usted que fallaron los sistemas de compliance tanto en el Fútbol Club Barcelona como en el CTA, ¿debemos entender que dichos controles funcionan bien en el organismo que usted preside?

– Solo puedo decirle que desde abril de 2024 tenemos las certificaciones más altas en nuestros sistemas de Gestión de Compliance Penal y de Gestión Antisoborno.

– Enhorabuena –contestó la abogada con el mismo entusiasmo que Maldini ante un gol del Madrid en una final de Champions-. Pero remontémonos más atrás en el tiempo, a la era Negreira. Usted ha venido aquí y nos ha hablado del caso Negreira como si fuera poco más que una irregularidad administrativa, un posible conflicto de intereses menor que habrá que aclarar. Pero, ¿sabe usted realmente qué es un conflicto de intereses cuando permitió que el Director Audiovisual de LaLiga facturara 500.000 euros desde su propia empresa pese al Código Ético que lo prohibía?

– Esas son las noticias falsas del “portacoz” oficial de Florentino Pérez –contestó Tebas.

– No se ponga nervioso, señor Tebas, le ruego que se comporte, la Justicia dio la razón al periodista y al medio que lo publicó. Supongo que tampoco había conflicto de intereses al alcanzar acuerdos económicos entre el organismo que preside y Mediapro, la empresa que participa en el accionariado de Barça Studios, o por firmar operaciones de patrocinio con un jugador en activo del Fútbol Club Barcelona, Gerard Piqué. Para usted todo esto es normal, forma parte de los negocios y el día a día del fútbol, y aquí no hay más problemas que Florentino Pérez y los vídeos de Real Madrid Televisión.

– Protesto –intervino Scotto con timidez-. Nada de lo mencionado guarda relación alguna con el caso juzgado.

– Se admite –sentenció el juez Aguilar, que no dejaba de apuntar nuevas flechas con el rotulador verde en su libreta-. Aténgase al caso juzgado, letrada.

– Entendido, señoría –asintió la abogada-. Solo trataba de hacer ver que, al igual que lo argumentado por la defensa, prácticamente nada de lo mencionado en el día de hoy por el señor Tebas guarda relación alguna con el caso. Su cruzada es otra. Y me quedo con una frase de lo que ha dicho hoy: señor Tebas, ¿ha dicho usted que están trabajando para minimizar el impacto reputacional que el caso Negreira tiene sobre LaLiga y el fútbol español?

– Así es –afirmó Javier Tebas-. El fútbol español necesita claridad, y la reputación de la competición está por encima y da igual el club que sea. Pero no existe ninguna campaña para desprestigiar al Barcelona.

– Ya, ya lo vemos. Y es más, a ese club al que no se quiere desprestigiar porque ya lo hacen sus dirigentes se le ajusta la normativa de control económico, se le aceptan las palancas que no se cobran o se le permite sobrepasar el límite salarial, se le informa del acuerdo con CVC sin hacerlo con su máximo rival… Pero todo sea por mantener la buena reputación de LaLiga.

– Cómo se nota quién le paga a usted –respondió Tebas mientras mostraba unos afilados colmillos.

– Lo sabe todo el mundo. Igual que sabía todo el mundo para quién trabajaba su hijo. O igual que sabe todo el mundo lo que paga el organismo que usted preside a los medios de comunicación para, entre otras cosas, “minimizar el impacto reputacional” del caso Negreira. 140 millones de euros en cinco años para hacer publicidad de este lodazal. Solo voy a decirle una cosa más: mi cliente detestaría saber que una parte del dinero que LaLiga detrae de sus ingresos, ¡por ridícula que fuera!, se destinara a publicidad y a la mejora reputacional del club al que se está juzgando en esta sala. No haré más preguntas, señoría.

El juez terminó de apuntar otra página más de su libreta, la cerró, junto con sus carpetas, miró a su ayudante y resopló varias veces.

El tono áspero de la sesión lo había dejado agotado. Golpeó con el mazo y se acercó al micrófono:

– Se levanta la sesión.

El juez se marchó pitando, sobre todo cuando vio que Javier Tebas se acercaba a la mesa de la abogada del Real Madrid para seguir discutiendo.

Capítulo 8 – Iturralde González

El juez Aguilar apagó la pantalla del móvil, puso el modo avión y dejó de mirar por la ventana. Al parecer, el próximo testigo estaba llegando a los juzgados, como supuso por el remolino de periodistas en torno a la figura de un individuo no muy alto y de complexión delgada que acababa de llegar a los juzgados de Barcelona. El juez guardó una carta que había recibido esa misma mañana en el mismo cajón en el que dejó la que le llegó la semana anterior. El único cajón que cerraba con llave cada vez que salía del despacho. Se puso la toga y bajó las escaleras.

– ¡En pie! -se escuchó a Bull-. Preside la sesión el honorable juez Aguilar.

El murmullo del interior de la sala se acalló mientras el juez y sus ayudantes tomaban asiento. En el banquillo de los acusados había dos ausencias, lo cual, a estas alturas del juicio, ya no sorprendía a nadie. Joan y José María, José María y Joan, que monta tanto como de tanto en tanto se lo montan. Mientras el juez ordenaba su documentación y colocaba el famoso kit de “libreta + rotuladores de colorines para no perderse en la trama”, apareció Joan Laporta por la puerta cercana al banquillo de los acusados. Por el carraspeo con el que pronunció entre dientes “Perdón” se pudo intuir que seguía con sus problemas de afonía o garganta. El juez hizo un gesto al abogado de la defensa, Jorge Carlos Scotto, para que comenzara con la vista del día.

– Con la venia, señoría. Señor juez, miembros del jurado, curiosos congregados en este caso -se giró hacia toda la sala-, hasta la fecha la defensa ha traído el testimonio de directivos del mundo del fútbol y del arbitraje, así como unos informes periciales contundentes para desmontar este caso que nunca debió ser considerado tal, un caso que, si sigue vivo en los medios, es por el control que sobre los mismos ejerce la parte acusadora. Hoy vamos a traer el testimonio de una persona que es una eminencia en el mundo del arbitraje, alguien que ejerció como árbitro en activo durante todos los años que se juzgan en este caso, mientras el señor Enríquez Negreira era vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros. Una persona, además, de gran locuacidad, que sienta cátedra cada semana en algunos de los principales medios de comunicación de este país.

A medida que pronunciaba estas palabras, en la sala se escuchaba un murmullo de expectación, “wow”, “wow, wow, wow”, hasta que Scotto anunció el nombre del testigo:

– La defensa llama a declarar a don Eduardo Iturralde González.

En ese instante, en la misma audiencia se oyó un “buah”, “Itu”, “¿Piturralde, cátedra?” y un “pffff” de varias personas que sonó como un globo deshinchándose con lentitud.

Se abrieron las puertas y entró en la sala un tipo de paso apresurado, que caminaba algo encorvado, vestido con una americana negra bajo la cual llevaba una camiseta igualmente negra con un dibujo de algo que parecía una piña marrón. Llevaba el pelo despeinado, lacio, como si una vaca le hubiera dado un lametón y le hubiera quedado un mechón colgando por la frente. Justo antes de alcanzar el banco, apareció Enríquez Negreira por la misma puerta de los baños por la que había salido Laporta unos minutos antes. Ambos frenaron sus pasos, se miraron con desprecio mutuo y prosiguieron hacia el lugar que cada uno tenía designado. De repente, la sala se llenó de un hedor insoportable y algunos de los acusados, al igual que miembros del jurado, se llevaron la mano a la nariz.

– Yo no soy -dijo Negreira a su hijo por lo bajo, una vez tomó asiento. Y con el mentón señaló hacia el testigo.

El abogado Scotto se acercó al testigo para iniciar el interrogatorio, pero frenó el paso firme que llevaba al percatarse del mal olor. Pegó varios manotazos al aire como para ventilar un poco el ambiente y comenzó:

– Don Eduardo Iturralde González, hijo y nieto de árbitros, profesional en activo en Primera de 1995 a 2012, años todos ellos durante los cuales el señor Enríquez Negreira ya prestaba sus servicios en el Comité Técnico de Árbitros. Una trayectoria intachable -en ese momento se oyó una risa entre el público-, de hecho, el colegiado que más partidos había dirigido en su momento en Primera División. Díganos, señor Iturralde, desde su dilatada experiencia y puesto que aquí se está cuestionando el arbitraje español, ¿qué tiene que decir?

– Pues que me parece una desgracia -respondió el culegiado-, el caso Negreira me parece lo más grave que ha habido en el fútbol español, que alguien haya intentado aprovecharse de su posición, y que luego otros estén queriendo transmitir a la gente que ha habido compra de partidos… me da mucha rabia, sobre todo porque eso no lo van a poder demostrar nunca.

 – Aprecio su contundencia -afirmó Scotto-. ¿Todos ellos, no hay duda sobre ninguno, como intenta demostrar la acusación particular?

– Todos ellos -contestó Iturralde, en cuya frente brillante por el sudor se pegaba media docena de pelos-. Porque ningún compañero mío se ha vendido jamás. Pongo la mano en el fuego por todos ellos.

– Entonces, ¿qué sentido tienen los pagos que realizaba el Fútbol Club Barcelona, no cree que eran para influir en los árbitros?

– ¡Nooooo, en absoluto! -respondió Iturralde con vehemencia-. Todos o la mayoría de  árbitros que han declarado a la Guardia Civil han dicho que Enríquez Negreira no influyó en ningún resultado. Lo único que tenemos constatado es que para la Agencia Tributaria había unas facturas mal hechas.

Al fiscal Estuardo se le escapó una carcajada. Se disculpó con la mano ante el juez, quien, en la mesa principal de la sala, debió percibir el hedor que invadía el ambiente. Con un gesto indicó al alguacil que abriera las ventanas, para lo cual este tuvo que apartar “el florero de López Nieto”. Las abrió y entró una corriente que disipó ligeramente el olor, aunque la ubicación de la ventana hizo que el aire infectado volara directamente a la pituitaria del juez, que no pudo disimular un gesto de desagrado.

– Así que usted no ve nada más que un tema de unas facturas que habrá que aclarar, no un delito de corrupción deportiva -continuó Scotto, quien se había apartado varios metros del testigo.

– Eso es, eso es, y eso no lo tendrá que aclarar ningún árbitro, sino quien haya podido lucrarse con esta situación -a cada frase, Iturralde aceleraba sus palabras-. Ahí hay unas facturas que habrá que aclarar, pero si… ¿cómo se dice… esa palabra inglesa?, ¿la “complayans”?, si la “complayans” dijo en su día que todo era correcto, pues no hay caso. Porque lo que sí puedo decirle con rotundidad es que Enríquez Negreira no tenía poder, ni ascendencia ninguna sobre los árbitros, ¡nin-gu-na!. Y si yo quiero comprar a un juez, por ejemplo, en este juicio -miró hacia la mesa del juez Aguilar, que se quitó las gafas, enarcó las cejas y lo miró como diciendo “a mí no meta usted en sus fregaos”-, no compro al jefe del juez, compro al que me va a juzgar, pago directamente al juez.

Iturralde se giró hacia el juez Aguilar, en cuyo rostro se apreciaba que no le hacía ni pizca de gracia la hipótesis planteada de manera tan poco inteligente por el testigo. A medida que “Itu” se aceleraba, las glándulas sudoríparas de su cabeza se activaban, lo que provocaba una imagen desastrada y algo penosa. El exárbitro se sacó un clínex del bolsillo de la americana y se quitó levemente el sudor.

– A lo que voy -continuó un Iturralde cada vez más nervioso-, si yo pago para influir, compro al árbitro, no a un señor que no pintaba nada. Como conocedor del gremio, que es para lo que se me ha citado, y como conocedor del arbitraje y de cómo funciona, creo que ese dinero que cobró Negreira, una parte era para él y otra volvía a ciertas personas.

Se hizo un silencio en la sala que Scotto no quiso interrumpir. Iturralde pidió un vaso de agua. Mientras se lo servían y se refrescaba con el agua, el público pudo escuchar a través de las ventanas que una feria ambulante pasaba por las calles aledañas a los juzgados. “¡Y otro perrito piloto!”. Nadie pudo intuirlo en ese momento, pero el editor de La Galerna utilizaría ese momento tan surrealista para escribir uno de sus artículos sobre esta farsa.

Scotto volvió al interrogatorio:

– Habrá quien diga que resulta extraño que un vicepresidente de los árbitros no tuviera ninguna influencia sobre ellos.

– A ver, desde el momento que trabaja codo con codo con el presidente del CTA está claro que tenía influencia, pero sería más en árbitros de categoría inferiores y no tanto en Primera División. Pero si me pregunta por influencia, le voy a decir quien sí tenía mucha influencia y no necesitaba pagar por ella. Porque hay una cosa que no se “m’a olvidao” nunca y que a mí me dijeron cuando entré en el arbitraje y es que no te haces árbitro hasta que chocas con el autobús blanco. Hasta cuando aciertas contra el Madrid, como se ha demostrado muchas veces, fíjate la que se monta. La repercusión que tiene el Real Madrid, te guste o no, es así, es el equipo con más repercusión, a diferencia del segundo.

– Dada su experiencia en cuestiones arbitrales, usted ejerce ahora de comentarista en el Diario As, un medio considerado claramente madridista, y en la Cadena Ser, un medio que no es sospechoso, y digo que no es sospechoso, puesto que fue uno de sus programas el que destapó el caso de las facturas irregulares entre el Barcelona y Dasnil, ¿ha sentido alguna vez esa presión, como árbitro o como comentarista arbitral?

– Totalmente, totalmente -el sudor sobre la frente caía de manera incontrolable y empezó con un temblor en las piernas-. Totalmente. Yo mismo sentí la presión directamente de Florentino Pérez al acabar un partido en que pité al Real Madrid. Acaba el partido, 6-1 al Deportivo, salimos del campo, los asistentes salen conmigo y trata de encerrarme en un cuarto. Le pregunto si me está haciendo una broma y le digo que se ha acabado la conversación. A la media hora ya lo sabía el Comité Técnico de Árbitros. Lo puse en conocimiento, me parecía muy grave, pero ahí quedó. Para que vean lo que es presionar. No me voy a esconder. No hay ningún árbitro corrupto, porque nosotros estamos por encima.

Iturralde se sirvió otro vaso de agua. El temblor de las piernas se le había pasado a las manos.

– ¿Puedo ir al baño un momento? -solicitó.

El juez resopló y denegó con la cabeza.

–  Esto no nos llevará mucho más tiempo, aguarde.

El abogado de la defensa retomó las preguntas para acelerar la marcha de un sujeto del que comenzaba a arrepentirse por haberlo propuesto para la comparecencia.

– Hablemos de otro de los acusados, el señor Javier Enríquez Romero, aquí presente. ¿Usted cree que se le pudo pagar por realizar informes sobre los árbitros o por condicionarlos de alguna manera con dichas valoraciones?

– Que haga informes cuando no ha sido ni árbitro… que sea capaz de hacer informes arbitrales, fíjese qué valor tienen unos informes que hace una persona que de arbitraje no tiene ni idea. Es como si me pongo yo a informar de tenis. Puedo ver muchos partidos en la tele, pero a la hora de la verdad no tengo idea de nada. ¿Qué sabe el hijo de Negreira de árbitros? Apareció en mi época, me “le” presentaron como coach, que para mí es un intrusista de la psicología. Nos dio charlas y luego, el que quería podía continuar con él de forma privada. Sé que algunos lo hicieron, pero lo mejor es que citen a declarar a los árbitros, porque ahí se podrá ver que nosotros somos los más interesados en que esto se esclarezca, en que toda la gente sepa que algunos somos malos, malísimos o incluso alguno bueno, pero que todos somos honestos.

– ¿Descarta usted entonces que los pagos fueran por dichos informes arbitrales?

Yo creo que los pagos a Negreira han sido utilizados para enriquecer a directivos del Barcelona -mientras pronunciaba estas palabras, se giró hacia el banquillo de los acusados-. En este sentido, creo que algún directivo del club se ha enriquecido a través de facturas fundamentadas en informes arbitrales que no tienen apenas valor.

– Es lo que intentamos aclarar en estas sesiones. Muchas gracias, señor Iturralde. No haré más preguntas, señoría.

El fiscal Jaime Estuardo se levantó de la silla, se abotonó la americana, se ajustó el nudo de la corbata con la elegancia de la que solía hacer gala y se dirigió con paso firme hacia el banquillo del testi… no pudo acercarse más. La nube tóxica llegaba hasta unos tres metros del micrófono con el que se grababan todas las comparecencias de testigos. Supo disimular su gesto de incomodidad y comenzó:

– Señor Iturralde González, árbitro de Primera División durante diecisiete temporadas. Diecisiete, diecisiete… el caso es que ese número me recuerda a algo, ¿sabe usted? Diecisiete temporadas estuvo pagando el Fútbol Club Barcelona al vicepresidente de los árbitros y, según gente como usted, a cambio de nada, de ningún beneficio en los terrenos de juego.

– Usted pensará lo que quiera, pero no se puede poner en duda la honorabilidad de los árbitros, eso no se lo consiento a nadie -el sudor volvía a caerle de manera copiosa por la frente y las sienes.

– Bueno, lo consentirá o no lo consentirá, pero lo dice el juez instructor… -Estuardo abrió un legajo, buscó una página concreta y leyó-. Aquí está: “Los pagos realizados por el Barcelona satisfacían los intereses del club en atención a su duración y al incremento anual. De aquí se deduce también que los pagos produjeron los efectos arbitrales deseados por el Barcelona, de tal manera…”.

– ¡Protesto! -dijo el propio Iturralde-. No le consiento que diga tal cosa de…

El juez lo miró perplejo. Para salir del paso, fue Scotto el que se puso en pie y exclamó un fuerte “¡protesto!”, logrando salvar de ese modo el ridículo del excolegiado.

– No se admite. Letrado, el fiscal solo está leyendo un párrafo del auto de instrucción, no hay nada sobre lo que protestar -aseveró Aguilar con cierta condescendencia. A continuación, se dirigió a Iturralde González-. En cuanto a usted, limítese a responder a lo que le pregunten, no está en su derecho de protestar. Continúe, por favor.

Tras acallarse ciertas risas entre el público, Estuardo prosiguió con la lectura del párrafo:

– … de tal manera, decía, “que debió existir una desigualdad en el trato con otros equipos y la consiguiente corrupción sistémica en el conjunto del arbitraje español”. ¿Qué tiene que decir a esto, señor Iturralde?

Que ese juez está insinuando que el Barcelona compró árbitros y no lo puede demostrar. Igual nos tenemos que juntar los árbitros y querellarnos con el juez.

Estuardo lo miró perplejo. Aplaudió con evidente sarcasmo, apenas tres palmadas porque fue rápidamente reprobado por el juez:

– Letrado, evite aquí esos espectáculos que no contribuyen al buen desarrollo de la vista. Si tiene algo más que añadir, continúe, por favor. En caso contrario, le ruego que dé por finalizado el interrogatorio.

– Disculpe, continuaré, cómo no -aseguró Estuardo-. Así que nadie les presionaba, ha dicho, y que, como mucho, se sintió influido por… ¿cómo ha dicho?… chocar con el autobús blanco. Señor Iturralde, ¿usted sabe con qué arbitro ha perdido más veces el Real Madrid en su campo en toda su historia?

– Sí, je, je, je -se le escapó una risa nerviosa-, conmigo.

– Así es. ¿Y sabe usted, por un casual, quién es el segundo?

– Jo, jo, jo -aquí la risa pasó de nerviosa a siniestra-, sí, fue con mi abuelo.

Entre el público se extendió un murmullo y se pudo escuchar algún que otro improperio, “todavía se ríe el hijop…”.

– Exactamente -asintió Iturralde-. Luego no parece que a los Iturralde les afectara mucho haber chocado con el autobús blanco. Diecisiete años en Primera y el ascenso a la internacionalidad, aunque luego apenas le dieran partidos.

– Llegué a pitar partidos de Champions -contestó Iturralde, cuyo temblor de piernas se trasladaba al resto del cuerpo, lo que provocaba una cierta incomodidad para cualquiera que estuviera viéndolo en ese momento.

– Apenas ocho. Y nunca fue designado para partidos de Mundiales ni Eurocopas. Su nivel era apreciado aquí por el sistema de los señores Sánchez Arminio y Enríquez Negreira, pero no por la UEFA, ni la FIFA.

– ¡Estuve siempre entre los árbitros mejor considerados por el sistema!

– Lo sabemos, señor Iturralde, lo sabemos, no se ponga nervioso. Precisamente aquí estamos enjuiciando ese sistema, por lo anormal de su funcionamiento, por premiar a árbitros como usted, que perjudicaban a unos clubes y favorecían a otros, como puede extraerse de las estadísticas de su carrera. Usted tiene otro récord con el Real Madrid y es que nadie ha expulsado tantas veces a su capitán como usted, ¡luego no nos venga con que pitar mal al Real Madrid podía perjudicar a su carrera! Que el máximo rival del equipo que pagaba a Enríquez Negreira perdía con usted el 25 por ciento de sus partidos, que era uno de los peores de toda la competición para ellos.

Iturralde volvió a secarse el sudor con el clínex que sacó del bolsillo, pero lo tenía tan húmedo que se le quedaron pegados varios trozos de papel en la sien izquierda y cerca de la mejilla. Su aspecto era tan deplorable como el hedor que se respiraba en la sala.

– Usted -prosiguió Estuardo- fue designado tres veces para pitar el partido por excelencia de la Liga española y en las tres ocasiones ganó el equipo que pagaba a Negreira. Once goles a favor y ninguno en contra.

– Aquel era un gran equipo -contestó entre temblores-, tenía a muchos de los mejores jugadores del mundo, algo bien harían.

– Claro, era un equipazo, eso no se ha discutido nunca en este juicio. Lo que se discute es que se premiara a los árbitros que no eran neutrales, que se recompensara a los afines al sistema de Negreira, es decir, a los que favorecían al Barcelona o perjudicaban al Real Madrid. Entenderá que se dude de su imparcialidad cuando usted se da abrazos con algunos periodistas para celebrar el 2-6 del Barcelona en el Bernabéu.

– Yo solo puedo decirle que el noventa por ciento de los árbitros son madridistas.

– ¡Y dale! Me está usted recordando al presidente de LaLiga, ¿lo sabía? Le cuestionan por la posible corrupción del Fútbol Club Barcelona y usted contesta: “es que el Madrid…”.

– Pues tan a disgusto con el sistema no estaría el Madrid cuando es el único equipo con un “hijo” de Negreira como delegado.

– Qué barbaridad acaba de decir-le recriminó Estuardo-. Supongo que está comparando tener a un excolegiado en nómina como Megía Dávila en funciones de delegado arbitral, con un sueldo en torno a treinta o cuarenta mil euros y todo debidamente acreditado, con pagar varios millones de euros durante diecisiete años al vicepresidente en activo de los árbitros a través de una serie de sociedades interpuestas. Igualito.

Ellos, que siempre dicen que hay que acabar con todos los “hijos” de Enríquez, tanto que se quejan, pues su delegado fue árbitro -respondió. Y con el final de la frase, la gota de sudor que colgaba de la punta de su nariz se desprendió con la misma gracia que Falete en aquel concurso de saltos de trampolín.

– No deja de sorprenderme usted -continuó Estuardo tras una breve pausa-. Mire, el “sistema”, el “Tinglao”, como lo definen algunos en redes sociales. Voy a leerle otro párrafo y usted me dice qué opina… -buscó entre sus papeles y leyó-: “Creo que está de más que los árbitros voten al presidente de la Federación”, porque, “es necesario que el arbitraje sea independiente, difícil que se garantice esa absoluta independencia cuando suman los votos. Luego le pedimos peras al olmo y que no se ponga en duda nuestra profesionalidad y honestidad”, “cuando algunos candidatos tienen, de alguna forma, el control de los votos de los árbitros”. “Es lo que se entiende como un sistema clientelar, un círculo de favores donde me tienes que dar para que yo te dé, luego de tu interés depende facilitar mi poder”.

– Pues… qué tengo que decir, que me resulta familiar -contestó el excolegiado vasco.

– ¿Y no le parece que en cierto modo define lo que es el Negreirato? Controlar a los árbitros es un círculo de favores en el que todos se benefician, mire, le leo otro párrafo, “y digo clientelar, porque aquí no fluyen los sobres con papeles, porque de lo contrario, tendríamos que hablar directamente de jerarquía mafiosa”.

El testigo se quedó en silencio, parecía como si ya recordara. Se volvió a secar el sudor y trató de controlar su temblor corporal.

Lo escribió usted, señor Iturralde González. En el diario As, en 2017. Sin quererlo y hablando de otro asunto, estaba definiendo el funcionamiento del CTA y de la Federación Española de Fútbol.

– Abogaba por la independencia del colectivo arbitral -se defendió.

– Sí, pero estaba dando a entender que podían ser manipulables y que los favores se pagan, no necesariamente con dinero, sino con otro tipo de recompensas. Y llama aún más la atención que, sabiendo todo lo dicho, hiciera campaña en su día por el candidato de Joan Gaspart y Enríquez Negreira a la presidencia de la Federación, el señor Ángel María Villar.

Tras un prolongado silencio, incómodo por la gestualidad del interpelado, este solo supo responder:

– Pues sepa usted que Villar era madridista.

¡Booooom! No se oyó, pero se sintió en la sala. El fiscal Jaime Estuardo se había encontrado con tipejos de la peor calaña a lo largo de su carrera: narcotraficantes, asesinos, delincuentes de navaja, pero también de cuello blanco, evasores del fisco… Pero en esos momentos estaba convencido de que pocas veces había encontrado un testigo que no respondiera a una sola de sus preguntas, sino que contestara a todas movido por su resentimiento hacia otra entidad o persona. En casos así, solo cabía dejarlo por imposible.

– Señor juez, miembros del jurado, dejo al testigo por imposible. Solo quiero que conste en acta una última prueba que pretendo dejar aquí, una ínfima muestra de lo que se premiaba en el Comité Técnico de Árbitros de los señores Arminio y Negreira, regado con millones por el Fútbol Club Barcelona. Señor Iturralde, ¿qué opina de esta jugada?

No es ni falta. Es una jugada donde Araújo le pone la mano por encima del hombro al delantero en la disputa del balón y este se deja caer.

– Muy bien. ¿Y esta otra?

Es roja, no hay duda. Es clarísima. No hay ni que verlo. Militao no quiere hacer falta, pero se la saca el jugador del Levante.

– “No hay ni que verlo”, usted lo ha dicho. Viste de blanco y los otros de azulgrana, y con eso era suficiente. Y así es como se asciende en el escalafón. No haré más preguntas, señoría.

Estuardo se volvió hacia su banco y buscó un pequeño envase de colonia que llevaba siempre en su maletín. Se echó un poco por el cuello y las muñecas. La abogada Luisa Ramírez se levantó y se acercó al testigo. Tampoco mucho.

– Eduardo Iturralde González. Ha dicho usted que apenas conocía los servicios que prestaban tanto el señor Enríquez Negreira como su hijo.

– Sí, apenas nada, la charla que les he contado y poco más.

– ¿No comió usted en el restaurante propiedad de la pareja del señor Enríquez Negreira en alguna ocasión?

– Pues… no lo recuerdo. Hace ya tiempo, sabe, y con el tiempo, esas cosas no se recuerdan con claridad.

– En declaraciones ante la Guardia Civil, uno de sus asistentes en 2010, Jon Núñez, afirmó que el señor Enríquez Negreira les invitó a comer y a cenar el mismo día de un Barcelona-Real Madrid.

– No lo recuerdo -balbuceó Iturralde.

– ¿Tampoco recuerda que el hijo de Enríquez Negreira los llevara al Camp Nou ese día o algún otro?

– Pues… no, la memoria a veces juega malas pasadas -se excusó-. Pero no recuerdo al hijo de nada, de ningún servicio de coach, ni de traslados.

– Ya. Pues su asistente cifra en al menos cinco veces las que el hijo le llevó al estadio junto con su equipo de ayudantes -no hubo respuesta, así que la abogada continuó-. La memoria, claro, a veces le falla. A ver si no le falla en esta ocasión. Dice usted que Florentino Pérez le arrinconó y trató de meterlo en una sala del Santiago Bernabéu para presionarlo.

– Sí, así fue, eso lo recuerdo perfectamente.

– Florentino, con su 1,65 y una edad avanzada, empujándolo como un matón a usted, que, como árbitro, estaba en plena forma ¿y mide? ¿1,75?

– Un poco más, 1,77.

– Me cuesta hacerme a la idea. Y primero dice que le metió en una sala, pero luego que no le dejó entrar en el cuarto de los árbitros…

– ¿Acaso esto es un juicio en el que se me cuestiona?

– ¡Por supuesto que es un juicio en el que se cuestionan todos los testimonios de los testigos! ¿No se había dado cuenta aún? Tratamos de encontrar pruebas, certezas, y con testigos como usted es imposible. Mire, esto es una prueba, ¿sabe lo que es?

Es el acta del partido al que hacía usted referencia, el mismo en el que, supuestamente y siempre según sus palabras, Florentino Lucabrasi Pérez lo arrinconó a empujones y le pidió… no nos ha dicho lo que supuestamente le pidió. ¿Nos lo puede aclarar?

– Me dijo: “Solo os pido que me pitéis igual que al Barça”.

– Eso es, al menos en su imaginario, porque al Barça le pitaba de una manera y al Madrid, de otra. Y dice que lo comunicó al CTA, lo único es que aquí, en el acta, junto a su firma, aparece escrito “sin incidencias” de ningún tipo. Señor Iturralde González, usted no pasaría la máquina de la verdad. Bueno, no hace falta decirlo porque ya se sometió al polígrafo en un programa de televisión y fracasó de manera estrepitosa.

La abogada se acercó a la mesa del juez, depositó el acta como prueba número 324/06 y continuó:

– Señores y señoras, miembros del jurado. Les ruego tomen en su justa medida las palabras de este testigo, cuya fiabilidad ha resultado ser más bien escasa. Del testigo sí sabemos al menos una cosa: que la Guardia Civil no lo está investigando por un aumento excesivo de patrimonio, al contrario que ocurre con otros árbitros investigados a raíz de esta causa. La única propiedad que tiene a su nombre fue embargada hace un año por la Agencia Tributaria. Es difícil dilapidar ese salario de árbitro internacional percibido durante tantos años, pero algo así le ha ocurrido a numerosos exdeportistas por una mala cabeza o por adicciones varias. No haré más preguntas, señoría.

Iturralde González no esperó ni a que le dieran permiso y salió corriendo hacia el baño. El juez apuntó unas últimas notas en su libreta, tomó el mazo y, dando tres golpes, concluyó:

– Se cierra la sesión. Y por favor, ventilen la sala.

Capítulo 9 – Árbitros en activo (I)

Cuando el ordenanza “Bull” pronunció el ya conocido “en pie, preside la sesión el honorable juez Aguilar”, algunos de los intervinientes no se habían situado aún en su sitio. No solo Enríquez Negreira estaba ausente, as usual, sino que Joan Laporta estaba departiendo amigablemente con algunos de los miembros del jurado popular. Al abrirse las puertas de la sala, Laporta trató de volver con celeridad a su asiento, pero estuvo a punto de chocar con el juez y uno de sus asistentes, que recorrían un camino similar al suyo. “Disculpe”, murmuró entre el jadeo que el maratón de ocho metros le provocaba. El juez Aguilar frunció el ceño antes de tomar asiento y se quedó mirando al presidente del Barcelona mientras ocupaba su lugar en el banquillo de los acusados. Dejó la libreta, un par de carpetas y los rotuladores sobre la mesa, acercó el micrófono a la boca y con una voz tenue indicó:

– ¿Pueden los letrados acercarse un momento?

Scotto por la defensa, Estuardo por la fiscalía y Luisa Ramírez por la acusación particular se acercaron al estrado del juez.

– Le ruego, señor Scotto, que indique a los acusados que deben abstenerse de entrar en contacto con el jurado -Scotto torció levemente el gesto-. Entiéndalo, no es admisible, ni ético, y no resulta en absoluto recomendable. Por no decir que me parece un comportamiento altamente reprobable.

– De acuerdo, señoría, se lo haré saber. Solo quería hacerle notar que no han sido más que unas fotos que algún miembro del jurado…

– ¿Algún o “algunos”? -puntualizó la abogada.

– Un par… -respondió Scotto-, tres, como mucho, nada más. Algún miembro del jurado ha pedido hacerse una foto con el presidente de una entidad histórica aquí en Barcelona, como el club de fútbol, posibles simpatizantes, nada más, y este les ha regalado unos pines y un par de fotos firmadas, nada más.

El juez Aguilar se quedó perplejo. Miraba fijamente al abogado defensor.

– Para garantizar la neutralidad del jurado, supongo -pronunció con sorna.

Nada más que unos pines, señoría -añadió Scotto.

– Por solo “unos pines”, señoría, algunos dijeron que un árbitro se había dejado comprar en un Villarreal-Real Madrid.

El juez Aguilar seguía sin cambiar de gesto, hasta que finalmente se pronunció:

– Letrado, “nada más” le voy a decir una cosa: si no es capaz de comprender la importancia que puede tener el hecho de que un acusado haga regalos al jurado, sean del tipo que sean, me parece que va a tener muy difícil defender a sus representados. Diga a su cliente, e insístale varias veces, porque ya nos vamos conociendo en esta sala, que no se acerque al jurado, que no tiene ni que dirigirles la palabra. Nada más. ¿Le queda claro?

– Sí, señoría -asintió Scotto-. Puedo no compartir su preocupación, pero entiendo que es lo más recomendable por estética.

– Igual que pagar al jefe de los árbitros -puntualizó Luisa Ramírez de manera quisquillosa-. Una mera cuestión estética, sin duda.

Los abogados volvieron a sus lugares, excepto Scotto, que se acercó a Laporta para decirle unas palabras al oído. El presidente del Fútbol Club Barcelona negaba con la cabeza, hinchó la papada y cerró los ojos con una mezcla de indignación e incredulidad mientras soltaba un “brrrl, el madridismo sociológico lo invade todo”. Scotto quiso salir del paso cuanto antes, así que se dirigió a los asistentes y dijo en voz alta y clara:

– ¡La defensa llama a declarar a Don Alejandro Hernández Hernández!

Se abrieron las puertas y apareció un cuarentón con aspecto saludable, más pelirrojo que rubio, bien vestido, quizás hasta coqueto… un rostro muy conocido para cualquiera que siguiera la liga española de fútbol. Tomó asiento y Scotto, antes de comenzar el interrogatorio, se dirigió hacia el jurado:

– Señores y señoras, miembros del jurado: hasta ahora han desfilado por este juzgado numerosas personalidades del ámbito directivo del fútbol, expertos en su área que han acreditado la profesionalidad con la que se trabaja en el deporte español, tanto en sus órganos federativos como en el arbitraje (Cerca de la ventana pasó una bandada de gaviotas cuyo graznido sonaba como una estruendosa carcajada). En estas próximas sesiones hablaremos con algunos de los mayores representantes del arbitraje, árbitros en activo que han recibido numerosas críticas por parte del madridismo y de la prensa madridista. Varios de ellos son veteranos que han sufrido en sus carnes que se dudara de su profesionalidad.

Se acercó al testigo:

– Don Alejandro Hernández Hernández, usted ha sido uno de los árbitros más criticados por ciertos sectores del madridismo, pero lo cierto es que, si uno revisa sus estadísticas con el Fútbol Club Barcelona en Liga, no son nada “favorables”, por utilizar el argot que se ha empleado en anteriores sesiones en esta sala, ¿a qué cree que se debe?

“Madridismo sociológico de manual”, se escuchó decir a Laporta hacia su derecha.

– No lo sé, señor, a mí me han acusado de muchas cosas desde que soy árbitro de Primera División, hasta de hacer perder una Liga al Barcelona.  

– Precisamente quería hablarle de un error muy sonado que perjudicó al Fútbol Club Barcelona, aquel gol no concedido al equipo catalán, que le habría supuesto un triunfo en el Villamarín y los tres puntos.

Cuando llevas 12 temporadas en Primera División si nos dedicamos a recordar los errores del pasado, también estaría bien recordar los aciertos. Pero si hablamos de aquel error, ya lo expliqué en su momento, no me escondo. Acudí al plató de Movistar y lo dije, cuando terminó el partido y vi la imagen, evidentemente te quedas tocadísimo. Sería mentir si dijera lo contrario. Al final está en juego tu prestigio profesional, el no haber podido ver una jugada tan groseramente clara te hace un daño mediático y futbolístico importante.

Cada vez que Laporta hablaba hacia Bartomeu en lo que él creía que era voz baja, se escuchaba algo parecido al jadeo de un búfalo y se le entendían perfectamente sus palabras: “vaya robo, nos tangaron una liga”.

– Entonces, por seguir con la teoría que se ha defendido en esta sala sobre los pagos del Fútbol Club Barcelona a Negreira y su influencia en los partidos, ¿cómo encaja con este tipo de errores? -preguntó Scotto.

– Mire, en esa misma acción hay un posible penalti a Neymar -respondió Hernández Hernández-. Había dos posibilidades de tomar una decisión a favor del Barcelona, si tan predispuestos estábamos a pitar a favor de ellos, ¿qué pasó ahí?

– Eso mismo se pregunta cualquiera que sepa un poco de fútbol -afirmó Scotto con aires sentenciosos-. Y ya puestos, ¿qué pensó cuando saltó el caso Negreira?

La primera sensación fue que era fake. Entonces ves que había un vínculo y ya tienes que aceptarlo, que es una realidad. Lógicamente hay que dar explicaciones a la gente de la calle, pero las tienen que dar quienes han pagado y quienes han cobrado, porque son los responsables, y tienen que explicar el porqué. Nosotros, que éramos ajenos a esa situación, no podemos dar ninguna explicación porque no la tenemos.

– ¿Negreira tenía algún tipo de relación, de ascendente, de autoridad, sobre ustedes?

El poder que tenía es algo que tienen que responder los que estaban en aquel momento, porque no era una cuestión de vas a subir porque sí, había un comité técnico. La relación con nosotros era prácticamente inexistente.

En todas las vistas previas, Enríquez Negreira había mantenido dos actitudes bien distintas. Unos días tenía la vista perdida y apenas mantenía contacto visual con los comparecientes. Pero en otras ocasiones, como en la presente, se le veía muy atento, con la vista fija en las palabras del testigo, en especial, cada vez que se mencionaba su nombre.

– La Guardia Civil ha investigado a varios de ustedes por un incremento en su patrimonio, hay un informe que habla de un incremento exponencial, quién sabe si buscando que a ustedes les hubiera llegado un dinero extra, ¿qué tiene que decir a esto?

Todo el patrimonio que pueda tener encaja a la perfección con lo que he podido ganar en mi profesión y se ha obtenido lícitamente. He arbitrado 12 años en Primera División y 5 años en Segunda. Son tres propiedades, el informe miente porque me atribuye una en Las Palmas que no conozco. Nada que deba extrañar a nadie.

– Así lo cree la defensa, señor Hernández Hernández, solo quería darle la oportunidad de manifestarlo en público. Muchas gracias por su testimonio, no haré más preguntas.

Scotto se volvió satisfecho hacia su asiento y en su camino se cruzó con el fiscal, Jaime Estuardo, quien mostraba un rictus de cierta indiferencia.

– Con la venia, señoría -comenzó-, la defensa insiste en la teoría de la compra de árbitros, una teoría que no ha sido mantenida prácticamente por nadie en esta sala. En este juicio no hablamos de eso, sino de la compra del sistema entero, del poder arbitral, a través de la persona que, como ha quedado acreditado, podía decidir sobre el presente y el futuro de los colegiados, o sobre las designaciones para los partidos. Señor Hernández Hernández, ¿podría indicarnos quién le comunicó su ascenso a Primera División?

– Fue el propio Enríquez Negreira, tras acabar mi quinta temporada en Segunda. Me quedé temblando literalmente, y aún lo estoy. Automáticamente se lo comenté a mi novia, y luego al resto de mi familia y a la gente más cercana. En menos de cinco minutos estaba el móvil echando humo.

– Pero ha dicho que apenas tenía relación con ustedes, ¿por qué se quedó temblando, tanto “terror” les inspiraba?

Él llamaba a los ascendidos y a los descendidos simplemente para comunicar esa información. Cuando salió el tema de los pagos, Victoriano Sánchez Arminio, que en paz descanse, fue el primer sorprendido y traicionado por esta situación -el colegiado miró al techo al mencionar al difunto y se encontró el famoso lamparón de orines y heces de paloma.

– Usted es uno de los árbitros que ha reconocido que se reunió varias veces con el hijo de Enríquez Negreira antes de los partidos para “conversar”.

– Sí, así es -contestó el canario-. Le conocíamos por haber trabajado con la Federación y el CTA en el pasado.

Y a los dos años de llegar a Primera División, usted es ascendido a internacional. ¡Solo dos años! Es una carrera sorprendentemente meteórica. Bien es cierto que no podremos demostrar que los árbitros que se reunían con el hijo de Enríquez Negreira ascendían rápidamente a Primera y luego a internacionales, pero parece haber una cierta causalidad.

– Mire, jamás me dijeron nada de favorecer al Barcelona. Si me pasa, lo hubiera denunciado. Entiendo que desde fuera suena fatal lo que ha pasado y desde dentro es muy difícil de explicar que cómo ha podido ocurrir -se defendió HH.

– Sí, usted asciende muy rápidamente tras una serie de errores, pero curiosamente la UEFA no le da partidos de Champions porque no lo considera suficientemente capacitado para ello. Le asignan apenas dos partidos en ocho años y, sin embargo, aquí lo designan con pasmosa facilidad para pitar los partidos más importantes del Madrid o del Barça.

Es injusto que alguien haya elaborado un informe donde no hay absolutamente nada ilícito. Este tema judicialmente me preocupa cero. Si el máximo exponente del caso Negreira soy yo, pongo la mano en el fuego por mis colegas.

– Todos ustedes tienen una cierta afición por poner la mano en el fuego. O perdone, para ser más exactos, por decir que pondrían la mano en el fuego.

– Ya hemos comentado mis estadísticas con el Fútbol Club Barcelona, si quiere ir por ahí, verá que no son especialmente favorables, apenas gana el cincuenta por ciento de los partidos conmigo.

– Las estadísticas no lo cuentan todo, permítame que se lo indique. En Italia, por ejemplo, el Moggigate no era un caso solo de influencia en los arbitrajes, era también de selección de árbitros afines, de manipulación de las designaciones.

El fiscal se acercó a su mesa, cogió una carpeta de color azul marino y se acercó hacia el testigo y la mesa del juez.

– El Madrid gana con diez en el Camp Nou: usted anula un gol a Bale y expulsa a Sergio Ramos. En su interpretación de las estadísticas, aparecerá como “desfavorable” para el Barcelona porque perdió, pero su actuación estuvo plagada de errores que perjudicaron al rival. Otra, el Madrid empata en el Camp Nou y usted se traga dos penaltis sobre Varane -según ponía ejemplos, el fiscal dejaba fotos en la mesa del juez, a la par que repartía otras entre el testigo y el jurado-. Otra más, vaya, qué mala suerte tenía usted con el francés: el cuarto árbitro le indica que ”es falta de Suárez” a Varane y usted deja seguir la jugada, que acaba en gol de Messi. Ese partido acabó en empate y también suma a favor de sus estadísticas supuestamente desfavorables, ¿quiere que sigamos?

El colegiado, o “culegiado”, como había escrito uno de los periodistas esa misma mañana en su medio, permanecía callado. Finalmente se defendió diciendo:

Yo he pasado momentos malos en el arbitraje por mis decisiones, pero es parte de mi trabajo. Pero claro, este tema es una sentencia social y es injusto.

– Ya, lo entendemos, muy injusto. Los errores se reparten, a veces se favorece a unos, normalmente de azulgrana, y en ocasiones se perjudica a otros que habitualmente visten de blanco. ¡Tengo más! Mire, en ese mismo partido se come este penalti de Jordi Alba a Marcelo, pese a que estaba bien situado, como puede verse en la foto. Usted seguía sin pitar en Champions, ¡pero se le caían los Madrid-Barça de las manos! ¿No le llamaba la atención? Aquí vuelve a errar al no señalar un penalti de Umtiti a Cristiano, pero no se preocupe, que en sus estadísticas, el Barça ganó. Ah, también expulsó a Sergio Ramos en ese partido. ¿Cree que era por eso por lo que se le designaba para los partidos más importantes de cada temporada? En lugar de a los árbitros élite UEFA, como sus compañeros Mateu o Gil Manzano.

El colegiado canario permanecía callado, pero el fiscal seguía mostrando fotos:

– Aquí el Madrid perdió con un gol en claro fuera de juego, y aquí… mi favorito de todos ellos: el Penalba.

Se giró hacia el juez, puso una foto en su mesa y le preguntó:

– Señor juez, perdone que me salta el procedimiento, pero usted, que no es aficionado al fútbol, ¿podría decirnos qué ve en estas imágenes?

El juez se puso las gafas, analizó la imagen, y balbuceó sin mucha seguridad:

– Pues… no me haga mucho caso, porque yo de esto no entiendo, pero… veo a un jugador dando una patada al suelo.

– ¡Exactamente! Patada al suelo que fue convertida en penalti. Y como se falló, unos minutos después, el combo de penalti y expulsión. Última jornada de Liga, por cierto. Quería llamar la atención del testigo sobre las fechas. Usted acaba de contarnos que acudió al plató de Movistar para lamentarse de un error que perjudicó al Fútbol Club Barcelona.

– Así es, fue al acabar la temporada, creo que la 2016-17 -respondió Hernández Hernández.

– Exacto. Acudió al estudio de Movistar en junio de 2017 y aquel error contra el Barça en el Villamarín sucedió en enero de 2017. Cinco meses antes.

– Puede ser, no recuerdo las fechas con exactitud.

– Lo son. Lo sorprendente es que el “Penalba” y su calamitosa actuación en la última jornada de Liga sucedió una semana antes de que fuera al programa, ¿y no se le ocurrió disculparse en términos parecidos? “Me quedé tocadísimo”, “cómo pude fallar en un error tan groseramente claro”, no sé, algo así.

– El error contra el Fútbol Club Barcelona pudo costar una Liga, no sé, quizás por eso -se disculpó el canario.

– No, hombre, no. ¿Sabe usted sumar? El Barcelona acabó esa Liga a tres puntos del Madrid. De no haber mediado su error, la diferencia habría sido de solo uno, pero no habría cambiado el campeón del torneo. Yo creo que usted estaba mandando un mensaje al sistema: pedía perdón por su error contra los que lo controlan. Que no volvería a ocurrir, que estaba “tocadísimo” por su cagada.

– Señor fiscal, le llamo la atención por el lenguaje -le recriminó el juez.

– Me disculpo, lo retiro. Solicito que en la transcripción figure la palabra “error” en lugar de “descomunal cagada” (se volvió de nuevo hacia el testigo). Llama la atención que nunca le hayamos visto disculparse por ninguno de los errores comentados, que no son pocos. Y algunos no son errores, como cuando recibió el aviso de su asistente sobre la falta de Suárez y dejó seguir el juego. Si hasta se le ve hacer el gesto de pitar y frenar el ataque culé.

Hernández Hernández seguía en silencio.

– ¿Sabe usted lo que le ocurrió a aquel árbitro asistente que le avisó de la descomunal cag… del error de dejar seguir el juego? Fue descendido a Tercera. Ricardo Escudero Marín. De asistente en un Clásico a Tercera. Se retiró del arbitraje con 34 años. En cambio, el asistente que justificó a Zidane su decisión se mantuvo en la categoría. Y usted, como todos sus compañeros del CTA, saben todo esto. Con sus palabras en televisión, usted estaba comunicando al “Sistema Negreiro”, a ese sistema que premia y castiga de tal modo, que se encontraba muy tocado por su error, que no volvería a fallar en esa dirección.

– ¡Protesto! -exclamó Scotto-. Está afirmando que el testigo actúa de manera premeditada, le está acusando de prevaricar.

– Se admite -dijo el juez.

– De acuerdo, retiro la última parte de mi argumentario -prosiguió el fiscal-. Su colega de profesión, Xavier Estrada Fernández, publicó en su libro La verdad sobre el caso Negreira detalles muy jugosos del comportamiento de Enríquez Negreira y su control sobre el arbitraje. “La familia” (puso una voz afónica mientras pronunciaba esas palabras). En ese libro aparece usted como uno de los más “oficialistas” del presidente en el momento en que estalla el caso, Medina Cantalejo.

– Me limité a intentar coordinar nuestras acciones como árbitros, firmar un comunicado común, recabar apoyos…

– Ya, al presidente que intentó tapar el escándalo. Por desgracia para la fiscalía, no va a haber un solo árbitro de Primera que reconozca que actuaba influido por este sistema de Negreira y Sánchez Arminio, pero todos ustedes saben desde hace décadas cómo deben comportarse para prosperar en el arbitraje. No haré más preguntas, señoría.

Volvió hacia su asiento y lanzó una mirada al banquillo de los acusados, en el que se encontraba Laporta negando con la cabeza y hablando hacia su compañero de bancada a la izquierda. Aunque se tapaba la boca con la mano, se le escuchó decir perfectamente: “¡era penalti claro!”. La abogada del Real Madrid, Luisa Ramírez, se levantó a continuación y se acercó al banco del testigo.

– Con la venia, señoría. Me gustaría recordar las palabras de un sabio del fútbol cuyas iniciales eran, curiosamente, como las de nuestro invitado: Helenio Herrera. Helenio Herrera, HH, decía que al fútbol se juega mejor con diez que con once. Díganos, ¿es por eso que usted considera que no perjudicaba al Real Madrid en todos esos partidos en que dejaba a mi representado con diez?

– Bueno, seguramente podría defender cada una de esas expulsiones -respondió el “otro” HH-, ahora mismo no lo recuerdo, pero mis motivos tendría.

– El caso es que llama la atención lo fácil que le resulta expulsar a jugadores del Real Madrid y lo difícil que le resulta aplicar el mismo criterio con el Barcelona. En especial, con su máxima estrella durante años, Leo Messi.

El colegiado permanecía en silencio. Su única respuesta consistió en encogerse de hombros y hacer un mohín de indiferencia con la boca.

– Hay numerosas agresiones delante de usted, otras segundas amarillas perdonadas por no dejar sacar faltas, pero quiero destacar una especialmente llamativa, que es aquella en la que Messi le intenta dar un balonazo a usted. ¡Vamos, que ni por esas lo expulsó! ¿Acaso temía los informes “arbitrales” de la familia Negreira? ¿El índice corrector o corruptor? ¿El impacto que podría tener esa tarjeta roja en su carrera?

La abogada empleó una táctica similar a la de su colega Estuardo y acompañó sus frases con una serie de imágenes que se dedicó a repartir por la sala.

– Nadie se atrevía a expulsar a Messi en España, pero es que tampoco se atrevían a hacerlo con Luis Suárez. El “saldo arbitral” que demostraron los informes periciales es muy claro. ¿No se atrevían, tenían instrucciones, o eran conscientes de lo que una expulsión a estos jugadores iba a suponer para el “dedo índice corrector”?

El colegiado canario mantenía silencio, como seguramente le había aconsejado su asesor legal.

– Usted tuvo varias oportunidades para expulsarlo, desde el terreno de juego o desde el VAR. Pero aquí no le estamos juzgando a usted, estamos juzgando a esos señores de allí (señaló hacia el banquillo de los acusados), estamos tratando de saber la influencia de los pagos de los distintos presidentes del Fútbol Club Barcelona (fue señalándolos uno a uno) al vicepresidente de los árbitros (mantuvo el brazo extendido hacia el acusado que daba nombre a la trama) para que se designara a colegiados afines como usted para los partidos relevantes.

– Lo de afín es una opinión suya. Mire, ya que menciona el VAR, no olvide mencionar que la temporada pasada, el Real Madrid derrotó al Almería con tres correcciones que hice yo desde el VAR –se defendió el testigo.

– Claro -confirmó la abogada-, porque el árbitro de campo se había equivocado y usted hizo bien sus deberes al hacérselo saber, para eso está el VAR, ¿no?

– Sí, si te llaman del VAR es que hay un error claro y manifiesto.

– Ciertamente, para eso está. Lo llamativo es que esas correcciones desde el VAR se produjeran dos meses después de declarar ante la Guardia Civil, me resulta curioso. Durante los doce años anteriores, como hemos podido ver por los numerosos ejemplos mostrados, nunca se comportó de esa manera, su tendencia arbitral era otra.

– Siempre fui muy respetuoso con mis compañeros de la sala del VAR -contestó un cariacontecido HH.

– Excepto una vez. Decisiva. Y en aquella ocasión no acudió a ningún plató a pedir perdón, o a decir que estaba tocadísimo. 7 de marzo de 2021.

La abogada sacó tres copias de una foto de gran formato de su carpeta y las depositó con parsimonia y en este orden en la mesa del juez, junto al micro del testigo y en la barrera de separación del jurado.

Diecisiete veces había acudido usted al monitor de VAR avisado por sus compañeros y en las dieciséis primeras cambió su criterio. ¡Diecisiete! Dieciséis veces cambió su criterio inicial, pero en esta ocasión, en un partido entre los dos primeros clasificados del campeonato, ¡en el partido decisivo de LaLiga!, usted decidió no hacer caso del error claro y manifiesto que le estaban corrigiendo desde la sala VOR.

 – Yo no tengo claro que fuera un error por mi parte. Expertos arbitrales como Iturralde González me dieron la razón -se defendió el colegiado.

– ¡Iturralde González! Si esa es la referencia, estamos listos. Ese… señor, por llamarlo de algún modo, ya dejó clara su tendencia al testificar en el mismo banco en el que está usted sentado ahora mismo. Seamos claros, su criterio depende de a quién esté pitando, arbitra condicionado, como todos los de su colectivo. Sabedores de que una decisión podía hacer que promocionaran o descendieran. Usted mismo ha ido al monitor del VAR más de una vez para pitar manos mucho menos claras, como esta, por ejemplo:

– Si es que el balón está en el hombro del jugador, no es un brazo separado como el de Felipe. Sin embargo, como he repetido varias veces, aquí no se les juzga a ustedes, sino a estos señores, a los que mantenían este sistema. Mayo de 2021, apenas dos meses después. En esa misma temporada en la que usted no quiso pitar la mano que su compañero le indicó desde el VAR que debía pitar, con las consecuencias que ello tuvo en el sentido de privar del título a mi representado, usted fue designado, ¡premiado!, como árbitro asistente de Mateu Lahoz en toda una final de Champions.

– Bueno, ya había sido elegido mejor árbitro de la temporada unos años antes -se justificó HH.

– El CTA siempre premia a los que mejor cumplían sus designios. Y a usted, señor Hernández Hernández, le daban siempre esos partidos porque toda su vida le han tirado ciertos colores. Por casualidad, ¿ha visto usted El secreto de sus ojos, la película argentina?

El árbitro hizo una mueca de extrañeza y negó con la cabeza, así que la abogada continuó:

– Uno de los personajes le dice al protagonista que se puede cambiar de todo, “de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios, pero no puede cambiar de pasión”. Y su pasión desde pequeño es el Fútbol Club Barcelona.

– Pero eso fue una entrevista que me hicieron con nueve o diez años -protestó el canario.

– Recuerde, no se puede cambiar de pasión. Y otro compañero de profesión, Rafa Guerrero, camino a un partido en Huelva, le vio a usted celebrar un gol del Barça. (HH emitió un gesto de fastidio y movió la cabeza hacia ambos lados) Pero no le culpo por eso, entiéndanos. Culpo a los que compraron el sistema para asignar los partidos más importantes de cada temporada a un culé que no disimula con el silbato.

– ¡Protesto! -dijo Scotto-. Nuevamente está emitiendo juicios de…

Antes de que el juez resolviera, la abogada se adelantó:

– No se preocupe, letrado. Retiro mis juicios de valor. Si el problema no es con estos señores, sino con estos otros (señaló de nuevo al banquillo de los acusados). No haré más preguntas, señoría.

El juez resopló, como al final de cada sesión, pidió a su asistente que guardara las fotos que habían dejado en su mesa, cerró la libreta y sus carpetas, y golpeó con el mazo para dar por finalizada la sesión. Estaba más agotado que Iturralde defendiendo todas las decisiones arbitrales de la carrera de Hernández Hernández.