Para desenmascarar un plagio, decía el guardia civil magistralmente interpretado por Saza en Amanece, que no es poco que «¿no podía usted haber plagiado a otro?», y que cómo se le podía ocurrir copiar a Faulkner con la devoción que se sentía por él en ese escondido páramo de la Sierra del Segura. Aquello era una coña marinera, sin duda, pero a lo que sí somos verdaderos aficionados en este país es a versionar canciones, grandes clásicos de nuestra música o de la foránea. Sigue leyendo
