
LESTER, 22/10/2025
No lo dudes. Si estás leyendo este texto porque tienes idea de recorrer Islandia y no te apetece nada alquilar una autocaravana porque nunca has conducido una, repito, no lo dudes, deja tus temores a un lado y hazlo. Yo me negué durante meses, por miedo a un accidente, por dudas, por desconocimiento, por la pereza que me daba un camping, por muchas razones. Busqué alternativas con coche de alquiler, hoteles, apartamentos o granjas que alojaban huéspedes, y al final, por logística, pero también por precio, terminé, terminamos, alquilando una. Y lo disfrutamos. No nos arrepentimos ni un segundo.
Las autocaravanas (motorhome) que se alquilan en Islandia tienen espacio para cinco adultos de manera cómoda, quizás hasta para seis personas si son menores, pero que la convivencia funcione dependerá de lo bien avenidos que estén en esa familia. La que reservamos nosotros medía 7,3 metros de largo y 3,2 de alto, un bicho grandote. La razón de que recomiende la autocaravana para visitar Islandia es que el país está muy preparado para ello: no hay pueblos de callejuelas estrechas como en España, no hay ramas de árboles en mitad de las carreteras, ni túneles o puentes bajos, hay campings en los principales destinos y los aparcamientos junto a los lugares de visita más importantes son amplios y con espacio suficiente para los que llegamos con esos monstruos de siete metros de largo.
La única pega es que no puedes recorrer las pistas forestales, ni meterte por ciertos caminos de cabras que llevan a lugares sorprendentes del interior, normalmente volcanes. Pero hay tanto por ver en la Ring Road, la carretera que da la vuelta a la isla, que solo ese recorrido merece mucho la pena. La variedad de paisajes es sorprendente: cascadas, praderas de un verde intenso, glaciares, campos de lava, volcanes, cráteres de volcanes inactivos, pueblos de pescadores, fiordos, acantilados, playas de arena negra… Un plató de rodaje único, como decía el post de Travis.
Comenzamos el recorrido en la capital, Reikiavik, y lo realizamos en el sentido contrario a las agujas del reloj. Algunos blogs de viajes indican que no es lo más recomendable porque ves lo más interesante (en teoría) al inicio y eso hace que el final del círculo pueda no resultar tan llamativo, pero nosotros seguimos el sentido habitual. Y no estoy de acuerdo con que el interés decayera en la última parte del viaje.
Hicimos un recorrido muy parecido al que figura en la web capturetheatlas.com y es una referencia bastante válida para organizar las etapas, si bien luego, como en casi todos los viajes, merece la pena improvisar un poco y salirse de esos caminos aparentemente establecidos.

El primer día, salvo que hayas volado temprano, que no es lo habitual, se te va el día entre la llegada al aeropuerto de Keflavik, la recogida de la motorhome y la adaptación a la misma. Dónde colocas todo, cómo organizas los lugares para dormir, quién se encarga de la cocina y quién de los suministros al llegar a un camping… Si los chavales no hubieran asumido varias de estas tareas, el agradable viaje se habría convertido en una pelea continua. Porque hay poco espacio, por mucho que parezca amplia, porque resulta imposible ducharse en ese cuarto minúsculo o ayudar en la cocina o el orden cuando ya hay alguien de pie junto al fuego.

Reikiavik no tiene la belleza de las grandes capitales nórdicas como Estocolmo, Tallin, Copenhague o San Petersburgo, pero tiene su encanto. Hace mucho que dejó de ser la ciudad que definió Julio Verne en su Viaje al centro de la Tierra, hace unos 160 años, una ciudad de campesinos y pescadores que vivían en casas con césped en el tejado y que comían “sopa de liquen, nada desagradable, por cierto, y como segundo plato, una considerable cantidad de pescado seco, nadando en mantequilla agria. Había, además, skyr, especie de leche cuajada y sazonada con jugo de bayas de enebro, y para beber, un brebaje compuesto de suero y agua, conocido en Islandia con el nombre de blanda”. Intenté repetir el menú del profesor Lidenbrock, pero solo encontré el skyr, yogur que ahora tiene su fama bien ganada entre los jóvenes por su alto contenido proteínico.

El llamado Círculo de Oro de Islandia es un aperitivo de la variedad de paisajes que vas a encontrar. Junto a la enorme falla de Almannagjá, donde se observa la separación de las placas tectónicas norteamericana y euroasiática de la tierra durante kilómetros, se sitúa Pingvellir, la explanada en la que se constituyó (dicen) el primer parlamento moderno, hace unos mil años, en el lugar en el que se reunían los jefes de los doce clanes de la isla para establecer las normas que habían de regir. En el camino encuentras cascadas como la de Gullfoss, una de las más espectaculares (frase que repetirás media docena de veces), el lago Pingvallavatn o el campo de géiseres de Geysir. Puede que géiser sea la única palabra del islandés que ha llegado a los idiomas más populares del mundo. Cada cinco o seis minutos, el subsuelo eructa y exhala un chorro de unos quince metros de altura en mitad de un campo en el que hay varias pozas malolientes más.


Si continúas el camino hacia el sur, a la península de Grindavik, te toparás con una de las coladas más recientes, de marzo de 2024, sobre la propia carretera, y junto a la Blue Lagoon, una de las atracciones que recomiendan en todas las guías, pero que puedes ver desde la cafetería sin necesidad de que te peguen un sablazo. Claro que, si lo que te apetece es un baño en aguas termales de un azul turquesa no natural (mejor leer sobre su origen), adelante, el sitio es de lo más original.

Campos de lava, lagos como Kleifarvatn, otro campo de pozas hediondas como Seltún, el sur tiene paisajes de lo más variado. Y por supuesto, impresionantes cascadas, como Seljalandfoss y Skogafoss. Dormimos en el camping junto a esta última, un camping al que la palabra austero le viene grande, pero el sitio es sobrecogedor, tanto como el sonido del agua cayendo durante toda la noche. Sí, nadie “cierra el grifo de la cascada” durante la noche y el caudaloso torrente se despeña durante las veinticuatro horas del día.


Como decía al inicio, a veces conviene salirse un poco del circuito establecido y nosotros encontramos una serie de lugares atractivos a pocos kilómetros de la ruta principal. Sitios como Keldur, uno de los pocos pueblos que conserva viviendas originales de los pobladores vikingos, o Viti, el cráter de un volcán inactivo. Si quieres una piscina de agua caliente (no tanto como las termales, pero muy agradable) en mitad de las montañas, desvíate hasta Seljvallalug. Las motorhome son robustas y aguantan ese camino infernal.

Antes de llegar a las playas de arena negra, bordeando el país por el sur, conviene desviarse a una de mis excursiones favoritas: la caminata al glaciar de Solheimajokull. Parece mentira que en un simple vistazo confluyan el negro de la arena, más bien cenizas volcánicas, con el blanco del hielo del glaciar. Todo ello junto a una laguna que refleja ese contraste tan… cinematográfico: blanco, negro y una infinidad de grises.

Dyrholaey, Vik, pero sin duda, la playa más famosa del sur es la de Reynisfjara, famosa por ser considerada la más peligrosa del mundo (de ahí que esté prohibido bañarse) y porque su paisaje, junto a la pirámide de columnas basálticas, ha sido difundido ampliamente por los seguidores de Juego de Tronos. El sonido de cada ola advierte del peligro, pese a lo cual, casi todos los años engulle a algún incauto.
Este post no pretende ser una guía de viaje, hay blogs mucho más extensos y detallados, pero sí intento ayudar con algunos pequeños detalles que a mí me llamaron la atención, como el camping de Skaftafell, el mejor para nosotros. Por el enclave privilegiado, junto al glaciar de Svinafellsjokull con el que inicio este post, por las facilidades, la amplitud del espacio, la belleza del entorno, ¡por todo! Merece la pena darse una vuelta por las montañas cercanas antes de dejar el camping, las cascadas de Hundafoss y Svartifoss, y a los pocos kilómetros de salir, dar una vuelta al pie del glaciar. Si tienes tiempo, por supuesto, merece la pena caminar por el hielo de Svinafellsjokull, claramente en recesión a juzgar por el rastro sobre las laderas de las montañas cercanas.

De vuelta a la Ring Road, terminas llegando a dos de los puntos turísticos principales de la isla, que están juntos, separados únicamente por una carretera y un puente bajo el que se puede caminar: la laguna de Jokulsarlon y la Diamond Beach. El que quiera saber más de este espectacular lugar y contemplar unas fotos profesionales inigualables, le recomiendo que se dé una vuelta por el blog de mi amigo Diego, Islandia en Los viajes de Lola Flores. La única pega de este lugar es el tiempo: lo normal es que haya viento, lluvia lateral, frío gélido, fuerte oleaje… Y unos paisajes increíbles: icebergs en el lago, figuras de hielo sobre la arena negra de la playa, los famosos “diamantes”, y colores de todo tipo. Tuvimos que ir dos días, porque el primero nos estrellamos con un tiempo tan hostil que desistimos, pero, como no hay mal que por bien no venga, nos permitió disfrutar de una de las bondades de la autocaravana: guarecerse, cambiarse de ropa de inmediato y ponerse algo seco… y ya de paso, calentarnos unas latas de fabada y comer calentito. Momentazo.

Ambos sitios merecen mucho la pena, en especial con un tiempo acogedor, como el que encontramos al segundo intento, en el que nos lanzamos a la excursión en vehículo anfibio por la laguna. Cara, pero, como dijo la guía, “el paisaje es único e irrepetible”, porque los icebergs cambian de forma y tamaño cada noche. Se desgajan partes, se derriten, se mueven, y en función de la luz y el momento del día, cambian de color.
A estas alturas del viaje, cuando comienzas a subir por el este, llevas la mitad de los días, pero apenas un tercio del camino recorrido y algunas guías recomiendan volver hacia Reikiavik, pero yo aconsejo lo contrario. Parar en el pueblo costero de Djupivogur, comer en alguno de los dos cafés-restaurantes con vistas al puerto y seguir, recorrer los fiordos del este, por muy impronunciables que sean sus nombres. ¿Que termina en fjordour el nombre del sitio? Pues adelante. Así hasta llegar a Egilsstadir o a Seydisfjordour, cualquiera de los dos es un buen lugar para descansar tras un día viendo acantilados y carreteras sinuosas de costa.


En la mayoría de los pueblos hay unas piscinas municipales de muy buena calidad, alguna excelente, con agua caliente. Por mucho que haya siete u ocho grados de temperatura ambiente, y por poco que te apetezca a última hora de la tarde, date un baño largo en la piscina local. A la media hora pasarás sin problema de la de 42 grados a la de 6, y de esta, tras uno o dos minutos, yo no aguanté más, de vuelta a la de agua caliente.
Si hubiera hecho caso de algún blog o de alguna recomendación, nos habríamos perdido todo lo que hay en el norte de camino al lago Myvatn, otro de los puntos referentes del país. Como la cascada Dettifoss, la más caudalosa de Europa. En los alrededores del lago, el cráter del volcán Viti, el apestoso campo de fumarolas de Hverir o el campo de lava de Dimmuborgir, cuyas formaciones realizan cuevas, arcos y columnas de todo tipo. Los paisajes son de lo más variado, con las aguas azul turquesa del lago, las montañas grisáceas al fondo, los llamados pseudocráteres de Skytos y, si tienes suerte, como nosotros, una aurora boreal a medianoche.



Los pueblos del norte tienen cierto atractivo, en especial por su ubicación, junto a profundos fiordos que se introducen en la tierra. Husavik es el pueblo de pescadores que aparece en la peli esa infumable de Fire Saga/Eurovisión, pero es un pueblecito agradable para perderse una temporada y salir a ver ballenas en barco. Según continúas por la Ring Road hacia el oeste, te encuentras paisajes marcianos en los que Matt Damon se perdería y otra enorme cascada más, Godafoss. Llegados a este punto, comienzas a ser consciente de que te queda poco viaje, aún varios centenares de kilómetros hasta devolver la motorhome, pero la sensación de tristeza al llevar tres cuartas partes de vuelta a la isla. Pero aún hay mucho por disfrutar. Si te desplazas más al norte puedes alcanzar Hofsos, junto a otro fiordo, un pueblo con la mejor piscina de agua infinita de la isla, y según comienzas a descender al sur, pasas por Akureyri o te puedes pegar otro chapuzón en mitad de una colina unos kilómetros antes. Aquí ya se habían cansado de poner nombres, y a la cascada la llamaron simplemente Foss.


El recorrido regala un último tesoro al viajero: la península de Snaefellsness, donde se sitúa el origen de la aventura de Julio Verne. Una vasta extensión que parece querer separarse del resto de la isla y que aglutina una belleza muy por encima de la media del resto del país, que ya era elevada. Nos encantó. Todo. La iglesia de mdera negra, el volcán de Julio Verne Snaefellsnessjokull con sus nieves perpetuas, el pueblo de Arnarstapi y sus formaciones sobre el mar, los campos de lava, las praderas, la vuelta por la costa y, finalmente, la llegada al camping. El único en el que tuvimos algún problema para encontrar una plaza, pero es que la zona es una maravilla y nosotros, para no perder las costumbres mediterráneas, nos presentamos cerca de las diez de la noche.

Día 10. Tocaba emprender el camino de regreso hacia Reikiavik, devolver la autocaravana, lamentarse por todos los sitios impactantes que no pudimos ver en el centro de la isla (¿queda para otra ocasión?), pero aún pasamos por otro de los lugares más fotografiados de la isla, de nuevo por Juego de Tronos: Kirkjufell y las dos cascadas. No he visto la serie, pero eso no me impidió disfrutar de las vistas, como de todo el país. Una maravilla, muy recomendable.

Travis – Islandia (I): un plató de rodaje único.
Josean – Islandia (II): caída y recuperación.
Barney – Islandia (III): el éxito del deporte en un país minúsculo.
Lester – Islandia (IV): la Ring Road en autocaravana.


