


Ya se han publicado los tres siguientes capítulos de Anatomía de un Negreirato, accesibles en la web de La Galerna:
Capítulo 4: Ángel María Villar.
Capítulo 5: «Puedo ayudaros con el VAR».
Capítulo 6: Los informes periciales.
El supuesto juicio teatralizado se puede seguir igualmente en este blog.
Capítulo 4 – Ángel María Villar
Como en los días anteriores, el alguacil gigantón al que todos llamaban Bull acalló el bullicio de los periodistas y curiosos:
– ¡En pie! Preside la sesión el honorable juez Aguilar.
El público congregado tomó asiento y guardó silencio mientras el juez revisaba los papeles que tenía sobre la mesa. Tras unos breves segundos, levantó la cabeza, divisó a Joan Laporta frente a él, junto al abogado de la defensa, y no pudo disimular una mueca de fastidio.
– Acérquense las partes, por favor.
Tanto el fiscal Jaime Estuardo como el señor Scotto, abogado de la defensa, se acercaron a la mesa del juez, pero este último no pudo evitar que Joan Laporta lo acompañara.
– He dicho las partes, retírese usted, por favor -dijo Aguilar señalando a Laporta con el mentón.
El abogado defensor le conminó a que hiciera caso a “su señoría, por favor, Jan”. Laporta, poco habituado en su vida a que le negaran algo, se resistió y fue el propio Scotto quien tuvo que sujetarle los brazos para que cesara el recital de aspavientos. Finalmente, y a regañadientes, el presidente del Barça volvió a su asiento cagándose en algo que no reproduciremos aquí, no por pudor, sino porque no sabríamos decir si lo pronunció en catalán, en español o en la lengua de los orcos.
– Miren, señores -dijo el juez en voz baja-, y se lo digo sobre todo a usted -señaló a Scotto-, las dos sesiones anteriores han sido muy incómodas para mí, en especial por ese señor de ahí, que no deja de ser un acusado. Ya sé que es abogado y que dice que el Barça tiene derecho a personarse como perjudicado, como solicitó por medio de una instancia repleta de ridiculeces, pero lo cierto es que contamina, altera el buen desarrollo de las vistas, por lo que le pido que lo convenza para que se siente en el banquillo de los acusados y deje que la sesión se desarrolle sin interrupciones.
– Veré qué puedo hacer -murmuró Scotto, el cual, en el fondo, estaba convencido de que era lo mejor también para sí mismo, para evitar presiones y condicionamientos.
– Se lo agradezco -respondió cortésmente Estuardo.
Llevó unos cinco minutos convencer a Laporta de que debía ir al banquillo de los acusados, “¡es un ultraje!”, “¡esto es una petición de Florentino, que controla la Justicia, como todo el mundo sabe!”, “que no, que no me muevo”, mas, tras el apercibimiento por parte del juez de que añadiría a sus posibles penas una condena por desacato, optó por levantarse con gran estruendo y cambiar de sitio, “pero porque yo quiero, ¡no porque sus jefes lo hayan pactado en el palco del Bernabéu!”.
El siguiente problema fue encontrarle acomodo, porque los dos sitios libres en el banco de acusados estaban junto a Sandro Rosell. Ambos se miraron con un asco indisimulado y negando con la cabeza, como si en ese momento un tacto rectal les hiciera más ilusión que estar hombro con hombro. La solución la encontró Javier Enríquez, quien propuso a Rosell que se cambiaran de sitio, de modo que el “co-co” (conductor y coach) pudiera separar a los dos viejos rivales. El otro asiento libre era el de Enríquez Negreira, cuya consabida incontinencia urinaria hacía que se presentara siempre a la sesión unos minutos más tarde.
Negreira apareció en la sala mientras se producían todos estos movimientos de banquillo dignos de los mejores tiempos de George Karl. El exvice del CTA esperó a que se reubicaran todos en el banquillo y mientras tanto se acomodó la camisa por dentro de los pantalones con poca elegancia, de hecho, metió medio antebrazo en su entrepierna. Una vez terminó, se olió la palma de la mano, hizo una mueca de desagrado y finalmente tomó asiento apoyándose con esa misma mano sobre el hombro y la chepa de su hijo. “Gracias, Javi”, dijo mientras se la secaba.
– La defensa llama a declarar a Ángel María Villar -pronunció Scotto una vez que los acusados lograron acomodo.
Se abrieron las puertas y entró un Villar algo avejentado para los que hacía tiempo que no lo veían. Estaba visiblemente delgado, con los mofletes algo flácidos y quedaba poco de aquella mata de pelos ensortijados que lucía como futbolista o en sus primeros años como presidente de la Federación Española de Fútbol.
– Gracias por su asistencia, señor Villar -comenzó Scotto-. Durante las sesiones previas, hemos tenido la ocasión de escuchar al actual vicepresidente de los árbitros, el señor Medina Cantalejo, y a su sucesor en la presidencia, Don Luis Rubiales, sobre las funciones, prácticamente nulas e inexistentes, del señor Enríquez Negreira, aquí presente -lo señaló con el brazo extendido-. La acusación ha montado una película que me atrevería a catalogar de terror sobre la labor del exvicepresidente de los árbitros, una mano oculta para nombrar árbitros o bajarlos de categoría. Usted, que fue presidente de la Federación durante los años investigados por la supuesta trama, ¿qué puede decirnos al respecto?
– Mire, señor Scotto, todo esto ha hecho mucho daño a la imagen del “fúrbo” y nos duele profundamente a los que hemos dedicado toda nuestra vida a ello. Enríquez Negreira no tenía el poder que se le quiere atribuir, no designaba árbitros, era solo uno de los ocho responsables del Comité de Árbitros que tenía competencias sobre ascensos y descensos. Tampoco proponía a los árbitros a la FIFA para internacionales porque de eso me encargaba yo directamente. Yo no creo que Negreira fuese un corrupto porque, además, no se ha demostrado.
– Así lo cree la defensa, señor Villar. Entonces, en su opinión, o, mejor dicho, pues no le pido su opinión, sino su conocimiento de treinta años al frente de la Federación Española de Fútbol, ¿el arbitraje español está bajo sospecha, o cree que debe estarlo durante ese período de tiempo?
– ¡En absoluto! Como le decía, esto hace mucho daño al “fúrgol” español, a los propios “clús”, además, en un estamento como es el arbitraje, que es el estamento netamente federativo, con gente muy preparada y donde creo sinceramente que no hay un corrupto, con un nivel extraordinario, gente disciplinada… Le confieso mi tristeza, sobre todo por Victoriano Sánchez Arminio, que ha sido el mejor presidente de la historia del CTA, un hombre querido por los suyos, una autoridad que mejoró el arbitraje español.
– Con todo lo que nos ha dicho, ¿qué explicación tienen los pagos que realizaba el Fútbol Club Barcelona al señor Negreira?
– No tengo ni idea, sería una frivolidad opinar, pero sí le digo que, si lo hubiéramos sabido Victoriano o yo, no dura ni un minuto en el comité. ¡Ni un minuto! -respondió con vehemencia-. ¿Pero cómo iba a saberlo? ¿Le pongo un detective? Yo creo que el pago de un “clú de frúmbol” no es correcto, pero lo tendrá que decidir un juez, y eso no significa que el pago influya en el árbitro, porque estos son independientes donde deben serlo, en el césped, porque son grandes profesionales.
– Nos ha quedado clarísimo, señor Villar, muchas gracias por sus contundentes explicaciones -afirmó Scotto-. No haré más preguntas, señoría.
La abogada Luisa Ramírez se dio cuenta de un hecho que, a buen seguro, había pasado desapercibido para la mayoría de los asistentes. Durante las declaraciones de los días previos, Negreira se había mostrado algo despistado, incluso ido. Por momentos dormitaba en su asiento y parecía estar allí de cuerpo presente, pero ausente, como si la cosa no fuera con él. Sin embargo, durante la declaración de Ángel Villar, estuvo pendiente de cada una de sus palabras, miraba fijamente al antiguo jefe de su jefe con una sonrisa siniestra, incluso se le intuía un cierto brillo en la mirada. Finalizada la declaración, Negreira agachó levemente la cabeza hacia el hombro izquierdo y volvió a perder la vista en objetos ajenos a los interrogatorios, como la pata de una silla o el cuaderno de notas de algún periodista.
El fiscal se puso en pie y se acercó al asiento de los testigos:
– Con la venia, señoría -se acercó mucho al vasco, hasta casi tocar el micrófono-. Su honestidad nos maravilla, señor Villar.
– Gracias -respondió el expresidente federativo con cierta desconfianza.
– Así que, a usted, Negreira no le habría durado ni un minuto, lo cual le honra. Perdón, perdón, perdón (pronunció con aire teatral), le honraría si fuera cierto, ¡porque le duró veinticinco años! ¡Veinticinco años bajo su dependencia! ¡Y todo ello mientras cobraba de un club de fútbol la mayor parte del tiempo! ¡Y usted no movió un solo dedo para atajarlo!
– ¡Protesto! -exclamó Scotto-. ¡Está acusando de complicidad a mi testigo!
– No acuso de nada, señoría, simplemente le manifiesto mi incredulidad y si me deja desarrollar mi argumentación, entenderá por qué.
– No se admite la protesta, prosiga -concluyó el juez Aguilar.
– Gracias. Señor Villar, ¿usted sabe qué sueldo cobraba el señor Enríquez Negreira del Comité Técnico de Árbitros? Puesto que era un puesto bajo su competencia, debería saberlo, ¿no?
– Hasta donde yo sé, el señor Enríquez Negreira cobraba solo las dietas por su asistencia a las reuniones del comité, y aparte, los gastos de desplazamiento.
– ¿Me está diciendo que no tenía ningún sueldo?
– Así es -respondió Villar.
– ¿Y no se preguntó en todo este tiempo de qué manera percibía sus emolumentos el señor Negreira? Usted sabía el nivel de vida que llevaba, el negocio que regentaba con su pareja… ¿pensó que todo eso se pagaba con unas dietas unos pocos días al año?
Villar balbuceó algo parecido a un “no sé, no lo pensé”. El fiscal se puso muy cerca de Villar, de tal modo que limitaba su campo de visión. Villar se echó a su derecha varias veces tratando de ver las indicaciones que le daba el abogado defensor, pero Estuardo se dio cuenta y se movió para tapar la visión directa del testigo. Villar se inclinó, Estuardo lo imitó… Hubo un momento en que ambos estaban más inclinados que Michael Jackson y sus bailarines durante el Smooth criminal.
– ¡Protesto, señoría, está intimidando al testigo de la defensa! -Scotto trató de socorrerlo con una tímida queja.
– Señoría, estoy evitando que la defensa pase algún tipo de consigna al testigo.
– No se admite, prosiga.
Del banquillo de los acusados se escuchó un nuevo “¡intolerapla!”.
– Voy a tratar de ayudarle, señor Villar -prosiguió Estuardo-. Año 2006, 113.159 euros. Año 2007, 197.648 euros. Año 2008, 201.515 euros. Año 2009, aquí hay que reconocer que el señor Laporta estaba satisfecho con el servicio y lo subió a 364.954 euros. Me voy más adelante, otro presidente también muy satisfecho, el señor Rosell, tanto que en 2011 le pagó 777.607 euros. 2016, el señor Bartomeu: ¡891.150 euros! Está todo en el informe de la Agencia Tributaria. Son años enteros, entiendo que a usted no le duraría ni un minuto, pero lo cierto es que fueron años y años enteros.
– Todo eso no demuestra nada -replicó Villar-, no hay ninguna prueba de que se compraran árbitros.
– Es evidente, señor Villar. Si un árbitro cobra más de doscientos mil euros anuales, es imposible que Negreira pudiera comprar árbitros a base de repartir los doscientos, trescientos mil euros anuales que le pagaba el Fútbol Club Barcelona. Ni siquiera en los años que cobró más de seiscientos mil euros lo veo viable, porque no se compraron árbitros, se trataba de comprar el sistema. Con estos pagos, el Barcelona trataba de controlar al responsable de que los árbitros permanecieran en Primera o bajaran a Segunda, al lugarteniente de Sánchez Arminio, el brazo derecho que puntuaba a los árbitros y los llamaba durante la temporada para decirles en qué posición se encontraban.
– Insisto, no podrá demostrar que se compraron árbitros -rebatió Villar-, y Enríquez Negreira no tenía ese poder.
– ¡Pero es que eso da lo mismo, señor Villar! El mero hecho del pago con ánimo de influir en la competición ya es constitutivo de delito, da igual si se consumó o no. Durante los registros en la sede de la Federación Española de Fútbol han aparecido actas firmadas por el señor Enríquez Negreira (Estuardo mostró aparatosamente a toda la audiencia uno de estos documentos) en las que se fijaban los criterios de puntuación de los árbitros de Primera, Segunda y Segunda B, es decir, los parámetros bajo los cuales se decidiría la continuidad de estos en la élite o su descenso, y con ello, la pérdida de más de la mitad de sus retribuciones.

– Pero eso no demuestra nada, el acta lo firmaban otros responsables del Comité de Árbitros y, además, eso no quiere decir que José María fuera el que luego puntuaba a los colegiados, o el que realizaba sus valoraciones.
– ¿Podría indicarnos, si es tan amable, quién era Raúl Massó y qué funciones desempeñaba?
– Creo que fue el secretario general del Comité Técnico de “álbitros” con Sánchez Arminio.
– Así es -respondió Estuardo-. En su declaración a la Guardia Civil, Raúl Massó aseguró que el señor Enríquez Negreira revisaba los informes arbitrales y que, cuando había discrepancias sobre las puntuaciones otorgadas a los árbitros, llamaba a los informadores del Comité para, llamémoslo de una manera suave, coordinar las calificaciones otorgadas. ¡El dedo corrector! También afirmó en sede judicial que el señor Enríquez Negreira llamaba a los árbitros para indicarles su puesto en la clasificación de la temporada, y que al final de la misma, siguiendo instrucciones de Victoriano Sánchez Arminio, comunicaba directamente los ascensos y descensos. Señor Villar, Enríquez Negreira no pintaba nada, pero intervenía en la designación de los árbitros que intervenían en los partidos de Primera División, en la revisión de las actas arbitrales, en la puntuación de los árbitros y en su adscripción a unas y otras categorías (incluyendo la internacional), de forma que las decisiones del órgano en el que estaba integrado tenían repercusiones económicas y deportivas relevantes para los mismos, ¡era un servicio integral de control del arbitraje!
– No estoy de acuerdo. Y no estoy de acuerdo, además, con que cuestione la figura de quien, como ya le he dicho, ha sido el mejor presidente de los árbitros que ha habido nunca en este país. Alguien que, además, no se encuentra entre nosotros por desgracia. Descansa en paz, Victoriano.
Miró de manera metafórica al cielo, pero se encontró con el mismo lamparón de orines y cagarrutas de paloma que Medina Cantalejo en su declaración.
– Victoriano Sánchez Arminio, ese insigne prohombre cántabro -prosiguió Estuardo con sarcasmo-. El hombre que tenía bajo su mano a todo el arbitraje, el mismo que, junto al señor Negreira, premiaba a los que se equivocaban sistemáticamente a favor del Fútbol Club Barcelona y castigaba a los que en algún momento erraron y beneficiaron al Real Madrid. Señor Villar, puesto que usted dio nombre a una palabra, ¿sabe en qué consistía el llamado “Villarato”?
– Eso fue un invento de un periodista madrileño, Alfredo Relaño. Madrileño y muy madridista. Ya hablé alguna vez con él y le dije que estaba siendo injusto conmigo.
– Ya. Muy “injusto” todo. A partir de 2004, cuando usted renueva su cargo en unas elecciones en las que el apoyo del Fútbol Club Barcelona fue fundamental para que su rival quedara sin opciones, el llamado saldo arbitral se dispara en favor de este mismo club.
– Pero eso no tiene relación alguna con Negreira, puesto que los pagos venían de antes.
– Le agradezco que reconozca que los pagos pudieron influir, señor Villar, quizás en su intento de exculparse está reconociendo que hubo un delito y de más larga duración. El apoyo del Fútbol Club Barcelona fue premiado por usted con una vicepresidencia en la Federación para Don Joan Gaspart, alias “perjudicaré deportivamente al Real Madrid hasta que me muera”. Y volvió a premiarlo al llevarlo con usted a la UEFA al puesto de, ni más ni menos, ¡responsable del Comité de Competición de los campeonatos europeos como la Champions!
– ¡Protesto! -interrumpió Scotto, quien quiso cortar el ritmo del interrogatorio porque veía que su testigo, que nunca fue el mejor orador del mundo, estaba cerca de cagarla.
– ¿Con qué motivo? -inquirió el juez.
– Eeeh… sus acusaciones no tienen nada que ver con el asunto juzgado en esta sala.
– Señoría, si se me permite -respondió Estuardo-, trato de demostrar los reiterados intentos de control del arbitraje y las instituciones federativas por parte del Fútbol Club Barcelona.
El juez Aguilar permaneció callado unos instantes, como si analizara lo que ambos abogados planteaban, y finalmente sentenció:
– Limítese a ceñirse al caso, por favor.
– Así lo haré -aseguró Estuardo-. El saldo arbitral fue explicado por el vicepresidente del Fútbol Club Barcelona, Alfons Godall, en 2006, cuando dijo (Estuardo abrió un dossier por una página que tenía marcada con un post-it), cito textualmente: “pasamos una época de buena relación con la Federación Española, de buenas relaciones con las entidades donde se cuece, digamos, los comités de árbitros, la competición”, y que “todo ello nos ayudó”, “cuestiones como el saldo arbitral, la diferencia entre lances favorables y desfavorables con los rivales”. El vicepresidente reconocía en 2006 que el alejamiento del club de estos comités les estaba perjudicando, ¡justo en los dos años en que el Barça había dejado de pagar a Negreira! ¿Cree usted que por ese motivo se reanudaron los pagos a las empresas del señor Negreira?
– Pues mire usted, no lo sé -contestó Villar algo cabizbajo-, porque, como he asegurado en mi declaración, yo no podía haber sabido de esos pagos, tendría que haber contratado un detective, por lo menos.
– No me sea ingenuo, señor Villar. Usted sabe, como cualquier departamento de compliance de cualquier empresa, lo fácil que resulta acceder a la web del Registro Mercantil y solicitar los cargos y las participaciones de una persona física en una empresa o entidad. Si quiere, hacemos ahora mismo la prueba introduciendo los datos del señor Negreira, los de su hijo, o sus mismos datos, si lo prefiere.
– No, no es necesario, me lo creo -respondió Villar con la mirada huidiza.
– Así que prefiere quedar como torpe o ignorante que como cómplice.
– ¡Protesto, señoría! Está acusando a mi testigo sin pruebas -exclamó Scotto.
– Se admite -dijo el juez-. Señor Estuardo, le recuerdo que el testigo no está acusado de nada, simplemente se ha prestado a testificar en esta causa.
– Entendido, disculpe -admitió Estuardo-. Señor Villar, además de las incoherencias en su declaración, usted apoyó los servicios de coaching arbitral que realizaba otro de los acusados, Don Javier Enríquez Romero, hijo del señor Negreira.
– Bueno, no es que lo apoyara, el señor Negreira nos dijo que sería positivo para los “álbitros” recibir asesoramiento y yo conocía a su hijo porque trabajó durante unos años para nosotros en la Federación.
– ¿Tampoco le parece extraño que el Fútbol Club Barcelona pagara cuantiosas sumas de dinero a la empresa del hijo de Negreira mientras este asesoraba a los árbitros, o los llevaba a los partidos?
– No lo sabía, lo desconocía. Solo le digo que conocía a Javi de su trabajo en la Federación y apoyé la propuesta de José María para que fuera contratado y prestara esos servicios.
En el banquillo de los acusados, Negreira miró a su hijo con orgullo y le dio unas palmadas sobre el muslo. Un intérprete de labios podría haber detectado un “buen trabajo, hijo” en la boca del anciano.
– Señor Villar, también ha asegurado en su declaración que los árbitros son independientes, que forman un colectivo honesto, que no se dejaban influir por los ataques de Sánchez Arminio contra el Real Madrid, o por las evaluaciones del señor Negreira.
– Así es.
– En ese caso, ¿podría decirnos qué cargo ocupaba el señor Juan Padrós en la Federación Española de Fútbol?
– Fue mi vicepresidente económico durante varios años.
– ¿Podría explicarnos estas palabras del señor Padrós sobre el control del arbitraje? Aparecen en la parte de las escuchas en el caso Soule: “Si los árbitros no hacen lo que yo digo, los quito”. Si esto fuera así, no los veo tan independientes, más bien los veo como un colectivo fácilmente manipulable por parte de sus superiores. Por usted, por el señor Negreira, por Joan Gaspart…

– Ah, eso no tiene nada que ver con el control del arbitraje, esa frase se refiere a qué candidatura debían votar en las elecciones federativas.
– Luego los árbitros les apoyaban a ustedes, y ustedes devolvían el favor colocando a los árbitros afines, premiándolos durante su etapa en activo y posteriormente, asignándoles un cargo en los comités.
Antes de responder, el señor Villar miró a un individuo situado en la primera fila entre el público. Este hombre tenía el dedo índice sobre la boca.
– Por indicaciones de mi abogado, no voy a contestar nada que tenga que ver con el caso Soule -indicó Villar tras un prolongado silencio-, pues todavía se encuentra en espera de juicio.
– Cierto. Menos mal que este juicio que nos atañe se rige por la Hollywood Act y no por la justicia ordinaria española, y, por tanto, se resolverá rápidamente. Señor juez, señorías, miembros del jurado, quiero recordarles que el testigo está encausado desde 2017 en un caso de administración desleal, apropiación indebida, estafa, falsedad documental y corrupción entre particulares, entre otros delitos. No sé qué pretende la defensa hasta el momento presentando a testigos con semejantes historiales, pero creo que no favorecen en nada sus intereses. El señor Villar estuvo casi dos semanas en prisión preventiva en verano de 2017, junto a su hijo Gorka, un empresario que realizaba negocios sospechosos con la Federación de su padre. Todo muy endogámico en los estamentos federativos.
– No le consiento que meta a mi familia en esto -el tono de voz de Villar mostraba un cabreo importante.
– Yo no meto a su familia en asuntos turbios, señor Villar. Lo hizo usted. No haré más preguntas, señoría.
El juez Aguilar estaba perplejo con lo que escuchaba sesión tras sesión. Tomó notas en una libreta que había empezado a utilizar para no perderse en el caso. La abogada del Real Madrid alzó la mano y pidió su turno.
– Con la venia, señoría -Luisa Ramírez se puso en pie y se acercó al banco del expresidente de la Federación-. Señor Villar, supongo que usted está al tanto de que el señor Negreira, poco después de dejar su cargo como vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros en 2018, fue contratado por la Federación Catalana de Fútbol para realizar informes verbales de asesoramiento arbitral.
– Eso he leído en algún medio, sí.
– Sabrá entonces que fue contratado por Josep Contreras, amigo personal suyo, y directivo del Fútbol Club Barcelona por entonces. ¿Usted cree que con estos pagos se estaba comprando su silencio? Recuerde que cuando el Fútbol Club Barcelona cesó en los pagos, el señor Negreira amenazó al club con destapar todas las “irregularidades” cometidas.
Villar se mantenía en silencio. Miraba al individuo de la primera fila, que seguía con el mentón apoyado sobre su mano, si bien en esta ocasión tenía dos dedos sobre la boca.
– Por indicaciones de mi abogado, no voy a hablar del señor Contreras, puesto que también figura en el sumario del caso Soule, y no puedo pronunciarme sobre el mismo.
La abogada iba a continuar con su interrogatorio, pero el juez Aguilar creyó conveniente intervenir en ese instante para no ampliar el alcance de la causa:
– Señora Ramírez, en lugar de preguntar al señor Villar por las razones de dicha contratación, decidida por un tercero, le sugiero que llame a declarar a ese directivo del Barcelona y de la Federación Catalana, el tal… ¿Josep Contreras?
– Me temo que tal circunstancia no será posible, señoría, pues el señor Contreras falleció en diciembre de 2022.
El juez se llevó la mano a la frente, entornó los ojos y apuntó otro nombre en su libreta:

– El señor Contreras es una pieza clave de esta investigación, señoría -continuó Luisa Ramírez-. Parte del dinero abonado a las empresas del señor Negreira y de su hijo se quedó o volvió a una empresa del señor Contreras, Tresep 2014, y es uno de los argumentos que han utilizado algunos directivos del Fútbol Club Barcelona para afirmar que fueron estafados.
– No voy a decir nada sobre este punto -añadió Villar con una sonrisa cínica.
– En ese caso, no haré más preguntas, señoría -y volvió a su asiento.
El juez tomó algunas notas adicionales sobre el expediente, recogió sus papeles y finalmente, golpeó con el mazo:
– Se levanta la sesión.
Los asistentes comenzaron a levantarse, los abogados recogieron su documentación, los periodistas se pusieron a hablar por sus teléfonos móviles y mientras, Ángel María Villar se acercó al banquillo de los acusados, donde se dedicó a repartir abrazos y palmetazos en la espalda. Se escucharon varios “me alegro de verte”, un par de “qué bien te veo”, y bastantes “a ver si nos quitamos esta mierda de encima pronto”.
Capítulo 5 – “Puedo ayudaros con el VAR”
El juez Aguilar apuró el último trago del infame café de la máquina del juzgado. Miró los posos que quedaron en el fondo del vaso de cartón y, antes de arrojarlo a la papelera, le dijo a la secretaria de su equipo:
– No sé si es una buena metáfora, Conchi, pero esta mierda que estamos digiriendo me revuelve el estómago y eso que en el fondo se queda lo peor. Vamos allá.
Desde el pasillo escucharon las palabras del alguacil:
– En pie, preside el honorable señor Aguilar.
Entraron en la sala, nuevamente repleta, oyeron el sonido de algunas cámaras de fotos, y, una vez que el revuelo se diluyó, el juez hizo un gesto con la mano al abogado defensor, Jorge Carlos Scotto, para que comenzara.
– Gracias, señoría. En las sesiones previas hemos escuchado a una serie de testigos que han dejado acreditado que el señor Enríquez Negreira no tenía competencias ni capacidad alguna en el Comité de Árbitros para influir en las designaciones o en las promociones y descensos de los colegiados, mucho menos en sus actuaciones en el terreno de juego. Nuestro cliente ha tenido que soportar una campaña feroz por parte de los medios controlados por la parte personada como perjudicada en esta causa, el Real Madrid…
En el banquillo de los acusados, Laporta asintió con la cabeza y se le oyó decir por lo bajo “la Central Lechera” casi al mismo tiempo que Rosell soltaba “¡la Caverna!”. El juez reprobó a ambos con la mirada.
– …el Real Madrid -prosiguió Scotto-, cuyo presidente ha invocado a todos sus medios afines, que son casi todos, para atacar al Fútbol Club Barcelona y desprestigiar los títulos obtenidos de manera legítima.
– Protesto, señoría -irrumpió Luisa Ramírez, abogada del Real Madrid-, está lanzando una acusación infundada contra el presidente de un club que, además, está enfrentado a casi todos esos medios.
– Se acepta -respondió el juez-. Céntrese en su defensa, por favor.
– Así lo haré -continuó Scotto-. No tenemos pruebas, pero tampoco dudas de quién anda detrás de estas campañas, señoría, todas ellas centradas en una frase desafortunada del señor Enríquez Negreira, que han repetido todos los medios de manera sistemática y hasta diría que coordinada: “Puedo ayudaros con el VAR”.
Hizo una pausa, se giró en redondo hacia toda la audiencia y la repitió hasta tres veces: “Puedo ayudaros con el VAR”.
– Señorías, miembros del jurado, el señor Enríquez Negreira no tenía ninguna relación con el sistema de Video Arbitraje, comúnmente conocido como VAR, como quedará demostrado tras la declaración de nuestros testigos de hoy. Se comprobará que el señor Enríquez Negreira no era más que un arribista en busca de fortuna que trataba de vender una mercancía defectuosa con la connivencia de algunos directivos que buscaron estafar al club. La defensa llama a declarar a Don Antonio Jesús López Nieto.
Se abrieron las puertas y apareció un hombre cercano a los setenta años, elegante, bien trajeado, bastante moreno de piel, el aspecto saludable de un jubilado que vive en la Costa del Sol. Le tomaron juramento y se sentó a unos pocos metros del banquillo de los acusados. Si no fuera porque en su camino al asiento de los testigos dio la espalda a la sala, cualquier observador habría podido ver el guiño lanzado a varios de los acusados.


– Señor López Nieto -comenzó Scotto-, ¿podría explicarnos brevemente su trayectoria en el mundo del arbitraje, tanto en activo como luego, una vez retirado?
– Claro, encantado. Fui árbitro de Primera División desde 1988 hasta mi retirada en 2003, pité 230 partidos en esta categoría y alcancé la internacionalidad en 1993. Recibí el premio Guruceta como mejor árbitro de la temporada hasta en cinco ocasiones. Al acabar mi carrera por haber alcanzado el límite de edad, seguí desempeñando mis funciones para el arbitraje en el CTA en diversos cargos, como vicepresidente, como responsable de la gestión técnica y económica, o en el comité de asignaciones para los partidos.
– Impresionante currículum, señor López Nieto. Y dígame, ¿cuál es su relación con el VAR?
– Antes de la implantación del VAR en España, fui designado por LaLiga para estudiar el uso del VAR en Portugal, cómo se implantó en la liga portuguesa y cómo se utilizaba en los partidos, conocí el centro logístico en Lisboa, donde se reciben todas las imágenes de los partidos y estuve en las formaciones sobre la aplicación del VAR en España.
– ¿Y puede decirnos qué pintaba el señor Negreira en el VAR?
– Nada, absolutamente nada. Bueno, el señor Negreira no tenía funciones de ningún tipo, ni en el VAR, ni en el propio CTA. Yo era el responsable de las designaciones para los partidos y lo dije en su día y lo repito ahora ante un juez, en dieciséis años, Negreira no pintaba nada. Entiendo que no me crean, pero Negreira fue un florero -pronunció estas palabras mientras se giraba hacia el banquillo de los acusados con chulería.
– Le creemos, cómo no -prosiguió Scotto de manera, entonces, ¿qué cree que quería decir el señor Negreira con su ofrecimiento al Fútbol Club Barcelona?
– Creo sinceramente que Negreira vendió humo y alguien se lo compró. Negreira jamás tuvo ascendencia sobre los colegiados, mandaba menos que el conserje del Valladolid o de Málaga. Es como el pequeño Nicolás. Los engañó a todos, incluido al Barça.
– Muchas gracias, señor López Nieto, creo que a todos los que estamos en esta sala nos ha quedado clarísimo -se giró hacia la mesa del fiscal-. Su turno, señores.
El fiscal Jaime Estuardo se puso en pie y se acercó al testigo.
– Señor López Nieto, así que el señor Negreira vendió humo y alguien se lo compró. ¿Sabe usted que el mero hecho de intentar comprar ese humo ya es constitutivo de delito? Sobre todo si se pensaba que el producto vendido no era humo, sino real.
– Mire, el señor Negreira es indigno de haber sido árbitro alguna vez, pero no podrán demostrar que se compraron árbitros. Tan sinvergüenza puede ser el señor Negreira por haber abusado de su posición, como el Barcelona por comprarle el humo que vendía.
Scotto se revolvió incómodo en su asiento.
– En eso estamos de acuerdo -afirmó Estuardo-. Y en otro orden de cosas… así que fue designado por LaLiga española para estudiar el uso del VAR en Portugal, ¿podría decirnos qué sistema se utilizaba en ese país y a qué empresa pertenecía?
– Sí, a la empresa Mediapro.
– Ya, propiedad por aquel entonces del señor Roures, socio y avalista del Fútbol Club Barcelona. Curioso, pero no creamos que había un conflicto de intereses. ¿Puede decirnos cómo se decidió por parte del señor Sánchez Arminio que se hiciera la formación de los colegiados para instruirlos en el uso del VAR?
– La formación de los árbitros se realizó en el edificio Imagina, propiedad de Mediapro, en Barcelona. Sánchez Arminio consideró que el mejor sistema era que Mediapro recibiera todas las imágenes, y que estas se trasladaran posteriormente a la sala de control del VAR, que se decidió situar finalmente en la Federación Española de Fútbol.
– Presidida entonces por Ángel María Villar.
– Así es. Victoriano, que en paz descanse -dijo mientras alzaba la vista al cielo y encontraba el ya famoso lamparón de cagarrutas de paloma-, insistió en que todo el proceso debía ser coordinado y supervisado por la Federación Español de Fútbol.
– Ya, entiendo. Villar, Victoriano, Mediapro, Barcelona… Y una pregunta, si me permite, puesto que Victoriano Sánchez Arminio dirigía el Comité Técnico de Árbitros con puño de hierro, rodeándose de sus afines, de los acólitos que siempre arbitraron según sus designios, ¿debemos entender que su paso a cargos directivos se debió a su afinidad con él?
– No entiendo a qué se refiere -contestó el malagueño.
– Durante su etapa como árbitro en activo, dirigió 36 partidos de Liga al Real Madrid, de los cuales perdió casi un tercio, 11. No era un árbitro bien considerado por el Real Madrid, luego…
– ¡Protesto, señoría! -irrumpió Scotto-, no tiene ninguna relación con el caso juzgado.
– Se admite -asintió el juez-. Por favor, señor fiscal, cíñase al caso.
– Ángel María Villar controlaba la Federación, el empresario Roures las imágenes y el señor Sánchez Arminio dirigía el comité de Árbitros, premiaba a los que arbitraban según sus designios, mantuvo como vicepresidentes al señor Negreira y a nuestro testigo durante años, pero debemos creer que no pintaba nada, que todo este contubernio era normal. No tengo más preguntas, señoría.
La abogada del Real Madrid, Luisa Ramírez, se puso en pie y tomó el relevo a Estuardo. Se acercó a la ventana de la sala, que tenía un par de jarrones, sacó las flores de uno de ellos y, sujetándolas por el tallo, las sacudió levemente y las depositó en el marco de la propia ventana. El florero tenía dos dedos de agua al fondo. Lentamente, sin aspavientos, se acercó al banco en el que López Nieto miraba con desconfianza sus movimientos.
– Señor López Nieto, ¿sabe usted qué pasaría si yo le arrojara el contenido de este florero a la cara?
El interpelado puso cara de extrañeza y contestó:
– Que me mojaría -contestó el exárbitro.
– Exactamente. Lo mismo que esperaba el pagador del “florero”.
“Jua, jua, jua”, se oyeron algunas risas en la sala. A Estuardo se le escapó un aplauso y una sonora carcajada.
– Señor López Nieto, en las comparecencias previas hemos podido ver que el señor Negreira puntuaba a los árbitros, modificaba las puntuaciones de los informadores arbitrales, informaba de su posición a lo largo de la temporada, influía en los ascensos y descensos, los comunicaba en persona… pero no pintaba nada, según usted. En un estamento dirigido de manera tan personalista por el señor Sánchez Arminio. Ya. Parece obvio. Solo le haré una pregunta: ¿seguro que usted se refería a un conserje del Valladolid?
Jesús López Nieto pareció no entender al principio, aunque se sonrojó. El moreno de su tez comenzó a cambiar a pimiento tostado cuando Luisa Ramírez pronunció:
– ¿Seguro que no se refería usted a un ordenanza de Cartagena? ¿O a un segurata, yo qué sé, de Getafe?
El fiscal Estuardo no pudo contener la risa desde su sitio. El periodista Tomás Roncero, que había acudido ese día a la sala, se carcajeó igualmente de modo muy aparatoso. Los siguieron varios asistentes del público, al principio, tímidamente, unos pocos, pero después las risas se contagiaron al resto. “Jajajajaja, que no pintaba nada”, se escuchaba, “el conserje de Valladolid”, entre risotadas ruidosas, “el segurata de Getafe”, “jojojojo”, se escuchó a un Jesús Bengoechea que palmoteaba de manera escandalosa. Los miembros del jurado se miraban entre sí perplejos, varios de ellos con la sonrisa dibujada en la cara, otros, visiblemente despistados. En unos pocos segundos se escucharon grandes risas en la sala, que el juez Aguilar trató de controlar golpeando con el mazo:
– Orden, orden en la sala, ¡orden! No me obliguen a tener que desalojar.
La abogada Luisa Ramírez levantó una mano como para pedir silencio, y finalizó su intervención:
– Como comprenderá, señor juez, no tengo más preguntas que hacer al testigo.
El exárbitro López Nieto abandonó la sala visiblemente contrariado, con el rostro enrojecido. Se escuchó un “adiós, florero” en la sala, de una voz entre regañona y roncera, seguido de un “¡donde no hay mata, no hay patata!” que volvió a provocar nuevas risas que trataron de ser acalladas por el juez.
– La defensa tenía otro testigo para hoy, ¿no es así? -exclamó en voz alta el juez Aguilar para tratar de proseguir con la vista.
– Así es, señoría. La defensa llama a declarar a Don Carlos Clos Gómez.
Como si de una pelea teatralizada de pressing-catch se tratara, salió uno y entró otro. Clos Gómez a la palestra en sustitución de López Nieto. Tomás Roncero se revolvía incómodo en su asiento, “si es que vaya par…”, se le oyó decir a su acompañante. Clos Gómez, el hombre que jamás sonrió en público, se sentó algo incómodo. Había visto la cara con la que López Nieto había salido de la sala y no se encontraba seguro, al menos no tan seguro como cuando señalaba un penalti a favor del Barça.
– Señor Clos Gómez -comenzó Scotto con el interrogatorio-, toda una vida dedicada al arbitraje, primero en los terrenos de juego, llegando incluso a internacional, luego en los estamentos arbitrales y finalmente, como director del sistema de Videoarbitraje VAR. De las palabras del señor Negreira sobre su capacidad de influir en el VAR, ¿qué tiene que decir?
– Poco. En realidad, nada.
Clos Gómez nunca fue un dechado de virtudes orales, pero se le veía claramente su esfuerzo por hablar poco.
– ¿Podía el señor Enríquez Negreira aleccionar a los árbitros de VAR sobre su uso, condicionarlos de algún modo, manipular a favor de algún equipo?
– En absoluto -respondió el “culegiado” de forma escueta.
– ¿Cómo definiría usted el sistema VAR utilizado en España?
– El mejor del mundo, dotado además de las mejores instalaciones existentes, mejores que en la Premier o en la Bundesliga. Un sistema incluso reforzado con la figura de un Director de Operaciones, lo que imposibilita cualquier intento de manipulación ajeno.

Scotto se separó unos metros y se dirigió hacia el jurado, la audiencia presente, el fiscal y finalmente, hacia el juez.
– Si es que no hay nada en absoluto, señoría, la defensa ya no sabe cómo explicarlo. ¿Acaso hay alguien que pueda conocer mejor el arbitraje español que los testigos que han pasado por este juzgado? Medina Cantalejo, Ángel María Villar, Luis Rubiales, ahora López Nieto y Clos Gómez… y todos han coincidido en lo mismo: el señor Negreira no tenía capacidad alguna de influir en los árbitros. Mucho menos sobre el VAR, una herramienta transparente, que se gestiona desde una sala a centenares de kilómetros de los terrenos de juego… ¡creer otra cosa es de necios!
Hizo una pausa prolongada, volvió a mirar hacia todos los lados y finalmente concluyó:
– No haré más preguntas, señoría.
Antes de alcanzar su asiento, el fiscal Estuardo ya se había puesto en pie. Parecía tener prisa por entrar en escena.
– Señor Clos Gómez, yo debo de ser un poco “necio”, por usar las palabras de mi ¿colega?, así que permítame que albergue ciertas dudas. Me gustaría comenzar repasando su carrera como árbitro en activo. Usted ascendió a Primera División en el año 2006, donde permaneció hasta el año 2017, ¿podría indicarnos…?
– ¡Protesto, señoría! -interrumpió Scotto-. No tiene nada que ver con los hechos juzgados.
– Señoría, si me permite -alegó Estuardo-, todos ellos son años “negreiros”, años en los que los pagos del Fútbol Club Barcelona al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros pudieron influir en las carreras de los árbitros, en sus ascensos y descensos, y con ello, en los resultados.
– No se admite -respondió el juez Aguilar tras pensarlo unos segundos.
Varios asistentes de entre el público dirigieron su mirada a Joan Laporta a la espera de que pronunciara su archiconocido “¡Intolerapla!”.
– Gracias, señor juez -continuó el fiscal-. Señor Clos Gómez, ¿podría indicarnos cuál fue su historial pitando al Fútbol Club Barcelona?
– Pité más de 250 partidos en España, comprenderá que no lo recuerde con claridad.
– Grosso modo, no tiene por qué ser exacto, ¿perdió alguna vez el mencionado club en alguno de los partidos en los que usted los dirigió?
– Mire, eso sí se lo puedo contestar, porque de mí se han dicho muchas cosas que no son ciertas, como que “el Barça nunca había perdido conmigo al silbato” y eso es falso, pues recuerdo que perdió una vez 3-1 en el Benito Villamarín.
– Cierto, buena memoria. Aquello sucedió en un partido irrelevante, una vuelta de Copa del Rey en una eliminatoria que llegaba con un 5-0 de la ida. Pero voy a ayudarle, voy a refrescarle la memoria. El Fútbol Club Barcelona no perdió nunca con usted un partido de Liga. Usted dirigió 32 partidos al club que pagaba al señor Negreira, con un resultado de 26 victorias y solo una derrota, intrascendente, la que usted acaba de comentar. ¿Recuerda cómo llego a árbitro internacional?

– Fue en 2009, en base a mis méritos sobre el terreno de juego -respondió.
– Méritos convenientemente puntuados y valorados por el señor Enríquez Negreira, ¿recuerda usted su actuación solo unos meses antes en un derbi Atlético de Madrid-Real Madrid?
– No. Como comprenderá, no lo recuerdo.
– Anuló tres goles legales al Real Madrid y remató su actuación expulsando a un jugador blanco, al neerlandés Ruud Van Nistelrooy. ¿Se le premió con la internacionalidad por estas actuaciones?

– ¡Protesto, señoría! -volvió a interrumpir Scotto-. El fiscal trata de desacreditar al testigo de la defensa con unas afirmaciones totalmente subjetivas.
– El funcionamiento del arbitraje español durante décadas -alegó Estuardo para poder continuar con el interrogatorio- se pone de manifiesto con este sistema de premios a los afines y castigos a los díscolos.
– No se admite -contestó el juez-, prosiga.
– Usted obtuvo la internacionalidad, pero la UEFA no le dio ni un solo partido -prosiguió Estuardo-, apenas alguna clasificación para la Europa League. Curioso dato, ahí se lo dejo, miembros del jurado, para que reflexionen: un árbitro muy bien considerado en España por el Comité Técnico de Árbitros no es apto para la UEFA. Pero sigamos, le refresco otra fecha, señor Clos Gómez. 3 de diciembre de 2016. Pita usted el partido por excelencia del fútbol español. Camp Nou, Barcelona-Real Madrid. ¿Recuerda usted cómo se desarrolló el partido, cómo fue su actuación?
– Pues, como suele suceder en estos casos, no dejó satisfecho a nadie -contestó el culegiado-, me reprochan que fallé en las dos áreas, a favor del Barcelona, pero también en contra.
– ¿Sabía usted que el señor Enríquez Negreira y su hijo, aquí presentes, evaluaron su actuación para el Fútbol Club Barcelona y la puntuaron de acuerdo con sus criterios?
– No sé, no me consta -farfulló Clos Gómez.
– Gol en fuera de juego del Barça, dos penaltis no señalados a favor del Real Madrid… No podemos probar que tuviera acceso a dicho acta, pero… ¿no le llama la atención que el señor Negreira realizara estos informes para un club que le pagaba cuantiosas sumas de dinero al mismo tiempo que ejercía de vicepresidente de los árbitros? ¿Y que ese mismo sujeto les informara a ustedes durante la temporada de su clasificación de cara a la pérdida de categoría o al acceso a los partidos más importantes?

Clos Gómez se mantuvo en silencio. No quiso mirar al banquillo de los acusados ni a la mesa del abogado de la defensa. Tenía la vista perdida en el micrófono, como si deseara que pasara rápidamente el tiempo. “Tan rápido como un descuento cuando el Barça gana por la mínima”, pensó.
– Entiendo que le incomode contestar. Como si le pregunto por los tres penaltis a favor del Barcelona en 12 minutos que señaló usted frente al Sporting de Gijón, o la final de la Copa del Rey en la que usted expulsa a Cristiano Ronaldo tras haber permitido que lo machacaran a patadas los jugadores del Atlético de Madrid.
El exárbitro permanecía callado. Mejor aguantar el chaparrón que meter la pata, debió pasar por su cabeza.
– Sé que me negará cualquier presión para pitar de esa manera, así que voy a preguntarle por otro asunto. En su última temporada en activo, el señor Enríquez Romero -lo señaló con el dedo y el brazo extendido- informó a un directivo del Fútbol Club Barcelona de que usted era el elegido para pitar la final de Copa… ¡en la que participaba el mismo Fútbol Club Barcelona! ¿Cómo podía saber el hijo de Negreira que ya iba a pitar usted si el señor Negreira no tenía ninguna atribución sobre las designaciones?

– Era mi última temporada en activo, era costumbre habitual -respondió Clos Gómez.
– Me va a perdonar, pero habitual, no, solo se hacía con los más apreciados por el sistema. ¿Sabía que en aquella final de Copa frente al Alavés, en la que, por cierto, usted concedió un gol en fuera de juego a los azulgrana, sabía usted que el señor Enríquez Negreira estaba en el palco del estadio supervisando su actuación?
– No lo sé, no me consta -balbuceó Clos Gómez de nuevo.
– Ya. Así funcionaban las cosas en el Comité de Árbitros, señoría. Se premiaban los errores a favor del club que pagaba a…
– ¡Protesto, señoría, protesto! Es un ultraje, está sacando conclusiones sin pruebas de ningún tipo.
– Lo retiro -se anticipó Estuardo-. Me ciño a los hechos. ¿Recuerda al menos quién fue el árbitro designado como su suplente en esa final, por si usted sufría alguna lesión?
– Creo recordar que fue Alejandro Hernández Hernández.
– Buena memoria. Otro buen… -en la mente de Estuardo cruzaron las palabras “lacayo, sicario, secuaz”, pero sabía que no podía utilizarlas-… árbitro, afín al sistema de Sánchez Arminio y Enríquez Negreira. Y tras su retirada ese mismo día, ¿recuerda quién fue nombrado internacional para ocupar su plaza?
– Si no me equivoco, fue Ricardo de Burgos Bengoetxea.
– Exacto, así funcionaba este sistema perfectamente engranado -concluyó Estuardo-. Solo una pregunta más y es de su época como máxima autoridad del VAR, ¿para qué utiliza usted una sala anexa a la sala VOR, con comunicación con la misma, desde la que pueden condicionar a los árbitros oficiales de cada partido?
– Es una sala desde la que comunicar algún detalle que ha podido pasar inadvertido a los árbitros de VAR -respondió Clos Gómez.
– Luego reconoce su existencia, el uso de una sala que no está en los protocolos UEFA para el uso de la herramienta VAR. ¿Es a esta sala de control a la que se refería el señor Negreira cuando decía que podía influir en el VAR, que podía ayudar a sus pagadores?
– Todo eso es mentira. Se usa si hay un problema técnico o, en los primeros años, si detectábamos que se enviaban líneas a la retransmisión televisiva que no se mostraban, esa era la única interacción posible. Lo demás es absoluta mentira.
– Luego usted estaba en una sala, que no es la oficial, para decir a los que sí son los árbitros oficiales que se les ha pasado algo por alto. Muy lógico.
– Yo puedo estar en esa sala porque su principal función es dar información a la Comisión Técnica. Se puede insistir, pero de ahí a insinuar que hay alguien detrás en una sala oscura que le está aconsejando si también interviene… hay que tener muy poca vergüenza para decir esto.
– Pues no soy yo quien insinuó que se podía influir en el VAR. Fue el señor Enríquez Negreira. No haré más preguntas, señoría.
Clos Gómez quería salir de allí huyendo como en sus buenos años en el Bernabéu, pero el juez Aguilar le frenó con un gesto.
– ¿Alguna pregunta adicional por parte de la parte personada en el caso?
– Sí, señoría, con la venia -respondió la abogada Luisa Ramírez tras ponerse en pie-. Señor Clos Gómez, se encuentra usted inmerso en una investigación de la Guardia Civil por el incremento inusual de su patrimonio.
– Supongo que son unas meras comprobaciones, al igual que ha sucedido con otros compañeros.
– Sí, son varios los árbitros, tanto en activo como ya retirados, que están siendo investigados. En su caso particular, la Guardia Civil ha detectado que posee once inmuebles a su nombre, ocho de ellos pagados al contado.

– Siempre fui muy ahorrador, así me enseñaron en casa y no hay nada delictivo en ello. Tenga en cuenta que el salario de un árbitro de Primera División es elevado y estuve once temporadas completas percibiéndolo.
– Cierto, y ese salario es mayor si se asciende a internacional o si se arbitran finales de Copa del Rey -inquirió la abogada de nuevo.
– Así es, lógicamente -contestó.
– En ese caso, déjeme mostrarle una foto.
La abogada Ramírez sacó una hoja tamaño A3 de su carpeta, la desdobló y se la mostró primero a Clos Gómez y luego, en un giro de 360 grados, a todos los asistentes. Contenía dos fotos.

– Penalti no señalado a favor del Real Madrid en el Camp Nou. Reconocido hasta por los Enríquez en su acta del partido. Usted lo ve perfectamente, se lleva el silbato a la boca y, en el último segundo, decide no pitar. ¿Se le pasó por la cabeza que un penalti en contra del Fútbol Club Barcelona, ¡en un Clásico!, podía tener repercusiones en su carrera?
Clos Gómez permaneció en silencio.
– ¿Acaso pensó en ese momento que no podría adquirir un nuevo inmueble si perjudicaba al club que pagaba a su jefe en el Comité Técnico de Árbitros? ¿A su evaluador?
El exárbitro tomó la foto en sus manos, pero realmente no estaba allí. Su cabeza estaba en otro lugar.
– Sé que no va a contestarme, así que no haré más preguntas, señoría.
Se hizo un incómodo silencio, solo interrumpido por algún murmullo entre los asistentes. El juez Aguilar se disponía a clausurar la sesión cuando el abogado defensor pidió intervenir de nuevo. Se dirigió al juez y le dijo:
– Señoría, hasta la fecha la estrategia de la acusación ha consistido en descalificar a todos los testigos de la defensa. Se ha limitado con denuedo a ejecutar esta tarea. Por esta razón, en la próxima sesión presentaremos los informes periciales encargados por la defensa, los cuales probarán de manera irrefutable nuestros argumentos.
El juez Aguilar terminó de garabatear en su ya famosa libreta, la cerró, recogió sus trastos y golpeó con el mazo.
– Sea. Eso espero. Se levanta la sesión.
Capítulo 6 – Los informes periciales
El juez Aguilar llegó justo a tiempo de ver a los operarios que terminaban de introducir dos enormes pantallas de setenta pulgadas en la sala en la que se celebraba el juicio. Todo esto, más la expectación generada, le provocaban una sensación infinita de hastío. Colocarían una pantalla a cada lado de su mesa, orientadas hacia el público y los dos equipos de abogados, y un pequeño monitor junto a él para que pudiera seguir las explicaciones junto con su equipo sin tener que girar la vista. Ambas pantallas quedaban visibles también para el jurado, obviamente, y para el banquillo de los acusados, aunque había quien pensaba que, con Laporta entre los espectadores, aquello no era una buena idea.
Los técnicos estaban terminando de instalar las peanas que sujetaban las pantallas, tiraron el cable por el suelo, lo extendieron para que no lo pisara nadie, y lo pegaron con el artilugio megarrevolucionario con el que M.A. Barracus lo mismo arreglaba una furgoneta que preparaba un arma letal: la cinta adhesiva. Como suele ocurrir en estos casos, los asistentes no se privaron de ver la “hucha” habitual que muestran los operarios al agacharse para efectuar sus menesteres. El juez pasó a su lado tratando de esquivar la vista y justo a tiempo para escuchar al alguacil anunciar su entrada.
Con el trasiego de los operarios, a Negreira le dio tiempo a llegar al banquillo justo antes de que se sentaran todos los participantes y se iniciara la sesión. En su camino al estrado, la secretaria del juzgado se trastabilló con la peana del monitor situado y estuvo a punto de caer al suelo. Apoyó la rodilla y la mano en la tarima, y pudo evitar una desgracia mayor, pero no que se escuchara:
– ¡Penalti para el Barça!
Era la voz de Enríquez Negreira y el narrador de esta farsa no sabría decir si se trataba de una broma, una ida de olla o de un reflejo de su época de culegiado, el caso es que provocó la carcajada de Laporta y de algunos de los asistentes, entre ellos, varios periodistas de los numerosos medios congregados. Una vez que la secretaria alcanzó su asiento, el juez cedió el uso de la palabra al abogado de la defensa.
– Con la venia, señoría -anunció Scotto de manera ceremoniosa-, la defensa querría dar un paso más en su intento de esclarecer la verdad y le gustaría mostrar las conclusiones de un informe pericial sobre la actuación arbitral encargado por esta parte. La defensa llama a declarar a Alejo Martínez Vázquez, de la empresa Míster Chof, expertos en análisis de datos aplicados al deporte.
Se abrieron las puertas y en la sala apareció un hombre de mediana estatura que rondaba los cincuenta años, cráneo pelado, gafapasta, chaqueta de pana bajo la cual llevaba un polo negro, pantalones ajustados, y portaba un pequeño maletín bajo el brazo. Era el típico aspecto de lo que Fred Gwynne definió hace años como AIC, Analista Internacional Calvo.
Jorge Carlos Scotto se acercó al testigo y comenzó su interrogatorio:
– Señor Vázquez, me gustaría que indicara en qué…
– Si no le importa -lo interrumpió-, todo el mundo en el sector me conoce como Míster Chof, soy famoso por este apelativo y como señor Vázquez… pues no, no tengo la misma credibilidad. Puede llamarme así, por favor.
– De acuerdo, Míster Chof, le decía que usted viene a explicarnos un informe con datos, en el que pone negro sobre blanco una serie de estadísticas para explicar eso que la acusación llamó “el saldo arbitral”, basado en las declaraciones del vicepresidente del Fútbol Club Barcelona, Alfons Godall.
– Así es. El señor Godall hablaba en su declaración de “lances favorables” y de la diferencia entre penaltis y tarjetas entre un equipo y sus rivales. De la suma de los “lances” a favor y en contra, o, mejor dicho, del resultado de restar los lances desfavorables a los favorables, se obtendría el llamado saldo arbitral.
– Sabe usted -inquirió Scotto-, que la acusación basa los supuestos efectos de los pagos al señor Negreira en una mejora del saldo arbitral en beneficio del Fútbol Club Barcelona.
– Yo no opino, señoría, yo me limito a exponer los datos sin juicio de valor y que cada cual obtenga sus conclusiones.
– Pues veamos, estamos ansiosos por ver el resultado de su informe.
Míster Chof sacó un pequeño ordenador de su carpeta, solicitó que encendieran los monitores y expuso las bases de su estudio:
– Por no extendernos en exceso, hemos tomado los datos de una temporada entera. No tendría sentido analizar los impactos en jornadas puntuales, sino que entendemos que hay que tomar una muestra representativa, en este caso, 38 jornadas del campeonato 2019-2020.
En las pantallas aparecían diversos resultados de partidos de fútbol, jornadas con todos los marcadores, tras los cuales aparecían unos saldos en positivo en verde, y en negativo en rojo.
– A continuación, añadimos una ponderación a cada uno de los lances del juego. En mi informe, los penaltis suman cinco puntos, por ejemplo. Y una tarjeta roja no puede valer lo mismo que una amarilla, así que le doy dos puntos y uno solo a las tarjetas amarillas.
En las pantallas apareció esta ponderación explicada como para analfabetos, con pictogramas en lugar de letras. “Es que en este país la gente no lee nada”, como le gustaba decir a sus allegados.
– Y la conclusión del análisis objetivo de los datos da como resultado… -hizo una pausa justo antes de apretar un botón de manera algo aparatosa-… ¡voilá!

– ¿Puede decirnos qué significan todos estos datos? -preguntó Scotto visiblemente excitado.
– En mi análisis concluyo que el equipo más favorecido por el saldo arbitral fue el Real Madrid -contestó Míster Chof.
“¡Lo sabía!”, se escuchó en el banco de los acusados. “¡Bravo!”, dijo Laporta mientras aplaudía, “¡por fin alguien se atreve a decirlo!”. “¿Y ahora qué va a decir el madridismo sociológico, eh? ¿Eh?”. Curiosamente, Negreira y su hijo guardaban silencio, apenas cambiaron el rictus.
Scotto, al que un observador avezado podría intuir una erección en la pernera, quiso explotar la vía:
– ¿Y el Fútbol Club Barcelona? ¿Cómo queda el Barcelona en esta clasificación del saldo arbitral?
– El Fútbol Club Barcelona aparece en la parte baja de la clasificación con un saldo negativo, a la altura del Osasuna, el Betis o el Leganés.
– ¡Equipos clasificados en la parte media o baja de la Liga! ¿Le parece normal esta posición?
Laporta no pudo contenerse más y desde el banquillo exclamó:
– Es una vergüenza, ¡el equipo más favorecido quejándose! ¡Y mientras, a nosotros nos machacan!
El juez Aguilar ordenó silencio y golpeó furioso con el mazo, “¡orden, orden en la sala!”.
Scotto siguió con el interrogatorio, creía que al fin había dado con la tecla para desmontar las acusaciones:
– Puede parecer una muestra un tanto aleatoria. ¿Tiene un análisis similar de otras temporadas?
– Bueno, no son tan completos, porque en algunos casos no hice el estudio de las temporadas completas, pero tengo este, por ejemplo, de la temporada 2013-14:

– El Barcelona aparece en primer lugar, pero sin demasiada distancia respecto al Athletic de Bilbao, Villarreal, Real Madrid y Atlético de Madrid.
– Equipos de Champions o clasificados en competición europea, parece guardar cierta lógica. ¿Alguno más?
– Sí, de la 2016-17, hasta la jornada 25, realicé este estudio:

– El Barcelona y el Real Madrid aparecen en cabeza, seguidos de cerca por el Villarreal.
– Luego podemos considerar que su análisis parece fiable y hasta cierto punto lógico.
– No hay mentira alguna en un dato estadístico.
– Pues muchas gracias, señor Chof, o Míster Chof, nos ha sido de gran ayuda. No haré más preguntas, señoría.
Scotto se volvió a su asiento con una enorme sonrisa. Iba tan henchido de satisfacción que no advirtió el rictus de hartazgo que el fiscal, Jaime Estuardo, mostraba en su cara. Estuardo se acercó al perito y comenzó:
– Señor Martínez Vázquez, Míster Chof, si me permite -el testigo asintió con un leve gesto de la cabeza-, en este estudio tan, digamos concienzudo, ¿puede decirnos qué equipo se proclamó campeón de la Liga analizada, la 2019-2020?
– El Real Madrid.
“¡Normal, con esos arbitrajes!”, pese a que Laporta intentaba hablar en voz baja hacia Bartomeu, se le escuchó perfectamente entre carraspeo y carraspeo.
– ¿Y en la temporada 2013-2014? -continuó Estuardo.
– El Atlético de Madrid -Míster Chof, que ya intuía lo que venía a continuación, quiso justificarse-. Pero estos son los datos, yo no entro en valoraciones.
– Ni yo lo cuestiono, déjeme concluir -rebatió Estuardo-. ¿Y en la 2016-2017, qué equipo acabó como campeón?
– El Real Madrid -afirmó Míster Chof con la voz un poco menos potente.
El fiscal Estuardo se dio la vuelta, miró hacia toda la audiencia congregada y, de manera teatral, comenzó su alegato:
– ¡Vaya por Dios, señores! Ya es mala suerte. Estamos juzgando veinte años de pagos continuados al vicepresidente de los árbitros con intención de influir en la competición, dos décadas en las que el club pagador, el Fútbol Club Barcelona, se ha llevado dos tercios de los campeonatos entre Liga, Copa y Supercopas nacionales, y resulta que el análisis ¿pe-ri-cial? -pronunció con mala baba-, se ha realizado solo sobre tres temporadas en las que dicho club no se alzó con el título. Ya es mala suerte, decía. Muy mala suerte -hizo una prolongada pausa, tras la cual se acercó de nuevo al testigo-. Salvo que sea una coincidencia afortunada, o interesada. De parte, como su informe pericial.
Volvió a acercarse al testigo, lo miró a los ojos y le preguntó:
– Míster Chof, ¿podría decirnos en qué año realizó el informe pericial de la temporada 2019-2020 y si se debió a algún encargo?
– Fue en 2021. A petición de un medio de comunicación.
– Luego el caso Negreira no había saltado todavía, ¿no es así? En aquel momento no se sabía que el Fútbol Club Barcelona había realizado pagos para controlar el arbitraje y…
– ¡Protesto! -interrumpió Scotto-. Está realizando apreciaciones totalmente subjetivas como si fueran afirmaciones ciertas.
– Pues retiro esa parte -quiso anticipar Estuardo-, no es imprescindible en este momento. Míster Chof, con toda su experiencia y conocimiento del mundo de los datos, ¿no le encargaron ningún análisis, ningún informe, una vez que estalló el caso de los pagos del Barça a Negreira?
Míster Chof miró al abogado de la defensa y enarcó las cejas, como diciendo “qué le voy a hacer”, y contestó:
– Sí, así es. La emisora de radio Onda Cero me solicitó que hiciera un análisis a las pocas semanas de salir las primeras informaciones sobre el caso.
– ¡Exacto! Y da la casualidad de que nos hemos hecho con ese informe -mostró en su mano derecha un pendrive-. ¿Le importaría quitar su informe y poner este otro, que también es suyo?
Míster Chof estaba visiblemente incómodo, pero no le quedó otra que aceptar. Introdujo el pendrive en su equipo y por fin desapareció de la pantalla el cuadro con el supuesto favor arbitral al Real Madrid. En su lugar se mostraron unos datos en un Excel. En la primera columna, las siglas del equipo investigado, el Fútbol Club Barcelona, y en las siguientes, unas cifras bajo los rótulos “Penaltis F”, “Penaltis C”, “TR F”, “TR C”. Las cabeceras de dichos rótulos estaban repetidas y agrupadas en dos períodos, “2016-18” y “2019-2021”.
– Tenga en cuenta que en aquel momento -se justificó Míster Chof-, solo habíamos sabido que estaban acreditados unos pagos por parte del Fútbol Club Barcelona de 2016 a 2018.
– Bueno, puede valernos -respondió Estuardo-, el señor Negreira cesó en su puesto en 2018 y los pagos concluyeron en esa fecha. ¿Ha encontrado algún dato esclarecedor?
– Ejem, verá -el experto en datos carraspeó-, de 2016 a 2018, el Fútbol Club Barcelona tuvo 33 penaltis a favor y solo le pitaron 3 en contra. Y después de 2018, en las tres temporadas siguientes, lanzó 10 menos y le pitaron 11 más en contra.
Estuardo se acercó a la pantalla y marcó con su dedo unas casillas:
– Entiendo que son estos datos de aquí, donde pasa de un saldo de 33-3 a uno de 23-14. ¿No le resulta llamativo? -Míster Chof asintió tímidamente-. ¿Y en cuanto a las tarjetas rojas, se aprecia una evolución similar?

– Bueno, en el período 2016-2018, el Barça sufre solo 4 expulsiones, mientras que a sus rivales los expulsan hasta 23 veces. Y en el segundo período analizado, la diferencia es mucho menos llamativa, 10 tarjetas rojas propias, frente a 15 de los rivales.
– Sorprendente, ¿no? ¡Quién lo iba a decir! -Estuardo se dio la vuelta hacia el jurado y el público asistente-. Menuda sorpresa saber que en el momento en que dejas de pagar, ¡se acaba esa ventaja tan enorme! De un saldo de +49 a uno de solo +14, ¡inesperado!
Se oyeron murmullos en la sala, un revuelo entre los periodistas, alguno de los cuales trataba de sacar fotos disimuladamente de la pantalla. El “qué sinvergüenzas” de un famoso periodista entró en conflicto sonoro con el ya archiconocido “¡intolerapla!” de Laporta, que exigía a su abogado que protestara. Este le miraba mientras se encogía de hombros, como diciéndole que “para qué”.
– Muchas gracias por su testimonio, Míster Chof. No haré más preguntas, señoría.
La abogada del Real Madrid, Luisa Ramírez, se puso en pie y se acercó al banco del testigo.
– Señor Martínez, usted ha trabajado por encargo de algunos medios de comunicación del grupo Prisa, con la cadena Cope y la cadena norteamericana ESPN, ¿es así?
– Así es, me contrataban por mis informes estadísticos, pero no influían en mis valoraciones, yo trabajo con datos.
– Oh, no tengo ninguna duda -contestó la abogada con cierta sorna-. Señor juez, miembros del jurado, aporto este documento como prueba testifical número 35/76 -mostró una funda de plástico con varias hojas-, la cual incluye los acuerdos del Fútbol Club Barcelona con medios del grupo Prisa, la cadena Cope y otra serie de radios o diarios, y por otro lado, con la cadena ESPN. Suponemos que los conceptos “pagos” e “Intercambio” eran desinteresados, no para influir en las opiniones ni en los resultados de sus informes.

– Yo… los números no engañan -balbuceó Míster Chof.
– No, no engañan, como el algodón. Pero son perfectamente interpretables en función de los fines de quien los encarga. Y también pueden contener un sesgo interesado, por ejemplo, en las ponderaciones que nos ha contado usted. ¿Tiene sentido multiplicar por cinco el valor de un penalti y solo por dos una expulsión?
– Bueno, es mi interpretación de lo que pueden influir estos lances en el juego.
– Pues… yo no entiendo mucho, pero… imaginemos que a un equipo le expulsan un jugador en la primera media hora, y luego, con el partido ya perdido, hacia el final, le pitan un penalti a favor. ¿Me puede decir cuál sería el saldo arbitral según su criterio?
– Sí, serían 5 puntos a favor por el penalti, menos 2 por la expulsión, acabaría con un +3.
– Pues me parece poco concluyente, parecería que el equipo ha resultado favorecido cuando ha sido perjudicado. ¿Y si un equipo recibe una roja, pero a su rival le muestran tres amarillas?
– En ese caso, acabaría con un saldo positivo de +1. Serían -2 puntos por la roja y +3 por las amarillas.
– Míster Chof, con mis conocimientos de fútbol, no me parece que un equipo que sufra una expulsión pueda considerarse favorecido porque a su rival le muestren más amarillas.
– Como he dicho antes, no hay ninguna mentira en los datos -contestó Míster Chof con cierto enfado-. Puede haber carencias o falta de criterio en quien lo interprete y extraiga conclusiones de ellos.
– Entonces -concluyó la abogada Ramírez-, disculpe usted mis carencias futbolísticas, o mi falta de criterio. Claro que yo también podría argumentar que sus informes sobre el saldo arbitral dieron el resultado que pretendían sus pagadores. Nada más que preguntar, señoría. Muchas gracias.
Míster Chof se levantó y abandonó su asiento. El juez tomó el mando a distancia para apagar los monitores, pero Jaime Estuardo se levantó y lo detuvo:
– Señoría, la fiscalía también ha solicitado un informe pericial sobre el saldo arbitral, tal como lo denominó el vicepresidente del club al cual pertenecen los señores del banquillo de los acusados, el señor Alfons Godall.
El juez terminó de apuntar algo en su famosa libreta y resopló varias veces con gesto de no entender nada.

Volvió a encender los monitores, se acercó al micrófono y le dijo con cierto hastío: “proceda”.
– Gracias, señoría. A petición de la parte perjudicada, la fiscalía ha encargado un informe pericial sobre las estadísticas arbitrales a una de las empresas punteras en Big Data y Business Intelligence aplicadas al mundo del deporte, la empresa consultora Make-to Larry. La fiscalía solicita la testifical del CEO de dicha consultora, Miguel de Lary, así como del experto en estadística Juan Pablo Frutos.
Se abrió la puerta y aparecieron dos hombres de mediana edad y aspecto decidido. Uno de ellos portaba una Tablet bajo el brazo. Un ordenanza colocó otra silla junto al banco de los testigos, mientras el estadístico enchufaba su Tablet al cable de los monitores generales de la sala.
– Les agradezco su presencia, señores -comenzó Estuardo el interrogatorio-. Vienen a presentarnos un análisis realizado por ustedes, ¿por encargo de quién?
– No fue por encargo de nadie -respondió Miguel, el CEO de la consultora-, comenzamos a hacerlo solo para ir creando una macrobase estadística que pudiera ayudarnos a analizar mejor el juego, no solo los arbitrajes, con idea de desarrollar posteriormente herramientas que pudieran servir a los clubes para gestionar determinados aspectos del fútbol.
– ¿Y encontraron algo extraño?
– Fue a partir de las declaraciones del vicepresidente del Fútbol Club Barcelona, Alfons Godall, en 2012, cuando mencionó ese concepto del “saldo arbitral”, la diferencia entre lances favorables y desfavorables. Lo que hicimos fue trasladar sus palabras al Excel, qué diferencias había entre los penaltis y las tarjetas rojas a favor y en contra que recibían los equipos. Como en aquel momento estábamos en plena guerra entre Mourinho y el resto, nos concentramos en analizar solo los datos del Real Madrid y del Fútbol Club Barcelona, pero fue Juanpa quien insistió, y acertó, al introducir en el estudio al resto de los principales equipos.
– Para que nadie entienda que han podido manipular los datos, ¿de dónde salen, qué base de datos emplearon?
– Esta parte la explico yo mejor -se adelantó el señor Frutos-. Para que no se dijera que empleábamos bases de datos manipuladas o con cierto sesgo, comenzamos usando las del diario Sport. También la del 20 minutos, que era bastante completa. Con el tiempo fuimos incorporando o comprobando los datos con otras bases, como las de Sofascore, BD Fútbol, Cero a Cero… Tenga en cuenta que algunos datos, especialmente los anteriores al año 2000, no eran todo lo precisos que nos gustaría.
– Esperemos que no sea necesario remontarnos tan atrás. Con todos esos datos, ¿cómo procedieron en su informe?
– Sencillo -respondió Miguel-, nos limitamos a seguir el criterio Godall: lances favorables menos lances desfavorables. Sin ponderaciones subjetivas como las del anterior testigo. Un punto por penalti o tarjeta roja, y, en función de si era a favor o en contra, se sumaba o restaba.
– No sé si es lo más acertado o no, no es lo mismo una expulsión o un penalti al principio o al final del partido -intervino Estuardo.
– Totalmente cierto -respondió Juanpa-, por eso no hay que centrarse en el análisis particular de una situación, sino en un conjunto, en una muestra amplia para tratar de identificar una tendencia. De poco sirve analizar una sola temporada si podemos hacer el análisis de veinte para tratar de definir una línea de actuación.
En ese momento, el estadístico apretó un botón y comenzaron a aparecer los primeros cuadros en pantalla.
– Perdonen mi torpeza -dijo Estuardo tras escudriñar los gráficos con cierta extrañeza-, pero con todos estos datos, ¿qué conclusiones podemos obtener?
– Hemos detectado tres etapas muy definidas -aclaró el CEO-, que son las que hemos marcado sombreando las zonas: de 2003 a 2009, de 2009 a 2013 y de 2013 a 2021. Esas etapas coinciden, grosso modo, con los cambios en la presidencia del Fútbol Club Barcelona y lo que decía Godall acerca de la cercanía o no a los comités, pero también con otros factores, como la vuelta de Florentino Pérez a la presidencia del Real Madrid y la llegada de fichajes como el de Cristiano Ronaldo.
– En las primeras seis ligas analizadas -continuó Juanpa-, durante la primera época de Joan Laporta como presidente, había un saldo arbitral positivo para el Barcelona de +24 y era muy negativo para el Real Madrid, -11. Esa desproporción se iguala durante el segundo período, y se vuelve a desestabilizar a favor del Barcelona en la tercera, una etapa en la que el saldo a favor del Barcelona es muy superior al del Real Madrid, que es superado incluso por equipos como el Athletic de Bilbao o el Atlético de Madrid. Este gráfico es demoledor, porque el Real Madrid aparece con saldo negativo, por debajo de equipos que en aquellos años estuvieron en la zona media-baja de la tabla, mientras que el Fútbol Club Barcelona estaba claramente destacado por la parte superior.

Se escuchó un murmullo de sorpresa en la sala, acompañado por varios “joder” y algún “supu…madre” en las primeras filas.
– Quiero destacar dos datos que considero relevantes -prosiguió Juanpa-. Aquello sucedió en un período en el que al Barcelona se le señaló un solo penalti en contra en 107 jornadas, 78 de ellas de manera consecutiva, más de dos campeonatos, y durante ese período se le pitaron más de 30 a favor.
– Es un período que coincide, además -incidió Miguel de Lary-, con el otro dato relevante que detectamos en su momento, y es que el mismo Fútbol Club Barcelona, estuvo 59 jornadas sin una sola expulsión.
El fiscal se dio la vuelta hacia el jurado, el público y, finalmente, los acusados. Con gran aparatosidad, repitió los datos:
– ¡Un penalti en 107 jornadas! ¡Y 59 sin expulsiones! Todo esto, señores del jurado, en los mismos años en los que jugadores como Mascherano, Piqué o Luis Suárez formaban parte de la plantilla. Pero, vamos a tratar de no ser malpensados, ese saldo tan favorable del Fútbol Club Barcelona puede deberse al juego de posesión, o a su dominio de los partidos, ¿está su principal rival, el Real Madrid, en una situación parecida?
– En absoluto -respondió Juanpa-, de hecho, en la comparación es donde mejor se aprecian las diferencias de criterio. Si tomamos una muestra amplia, de 100 partidos, por ejemplo, con la llegada de Zidane, que era un entrenador ofensivo, la comparativa es la siguiente.
Apretó un botón y en la pantalla apareció:

– Esta muestra recoge las temporadas 2014-15 y 2015-16 completas -continuó el estadístico-, más parte de la 2013-14. El Real Madrid fue campeón de la Champions en los años 2014 y 2016, luego podemos decir que era un equipo dominador y con control del juego.
– Se observa una anomalía estadística bastante evidente -sentenció el fiscal-. ¿Es posible que el saldo de expulsiones se deba a que los jugadores del Real Madrid hacían más faltas que los de su rival, el Barcelona?
– Para responder esa cuestión -respondió el CEO en esta ocasión-, tenemos esta estadística, que es el cociente entre el número de faltas sancionadas y las tarjetas rojas de cada equipo.
En la pantalla apareció este dato:

– Llevado a una gráfica, marcando en naranja la mediana de los principales equipos de Primera División, sería más esclarecedor aún:

– Se ve muy bien sobre fondo negro -afirmó el fiscal.
– Fondo Negreiro, más bien -bromeó Juanpa.
Se oyeron algunas risas entre el público y un “soplapollas” entre dientes, proveniente del banco de los acusados.
– Pues… -concluyó el fiscal-, creo que las anomalías estadísticas durante el período investigado resultan palmarias. No haré más preguntas, señoría.
Los testigos iban a levantarse de sus asientos cuando la abogada del Real Madrid, Luisa Ramírez, se levantó para hacer una última pregunta.
– Señores, antes de que abandonen la sala, me gustaría que mencionaran los resultados del seguimiento detallado a un jugador del Fútbol Club Barcelona encargado por esta parte. Se trata de Luis Suárez. ¿Pueden contarnos las conclusiones de su análisis?
Los testigos se miraron, como cediéndose mutuamente el uso de la palabra, y finalmente fue Juanpa, el estadístico, quien optó por dar respuesta:
– Lo que encontramos fue a un jugador con numerosas expulsiones y sanciones en sus anteriores equipos, el Ajax, el Liverpool, la selección uruguaya, con cerca de cuarenta partidos de sanción por diversos motivos, fundamentalmente agresiones, que de repente llegó a la Liga española y no sufrió ninguna durante ocho años.
– ¿Puede ser que se hubiera reformado, que tras la sanción de la FIFA hubiera cambiado su actitud en el terreno de juego? -preguntó la abogada.
– En absoluto -afirmó Juanpa de forma rotunda-. Parecía como si contara con impunidad. Es un caso asombroso, parece imposible que, con sus antecedentes y lo claras que son muchas de sus agresiones, nadie viera ninguna de ellas. Puedo ponerles un vídeo ahora mismo con una colección de las agresiones que realizó durante varias de las temporadas analizadas.
– Se lo agradezco, señores, pero creo que no queremos verlas. ¿Puede tener que ver que esos años coinciden con los períodos de los pagos al señor Negreira, años en los que los árbitros eran puntuados por el vicepresidente de los árbitros en función de sus actuaciones?
– No podemos afirmar tal cosa, no tenemos pruebas y eso lo tendrá que determinar este juicio. También podría deberse a que el jugador era representado por Media Base Sports, filial de Mediapro, que es quien pone la mayor parte del dinero de LaLiga, vayan ustedes a saber. Pero nuestro trabajo son los datos, no las interpretaciones.
– Me queda claro. Muchas gracias por su testimonio. No haré más preguntas.
Mientras los testigos recogían sus informes y se marchaban, el juez Aguilar procedió a cerrar su libreta y varias carpetas para concluir la sesión. Se apagaron los monitores. El abogado de la defensa pidió un último turno de palabra:
– Señoría, querría hacer una última apreciación. Hasta la fecha, la acusación se ha limitado a cuestionar a nuestros testigos y desacreditar sus manifestaciones. Por este motivo, y para tratar de aclarar definitivamente este incómodo asunto, proponemos para la próxima sesión a un testigo que es una autoridad en los estamentos futbolísticos y un reconocido madridista. Ya verán cómo él es capaz de poner luz en este asunto.
– Eso quedará para el próximo día, que hoy hemos acabado derrengados. Se levanta la sesión -pronunció mientras golpeaba con el mazo.



