Todo estaba en El Padrino

TRAVIS, 18/06/2023

Lo tenía ante mis ojos y no me di cuenta. Mira que me conozco El Padrino de memoria, no sé si la mejor película de la Historia, como gusta decir a los amantes de los títulos ampulosos, pero desde luego sí es mi «más-mejor» ultra favoritísima obra de todos los tiempos. Además de su incontestable calidad cinematográfica, la película regala unas utilísimas lecciones prácticas para el mundo real de los negocios, que es en el que a veces, como recientemente, me veo inmerso. Ya mencioné varias de esas enseñanzas al hablar de las Frases de cine para usar en el trabajo (I), y por eso me enfado tanto conmigo mismo al comprobar que, pese a tenerlas bien presentes, a veces se me olvidan y cometo errores de cálculo.

Hay algunas que nunca olvidas, como cuando un Vito Corleone moribundo alecciona a su hijo Michael sobre el mundo de la famiglia y de los «negocios» (precioso eufemismo, puesto que la palabra mafia no aparece una sola vez en todo el metraje), le dice que «aquel que te hable de tener esa entrevista con Barzini, ese es el traidor, no lo olvides». Porque la traición se paga muy cara, incluso, o sobre todo, si proviene de alguien de la familia. Michael Corleone no tiene reparos en ordenar la muerte de su propio hermano Fredo en la segunda parte: «me rompiste el corazón». Es la escena del famoso beso entre Michael y Fredo, Al Pacino y John Cazale, un momento sobrecogedor, pues sabes que es cuestión de tiempo que ocurra el fatal desenlace.

Nunca te pongas del lado de alguien que va contra la familia. Nunca.

Michael Corleone

La familia es un concepto más amplio que el del parentesco. Vito Corleone es el líder de ese clan, banda o grupo organizado, construye lealtades y logra un compromiso de sus acólitos hacia su persona. He visto artículos que lo utilizan como ejemplo de liderazgo en los negocios (me reservo mis opiniones). Don Vito crea una especie de código de honor, de adhesión inquebrantable, porque los que trabajan para él saben que estarán bien atendidos y a sus familias no les faltará de nada. Ahora bien, la contrapartida es clara: llegado el momento, «y puede que ese momento no llegue», tendrás que cumplir con tu parte del trato, con lo que se te pida.

Resulta curioso ver a gente bien preparada y formada cuando callan ante una tropelía dictada por ese líder de la banda. Siempre me acuerdo de la escena en que Vito Corleone reprocha a Sonny (James Caan) que le llevara la contraria delante de los Tattaglia. «Nunca digas lo que piensas a alguien fuera de la familia». En la escena previa asesina a su hijo con la mirada y lo disculpa ante Sollozzo: «Tengo debilidad por mis hijos y los malcrío. Hablan cuando deberían escuchar». Suele ocurrir una sola vez, nunca una segunda. Las opiniones discordantes no son apreciadas y seguramente esta frase es válida para el mundo de la empresa tanto como para una obra maestra sobre la mafia.

La novela de Mario Puzo comienza con una frase del escritor francés Honoré de Balzac:

«Detrás de cada gran fortuna siempre hay un crimen». Debería haberme dado cuenta, como decía al principio: hay gente que se pasa toda su vida buscando esa gran fortuna. A cualquier precio, vendiendo su alma, si fuera necesario. La película está repleta de frases autoexculpatorias de los Corleone:

  • Solo soy un hombre de negocios.
  • He trabajado toda mi vida para conseguir el bienestar de mi familia.
  • Mi padre no es diferente de ningún otro hombre poderoso… como un senador o un presidente.
  • Ardería en el infierno para asegurar que mis hijos estén a salvo.
  • Los intereses de mis hijos son mis propios intereses.
  • El hombre más rico es el que tiene los amigos más poderosos.

Así que todo está «bien» y es éticamente correcto, porque los que manejan el poder están «de mi lado» y todo lo hago para asegurar el futuro de los míos. Y hay otra cosa que los mafiosos de este tipo de películas respetan casi con su propia vida: la palabra. Y me parece perfecto. Claro que, a lo largo de mi vida profesional, me he encontrado gente que traicionaban la propia palabra dada y le daban la vuelta a una de las frases más famosas de la trilogía de los Corleone: «me hicieron una oferta que no podía rechazar». Y aunque he utilizado mil veces la frase de «es un insulto a mi inteligencia», olvidé que todo esto «no es personal, Sonny, solo negocio». Y conviene ser frío, no dejarse llevar por la rabia:

«Razona tus problemas, la gente desconocida no debe saber lo que piensas».

«Nunca odies a tus enemigos: eso no te permite juzgarlos».

«Mantén la boca cerrada y los ojos abiertos».

Me ha ido bien en la vida, siempre. Y pese a mi admiración por la saga de los Corleone, nunca quise pertenecer a un grupo que siguiera estos códigos casi como una secta. Por eso no me inmolaría como un Pentangelli, ni temería como Carlo Ricci o Fredo. Pero sí seguiré hasta el final de mis días otra de las grandes enseñanzas de Vito Corleone:

«Ahora me gusta el vino más que nunca».

Ah, no, esa no, aunque puede que también. Me refería a esta:

«Siempre me he negado a ser un muñeco movido por los hilos de los poderosos».

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