A favor del doblaje, por Travis

1 El resplandor

«El doblaje es una infamia»

(Jean Renoir)

Hace años estuve en una conferencia del escritor de origen cubano Guillermo Cabrera Infante, premio Cervantes en 1997. Era un gran aficionado al cine, como lo demuestran sus libros y críticas sobre el llamado Séptimo Arte (he leído y disfrutado Cine o Sardina y Arcadia todas las noches) y los guiones que escribió, de los cuales el más famoso fue el que dio lugar a la película de Richard Sarafian Vanishing point (1971), titulada en España Punto límite: cero.

«Un guion sirve para que el productor sepa cuánto va a costar la película», fue una de las perlas que dejó en la conferencia. Aquel día presentaba Cine o sardina y el capítulo escogido por el escritor para animarnos a la compra de su obra fue el titulado Por quién doblan las películas. Con su particular flema británica, adquirida tras décadas de residencia en el exilio londinense, fue desgranando varias anécdotas acerca de su fobia al doblaje, no tanto las razones. Casi toda su socarronería se destinó a bromear sobre las consecuencias del doblaje, como que Bogart no era Bogart sin su voz, o que nadie podía decir que había visto actuar a Greta Garbo si no la había oído. Llegó a decir que en los sesenta tuvo que dejar Madrid para mudarse a Londres, pero que lo lamentó menos al ir a un lugar en el que poder disfrutar las películas en versión original.

«Después de vivir un tiempo en Madrid y estar yendo al cine todos los días, comencé a observar que la voz del actor español que doblaba a Burt Lancaster era muy parecida a la voz de quien doblaba a John Wayne. Y a James Stewart y a Gregory Peck y a Gary Cooper y así, ad infinitum, anónimo. Luego me enteraría de que ¡un solo actor los doblaba a todos! También a Lee Marvin. Tamaña proeza histriónica merecía un premio. Se trataba de una versión oral de Lon Chaney, el hombre de las mil caras. ¡Era el actor de las mil voces! El doblaje, por fin, había logrado su obra maestra.»

4 Cooper Wayne

El anglo-cubano era un fuera de serie. En dos idiomas. Lo mismo que Christoph Waltz era un redomado hijo de puta en cuatro idiomas interpretando al coronel Hans Landa en Malditos bastardos y sería una lástima perderse su voz original. Un crimen, un delito. Pero no pasa nada por reconocer que no todos tenemos el nivel de ambos y aunque me defienda más o menos en la lengua habitual del ochenta por ciento de las producciones que nos llegan, en ocasiones prefiero la versión doblada. Sobre todo si lo que se cuenta o lo que se explica es fundamental para entender la trama. He visto capítulos de House of cards o Mad Men en versión original con subtítulos en inglés que he tenido que volver a ver enteros y doblados porque no pillaba los giros del lenguaje o el nivel de sarcasmo. Lo siento, lo reconozco, me faltan varios años de residencia en Washington o Nueva York para poder seguir algunas series o películas. «¡Y ni aun así!», me dijo una vez un amigo angloparlante.

Por supuesto que nada es comparable a una versión original, eso no lo voy a poner en cuestión. Con apenas trece años vi La vida de Brian en versión original y, pese a mi nula costumbre de ver películas con subtítulos, la disfruté mucho más que con las copias dobladas que he visto años después. No es que esté a favor del doblaje, pero desde luego que no estoy en contra. Creo que el doblaje y el original pueden y deben convivir perfectamente. Eso sí, ahora que las nuevas generaciones vienen con el inglés incorporado de serie, ojalá las versiones originales sean más accesibles, que no siempre lo son. Apenas una emisión de cada veinte en las multisalas, como mucho.

El cine empezó a finales del siglo XIX como imágenes en movimiento, a las que luego se añadió la música y tres décadas después, la voz. Es uno más de los artes de contar historias, pero este se basa sobre todo en el empleo de imágenes, la fotografía, el uso de los encuadres, el montaje y todos los elementos visuales accesorios como decorados, iluminación, vestuario, maquillaje o efectos especiales. La voz es un componente fundamental de la trama porque es la que cuenta, la que narra, la que explica buena parte de la historia, pero es uno más y tiene que entenderse.

He visto algunas películas en versión original en las que no entendía nada, o no entendía a alguno de los actores protagonistas, pero sí al resto, lo cual es peor porque para la mayoría del reparto no necesitas leer los subtítulos, pero sí cada vez que intervenía «el intenso». Me pasa con Al Pacino, por ejemplo, que resulta taaaan intenso e interioriza taaaanto sus personajes que los mismos hablan para adentro, entre dientes y hacia sí mismos. Y a Al Pacino en el original (matadme ahora, puristas) no se le entiende con la claridad con la que seguimos la fenomenal voz de Ricardo Solans, su doblador habitual. Un actor de doblaje, por cierto, que también ha hecho las voces de Robert de Niro, Dustin Hoffman, Richard Gere o Mickey Rourke, lo que sin duda hará revolverse en su tumba al señor Cabrera Infante.

Jorge Luis Borges decía que «quienes defienden el doblaje, razonarán (tal vez) que las objeciones que pueden oponérsele pueden oponerse, también, a cualquier otro ejemplo de traducción.» ¡Por supuesto! Los más firmes opositores al doblaje admiten y celebran las traducciones en la literatura, cuando esa sí es la mayor perversión del original que conozco. Una novela, un relato, o no digamos la poesía con su musicalidad, es solo palabra escrita, sin más elementos al contrario que el cine, y se altera desde la primera letra a la última de toda la obra. A veces no coinciden ni los caracteres, y se cambia todo, desde «Prólogo» hasta «Fin», lo cual no quita para que podamos disfrutar excelentes traducciones de textos escritos en otros idiomas.

No solo eso, sino que cada año se otorgan premios a las mejores traducciones, a transcripciones palabra por palabra tratando de encajar la expresión adecuada a determinadas frases coloquiales del inglés, francés, ruso, alemán o cualquier otra lengua que se nos ocurra. Sin embargo, nos parecería impensable que se concediera un premio anual al mejor doblaje. ¡Un crimen!, dirían algunos.

«Ese argumento», continúa Borges, «desconoce o elude el defecto central: el arbitrario injerto de otra voz y otro lenguaje. La voz de Hepburn o de Garbo no es contingente: es para el mundo uno de los atributos que la definen. Cabe asimismo recordar que la mímica del inglés no es la del español.» Ni la del francés o el japonés, o el iraní o el chino. Guillermo Cabrera Infante continuó su conferencia bromeando sobre lo absurdo de ver y escuchar a Gary Cooper doblado en un perfecto mexicano, o cómo los actores negros habían perdido su «negritud», en lo que para el escritor constituía «una muestra sonora de racismo».

Dicho así, convendremos en lo absurdo que resulta ver a los amantes de Verona, al príncipe Hamlet de Dinamarca o al mercader de Venecia hablando a la perfección la lengua de Shakespeare. Si queremos que cada voz «suene» como debería sonar en el original, las productoras tendrían que tener el valor de hacer lo que hizo Mel Gibson en Apocalypto y La Pasión de Cristo: grabar en las lenguas originales de los protagonistas, como el maya, el hebreo o el latín. El resultado, según mi modo de ver, fue fantástico.

«Las posibilidades del arte de combinar son infinitas, pero suelen ser espantosas. (…) Un maligno artificio que se llama doblaje propone monstruos que combinan las ilustres facciones de Greta Garbo con la voz de Aldonza Lorenzo». 

(Jorge Luis Borges)

No todo el doblaje es un horror, ni mucho menos, y en España además tenemos la suerte de contar con grandísimos actores de doblaje. Constantino Romero será siempre nuestro Darth Vader, Roger Moore o el Clint Eastwood de muchas décadas y películas. Y siendo Constantino un gran actor y habiendo sido Arnold Schwarzenegger tan criticado en sus orígenes por su acento y mala dicción, ¿qué Terminator es preferible?

Pocas voces me gustan más que la de Pepe Mediavilla, que no solo es un Morgan Freeman repleto de matices, sino un Gandalf brutal: «¡No podéis pasar!» Su hija Nuria también se dedica al doblaje, con tanto acierto que ha sido la voz de Cameron Díaz, Nicole Kidman o Una Thurman en varias películas. Qué decir de Ramón Langa haciendo de Bruce Willis, qué vozarrón. Luego oyes al Willis original y te parece hasta blandengue.

En esa maravilla para cinéfilos que es El cine y sus oficios, el autor Michel Chion dice lo siguiente:

«Durante mucho tiempo, la práctica del doblaje fue algo más o menos vergonzante. Actualmente, aunque hay quien la sigue despreciando, parece por fin reconocida. Cuando tenemos la curiosidad de interesarnos en ello, descubrimos que se puede practicar como un arte: el doblaje al francés de Amadeus (1984), de Milos Forman, realizado bajo la dirección de Jacqueline Porel, con Luc Hamette en Mozart (doblando a Tom Hulce) y Jean Topart en Salieri (sustituyendo la voz de Murray Abraham) suele citarse como ejemplo de buen trabajo.»

Por supuesto que se cometen auténticas tropelías en esto del doblaje. Todavía recuerdo la enorme cagada que fue todo el proyecto de El capitán Alatriste, con grandes medios, un buen presupuesto, y concentrando a lo bruto y sin mucho orden seis libros de las aventuras paridas por Arturo Pérez-Reverte. Como remate, para representar al capitán de los tercios de Flandes, un actor americano con acento argentino, Viggo Mortensen. Una pena.

7 Viggo Mortensen Alatriste

No es una profesión sencilla. Antonio Banderas y Javier Bardem, con todo lo que tienen de grandes actores, dan algo de grima cuando se doblan directamente del inglés. Algunos actores de los que se han alabado sus grandes interpretaciones, tuvieron que ser doblados ya en la versión original. Lo remarco por los puristas de La Voz y esas cosas. Philippe Noiret nos encantó a todos en Cinema Paradiso y su trabajo fue muy alabado y reconocido, pero él, francés, tuvo que ser doblado al italiano en el original. Marnie Nixon puso su voz al personaje de Audrey Hepburn en algunas partes de My Fair Lady. La voz de James Dean en Gigante tuvo que ser parcialmente doblada por Nick Adams, al resultar poco inteligible… y al no contar con el actor por su prematura muerte.

8 Noiret Cinema Paradiso

El doblaje de El resplandor, de Stanley Kubrick, está considerado uno de los peores de la Historia del cine, pese a lo meticuloso del director británico, que se encargó de seleccionar directamente a los responsables del doblaje de sus películas. En la versión española se contó con Vicente Molina Foix para la traducción y todo un director como Carlos Saura para la grabación del sonido, pero el resultado no contentó a nadie.

Se puede hacer mucho peor, claro que sí. Algo muy típico en nuestro país es coger al actor de moda para que doble una película de animación. Dani Rovira, Santiago Segura, Anabel Segura,… Para rematar y si es posible, que ya se encargan de que lo sea, le meten alguna morcilla, alguna frase como el terrible «un poquito de por favor» de Fernando Tejero, insertado a machetazo limpio en El espantatiburones. El insoportable Ángel Garó dobló las 32 voces de todos los personajes de Ferngully, jodó, qué horrible,… si ya resultaba cansino con su voz original. ¿Algo peor? Sí, claro que sí. La voz de Iniesta en el doblaje de ¡Piratas! Menudo lince el que seleccionó al tipo con menor variación de tonalidad de voz del mundo, un tono monocorde ya sea vendiendo polos Kalisse o marcando en la final de un Mundial.

Por suerte, no todo el doblaje es tan penoso, no lo desdeñemos por completo. Concluyo como empecé, con Don Guillermo Cabrera Infante:

Me queda una última pregunta hecha en español al espectador español pero que pronto será doblada.

¿Por quién doblan las películas? No preguntes. Están dobladas por ti.

 

2 comentarios en “A favor del doblaje, por Travis

  1. Como complemento, hubiera estado bien mencionar el estupendo (en mi opinión) documental Voces en imágenes, en que diversos actores de doblaje «presentan el caso del doblaje» y defienden su trabajo. Yo les diría a todos esos «puretas de la versión original» que, precisamente porque no todos venimos con el inglés incorporado de serie, el doblaje es una buena solución. Y de paso, decir que Clint Eastwood suena mucho más potente en la voz de Constantino Romero (impagable Tom Highway) que en el original. O también de Héctor Cantolla, que si no recuerdo mal, le dobló como Harry Callahan. Los que tengan más edad recordarán a George Roper (Brian Murphy), doblado por Rafael de Penagos y su risita característica, que no estaba en el original.

    Los de doblaje son actores que nos recuerdan que el doblaje no es ni mucho menos tan fácil como parece; y que para eso no vale cualquiera que sea famosillo, sino que hace falta oficio y maestría. En lo que a mí respecta, viva el doblaje.

    Saludos,
    Aguador.

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  2. El doblaje es como el descafeinado, la desnatada y la sacarina: mejor tomártelo así que quedarte en ayunas. Y está tan rico …..
    Negar la evidencia tan clarísima parece una pose pija y elitista que se olvida de los pobres sin idiomas.

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