Las hordas de runners invaden Budapest (II), por Lester

¡Qué mejor sitio para empezar y terminar el maratón de Budapest que la Plaza de los Héroes! Una columna de 30 metros de altura, rígida como mis piernas en los últimos kilómetros, de mármol pétreo como mis gemelos al acabar la carrera, y en la parte baja las figuras de varios héroes de la revolución magiar. Tengo afición a las estatuas y por alguna extraña razón mi cerebro las asocia a figuras del cine. Será cosa mía, pero a mí estos héroes húngaros me recuerdan a un Théoden rejuvenecido, a Gandalf, con su vara mágica y todo, y el tercero se da un aire a Gimli, con ese bigote y esa cara de no haber dormido bien en meses.

Por seguir con las comparaciones, una vez acabado el maratón, yo soy como Aragorn regresando del campo de batalla. Exhausto, pero feliz. Derrengado, pero no derrotado. Victorioso tras haber atravesado Rivendel (Buda), el bosque de Fangorn (Isla Margarita) y Rohan (Pest), cruzado el río Anduin (el Danubio) y haber rodeado el Monte del Destino (Gellert). No hubo un Mordor en el que sucumbir, pues toda la carrera fue espectacular.

Llego al punto de encuentro con mi dulce Arwen, mi supporter particular y fotógrafa de excepción, portando mi trofeo colgando del cuello, una medalla que luzco con ilusión, pese a que, todo hay que decirlo, sea espantosa.          

Pocas sensaciones hay tan gratificantes como las que pasan por tu cabeza, tras 42 kilómetros, en los 195 metros finales. Tienes el cuerpo dolorido pero vas con una sonrisa de oreja a oreja. Con el corazón latiendo a toda pastilla. Con la carne de gallina al ver tanto público animando y aplaudiendo a los esforzados atletas populares dando sus últimas zancadas. La música por los altavoces completa ese momento mágico, más si, como en mi caso, entras en meta al son de Thunderstruck, de los AC/DC.

La carrera

Hay una serie de rituales que repito cada mañana de carrera y que todos los que alguna vez hayan corrido una larga distancia conocen: beber agua desde bien temprano, vaselina, tiritas, el dorsal, ponerse con mimo los calcetines, un buen desayuno pero sin pasarse, echar un par (o tres) de troncos al aserradero,… Y luego comienza la divertida marcha hacia la salida, con un metro lleno de runners como tú, con la bolsa en la que llevamos la ropa que nos pondremos nada más acabar la carrera.

La salida de los maratones suele estar muy animada, con las bromas de los corredores de última hora, las fotos con la familia y equipo de supporters, la sonrisita nerviosa, los estiramientos nerviosos, las meadas nerviosas, las colas de meones nerviosos,… «Eres el único con pantalones blancos y largos». Sí, muy largos, de basket, del equipo de amiguetes. Soy incapaz de correr con esos pantaloncitos cortos que llevan algunos, y menos aún con esos otros ceñidos y apretados que te comprimen los testículos. Cuestión de gustos, si bien en esto de las carreras desmitifico un poco todo lo relacionado con las marcas y la ropa técnica supuestamente fundamental. Más aún después de leer sobre los indios tarahumara, sus marcas y la ausencia de lesiones pese a que corren con alpargatas.

El maratón de Budapest se celebra junto con varias pruebas más: carrera de 10 kilómetros, media maratón, 30 kilómetros (se incorporaban con nosotros en el 12) y una competición de relevos. Según la organización, unos 27.000 corredores en total, de los que apenas un tercio intentamos el maratón completo.

En el maratón de Praga también me encontré la prueba de relevos y la verdad es que es todo un acierto. Gente que no puede lanzarse a los 42, pero quiere participar en la fiesta que supone correr por una ciudad y un recorrido tan espectacular como el de Budapest. En los puntos de los relevos, cada 10,5 kilómetros, se agolpaban miles de corredores esperando a sus compañeros de postas, y dispuestos a lanzarse a hacer la mejor marca posible en su tramo. Nos miraban, nos aplaudían, nos animaban,… Se percibe esa solidaridad del runner de la que ya he hablado alguna otra vez.

En mi caso particular, en la carrera del domingo, me lancé con ambición a por la marca de 3 horas, 30 minutos, lo que viene a ser acabar a una media de 5 minutos el kilómetro. Sabía que era difícil, pero si me quedaba cerca estaría superando mi marca personal (3h. 36m. Copenhague, 2014). En mi historial de maratoniano aficionado clasifico los que he corrido en dos tipos:

  • Los que acabo como una moto pensando que podía haber hecho mejor marca si hubiera forzado un poco más desde el principio.
  • Los que finalizo hecho «unaputabraga».

Son muchos más los del segundo tipo que los del primero (Copenhague 2014, Praga 2013, Zaragoza 2008). El domingo salí muy bien, rápido, fluido, con buenas sensaciones, y pasé el kilómetro 10 en 49 m. 20 s., a 4:56 el kilómetro. La media maratón clavaba los tiempos previstos: 1h. 45m. 55 s. Hasta el kilómetro 28 mantuve esa media de 5 minutos el kilómetro, si bien las piernas ya empezaban a avisar en ese punto de que no iban tan fluidas.

Quizás debí haber descansado más la noche previa a la carrera en lugar de quedarme blogueando.

En el kilómetro 30 supe que no bajaría de las 3h. 30m., pese a que seguía a muy buen ritmo: 2h. 30m. 31s. El ritmo no iba a mejorar, sino todo lo contrario, así que pasé al segundo objetivo: marca personal.

Quizás me faltaron las tres semanas de entrenamiento de Bolivia o algunos rodajes largos, pero bajé el ritmo de modo sensible.

Aunque en la previa de la carrera confesé que olvidé cortarme las uñas (y de hecho voy a perder un par de ellas), no fueron estas las que me dieron problemas, sino las plantas de los pies. El empedrado o adoquinado de algunas zonas me molestaba enormemente, así que corrí los metros que pude por el césped colindante, esquivando rubias eslavas despampanantes y… bueno, en realidad hay un poco de mito en eso, esquivando barbudos y rubias carapán.

Quizás me sobraba algún kilo. Quizás empezaba a darle vueltas al hecho de que necesito casi tres meses de entrenamiento para bajar tres kilos de peso, y solo un fin de semana con la familia política en una casa rural en Aranda de Duero para recuperar dos.

En el kilómetro 36 me esperaba de nuevo la hermosa Arwen, que me pasó un gel de esos reconcentrados con cafeína que solo toman los corredores de largas distancias, un brebaje infecto de druida galo que jamás te tomarías en tu vida normal.

El caso es que me ayudó a sobrellevar los calambres que empezaban a atacarme y, con algún que otro parón para estirar los gemelos, llegué a meta en un tiempo de 3 horas, 40 minutos. Muy bien para mí, mi segunda mejor marca, y 35 minutos mejor que hace un año en Nueva York. Permitidme que saque pecho, sobre todo cuando tanta gente leyó mi patética crónica de un tipo arrastrándose por Central Park incapaz de portar la bandera de España.

Acabé muy satisfecho, para qué negarlo. Sé que la marca de 3h. 30 m. está a la vuelta de la esquina, que soy «joven» para progresar. Solo tengo que cambiar ciertos hábitos (que no pienso hacerlo), entrenar más (que seguramente no lo haré) y ponerme unos pantalones que me aprieten los huevecillos (que eso sí que no lo voy a hacer bajo ningún concepto).

Después de la carrera

Si algunas teorías dicen que la cerveza hidrata, mucha cerveza hidratará más, ¿no? Y en cuanto a reponer fuerzas, toda la vida he querido zamparme un jabalí entero, al modo de la última viñeta de los cómics de Astérix y Obélix, pero a falta de una aldea en la que prepararlo, nos conformamos con unas suculentas hamburguesas de 400 gramos de carne que me supieron a tres estrellas Michelín.

Por la tarde nos fuimos a los famosos baños Szechenyi, un balneario de aguas termales cerca de la Plaza de los Héroes. Me temo que fueron muchos los maratonianos que tuvieron la misma idea, porque he visto piscinas chinas repletas de chinos, con menos gente que los baños Szechenyi el domingo pasado. Allí por fin, entre miles de personas, me relajé y descansé después de otro intenso pero gozoso maratón. Ya habrá tiempo para pensar en el siguiente.

«Y cariño, tú dirás lo que quieras, que es arte moderno y tal, pero para mí esto es un huevo de Alien en plena eclosión».

10 comentarios en “Las hordas de runners invaden Budapest (II), por Lester

    • Gracias. Sí, hay gente para todo, ya lo ves. Incluso hay gente que ve Gran Hermano, First Dates, que le gustan los percebes o, lo más inverosímil, que son del Barça y aplauden a Messi a la salida de un juicio por evasión fiscal.

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  1. Muy bien Lester. No apostaba nada por tí esta vez, de hecho auguraba pájara de las buenas, y más viendo como diste cuenta del lechazo el finde pasado al maratón, igualito que los geles verdad? Enhorabuena campeón!

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    • Gracias, RPI. El lechazo debe ser proteína reconcentrada, grasa para los kilómetros del principio e hidratos para los del final. Pero lo más importante: un sabor inigualable, nada que ver con los geles tóxicos de las carreras.

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  2. Enhorabuena Lester ¡¡¡
    Te quejas del trofeo recibido por tu participación en el evento… pero bien sabes q el objeto material es sólo eso… material.
    Lo importante es saber que estuviste.. lo hiciste y sobre todo que lo disfrutaste, y que quedará en tus vitrinas para contar batallitas a tus nietos.
    Sólo recordarte que el significado de aquellos trofeos que ganamos en la vida, van mas allá de lo meramente físico.
    Recordarte ese trofeo, que se que nunca supiste explicar a Lester Jr., sabes que te fue entregado con todo nuestro cariño y amistad… cual anillo preciado de Golum ( tu tesoro )a pesar de que nos abandonaras.
    Medalla… trofeo…jajajajaja..Pez, o el simbolo que quieras, lo importante es el camino que recorres para conseguirlo.
    Un abrazo fuerte de tu querido Vallekano.
    Enhorabuena…¡¡¡¡

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    • Aquel trofeo,… no recuerdo, ¿por pescar en aguas turbulentas? ¿Por lanzar el anzuelo al capitán del equipo para que tirara un penalti, y ver como este se curraba un Bebeto? Jajaja, gracias por la sincera felicitación, sé que en el fondo lo es. Un fuerte abrazo.

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    • ¡Un Ironman! Ni medio me veo capaz. Todo es cuestión de tiempo y entrenamiento, y no soy capaz de arañar más horas a la semana para entrenar ni siquiera «una mierdecilla» de maratón, así que no digamos un Ironman. Eso son palabras mayores, os lo dejo a los jóvenes.

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  3. ¿Cómo se puede correr una maratón con unos pantalones colganderos como esos? En el sobrecalentamiento y la «contra oscilación pendular» están los 10 minutos que te sobraron. ¿Creías que ibas a una fiesta de pijamas? ¡Menudo cilicio!
    En serio: Te lo has currado, creído, sufrido y lamentado. Eso es correr una maratón. Siempre la pedimos mas, pero ella solo nos deja bailar juntos un par de horas. Después nos pide que la llevemos «a la jineta»… ENHORABUENA Lester y el 3:30 lo conseguirás. Seguro que esta te ha servido para recordar que «estudiar» los últimos días no sirve de mucho.
    Lo de las uñas reventadas me suena… No te pongo unas fotos porque te censurarían el blog por «gore». Por ultimo: Otra ciudad a tus pies.¡Que envidia!

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    • ¿Sobrecalentamiento, dices? Al contrario, frescor natural, ¡aire corriendo por los muslos! Nada de hinchazón testicular, me quedo con la sonrisa del elefante. Sé que el 3:30 está ahí, a la vuelta de la esquina en esta progresión que voy experimentando según cumplo años (mis 4 mejores marcas han sido en los últimos 5 años, solo pinché en Nueva York).
      Yo tampoco he querido subir las fotos de mis uñas porque podrían herir la sensibilidad del espectador.
      Y por último, a ver cuándo coincidimos en una carrera de estas, aunque sea en la salida, que las liebres toledanas sois muy veloces. Quien sabe, a mí me ha dado por los maratones internacionales, y cualquier día Barcelona pasa a esa categoría, ¿no?
      Un abrazo.

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