Las hordas de runners invaden Budapest (I), por Lester

Buda y Pest son dos ciudades unidas y separadas por el Danubio que a lo largo de su historia han vivido invasiones de todo tipo: los romanos, los tártaros, Atila, los otomanos, austriacos, polacos, los nazis en el 44,… por último, vivieron la ocupación ruso-soviética hasta el año 90. Desde hace 32 años, un domingo de octubre, Budapest vive la invasión de miles de corredores venidos de todas partes del mundo.

Este año me uno a las hordas de animosos corredores y en unas pocas horas estaré en la salida del maratón de Budapest, el decimoquinto en mi historial de corredor aficionado. El recorrido empieza en un lugar tan espectacular como la Plaza de los Héroes en Pest, pasa a Buda al otro lado del Danubio hacia el kilómetro 4, vuelve a Pest, nos lleva a atravesar la Isla Margarita, oootra vez a Buda, y ooootra vez a Pest cuando no nos lleguen las fuerzas, para acabar recorriendo el resto de kilómetros antes de entrar triunfales (espero) en el mismo paseo de la salida.

No sé cuántos maratones más le quedan a mis piernas, o a mis ánimos, quizás no muchos, así que quiero disfrutarlo como lo suelo hacer. A ser posible, sin sufrimientos. Suena cachondo, 42 kilómetros y quiero llegar fresco como una lechuga, con la sonrisa de quien sale del cine tras ver una de Woody Allen.

En uno de los capítulos del libro Nacidos para correr, el doctor Bramble, un estudioso del cuerpo humano y especialmente de la morfología de los corredores, comenta sus investigaciones acerca del funcionamiento y la resistencia de nuestro organismo, y resultan sorprendentes. El estudio parte de la edad de 19 años y, según sus resultados, el pico de velocidad se alcanza a los 27. A partir de esa edad el cuerpo humano va perdiendo velocidad y explosividad, pero de un modo mucho más lento de lo que nos creemos. Según el doctor Bramble, con entrenamientos constantes y sin lesiones de consideración, la regresión de las marcas es tan lenta que la curva indica que el nivel de los 19 años se vuelve a alcanzar ¡a la edad de 64!

Me animé al leerlo, porque eso significa que quizás pueda seguir con este ritmo de un maratón al año por mucho tiempo. Nada de quejarme de la edad y los achaques, a correr como cuando eras un crío. Martín Fiz acaba de demostrar esa longevidad del cuerpo y esa lenta regresión venciendo en la categoría de mayores de 50 en el maratón de Chicago a sus 54 palos, con una marca de 2 horas y 28 minutos. Una animalada incluso para jovenzuelos. Es su quinta victoria en los seis majors en los últimos dos años.

En mi caso, logré mi mejor marca personal en Copenhague, en el año 2014, con 3 horas y 36 minutos, a la tierna edad de 44 años. Unos 53 minutos mejor que la marca de mi debut con 34, cuando cometí la locura de correr un maratón sin haber pasado nunca de 15 kilómetros del tirón. Lo importante es que se puede mejorar, todavía puedo progresar. Todo en el running, como casi todo en la vida, es entrenamiento.

Para este maratón he podido entrenar bastante bien, con el parón de las tres semanas en Bolivia. 3 semanas en un planning de 16 quizás sea mucho y me falten algunos kilómetros de rodaje, pero a cambio me he metido en el cuerpo las últimas cinco semanas más intensas y con más carga de entrenamiento de todos los maratones que he corrido hasta la fecha. 

No he descansado ni un solo día de estos 35 y el cuerpo y la salud me han respetado. Corría 5 días a la semana y los otros 2 me iba al gimnasio a fortalecer la musculatura de piernas, las lumbares y mis abdominales, tan característicos como los de Cristiano Ronaldo. Según mi cuentakilómetros particular, he entrenado 364 kilómetros en estas 5 semanas, ¿qué puede salir mal?

Pues muchas cosas, como el cansancio propio del turismo en días previos, como me pasó en Nueva York o en Berlín (aquel día que gané a Gebreselassie), o un poco estos días. O la mala alimentación o la falta de hidratación. He tratado de prevenirlo a mi manera, con pasta, mucha agua y un litro de cerveza de diario (incorporamos la Dreher a la lista de cervezas que me he pimplado por ahí).

La noche anterior, como ahora mismo, me pongo nervioso, me faltará algo, no me quedaré dormido, descansaré suficiente, tengo las piernas cargadas, haré bien de vientre,… Todo eso se me pasa en la línea de salida, cuando te ves allí rodeado de ese ambiente y se dispara la adrenalina.

Mi único fallo esta vez es que olvidé algo tan fundamental como cortarme las uñas de los pies. Que nadie se ría, he visto a tíos abandonar por unos pies ensangrentados. Claro que tenían unas garras que ni los orcos, ni los uruk-hai. Ni siquiera mi hermano Dagos.

Puesto que mis amigos graciosetes saben que me he ido de finde romántico y me preguntan siempre por el sexo y el maratón, les recordaré tres cosas:

1. A los futbolistas les concentran varios días antes para que «no se dispersen».

2. El entrenador de Rocky Balboa siempre decía que «las mujeres debilitan las piernas».

3. Uno es un caballero y nunca habla de estos asuntos, si bien conviene recordar que Rocky es una película poco creíble y los futbolistas son unas nenazas que se quejan por jugar dos partidos a la semana.

¡Deseadme suerte mañana!

 

 

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