Un mar de sensaciones, por Lester

No sé por dónde empezar. No sé ni cómo explicar mis sensaciones. Después del primer día en el Hogar Teresa de los Andes, tengo una mezcla de sentimientos de todo tipo, sentimientos encontrados, unos que me llenan y otros que me asustan.

Lástima, por qué no decirlo, lástima por esos niños mayores atrapados en un cuerpo que sigue creciendo, al contrario que sus mentes que se anclaron en una edad temprana. Sé que no debería sentirlo por varios de ellos, como Pepe, Nicolás, Paul o mi nuevo amigo Reinaldo, chicos de veinte, treinta o cuarenta años con unas sonrisas enormes, porque a lo mejor son ellos los que sienten lástima por tanto infeliz como hay en el mundo pese a tener de todo. Cada uno tiene una habilidad especial, como la pintura en el caso de Paul, el baile y el sentido del ritmo en Reinaldo, o la resistencia de ese corredor de fondo que es Nicolás (“Nicolasito, llámame Nicolasito”, como me dice), resistencia que le hizo merecedor de una medalla de oro en los campeonatos olímpicos especiales que se celebraron en Irlanda en 2012.

No siento lástima, sino una profunda rabia por la situación de los chicos de los pabellones Azul, Marrón y San Camilo, chicos que deberían estar atendidos en una institución especializada y sin embargo se encuentran aquí porque al abandono de sus familias se unió el del gobierno boliviano. El Hogar no está preparado para atender tantos casos, muchos de ellos de discapacidades múltiples, de un grado muy severo que a primera vista impacta. Y a segunda, tercera,… El coste de la medicación, del mantenimiento de los distintos pabellones, de todo el personal empleado es muy elevado, y el centro no da más de sí.

Siento una profunda admiración por lo que se ha conseguido crear en el Hogar, y la palabra “hogar” es importante porque no es solo una residencia, un hospital, un colegio o un centro ocupacional, sino un centro en el que se da cariño a los residentes, niños abandonados en su día en las calles o en el campo, jóvenes y adultos ahora que aquí han encontrado un lugar en el que tener una vida, y un hogar en el que lucir esas maravillosas sonrisas.

El Hogar fue fundado hace más de treinta años por los Hermanos de la Divina Providencia, y desde hace catorce cuenta con el apoyo fundamental de la ONG española Ayuda en Acción, que fue a través de quienes llegamos a conocer el proyecto. Siento admiración por el Hermano Fausto, director del centro, colombiano, quien nos explicó cómo se las arregla y el encaje de bolillos mensual que tiene que hacer para atender todas las necesidades.

“Y cuando no se llega a todo, la prioridad son los chicos”. Admiración por el animoso Hermano Ludwig, siempre dispuesto a atender nuestras necesidades, y admiración por todo el equipo de trabajadores de Ayuda en Acción, con agradecimiento especial a Carolina, Elvy y Rosario.

Me siento abrumado ante tanto trabajo por hacer. ¿Por dónde empiezo? ¿De qué modo puedo ayudar? ¿De verdad puedo ayudar? Mi primer día me veía superado, como si fuéramos más un estorbo que un apoyo. Me quedé un largo rato en la cama pensando en ello, en si no sería mejor apoyar en la distancia y dejar esta difícil tarea en manos de profesionales, pero eso sería como tirar la toalla y en cierto modo abandonar también a estos chicos. La impotencia me agobió.  “A veces solo necesitan cariño”, nos dijeron los trabajadores del centro.

Cariño, otro sentimiento que va creciendo en nosotros. Una vez superados los recelos iniciales, te pones a hablar con ellos, por difíciles que sean algunas conversaciones, haces alguna manualidad o algún juego con ellos, les das de comer y les arrancas una sonrisa con algo tan simple como un cronómetro o un selfi. Nada más. Sus sonrisas llenan la pantalla. Sé que no vamos a coger cariño a algunos de ellos, casos duros y poco gratificantes, nada estimulantes para sus cuidadores, pero a otros no tengo la más mínima duda de que no los vamos a olvidar.

Estoy acabando el segundo día y comienzo a superar la angustia del primero. Y una vez que superas esa angustia y ves que eres capaz, que somos capaces, que mi familia se ha integrado como auténticos campeones en la sorprendente rutina del centro, siento un enorme orgullo por tener la familia que tengo. Las incomodidades de la residencia de voluntarios han sido para ellos como una vuelta a la casa del pueblo a la que no hemos podido ir los últimos veranos. “Un baño para siete, bah, qué más da, no hay wi-fi, podemos vivir sin ella, fregar a mano los cacharros, ¡yo lo hago!, cuidado no bebáis agua del grifo, los bichos son como las arañas de la vieja casa de la Abuela, la limpieza no es la del hotel de Nueva York, pero nos apañamos”.

Y así todo, y observo sorprendido que esa privación de comodidades provoca otro sentimiento positivo, la felicidad que produce una conversación repleta de paz interior con los hermanos del Hogar o con los trabajadores de Ayuda en Acción, gente volcada en sacar adelante este proyecto casi imposible. Esa sensación es contagiosa y hace que las charlas con las dos personas a las que acabas de conocer (las estupendas Beas, las otras voluntarias de esta experiencia) las conviertan de modo casi inmediato en amigas «de toda la vida».

No recuerdo quién dijo que el nacionalismo se curaba viajando, pues yo creo que la estupidez también. El agilipollamiento colectivo que tenemos en occidente que nos lleva a preocuparnos por cosas irrelevantes se te cura visitando lugares como el Hogar Teresa de los Andes. Uno viene a un sitio como este, en el que vemos cómo se puede hacer tanto con tan pocos medios, y de golpe se te
quitan las ganas de quejarte. No solo eso, sino que además eres consciente (una vez más, al menos en mi caso) de la inmensa fortuna que tienes por haber nacido en un sitio privilegiado con una familia que siempre te quiso y te cuidó, y no en otro en el que los errores durante el embarazo o el parto, o la imposibilidad de acceder a determinadas vacunas o medicamentos te condenan de por vida.

Estoy/estamos estupendamente, familia y amigos.

7 comentarios en “Un mar de sensaciones, por Lester

  1. Bravo «ORGULLO de cuñado» (la «pena» la dejamos para otra ocasión 😉 ). La verdad que desde aquí me he puesto a pensar qué sensaciones tendríais y lo que cuentas coincide con lo que había pensado al 100%. Mucho ánimo y toda la fuerza para vosotros, el resto de colaboradores y por supuesto para es@s chic@s!!! Un besazo y un abrazo muy fuerte todos y a seguir así!!

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