Elogio del delator, por Josean

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Al chivato, en el colegio le inflábamos a gorrazos. O lo que es peor, le marginábamos, cerrábamos la boca cuando se acercaba, sobre todo si en ese momento estábamos hablando de un profesor o de cómo los del A nos habían lanzado por la ventana las preguntas del examen de Matemáticas que los del B tendríamos en la siguiente hora. El chivato, el acusica, el correveidile, era un apestado. El marginado de la clase.

El magnífico relato de Borges (todos lo son) La forma de la espada,  de 1942, nos cuenta el desprecio que el delator siente por sí mismo:

¿No ve que llevo escrita en la cara la marca de mi infamia? Le he narrado la historia de este modo para que usted la oyera hasta el fin.

Yo he denunciado al hombre que me amparó: yo soy Vincent Moon. Ahora desprécieme.

El Vincent Moon del relato de Borges «cobró los dineros de Judas y huyó al Brasil» y nos recuerda a ese gran soplón del Nuevo Testamento. Su infamia ha llegado a nuestros días con la expresión «más falso que el beso de Judas«, expresión que refleja el asco hacia ese personaje que traicionó y delató a su amigo, maestro y mentor a cambio de unas monedas de plata.

Pese a todos estos antecedentes y al desprecio que suele generar el «chivato», a día de hoy mi opinión ha cambiado de modo radical, sobre todo al comprobar la importancia del delator para que se destapen determinados casos sonrojantes que de otro modo posiblemente no se hubieran sabido jamás: Gürtel, la lista de defraudadores fiscales, las golfadas de Urdangarín, las negociaciones ocultas del TTIP, los excesos de las autoridades estadounidenses en su papel de policías del mundo, Mercasevilla, algunos oligopolios, y hace un par de días, cuando ya tenía comenzado este texto, los expertos evasores de siempre ahora con sociedades opacas en Panamá.

Los hombres y mujeres que revelaron estos casos merecen mis respetos y admiración, pues se la jugaron con la denuncia y desde entonces han sido atacados y perseguidos por los denunciados con todas sus armas.delator4

Hervé Falciani es un ingeniero de sistemas cuya vida da un vuelco al filtrar la famosa «lista Falciani» de evasores fiscales con cuentas en Suiza, lista que ha permitido destapar las prácticas irregulares (golfas) de lo más granado de varios países. Contra él ha habido órdenes internacionales de detención, una estancia en la cárcel, juicios, y una vida de todo menos tranquila.

Ana Garrido no es tan conocida como otros nombres, pero tiene el enorme mérito de ser la funcionaria del ayuntamiento de Boadilla del Monte que comenzó a tirar del hilo de corrupción montado por el alcalde Arturo González Panero, alias «El Albondiguilla», junto con Correa, el Bigotes y el dinero que llegaba a Bárcenas. Cometió la osadía de denunciarlo y desde entonces su vida ha sido un calvario. Mobbing, persecución de sus compañeros, una depresión,… se tuvo que ir a vivir a Costa Rica. Ganó el juicio por acoso laboral y reconoce que volvería a hacerlo, pese a todas las penurias pasadas. «Nunca imaginé que el precio por denunciar la Gürtel iba a ser tan alto», declaró años después.

José Luis Peñas fue edil de Urbanismo del ayuntamiento de Majadahonda de 2003 a 2005, en esos años grises de la trama Gürtel. Fue el autor de las grabaciones que implicaban directamente a Francisco Correa. Tengo más dudas acerca de su papel real en toda esta trama, y de su interés tras la delación porque aparece en los informes de la Policía como uno de los receptores de pagos en efectivo. Está imputado y en espera de juicio. Dice que sintió miedo por sus hijos, y que su carrera profesional se ha limitado claramente, que se le han cerrado muchas puertas. «Es muy duro porque denunciar la corrupción nunca sale gratis. Estoy encausado injustísimamente».delator2

Edward Snowden, antiguo empleado de la CIA y la NSA, denunció los programas de vigilancia masiva del Gobierno norteamericano, valiéndose para ello de los diarios The Guardian y The Washington Post. Desde entonces tiene que vivir fuera de su país, en el frío Moscú, alejado de los suyos: «…con el tiempo esta conciencia de que se están haciendo cosas malas se incrementa y uno se siente obligado a contarlo. Y cuanto más lo cuenta, más lo ignoran».delator3

Julian Assange publicó miles de documentos secretos a través de Wikileaks, e inmediatamente se le reabrió un asunto de una doble violación que tiene pinta de denuncia precocinada para detener y desprestigiar al acusador que puso de manifiesto entre otras cosas los excesos del ejército estadounidense en Iraq y Afganistán. Desde junio de 2012 se ve obligado a vivir en la embajada de Ecuador en Londres.

El ex soldado Bradley Manning, ahora ex «soldada» Chelsea Manning, fue quien filtró los documentos a Wikileaks y se enfrentó a un duro juicio en el que se plantearon la pena de muerte y la cadena perpetua. Fue condenado/a a 35 años de cárcel.

Y más, muchos más, como el famoso Garganta Profunda que ayudó a los periodistas Woodward y Bernstein a destapar el Watergate, el escándalo que provocó ni más ni menos que la dimisión del Presidente norteamericano Richard Nixon. O como los empresarios Sánchez-Cuerda y de Rojas, cuyas grabaciones iniciaron el «caso Mercasevilla», que terminó llevando al descubrimiento de la vergonzosa trama de los EREs en la Junta de Andalucía.

En los últimos meses he leído opiniones de gente muy respetable que no valora estas conductas delatoras tan positivamente como el que esto escribe. Qué le vamos a hacer, hay quien prefiere vivir en la ignorancia o ceder parte de sus derechos y libertades.

El periodista John Carlin, en su artículo Contra la locura y la desesperación defendía que fuéramos espiados por «nuestros» gobiernos y servicios secretos, y que aceptáramos una pérdida de libertades por nuestra propia seguridad, ya que debíamos «reconciliarnos con las escuchas telefónicas y el acceso a nuestros mensajes por Internet»«Las bienintencionadas campañas de Julian Assange y Edward Snowden de repente se vuelven no solo irrelevantes sino irresponsables».

Mario Vargas Llosa en su artículo Jubilar a los espías tacha a Snowden de ser «el último héroe mediático de la frivolidad progresista«, aboga por esa renuncia al derecho a la privacidad y concluye diciendo que «ni Edward Snowden ni Julian Assange son paladines sino depredadores de la libertad que dicen defender«.

Entonces, ¿en qué quedamos?, ¿es lícita o ilícita la delación? ¿Aplaudimos al que denuncia y traiciona la confianza de sus más cercanos o le tachamos de «Judas chivato acusica»?

A principios de los 50, el director de cine estadounidense (de origen griego) Elia Kazan denunció a sus antiguos compañeros del Partido Comunista ante el Comité de Actividades Antiamericanas dirigido por el senador McCarthy. Con esta acción salvó su carrera y pudo seguir trabajando en Hollywood, pero numerosos ex compañeros del Partido fueron arrestados y sus futuros profesionales sesgados de raíz. Intentó defender su postura y para ello se sirvió de una magnífica película titulada On the waterfront (1954), conocida en España por su título, mucho más explícito, La ley del silencio. El título de algunos países sudamericanos tampoco estaba mal: Nido de ratas.

En esta película el personaje interpretado por Marlon Brando denunciaba la trama mafiosa de los estibadores portuarios de Nueva York y era toda una apología del delator. La reacción de los mafiosos era de esperar, pero lo más doloroso para el protagonista era ver cómo (casi) todo su entorno le daba la espalda.

El odio de los compañeros de profesión a Elia Kazan duró de por vida, hasta el punto de que fueron muchos los que se negaron a aplaudirle o reconocerle sus méritos artísticos en la entrega del Óscar honorífico que recibió en 1999. Nunca se arrepintió de sus acciones, al contrario que otros como Sterling Hayden. No me vale el peliculón de Elia Kazan para defender su actitud, y no me vale por dos razones, las cuales valen para defender o atacar a todo delator:

  1. El hecho denunciado: no es lo mismo denunciar un delito como la corrupción de Gürtel o los EREs, o a los mafiosos de la película, o los abusos de las autoridades estadounidenses, que una ideología o una afiliación a un partido, como hicieron Judas o Elia Kazan.
  2. La motivación: desde luego que las treinta monedas de plata de Judas, o salvar el propio trasero, como Kazan, no son comparables a esos otros héroes anónimos o conocidos que denuncian una golfada o la evasión fiscal de los de siempre (los que ayer estaban en Suiza hoy aparecen en Panamá), por el simple hecho de buscar justicia, de frenar a los poderosos.

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Estos días no se habla de otra cosa que de los papeles de Panamá, donde sale un poco de lo de siempre: familia de Pujol, familia del Rey, la trama Gürtel, Leo Messi, directivos de la UEFA y la FIFA, alguna sorpresa como los Almodóvar,… Ha tenido que ser otra vez una filtración, o el robo de datos por parte de hackers expertos. ¡Olé, olé y olé!

Lo más triste es que parece que si no fuera por filtraciones o denuncias anónimas no nos enteraríamos jamás de determinados delitos o atracos que nos están realizando. Gracias a estas filtraciones nos enteramos de lo que se estaba cociendo en Europa con el TTIP, porque si llegamos a esperar a que la Unión Europea o nuestros dirigentes nos informaran de las negociaciones, todavía seguiríamos felices en la ignorancia.

Desgraciadamente, parece que la delación o la confesión anónima va a ser cada vez más necesaria, puesto que las autoridades no realizan su función de control de modo adecuado. Periódicos como eldiario.es o El Confidencial, o en su día El Mundo, han publicado suculentas historias a partir de filtraciones de ciudadanos y empleados que están hasta las pelotas de los abusos de los que dirigen el cotarro.

La reacción del poder establecido consiste en criminalizar a los denunciantes, como intentó el Ministro de Justicia Rafael Catalá cuando sugirió sancionar a los medios de comunicación que publicaran informaciones sobre sumarios. Si otra cosa aprendimos de las películas es que al posible soplón hay que eliminarlo, y las agendas y los discos duros con la información debían ser borrados, quemados, triturados, sus cenizas esparcidas y sus familiares amenazados.

El siguiente frente de batalla está de nuevo en la Unión Europea. Antoine Deltour, un empleado de Price Waterhouse, filtró cientos de documentos que revelaban acuerdos tributarios pactados en Luxemburgo que permitían a grandes multinacionales eludir el pago de impuestos. Se enfrenta en las próximas semanas a un juicio por revelación de secretos comerciales. Pero la gravedad del asunto es mucho mayor, porque este mismo mes de abril se vota en el Parlamento Europeo una Directiva de protección de secretos comerciales, cuyo contenido es tan vago e impreciso que convierte prácticamente cualquier información interna de una empresa en «secreto comercial» y su revelación en un delito sancionado con elevadas multas o incluso penas de cárcel.

La información es poder, y por eso el poder quiere controlar la información. Pero lo tienen cada día más complicado. Gracias, valientes.

Cara Josean

4 comentarios en “Elogio del delator, por Josean

  1. Indignación es lo que me produjo en su día leer el “Jubilar a los espías” de Vargas Llosa. Es muy libre y está en su derecho de continuar su proceso de derechización ideológica que inició hace ya bastantes años. Pero no puede pasarse de la raya, como lo está haciendo al tratar de justificar la ilegalidad y la inmoralidad del espionaje masivo de los norteamericanos al mundo entero, incluidos sus amigos. Todo es contra el mensajero, contra Snowden, y de paso contra Assange, Manning, Ellsberg, Falciani, Garganta Profunda, es decir, contra aquellos que denunciaron graves y masivas violaciones de la ley. Nada dice Vargas Llosa de llevar ante los tribunales a los delincuentes, desde los fontaneros que han instalado las escuchas hasta los que les mandan, Obama incluido. Lástima de Garzón y la justicia universal. Vargas Llosa admite que ya estamos vigilados por el Gran Hermano orwelliano y, lo que es peor, que le parece bien que así sea para prevenir mayores desgracias. Pues conmigo y otros cuantos que no cuente.
    Lo que cuentas es verdad y repugna la poca vergüenza de tantos gobiernos y gobernantes por no perseguir a los delincuentes que resultan desenmascarados por los «chivatazos». Todos contra el mensajero y paz al sujeto de la noticia canalla.

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