Apurado apurado, por Lester

zazzle(Artwork by Tomaniac)

De pie, frente al espejo, abro el grifo y dejo que corra el agua, esperando la salida del chorro caliente, lo quiero hirviendo casi, miro mi cara y no me gusta lo que veo, me hago viejo y no soporto la idea, el grueso cristal de mis gafas me empequeñece los ojos, su azul embaucador se ha tornado triste gris, las sienes plateadas me advierten del paso del tiempo y la barba es la única parte de mi rostro en que tengo más pelo que cuando era joven, la frente gana centímetros día a día, el cabello retrocede y la conquista alopécica parece inexorable, y no quiero pensarlo más, paso dos dedos por el chorro de agua y ésta sigue fría, heladora, como el paso del tiempo, pienso en lo mucho que he cambiado y nunca antes me había visto tan mayor como ahora, no quiero mirarme, pero no puedo evitar la contemplación masoquista de mi degeneración, a todos nos llega, pero no es consuelo, frenar este proceso es imposible, en actitud pensativa, como buscando el atractivo perdido, me paso la mano por el mentón y cierro levemente los ojos, lo suficiente para advertir la cantidad de arrugas y pliegues que mi piel comienza a tener, y tengo la extraña idea de que cada arruga es fruto de una angustia vivida, el agua ya está caliente y con ambas manos comienzo a distribuirla por mis mejillas, luego por el cuello, la barbilla, la comisura de los labios, finalmente el bigote, y aprecio la sensación de torridez, siento que se me abren los poros, y siento que se me abren los ojos, y pienso en mi mujer, que yace acostada, dormida, descansando plácidamente, mientras yo me dispongo a comenzar una nueva jornada y detesto saber que ella se levantará dos, tres o cuatro horas más tarde, y no quiero hacerlo, pero lo hago y le culpo de parte de mi declive, atrás, muy atrás, quedaron los tiempos felices, hace años que el hastío se apoderó de nosotros, su cuerpo tampoco es joven, ya no me atrae, y me distribuyo la espuma por la cara con tres dedos, las mejillas, el cuello, la barbilla, la comisura de los labios, finalmente el bigote, y observo mi patético rostro cubierto en su mitad inferior por una sustancia blanca, y pienso en mi mujer nuevamente, y a pesar de la indiferencia que por ella siento, al levantarme, la he arropado con la blanca sábana, y respiro profundamente, y me dispongo a atacar la barba que, imperceptiblemente, se ha adueñado de mi cara, como el tedio de mi persona, no noto el cambio día a día, pero al cabo de los años se ha vuelto más dura, como una costra que eliminas rutinariamente y a la mañana siguiente reaparece con más fuerza y me pregunto cómo he llegado a ésto, y me planteo la posibilidad del cambio, y me interrogo sobre las medidas que debería tomar, dejarme barba sería otro síntoma de declive, sería como aceptar el aburrimiento, otra concesión al conformismo, veo mi boca entreabierta, como la puerta del dormitorio, y desenfundo la cuchilla de afeitar, y el vapor empaña mis gafas y distorsiona mi imagen en el espejo, y altera la realidad, me imagino desenvainando un afilado cuchillo, y comienzo a despejar mi tez de la blanca sustancia, primero la mejilla izquierda, y me veo entrando en el dormitorio donde ella reposa ajena al peligro que le acecha, ahora me repaso la patilla, ya tengo media cara desnuda, examino en penumbras su cuerpo, sus hombros desnudos, cubierta en su mitad por la blanca sábana, y humedezco la maquinilla, limpiándola de impurezas, al trasluz me maravillo del resplandor de la hoja que sostengo en alto, y me freno un instante antes de la acometida, y la mitad descubierta y suave de mi semblante me lleva a rememorar el pasado, y sus hombros desnudos me remontan a tiempos mejores, durante un segundo, esbozo una media sonrisa, pero la otra mitad permanece oculta, corrupta, y quiero acabar con ese cáncer, vuelvo a alzar la cuchilla, ya no puedo volverme atrás, arremeto con furia mi piel, y veo cómo la hoja penetra sin resistencia en su estómago, vuelvo para atrás, hacia la patilla, y bruscamente deslizo de nuevo el arma asesina, esta vez ha sido en el costado, y a mitad de mi cara, comienza a brotar la sangre, roja, oscura, negruzca, al principio un punto, rápidamente se extiende, y se mezcla con la espuma, y mancha las sábanas, mojo dos dedos en saliva y trato de limpiarme la herida, paladeo el sabor de la sangre y el regusto del triunfo, ya casi he acabado la tarea, procedo a rasurarme el cuello, aborrezco mi papada, gorda, hinchada, rellena de disgustos, tan diferente de la de antaño, y observo un hilillo de espuma blanca que fluye por mi cuello, y quiero acabar con todo vestigio de la misma, aún hay movimiento bajo la sábana, y ataco con saña mi cuello, el cuchillo se clava en su garganta, y ya no hay rastro de la sustancia extraña en mi cara, y ya no advierto actividad en su cuerpo, un reguero de sangre desciende hasta mi nuez, y evalúo indulgente el valeroso acto que acabo de realizar, aprecio la tersura de mi piel y la tranquilidad de mi alma, mi cutis se presenta terso y joven, mi conciencia, sosegada y a la vez decidida, y me limpio con un dedo la sangre, luego lo lamo y la sonrisa es completa, pero el cristal de mis gafas se ha desempañado, la nublada visión ha desaparecido y la sangre continúa brotando, la realidad se apodera de mí, rocío mi piel con colonia, la loción me escuece, me arde la herida abierta, pero no me importa, y observo la hoja ensangrentada y le aplico el chorro de agua, nuevamente fría, y me quedo mirando cómo por el desagüe desaparecen la sangre y mis sueños.

Marbella, 1999

 

2ª parte del post: la elección de este relato no es casual. Quería esperar algunas reacciones, como así ocurrió. El día que lo colgué era el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. La imagen escogida tenía mucha fuerza y mezclaba los elementos que necesitaba: una cuchilla de afeitar, la sangre y un corazón, que representa esas barbaridades tantas veces repetidas de «la maté porque era mía», o «mía y de nadie más», o «antes muerta que con otro».

Recordé que tenía escrito este relato desde hacía años. El texto es de 1999, posiblemente de antes, y fue escrito en una época en la que no sólo éramos más jóvenes, como ha dicho alguno de los lectores, sino que además sentíamos una cierta fascinación por los asesinos en serie y la violencia extrema: Hannibal, Seven, Copycat, Asesinos Natos, Pulp Fiction, o las españolas Tesis y Justino, un asesino de la tercera edad.

Es cierto que es incómodo de leer, y de eso se trataba. Algún lector me lo ha dicho en privado, y otros en vuestros comentarios. Cada frase tenía que ser corta, como una cuchillada o como una pasada de la maquinilla, y el relato debía durar lo que un afeitado. Apurado. Trataba de meternos, de meteros, en la mente enferma de un tipo despreciable, que descarga sus debilidades mentales, su impotencia y hastío contra su pareja, más débil físicamente. Es un tema muy incómodo, y por eso sólo lo había tratado y de refilón en Ya estamos todos. Evidentemente no comparto nada de lo dicho en el relato, porque creo que sólo los pederastas me repugnan más que los maltratadores. No me veo capaz de escribir sobre la pederastia.

Respecto a las comas y un solo punto, ni siquiera es original. Miguel Delibes escribió así Los Santos inocentes. El libro tiene 6 capítulos y por supuesto tiene… 6 puntos. Se lee de un tirón, fenomenal, es una maravilla, que termina con el ahorcamiento del señorito Iván:

«…pero todavía el señorito Iván, o las piernas del señorito Iván, experimentaron unas convulsiones extrañas, unos espasmos electrizados, como si se arrancaran a bailar por su cuenta y su cuerpo penduleó un rato en el vacío hasta que, al cabo, quedó inmóvil, la barbilla en lo alto del pecho, los ojos desorbitados, los brazos desmayados a lo largo del cuerpo, mientras Azarías, arriba, mascaba salivilla y reía bobamente al cielo, a la nada,

         milana bonita, milana bonita,

repetía mecánicamente,

y, en ese instante, un apretado bando de zuritas batió el aire rasando la copa de la encina en que se ocultaba.»

 

11 comentarios en “Apurado apurado, por Lester

  1. No me gusta, no. Difícil de leer con sólo comas, negativo y expresando una manera cobarde de pensar, que además no es la tuya. Seguro que los tienes mejores.

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  2. Me gusta, porque es un buen ejercicio literario, tanto en el fondo (la originalidad de la idea), como en la forma (sin puntos y seguidos). Por supuesto que entiendo que lo expresado no tiene nada que ver con lo que piense el autor, Apañados estaríamos si no fuera así la inmensa mayoría de las veces. Y además escrito hace quince años, cuando todos éramos jóvenes. Lo que me gustaría saber es la opinión de la esposa de Lester.

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  3. Me gusta. No solo me parece original y distinto sino que además engancha desde el principio.
    Esa ausencia de puntos ayuda a mantener el suspense y llegar casi sin aliento al sorprendente y desagradable final.
    Un buen relato para la ocasión.

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  4. El relato me desconcierta y me inquieta.veo que lo tienes escrito hace varios años ,aun más sorprendente por lo joven que tu eras en esa época.(Ahora tambien pero menos)
    El espejo a cierta edad ,juega unas malas pasadas ,bien es verdad que vemos bastante menos y es mejor imaginarse .Claro que debería reflejar lo que somos por dentro.

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  5. Lester: Haz el capitulo 2 de El Equilibrio Precario (si es que fuiste tu el autor) y déjate de estas historias. No nombremos a la bicha, que en estos días han muerto una mujer y su hija por un lado y dos niñas por otro. Descansen en paz y ojalá todos estos «machotes» vivieran mas de 100 años, pero entre rejas y entre violadores, para que estén todos entretenidos.

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    • El equilibrio precario acaba ahí, no le veo una segunda oportunidad. La vida es así de triste casi siempre. Respecto a los maltratadores, cuando se cargan a su mujer y a los niños, y luego se suicidan, siempre me pregunto que por qué no cambian el orden los hijos de p…

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