American Beauty, por Lester

american beauty

Ya sé que el cine es la especialidad de Travis, pero como ha mencionado en dos ocasiones MI película, American Beauty, me siento en la obligación de opinar. De esta película, por cierto, es de la que cogí mi nombre para el blog (ver “Declaración de intenciones”), por ese gran personaje que es Lester Burnham, interpretado por Kevin Spacey.

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American Beauty es una película de 1999, uno de esos años magníficos para el cine, porque de ese mismo año son otras dos películas muy recordadas y de gran influencia en los años posteriores, como fueron Matrix y El club de la lucha. La película arrasó en los Óscars de ese año, y consiguió los de mejor actriz (Annette Bening), actor (Kevin Spacey), director (Sam Mendes), guión (Alan Ball) y por supuesto, mejor película.

Decía Travis en “El club de la lucha” que esta es una película en la que los personajes están por encima de la propia trama, que son más interesantes que el conjunto del filme, y puede que tenga razón, pero a mí me resulta imposible separar personajes y argumento. La trama trata de lo que ocurre en el interior de esas casas espectaculares de los barrios residenciales y acomodados de Estados Unidos, esas familias aparentemente perfectas que ocultan con falsedad todos los problemas que les acechan (líos conyugales, adolescentes con problemas, drogas, depresiones, deseos sexuales reprimidos,…).

Según lo veo yo, es una película sobre la diferencia entre la fachada perfecta que muestran los personajes al exterior y la pobreza de su imperfecta vida interior. Y es sobre todo una película sobre las contradicciones de la gente hoy en día, de cómo dicen unas cosas y sin embargo se comportan de modo radicalmente distinto. Y no salen Rajoy ni Montoro, ¿eh? Para recordaros la historia, allá van los personajes de American Beauty explicados a través de sus contradicciones:

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– Carolyn, la mujer de Lester: va de madre y esposa perfecta, vecina encantadora, trabajadora infatigable, responsable y amante de la dieta saludable. Pero es insegura y débil, como demuestran sus llantos, y en cuanto puede la vemos zamparse una hamburguesa, zumbarse a un compañero de trabajo o pegarle un guantazo a su hija. Hasta se llega a plantear cargarse a Lester a la manera americana, a tiro limpio.

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– Jenny, la hija adolescente de Lester. Aparentemente no le importa su aspecto físico, pero todos sus ahorros, de toda su vida, son para operarse las brevas.

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– El coronel Fitts, el vecino tarado. Bueno, uno de ellos. Frío, antipático y tremendamente homófobo, como expresa en varias frases de la peli: “¿El puto Día del Orgullo Gay?”. Sin embargo, al final de la película nos enteramos de que es un bujarrón de cuidado, con un evidente déficit de… cariño en su vida.

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– Ricky Fitts, el hijo tarado del vecino tarado. Odia todo el militarismo de su padre y la disciplina, pero se dedica a una labor muy del ejército, el espionaje, aparte de poner un orden militar en todo lo que hace, las cintas de vídeo y música, el tráfico de drogas, el aspecto,… Confiesa que sólo fuma maría manipulada genéticamente por el Ejército. ¿De verdad el Ejército se dedica a esto? ¿El dinero de nuestros impuestos va para comprar y manipular hierba en lugar de para carros de combate o misiles? Mejor invertido, ¿no?

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– Ángela, la loba adolescente amiga de Jenny, la niña que desata el volcán de deseo en Lester, los famosos pétalos de rosa. Va como muy segura, ejerciendo de loba, pendón desorejado o ninfómana, presume de haberse liado con todo lo que se mueve en el “Insti”, como si fuera la más zorrona entre las zorronas de Física o Química, pero cuando llega la hora de la verdad, cuando se supone que tiene que mostrar toda su experiencia, sus artes amatorias, resulta que es virgen. Y tremendamente insegura, lo que choca todavía más.

– Y por supuesto, Lester Burnham, y sus contradicciones, un personaje genial donde los haya. Él mismo se define así:

«Un tío corriente sin nada que perder”. Por eso deja su acomodado trabajo y busca empleo en una hamburguesería, porque tiene muy claro que:

«Quiero la menor cantidad posible de responsabilidad»

Lester tiene 42 años, una hija de 16 y confiesa que ha vivido los últimos años en una especie de coma del que empieza a despertar. Recuerda cómo antes de ese coma, ese aburrimiento que le invade:

«Todo era diversión y jodienda»

Y lo que le hace despertar de ese coma es Ángela, angelita, la amiga de su hija. Curiosidades del cine, Woody Allen en Manhattan confiesa que tiene 42 años y que le abruma estar saliendo con una chica de 17 años (Mariel Hemingway) de la que podría ser su padre.

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A Lester no le abruma, ha llegado a ese momento en mitad de la vida en el que se supone que alcanza la madurez, parece que sabe lo que quiere, y además nos lo muestra. Aquí es donde entran en juego sus contradicciones: ¿de qué modo hace gala de su madurez? Pues masturbándose siempre que puede, fumando porros, haciendo pesas y ejercicio a lo bestia, y persiguiendo adolescentes como un perro babeante. En fin, que la madurez, su madurez, significa una regresión en toda regla a los 20 años.

Decía Travis también en «No hagan trampas, señores» que el guion tiene escenas tramposas para hacernos creer que el asesino de Lester va a ser su mujer, o incluso el novio de su hija, pero a mí en el fondo me da igual, porque la película cuenta la historia del último año de vida de Lester, y este tipo nos cae muy bien. Tiene detalles como su afición a la música (se pone a Bob Dylan mientras hace pesas, o a The Who cuando sale a correr), cómo mira con envidia los CD’s (cedés, según la Academia) de Ricky Fitts: «Tienes a Pink Floyd». O cómo habla con devoción del coche de sus sueños: «¡Un Pontiac Firebird del 70, el coche que siempre he querido tener!».

O su afición al cine, aunque sólo menciona dos películas en todo el metraje. La primera, cuando está buscando una excusa para no ir a la cena de los compañeros de trabajo de Carolyn, y le dice: «Hoy ponen el maratón de James Bond». Vamos a ver, Lester, una película de 007 está bien: el superagente que sale de todos los apuros sin despeinarse, se beneficia a todas las pibonas que se le cruzan, incluida a la novia del malo, todo esto mientras se pide un Martini con vodka, mezclado no agitado, se carga al malo, que previamente le ha contado todos sus planes para conquistar el mundo, qué gilipollas, ¿no?, salva a la chica, se la zumba… Y llevan veintitantas películas con el mismo argumento, lo que viene a demostrar que a los tíos nos bastan unas pocas explosiones y unas cuantas macizas para fabricar una película de éxito. Bueno, Lester, como excusa para no ir a la cena no vale, hay que currárselo más.

La segunda película que menciona me resultó muy curiosa, porque tiene una historia personal detrás. Es la mítica Re-animator:

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«Mítica» entre comillas, porque es una peli de serie B con todas las letras. De 1985, ni más ni menos. Muy divertida. La parte personal de esta película está en que la escena favorita de mi grupo de colegas cuando nos juntábamos en el parque era justo la escena que comenta Lester con Ricky Fitts bajo los efectos de un porro. Buscadla, buscadla la próxima vez que veáis American Beauty, y sobre todo, buscad Re-animator y la famosa escena. Haremos como en los telediarios (con voz de Matías Prats): “advertimos que las siguientes imágenes pueden herir la sensibilidad de los espectadores”. Es en esos momentos cuando Travis pone el vídeo a grabar.

Yo sinceramente no recomiendo Re-animator a todo el mundo. Hace unos años se la recomendé a un compañero del trabajo, y el tío volvió a la semana siguiente: ”Pero tío, ¿qué mierda me has recomendado?, ¿tú estás bien de la cabeza?” Y desde entonces me evita, no se ha vuelto a tomar un café conmigo, vamos, que yo noto que me mira raro. Si hasta en la fiesta de Navidad no quiso presentarme a su mujer, “no, cariño, que ese ve unas faldas y luego va como pollo sin cabeza”. Que noooo, hombre, que se puede disfrutar Re-animator y ser una persona normal. Yo creo que en realidad el guion es una gran metáfora sobre el hombre y su sexualidad, sobre cómo deambulamos por el mundo como zombis cuando estamos enamorados y cómo perdemos la cabeza cuando se nos cruza una tía buena por delante. Nada más.

En fin, vuelvo a Lester y a American Beauty para finalizar ya. Lester muere, como sabemos desde el primer minuto de pelicula. Pero muere con una sonrisa, con el gesto de quien ha encontrado la paz interior, de quien se puede ir con la conciencia tranquila.

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Su voz en off, su ¿espíritu?, su alma o su conciencia, comienza a recordar los momentos más felices de su corta existencia y nos dice cómo le cuesta seguir enfadado cuando hay tanta belleza en el mundo. Aquí me indica Travis que tiene otra extraña conexión con Manhattan, que nos explicará en otro post. Termina con una frase demoledora:

«Y no siento otra cosa que gratitud por cada instante de mi estúpida e insignificante vida»

Hasta siempre, Lester, trataré de no dejar tu nombre en mal lugar.

Cara Lester

 

6 comentarios en “American Beauty, por Lester

  1. Me parece Lester que llevas demasiado equipaje para disfrutar al 100% de esta maravillosa película. Pero más aún lleva Travis, al que contestaré un poco más largo en su entrada.

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    • No sé a qué te refieres con el equipaje que llevo, supongo que quieres decir que el hecho de tener mujer, niños, hipoteca, un trabajo que mantener, me impide disfrutar de la peli, pero no es así, sino todo lo contrario. Supongo que te refieres a lo conservadores que nos volvemos con los años, tratando de conservar lo que tenemos, material e inmaterial, frente a lo alocados o soñadores que somos con veinte tacos. Mi crítica es un elogio encendido de esa capacidad de disfrutar de la vida, que es independiente de lo que tengas y lo que quieras conservar. Me encanta de Lester esa capacidad de disfrutar, como reitero varias veces. Para mí ese disfrute de la vida no es un tema material, sino un sentimiento personal.

      La escena del sofá que le comentas a Travis tiene otra frase estupenda, cuando Lester se queda mirando a Carolyn, evidentemente cachondo y le espeta: «¿En qué momento te volviste tan triste?». Eso es lo que es imperdonable, perder la alegría de juventud, volverse huraño, malhumorado, no disfrutar de lo que tienes, sea mucho o poco. Para que te quede claro cuando dices que no puedo disfrutar al 100% de esta película, cada día que la veo, me gusta más, me parece más inteligente, más real.

      Fdo. Lester.

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