El Padrino, por Travis

padrino

Desde que empezamos a escribir en este blog tenía ganas de hablar de mi película favorita, El Padrino. De verdad que es una casualidad que haya coincidido este post con el fallecimiento de Emilio Botín. No tiene nada que ver, no hay ningún parecido. Como en las malas películas, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Me caía bien Don Emilio. Igual que me caía bien Don Vito, pese a ser un mafioso que no disimula su condición.

Aunque los críticos suelen elegir El Padrino II como la mejor de la saga, yo me quedo con la primera. No sólo porque en la segunda las partes de Cuba o del juicio me interesan más bien poco, sino porque la primera vez es la primera vez. Para todo. Y la primera vez que vi El Padrino, sobre los 20 tacos y en el sofá de casa, me pasé las tres horas disfrutando como un enano, sin moverme, deseando que no terminara. Desde el primer fotograma sabes que vas a ver algo único. «Yo creo en América«, decía Bonasera. Me sé las frases de memoria, las he utilizado cientos de veces, y la película me sigue pareciendo hoy en día una escuela inigualable, tanto para los negocios como para la vida en general.

«Hablan cuando deberían escuchar», se quejaba Don Vito de sus hijos. Lo mismo me pasa a diario con gente del trabajo.

Pocos días después de ver la primera me fui corriendo al video club (¿recordáis qué eran esos maravillosos sitios?) a alquilar la segunda parte, que añade a Robert de Niro al casi irrepetible reparto de la primera (Marlon Brando, Al Pacino, Robert Duvall, Diane Keaton, James Caan, Sterling Hayden, Talia Shire, John Cazale…), y aunque también es una película inmensa, ya no te sorprende tanto. Es… como la segunda vez. Grandiosa también, pero sin la magia de la primera. Mi parte favorita de la segunda es la referida al joven Don Vito, su huida de Sicilia, su llegada a Nueva York, a la isla de Ellis, en la que cambian su apellido Andolini por el que le hará temible, Corleone, sus inicios en Little Italy, cómo labra su fortuna poco a poco, cómo liquida a su rival, Don Fanucci. Porque aunque este fuera mucho más poderoso, nada podía con la ambición de Don Vito.

«Mi padre no es diferente de otros hombres poderosos, como un senador o un presidente», (Michael Corleone).

La tercera parte de El Padrino es otra cosa, muy lejos de las obras maestras que son las primeras, pero una película que me sigue gustando. Le tengo cariño pese a sus fallos. Se rueda en 1990, lo que quiere decir que habían transcurrido 16 años desde la anterior de la saga. Y en el fondo es como una antigua novia a la que sigues teniendo cariño, con la que pasaste grandes momentos, pero 16 años después ella ha cambiado y tú no eres el mismo, y por tanto, tus sentimientos tampoco. Y aunque es una película interesante, Andy García (Vincent Mancini en la película) no le llega ni a la suela de los zapatos a los anteriores Corleone: Marlon Brando, Al Pacino y Robert de Niro.

En los negocios, en esas empresas que funcionan como dinastías, traspasándose el poder de padres a hijos, se suele hablar de los problemas de las terceras generaciones.

hijos

«Los intereses de mis hijos son mis propios intereses», pronuncia Don Vito tras la negociación con los Tattaglia.

Y esa creencia ciega en tu propia sangre es otro de los fallos de esta película, por el empeño de Francis Ford Coppola en dar un papel importante a su hija Sofía. Es una actuación fallida, no tenía experiencia, y tampoco un atractivo o una fotogenia especial. A veces ese empeño de los padres por colocar a sus hijos o hijas independientemente de los méritos provoca reacciones en los colaboradores más cercanos, como ocurre en la primera parte de El Padrino, cuando Tesio y Clemenza dudan de la elección de Michael como sustituto de su padre en los «negocios» de la famiglia. O consideran injusto que se otorgue el poder y se nombre sucesor al hijo inexperto, en lugar de premiar la lealtad y el conocimiento de los negocios de los que llevan al lado del capo toda la vida. Pertenece a su estirpe y eso es suficiente, debe pensar Don Vito. Aun así, un padre inteligente lo es hasta el punto de ver en ocasiones la carencia de facultades o de liderazgo de los de su sangre, y entonces opta por colocarlos en un buen puesto, aunque secundario. Así es como actúa Don Vito con su hijo Fredo, y los casinos. Dejo ya el tema hijos para hablar bien de Sofía Coppola como directora, pues años después ha demostrado que podía tener una voz propia en el cine, y sus trabajos, al menos los que he visto, resultan distintos e interesantes. Algo positivo le tenía que dejar el bueno de Francis.

«Un hombre que no pasa tiempo con su familia, nunca puede ser considerado un hombre de verdad».

Vuelvo ya a la primera película, mi favorita, como decía, de la que destaco todo: sus grandes personajes, un guion repleto de frases enormes, una fotografía oscura o luminosa dependiendo de la situación, y una música perfecta para cada momento de la película.

En ningún momento se habla de la mafia, sino de los «negocios» de la familia. Existe un libro titulado “Lecciones de estrategia con El Padrino”, de Guillermo de Haro, que no he tenido la suerte de leer, pero que supongo explicará las similitudes entre el mundo de los negocios reales y el que podemos ver en la película. padrino lecciones

Y es que en cierto modo, la famiglia funciona como una gran empresa, con su jerarquía, su consigliere, sus cargos intermedios, Clemenza y Tesio, y peones como Luca Brasi para ejecutar las tareas más desagradables. Uno de mis favoritos es Tom Hagen, el consigliere, interpretado por Robert Duvall, un trabajador eficaz y leal  a Don Vito, que mantiene su fidelidad incluso cuando sus enemigos le intentan inhabilitar como consejero y apartar de los intereses de la familia.

La película comienza con la boda de Connie, la hija de Don Vito. Y entre los invitados y los ausentes figuran numerosos jueces y políticos, porque si algo tiene claro Don Vito es la importancia de éstos para el funcionamiento de “sus negocios”. Para mí resulta curioso tratar de entenderme a mí mismo. Me explico. Por qué me fascina tanto toda la escena de la boda en la película, y por qué me repugnan luego imágenes similares de otras bodas que todos tenemos en mente a las que acuden igualmente numerosos políticos y algún que otro juez. Y personajes con aspecto mafioso desde la cabeza a los pies, o debería decir desde los ricitos engominados de la nuca hasta la suela de sus Martinelli, aparecen unos cuantos.

«Necesito, Don Corleone, a los políticos que tiene metidos en el bolsillo».

Los negocios necesitan de los favores de los políticos, y eso lo saben muy bien numerosos empresarios hoy en día, a los que vemos apoyando indistintamente a un gobierno o a otro, porque otra lección fundamental de la película es la importancia de un favor:

«Algún día, y puede que ese día no llegue, te pediré que hagas algo por mí. Pero hasta ese día considera esto como un recuerdo de la boda de mi hija», (Don Vito a Bonasera).

Y el cumplimiento o la devolución de ese favor es sagrado. Todo eso lo saben bien Don Vito y Michael Corleone, y es básico para mantenerse en la cumbre de los negocios, por si tienen que pasar algún día por el banquillo de los acusados, como le ocurre a Michael en la segunda.

Un día, comentando partes de la película con Josean, me dijo sobre la propuesta de los Tattaglia: «Fíjate, escucha con atención». El «turco» Sollozzo transmitía la oferta de los Tattaglia: «Nosotros pondremos la financiación y la mercancía (drogas). Necesitamos los políticos que tiene en su bolsillo, y a cambio, le daremos el 30% del beneficio». «¿Te das cuenta?», me dijo Josean, «¡Eso es una Ute, una joint venture! Mi empresa las hace continuamente. ¿Por qué te crees que empresones como FCC o ACS se juntan en Utes con Pacoeldelaboina, S.L. o Sociedad Anónima Unipersonal? Uno pone la pasta y el conocimiento, el otro, los contactos políticos, la cercanía con el cliente, a cambio de un porcentaje menor del negocio.»

Otro momentazo: la reunión de las Cinco Familias, repartiéndose los barrios de la ciudad y los negocios. Parece un cártel pactando precios y repartiéndose sectores, porciones de una tarta. Estoy seguro de que las reuniones de las cinco principales constructoras no difieren mucho de la mencionada. Se sacan los cuchillos al principio, pero luego se comparten los contactos políticos. Se reparten el mercado y se cubren en las ofertas para que al final todos ganen.

«No es nada personal, sólo negocios», (Michael Corleone).

El final de la película es sobrecogedor. Después de acabar con sus enemigos en una escena muy recordada en la que mezcla los asesinatos con el bautizo de su hijo, Michael niega las acusaciones de implicación de Kay, su mujer. A continuación recibe el respeto y el reconocimiento de los líderes de las otras familias, los mismos con los que ha estado peleando por el control del «mercado». Hay escenas en las que parece sentado en el sillón de un consejo de administración.
michael

La tercera parte de El Padrino tiene buena parte de su trama en el intento de Michael Corleone de obtener honorabilidad para su familia, a base de aportaciones generosas a la Iglesia y a actos caritativos. Intenta hacer negocios de modo limpio cuando se ha pasado la vida haciendo lo contrario, como esos empresarios que promueven fundaciones que son cualquier cosa menos desinteresadas. Buscan contactos, reconocimiento social, favores políticos,… «Es un insulto a mi inteligencia». «La política y el crimen son lo mismo», llega a decir Michael.

Por supuesto no podía faltar en este recopilatorio de frases:

«Le haré una oferta que no podrá rechazar».

Termino ya este post con la cita de Balzac con la que comienza el libro de Mario Puzo en el que se basa la película:

«Detrás de cada gran fortuna, hay un crimen».

Cara Travis

11 comentarios en “El Padrino, por Travis

  1. Oye, Travis, ándate con cuidado con lo que escribes no vaya a ser que Las Cinco Familias, digo, las Cinco Grandes Constructoras le encarguen a Luca Brasi que te haga una visita.

    Me gusta

    • Ja, ja, ja,… No creo, Luca Brasi fue asesinado en la primera parte. Ahora te mandan a sus picapleitos, que son peores que los matones. A estos por lo menos les ves venir, son más directos, y sabes cuáles son las reglas del juego.

      Me gusta

  2. Esta película me persigue, en serio. Parecerá increíble pero ¡¡no la he visto!! Es una fobia de pequeña jajaja Hoy casualidades de la vida, ¿o no? he oído la BSO en el metro!!! Esto es una señal!!!
    Vamos que tengo que verla jajajaja

    Me gusta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.