Ya estamos todos, por Lester

atasco

Con la vuelta de los niños al colegio creo que no falta nadie. La incorporación de todos nosotros, pobres curritos de a pie, se produjo escalonadamente durante los últimos días de agosto, y el 1 de septiembre, que además era lunes, a primera hora, con las legañas todavía en los ojos, ya estábamos frente al ordenador, abriendo nuestros comercios, atendiendo gente, o directamente subidos al andamio. Pasamos de un glorioso agosto con 5 viernes, 5 sábados y 5 domingos, a un septiembre con 5 lunes, 5 martes, y sólo 8 días de descanso en todo el mes. Qué poco dura lo bueno. Cómo cuesta la vuelta al tajo.

Reflexionaba sobre esto metido de lleno en pleno atasco a las siete y veinticinco de la mañana. Qué diferencia con la fluidez de las carreteras sólo unos días atrás. “Ya estamos todos”, pensé. Los mismos estereotipos con diferentes caras.

La morenaza que aprovecha los parones para empolvarse la nariz y pintarse la raya mirando al retrovisor.

El imbécil que ya no habla por teléfono porque algún día le debieron cascar una multa y ahora emplea los atascos para “guasapear”. Mucho más peligroso, porque le ves y él nunca está mirando al frente, a la carretera. Tiene la cabeza agachada, sonríe de vez en cuando y si el coche que le precede arranca, él tarda en darse cuenta. Valiente capullo.

El aburrido oficinista que gesticula todo el rato quejándose del tráfico, que se impacienta cuando ve un hueco de medio metro sin cubrir y cambia de carril cada dos por tres. Tranquilo, colega, que el día acaba de comenzar. Le adelantas varias veces, las mismas que él a ti. Y siempre tiene cara de cabreo. Para mí que está tan tenso porque se está meando.

La madre sonriente que lleva una preciosa niña en el asiento trasero, con la que ves que está hablando o cantando una canción de la radio.

Los universitarios que se han juntado en un coche de más de 15 años. Una mezcla variopinta: greñudos, pijos, malotes,… Pero llevan buena cara, van de buen humor. Siento cierta envidia. Nostalgia de aquellos tiempos.

El niñato del León tuneado que va adelantando como puede, por la derecha, por la izquierda, echándose encima de los otros conductores. Te quedas mirándole un par de minutos, y te maravilla ver cómo después de cuatro cambios de carril peligrosos y sin avisar, “¿intermiqué?”, ha conseguido situarse cien metros por delante de ti. Otro valiente capullo.

Como los capullos insolidarios que pasan de aguardar el kilómetro de cola para tomar el desvío a la derecha, «eso es de pringaos», y en el último metro, saltándose la línea continua y metiendo el morro, se cuelan por la cara.

Y niños dormidos, padres y madres cansados ya desde el inicio de la jornada, motoristas aficionados al eslalon, transportistas nerviosos, y un largo etcétera de personas. Ya estamos todos.

Todos, también los de la información del tráfico. A esa hora ponen la información de los atascos en la radio: “nivel amarillo, circulación lenta con paradas intermitentes”. O “primeras retenciones entre Torrejón y San Fernando en la A-2, y entre Las Rozas y La Florida en la A-6”. Y todo un clásico mañanero: “problemas de entrada a Madrid por la glorieta de Santa María de la Cabeza”. A veces creo que es una cinta. Es más, estoy convencido de que es una grabación. Ha habido días que he pasado por alguno de esos puntos con cierta fluidez y sin embargo, el “diagnóstico” de la radio era “nivel amarillo, circulación lenta con paradas intermitentes”. Lo repito a la vez que la cinta. Es una frase tan metida en mi hipotálamo como la de “una hora menos en Canarias”.

Después de la información del tráfico, toca un poco de economía, de deporte, otro poco de política, y te das cuenta de que ya han vuelto también los tertulianos. Ya estamos todos. También ellos, han vuelto todos los tertulianos de las radios. Esos ilustrados (que no ilustres) prohombres que son capaces de hablar de cualquier tema, y al parecer con conocimiento de causa, por ignoto que sea el asunto. Como me conozco sus caras, me los imagino en el estudio, mordiendo la patilla de sus gafapastas: “cuando estuve en el Chad en 1998, durante la anterior guerra de los birkiberes, tuve la oportunidad de entablar cierta amistad con el líder de la milicia revolucionaria, John Kong-un-Par, que tradicionalmente había estado enfrentada a la tribu de los mondongos, y pude…”. Joder, qué tío, y será verdad. O no, pero como ninguno vamos a poder rebatirlo, lo casca. Si por el contrario se habla de un problema de salud, son capaces de aparentar conocimientos médicos del asunto: “El problema de la vacuna que está desarrollando la farmacéutica taiwanesa radica en que su uso no está aconsejado para pacientes con pelo en la espalda o dientes apiñados, porque…”. Qué capacidad, qué tíos. Me maravilla… su facilidad de palabra. Igual se lo inventan todo, pero lo dicen de un modo tan convincente que te lo crees. A lo mejor están recitando un texto y de ahí viene la expresión “cantamañanas”, pero lo dudo.

Ya estamos todos. También los políticos que se inventan problemas para que no se hable de sus corruptelas, o que promueven referéndums para evitar hablar de los informes de la UDEF que les acechan. La estrategia de la distracción, primera de la lista de diez principios expuestos por Timsit (ver el post “Chomsky, Timsit y la manipulación mediática» ).

También han vuelto al tajo los jueces, y con su vuelta se reactivan los casos que más cabrean al ciudadano. ¿Pueden de verdad descansar con lo que tienen encima, la jueza Alaya, o los jueces Ruz, Gómez Bermúdez o Pedreira? ¿Pueden estar tranquilos en una playa cualquiera apartados de los legajos y los expedientes llenos de golfadas?

No se han ido nunca, pero vuelven también a nuestros oídos los yihadistas que ponen bombas en mercados, iglesias o colegios, y se llevan por delante a todo el que no coincida con su extremismo. A veces también pienso que es una grabación. Siete y media de la mañana. Cuarenta muertos. Hala, como quien dice la cifra del IPC adelantado.

Pues sí, ya estamos todos. También esos cabrones que llenan los titulares cada cuatro días, cuando asesinan a sus parejas. Y aunque lo escuchemos en las radios cada tres, cuatro o cinco días, sabemos que no se trata de una cinta. Porque cambia el sitio, el pueblo o ciudad del suceso. Cambian las edades del asesino y de su víctima. Cambia el método empleado. Y cambia el número de veces que la víctima había denunciado a su agresor y finalmente asesino. Cambia el comportamiento posterior del asesino. A veces huye, otras se denuncia o se entrega, y en ocasiones se suicida. Y en mitad del atasco lamento siempre que no invirtiera el orden de sus actos, suicidio y asesinato.

Ya estamos todos. Menos ellas. Buenos días.

Cara Lester

 

 

3 comentarios en “Ya estamos todos, por Lester

  1. ¡Jodo! Me estaba quedando con la medio sonrisa en la boca por los informadores del trafico y los tertulianos, pero al final se me ha atragantado. Buenísima frase final. Directa a la mandíbula.

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    • Gracias por el comentario. Nos estamos volviendo insensibles y a veces pienso que nos ponemos una capa de protección al salir de casa para que estas salvajadas no nos afecten y podamos escucharlas en la radio como quien oye el dato del IPC. Saludos.

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